La Sociología como ciencia

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La Sociología como ciencia
Siguiendo los criterios insistentemente manejados por la tradición científica, podemos
decir que la Sociología es una ciencia porque reúne una serie de características tales como ser
empírica, teórica, acumulativa, no-ética, crítica y un modo de conciencia. Repasar cada uno
de estos criterios nos puede ser muy útil para precisar lo que entendemos por la Sociología
como disciplina científica.
Decimos, en primer lugar, que la Sociología es empírica; es decir, está basada en la
observación y en el razonamiento, con unas conclusiones que pretenden contrastarse con la
realidad. Káning decía que la Sociología o era empírica o no era Sociología: «... no estamos,
por tanto, ante meras teorías de la sociedad, que pueden colaborar con la teoría sociológica
destruyendo empedernidos prejuicios teóricos, criticándolos desde una concepción global de
la sociedad y desde componentes reales de la actualidad, pero a pesar de ello no son teoría
sociológica». En el esquema general manejado por Wallace del proceso de investigación
científica se hace referencia a lo empírico como a lo centrado en la observación, lo que
permite el contraste de las hipótesis y poder realizar generalizaciones empíricas.
Afirmamos también que la Sociología es teórica; es decir, que trata de sintetizar sus
complejas observaciones en proposiciones abstractas y lógicamente relacionadas, dando lugar
a sistemas deductivos y propuestas generales explicativas. En el mismo esquema de Wallace
las teorías están relacionadas con la formación de conceptos y la ordenación de
proposiciones, por una parte, y con la deducción lógica que da lugar a las hipótesis
científicas, por otra.
En tercer lugar decimos de la Sociología que es acumulativa; esto es, que las teorías
sociológicas se construyen unas sobre otras, siendo la misión de las nuevas teorías corregir,
extender y afinar a las antiguas. El científico no elabora ex novo, sino sobre un cuerpo de
conocimientos anteriores, por lo que se hace muy importante conocer en cada momento el
«estado de la cuestión» para poder dar nuevos pasos en la dirección correcta. En efecto, «lo
que hizo sus elucubraciones más eficaces a largo plazo que los esfuerzos de los sacerdotes y
mistagogos mucho más numerosos, fue el hecho de que los productos del pensamiento
racional son acumulativos, mientras que la fantasmagorías, acrobacias, modas y visiones no
solo no sirven para nada, sino que además se anulan entre sí y meramente hacen oscilar las
mentes de un lado para otro» (Andreski)
Se puede afirmar también que la Sociología es no-ética; es decir, que los sociólogos
no se meten en si las acciones particulares que estudia son buenas o malas, sólo tratan de
explicarlas. La neutralidad ética de la que hablaba Weber como una característica importante
de cualquier intento de hacer ciencia social, hace referencia al esfuerzo por parte del
científico de no mezclar, en la medida de lo posible, sus indagaciones y sus sistemas de
valoración. Sabemos de las dificultades del intento, porque los valores de la persona están
presentes en cualquiera de sus actividades, pero debe intentarse cierto distanciamiento, como
veremos en el próximo capítulo.
La Sociología es crítica; a saber, intenta indagar la naturaleza de la sociedad humana,
sin someterse a las ideologías dominantes, con independencia del sistema de intereses
creados que puede comprometer su objetividad. Se puede indicar que estamos ante una
característica más privativa de la Sociología que las otras cuatro anteriores, comunes a todas
las ramas del conocimiento. Debe intentar descubrir lo que las sociedades se ocultan a sí
mismas. Ésta es la tarea de nuestra disciplina, a la que como ciencia corresponde
prioritariamente traspasar apariencias ideológicas, ir más allá de la realidad aparentemente
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natural. Por todo ello, añadir el adjetivo de «crítica» a la Sociología debería de ser una
redundancia.
Finalmente, debemos decir de la Sociología que es un modo de conciencia, pues
pretende no sólo explicar, sino también comprender. Este modo de conciencia está implícito
en los motivos de búsqueda del sociólogo, que podemos concretar en: desenmascaramiento,
enfrentamiento con la respetabilidad, relativización y espíritu cosmopolita. De estos puntos el
primero es similar al aspecto crítico al considerar que «la esencia de la sociología: por debajo
de las obras visibles del mundo humano se encuentra una estructura de intereses y poderes
oculta e invisible que el sociólogo está encargado de descubrir. Lo manifiesto no agota el
objeto de estudio, ya que hace falta dar cuenta, asimismo de lo latente. O, dicho en términos
de la mayor sencillez: el mundo no es lo que aparenta» (Berger). Repasando todos los
motivos y considerándolos en su conjunto, podríamos concluir que «la realidad social pasa a
tener muchos estratos de significado y el descubrimiento de cada nuevo estrato cambia la
percepción del conjunto» (Berger).
Como hemos visto, todas estas características, atribuibles en términos generales a la
ciencia, tienen unos matices específicos en su aplicación a la Sociología y a las ciencias
sociales, por la naturaleza compleja de su objeto de estudio.
Puesto que la ciencia se aproxima a la realidad con un sistema abstracto de
pensamiento, no debe sorprendernos que para comunicar sus hallazgos emplee términos o
conceptos propios. En la medida que intentamos decir algo más que lo cotidianamente
observable, necesitaremos unos términos nuevos o unos conceptos más precisos. Tenemos
ejemplos en otras ciencias, como la Física; así, el concepto de gravedad nace cuando el
hombre quiere decir algo más de «esta piedra se cae».
La elaboración de conceptos en Sociología corresponde, por tanto, al intento de hacer
una ciencia sobre la realidad social. Por ello, no podemos olvidar que el concepto es:
1. Abstracción de la realidad, superación de la realidad concreta y particular, aunando
diferentes experiencias.
2. Medio rápido de comunicación, que nos permite decir con unas pocas palabras
aspectos muy precisos de la realidad.
3. Acumulación del saber, surgida de una experiencia compartida.
En Sociología se nos plantea el problema de que algunos términos empleados tienen
un vínculo muy fuerte con la realidad habitual de la vida del hombre y, por tanto, no se
pueden cambiar, y a la vez deben aportar una precisión de la que no podemos prescindir.
Porque la posesión de un vocabulario preciso es necesario para pasar desde el pensar del
«sentido común» a la verificación científica. Además, al hacer ciencia -dentro de una
terminología propiamente positivista- siempre se pasa del estadio especulativo, en que
necesitamos términos útiles para ordenar el pensamiento y estimular la...
La imprecisión en el uso por la Sociología de algunos términos, que están a medias
entre el lenguaje convencional y el científico, debemos combatirla. Para ello vamos a repasar
las principales causas de estos problemas lingüísticos:
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1. La vaguedad. Es la forma más genérica de imprecisión, consistente en utilizar términos no
suficientemente especificados. Un ejemplo claro sería en cierto sentido la definición de
Sociología que hemos admitido de Inkeles («pretende estudiar la naturaleza del orden social y
del desorden social»), que emplea unos términos muy poco definidos para personas ajenas a
nuestra disciplina.
2. La ambigüedad. Decimos que un término es ambiguo si tiene múltiples significados
igualmente legítimos. Por eso algunos términos utilizados habitualmente como «estatus»,
«rol», «cultura», suelen ser definidos por cada sociólogo antes de su utilización.
3. La opacidad. Que quiere significar la falta de referencia empírica inmediata de un término
utilizado.
De estos tres problemas lingüísticos, los dos primeros son directa y claramente
detestables y el remedio es obvio, quizá el tercero sea más difícilmente abordable, por no
estar tan explícitamente definido, por eso vamos a centrarnos en él. Sin embargo, en la
práctica se da sobre todo muy frecuentemente en dos planteamientos que se han hecho ya
típicos:
a) El primero de ellos podemos denominarlo la falacia de la objetivación (o «reificación»),
que consiste en considerar objetivas, con sentido real en la vida, categorías mentales que nos
son útiles para nuestro estudio. Ejemplo de este error sería dar un sentido de clase real a las
seis categorías establecidas por Warner (alta superior, alta inferior, media alta, media baja,
baja superior y baja inferior) con referencia a la estratificación en sus estudios sobre una
ciudad típica norteamericana denominada Yankee City…
La utilización de modelos en las ciencias: ventajas e inconvenientes
El empleo de modelos es frecuente en todos los campos del saber científico. Repasar
algunos de los modelos utilizados por los hombres nos puede ser útil para comprender mejor
el significado de este concepto. Vamos a referirnos a algunos casos que pueden ser
ilustrativos en Astronomía, Geografía, Medicina y Física.
Así tenemos, por ejemplo que, en Astronomía, durante mucho tiempo se empleó el
modelo del carácter central de la Tierra entre las estrellas. El abandono de la idea de la Tierra
como astro central por otra heliocéntrica supuso una ampliación de las posibilidades de conocimiento, aunque posteriormente se ha visto esta nueva concepción todavía con unas
dificultades interpretativas.
Igualmente, los primeros estudios de Geografía partían de la consideración genérica
de la Tierra como un plano, con unos límites conocidos (finis-terrae), más allá de los cuales
no se sabía lo que ocurría, aunque la imaginación podía predecir la existencia de un continente perdido (la Atlántida), o la de seres extraños como los «unípedos». Este esquema fue
ampliándose progresivamente, imponiéndose la idea del globo terráqueo, que empieza a
hacerse común entre los estudiosos a partir del siglo xv, y que hace posible el descubrimiento
de América en los intentos de dar la vuelta al orbe. Una visión general diferente de la que fue
progresando en Occidente era la existente en China, donde la Tierra era como un gran disco
en el centro superior del cual estaba la misma China, rodeada de tierras periféricas. Son, pues,
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ejemplos de modelos diferentes para interpretar una misma realidad, lógicamente con
consecuencias muy diferentes.
En el campo de la Medicina, el modelo tradicional de enfermedad manejado durante
la Edad Media era pensar que estaba producida por la introducción en el cuerpo de unos
«malos espíritus». La consideración de que estos espíritus estaban claramente localizados en
la sangre, llevaba, como parece lógico, a intentar extraerlos, por ejemplo mediante la
realización de sangrías. Un modelo más actual ha sido la consideración de las enfermedades
como producto de una situación en que organismos sanos son atacados por gérmenes
exógenos. Este planteamiento general ha sido muy provechoso para la investigación en
Medicina, que se ha dedicado -fundamentalmente y con éxito- a localizar los diferentes
gérmenes patógenos y a eliminarlos o controlarlos adecuadamente. También ha hecho posible
la preocupación de la Medicina moderna por la asepsia, con tantas consecuencias positivas
para la vida. Sin embargo, la generalización de este modelo puede haber llevado por caminos
tortuosos a los estudiosos de enfermedades mentales o degenerativas. Quizá intentar localizar
los gérmenes patógenos que producen, por ejemplo, el cáncer, no sea el mejor camino a
seguir por la investigación médica. Es indudable que ceñirnos exclusivamente a este modelo
acabaría por extraviamos.
El modelo de circulación de la sangre de Miguel Servet, en su momento, como ahora
la acupuntura, pueden servirnos como otro ejemplo de la utilización por la Medicina de los
modelos. Cada uno de ellos da lugar a que se planteen los problemas de diferente manera y,
por consiguiente, a que se encuentren diferentes soluciones a una misma dificultad física real.
En el campo de la Física, tenemos el modelo atómico de Böhr, en un esquema que podría
considerarse calcado del heliocéntrico; pues el átomo -considerado como la unidad de la
materia- estaría formado por un núcleo, constituido por protones y neutrones, alrededor del
que circularían los electrones en unas órbitas claramente definidas. Nos puede parecer una
descripción novelada de la realidad íntima de la materia, pero ha sido útil en la investigación,
permitiendo desde muchos hallazgos en el campo de energía atómica a las explicaciones de la
electricidad como un flujo de electrones. Este modelo ha sido totalmente abandonado con los
posteriores avances de la ciencia.
Podemos considerar ventajas de la utilización de modelos por la ciencia las
siguientes: evita empezar de cero en cualquier estudio; ayuda a encauzar el esfuerzo en una
determinada dirección, lo que facilita la acumulación de conocimientos; y hace posible la
comunicación.
En efecto, el uso de modelos da lugar a que tengamos una primera orientación en
muchos campos de estudio. Al igual que Robinson Crusoe tiene la ventaja respecto a
cualquier salvaje de poseer unos conocimientos previos generales que le van a guiar en su
conducta, el científico recibe unos primeros conocimientos que le sirven de guía en la
ceguera inicial al acercarse a un nuevo campo de estudio en el que no está realmente solo ni
perdido.
Precisamente esta existencia de un punto de partida común es la base para una
acumulación de conocimiento. El esfuerzo va dirigido en una dirección determinada, no es
una colaboración caótica o inesperada.
Finalmente, la gran ventaja de los modelos es que procuran una base común de
diálogo a todos los que lo comparten como un elemento de su cultura. El diálogo es posible
apoyado en unos planteamientos generales comunes.
Como inconvenientes de la utilización de modelos podemos señalar los siguientes:
nos da un enfoque previo de la realidad del que puede costar salir;
al moverse a un elevado grado de abstracción no facilita el contraste
con la realidad;
y dificulta el cambio.
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La utilización de modelos es muy provechosa al indicarnos el amplio campo por el
que debe discurrir la búsqueda, pero también tiene unas posibles consecuencias nocivas si
nos oculta de tal manera la realidad que nos impida ver nuevos hechos. Esto exige cierto
planteamiento crítico con los mismos modelos que siempre deben adoptarse con reservas, en
tanto no nos alejen de la realidad. En definitiva, no podemos olvidar que los hechos deben
deducirse de la realidad, no de los modelos.
Los modelos suelen especificarse en teorías, más ajustadas al campo de lo real y que
pueden ya contrastarse en sus conclusiones. El abandono de muchos modelos llega al
demostrarse que algunas de las teorías a las que han dado lugar o, más claramente, las
hipótesis científicas que se derivan son falsas. Sin embargo, el ámbito más abstracto en el que
se mueven los modelos hace que no tenga sentido referirnos a ellos como correctos o falsos.
De un modelo sólo cabe decir que es útil o inútil, intentar demostrar o refutar su verdad puede
llevarnos a discusiones ajenas a la ciencia.
Cierto grado de ocultación de la realidad que tienen los modelos, su maquillaje para
hacerla comprensible, al igual que sus dificultades de contraste empírico, constituyen
obstáculos que entorpecen el cambio. Por eso con demasiada frecuencia la historia de la
ciencia nos muestra que las verdades científicas se imponen por muerte de los oponentes.
Muchas veces observaremos que la existencia de diferentes modelos en un mismo
campo nos señala la posibilidad de distintos enfoques que normalmente son
complementarios. Esto nos debe llevar a la consideración de que los modelos no son otra
cosa que senderos que nos ayudarán a seguir con más facilidad trayectorias previamente
trazadas, evitando convertirlos en lechos que atenacen la realidad acomodándola a sus
exigencias.
Tipos de modelos
En una clasificación de los distintos tipos de modelos que se nos presentan,
podríamos distinguir entre materiales y formales. Los primeros pueden ser a su vez
mecánicos y orgánicos. Mientras que en los modelos formales distinguimos entre
matemáticos y gráficos. Vamos a intentar con algunos ejemplos aclarar esta clasificación, que
nos servirá para entender mejor lo que son los modelos.
Llamamos modelos materiales a los que representan realidades complejas mediante
elementos materiales de nuestra experiencia diaria, como por ejemplo cuando explicamos el
desarrollo de un eclipse o el funcionamiento de las mareas utilizando un conjunto de bolas de
diferentes tamaños que representan el Sol, la Tierra y la Luna.
Estos modelos materiales serán mecánicos cuando la analogía se realiza con material
inanimado. Así ocurre en el campo de las ciencias sociales cuando utilizamos las pirámides
segmentadas para representar categorías de individuos clasificados por estratos o clases
sociales, niveles de educación o diferentes características de la población. Suele considerarse
que los modelos materiales explican muy bien las relaciones causa-efecto, por lo que pueden
ser más utilizados en planteamientos positivistas de las ciencias sociales.
En los modelos orgánicos la analogía es con cuerpos vivos. Están en esta línea
afirmaciones tan usuales como la de la universidad como cabeza del cuerpo social, o referirse
en economía a los cauces de distribución de renta como arterias y a los de recogida de
impuestos como venas. Su utilización parece que es correcta cuando se desea dar clara idea
de correlación, según se puede comprobar con los modelos evolucionistas biológicos o
sociales.
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Tenemos, por otro lado, los modelos llamados formales, que construyen una idea
general de la realidad que representan con ayuda de símbolos y, por tanto, a un elevado nivel
de abstracción. Nos referimos a modelos gráficos cuando mediante el dibujo se nos da la
interpretación general del fenómeno, por ejemplo en el esquema del círculo vicioso de la
pobreza que veremos en el próximo capítulo. Y llamamos modelos matemáticos a los que
utilizan este lenguaje. Lógicamente en ambas formas de expresión se le quita al enunciado
una buena parte de su carácter emotivo y afectivo, especialmente con la utilización de las
Matemáticas. Hay ejemplos especialmente chocantes, como la explicación en términos
matemáticos de la teoría marxista.
Puede afirmarse que la tendencia en la utilización de modelos es hacia la
formalización. Podemos verlo en la utilización de medios de intercambio del tipo del dinero:
del canje de mercancías, pasamos al oro y otros metales, al billete de papel, a la tarjeta de
plástico y a los impulsos eléctricos acumulados. También en la venta de negocios hemos
llegado a situaciones tan inmateriales como la oferta de una cultura empresarial
racionalizada, pues la franquicia no es otra cosa.
La utilización de modelos en Sociología no es casi nunca un producto de una decisión
consciente. Muchos de los modelos que utilizamos provienen de otros campos de la ciencia
donde han sido utilizados con eficacia, o surgen de una ampliación por consenso generalizado
de una teoría, o incluso, son resultado de una mera analogía. Es habitual que el sociólogo
rechace la acusación de que está inmerso en un determinado modelo, normalmente con razón,
porque si se le definiera el modelo de una forma escueta y rígida, como vamos a hacer
nosotros en las líneas siguientes, no lo admitiría en todos sus términos.
Vamos, pues, a repasar estos grandes senderos que han indicado los caminos a seguir
por la investigación en el campo de las ciencias sociales:
1. El modelo evolutivo. Una idea dominante en los primeros sociólogos y que se ha
mantenido hasta la actualidad es «un concepto progresista del hombre y de la sociedad». Se
considera a la sociedad como algo que debe pasar una serie de etapas de perfección creciente.
Recordemos la teoría de las tres etapas o estadios de Comte (teológica, metafísica y positiva)
y lo mismo nos ocurriría analizando a fondo las teorías marxianas (basadas en las formas de
producción) o las de Durkheim (apoyándose en la división del trabajo), e incluso más
recientemente con las teorías de Leslie Whyte, al considerar que la población y la energía per
cápita aumentan crecientemente. Estos modelos pueden ser unilineales, como los vistos, pero
también cíclicos (teoría de Toymbee sobre el nacimiento y ocaso de las civilizaciones) y
multilineales.
En cualquier caso, el evolucionismo iniciado por Darwin y aplicado a la sociedad por
Spencer y que tantas consecuencias ha tenido en las ciencias sociales, aunque no ha podido
ser demostrado con fiabilidad -y podría afirmarse que ni lo será nunca, ni es necesario que lo
sea- sería un ejemplo clarísimo de modelo (Sanguinetti). No estamos ante una teoría
científica, sino ante algo más abstracto y general, difícil de ser sometido a contraste empírico.
2. El modelo de la ciencia física. El mundo físico ha constituido siempre uno de los modelos
aplicables a la sociedad. No en balde Comte intentaba bautizar nuestra disciplina con el
nombre de «Física Social», y de una forma o de otra la aplicación de las ideas de la física a la
sociedad ha sido una constante. Así, por ejemplo, Parsons ha indicado: «... un proceso
determinado de acción (social) proseguirá sin cambios en la intensidad y rumbo a menos que
se vea obstaculizado o contrarrestado por fuerzas motivadoras opuestas» (Parsons), y
cualquiera diría que estamos ante una ley física. Igualmente al hablar de estratificación social
como proceso diferenciador de los individuos, la referencia física es inmediata.
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Indudablemente las ciencias físicas tienen unos modelos lejanamente aplicables a la sociedad,
pero muchos de sus enfoques sí pueden servir de estímulo, principalmente en el terreno
metodológico.
3. Modelos matemáticos y estadísticos. Casi todos los sociólogos emplean en sus estudios
técnicas estadísticas y matemáticas en general, para dar análisis más profundos y precisos de
los procesos sociales. El empleo de estas técnicas no puede considerarse como algo neutro,
pues significa que ciertas relaciones temáticas son aceptadas como modelo de las relaciones
sociales estudiadas. No podemos olvidar, por ejemplo, que casi siempre que empleamos la
estadística en Sociología estamos aceptando implícitamente un modelo probabilista de la
sociedad.
Estos tres tipos de problemas mencionados, la nomenclatura utilizada, los valores del
investigador y los modelos nos muestran las dificultades señaladas para considerar a las
ciencias sociales como tales ciencias. Pero realmente son problemas generales de la ciencia y
la investigación, aunque podamos aceptar que se dan de forma más acusada en las ciencias
sociales.
En cualquier caso, parece necesario ser consciente del nivel de generalidad que el
investigador utiliza en sus afirmaciones. No es lo mismo estar en el campo de los modelos,
sin referencias empíricas, que en el de las teorías, las hipótesis o las observaciones. Los
modelos son útiles o inútiles, pero no tiene sentido hablar de falsedad o verdad, al no ser
posible la comprobación empírica. Las teorías son verdaderas indirectamente si las hipótesis
deducidas de ellas lo son. Las hipótesis, por definición, son contrastables y de formato verdadero o falso.
Existe cierta relación lógica entre los modelos y las teorías. Los modelos utilizados
por la ciencia suelen comprender varios temas, de los que se pueden deducir lógicamente
diferentes hipótesis, que se someten a contraste en diversas observaciones. Como señalamos,
hay un diferente grado de generalidad de las proposiciones del científico que van de los
modelos a las teorías, a las hipótesis y a la observación.
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