MADRID 28-Marzo-28 de junio-2015 Roger Van der

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MUSEO DEL PRADO: MADRID
28-Marzo-28 de junio-2015
No se puede visitar un Museo en Europa sin una previa cultura y conocimientos religiosos
del cristianismo; es algo que está incrustado en nuestras raíces históricas y ofrece poca
discusión. Esto afecta a todos los europeos en mayor o menor grado. Al Prado de Madrid
hay que ir equipados de un bagaje cultural cristiano básico que nos permita identificar lo
más distintivo de nuestra fe. De lo contrario hay mucho que aprender de golpe; “los
tiempos siguen cambiando” y no a mejor en lo que a interés y el deseo de una cultura
religiosa cristiana se refiere.
Roger Van der Weyden es el más dramático de los
pintores flamencos del siglo XV. Cuenta hasta dónde
puede llegar el arte: cómo la pintura asume la retórica
de la escultura. Es también un pintor de escenarios e
interiores, a los que renuncia quiere plasmar una imagen
de culto y de contemplación concentrando la atención
del espectador en el Calvario o en las figuras del
Descendimiento. Como su coetáneo Jan van Eyck, él
debió de descubrir, siendo todavía joven, que aunque
era capaz de pintar el mundo natural con toda
fidelidad, podía hacer algo más que imitar la realidad
inmediata. Tenían tanta sensibilidad para el tratamiento
de las formas y las líneas, que su composiciones,
basadas en armonías geométricas, llamaban la atención
de inmediato y se
grababa en la
memoria. Sabía también cómo manejar el color y
las formas abstractas para intensificar la reacción
emocional del espectador, de modo que quedaran
grabadas en su memoria. Podía representar
cualquier cosa con un gran realismo, pero cuando
le convenía ignoraba la lógica del espacio y la
escala, pero desdibujaba la diferencia entre
realidad y escultura.
( 1430. Retrato de un hombre, del maestro
de Van der Weyden, Robert Campín, con quien
se formó en la ciudad de Tournai. Tiene un
parecido con José de Arimatea en el
Descendimiento- El otro retrato es de Isabel de
Portugal, duquesa de Borgoña )
Los cuadros de Roger Van der Weyden engalanaron las cortes de todos los reyes
de su tiempo” En 14445 Juan II de Castilla donó a la cartuja de Miraflores un tríptico
pintado por él. Otros grandes cuadros de su mano como el Descendimiento y la
Madonna Durán y el Calvario se exportaron a España, con lo que se libraron de las
consecuencias de guerras y movimientos iconoclastas. Fue el pintor oficial de Bruselas
y trabajó
también para
el duque
de Borgoña y
su esposa
Isabel
de
Portugal
Es necesario observar para comprender la belleza de las cosas. Esa realidad
hecha de estética interior solamente puede alcanzarse mediante una mirada
contemplativa y libre de pensamientos. El arte funciona «a modo de espejo, de
escáner” para despertarnos y hacernos experimentar esa dimensión interior. La
armonía que tratamos de investigar en las bellas artes y en las artes plásticas no
reside en la propia obra de arte, sino en el sujeto que lo contempla». Es decir, en el
espectador. Y concluye: «La belleza no es una cosa, sino un estado de conciencia,
una experiencia humana».
La Madonna Durán . Se hicieron numerosas versiones que fueron admiradas en
toda Europa, España y Francia sobre todo. El escultor Egas
Cueman hizo una versión libre del ángel en un dibujo que se
halla en el monasterio de Guadalupe y que está aquí. La
primera estuvo en la iglesia de Pompier en Huesca Las
primeras versiones de Castilla son probablemente las que se
atribuyen al Maestro Don Álvaro de Luna. En una tabla de
retablo, del que toma
su nombre (en la
catedral de Toledo)
este artista copió el
tema aislado en su
nicho, la Virgen podía
pasar por ser una escultura de cuidada policromía
al igual que el ángel situado en lo alto y que
sostiene una corona que estaría hábilmente fijado
al fondo del cuadro. La tracería presenta una
silueta en un arco carpanel del vértice
redondeado, que fue una forma muy utilizada
por Van der Weyden, quizás inventada por él y
usada en el Tríptico de Miraflores. El libro que
el niño maneja con cierta brusquedad podría ser
del Antiguo Testamento en el que ha leído la
profecía de su propio destino.
Felipe el Bueno (1396-1467) heredó en 1419
los títulos de duque de Borgoña y conde de
Flandes y de Artois. Favoreció el desarrollo de
varias ciudades. Fue uno de los soberanos más
ricos de Europa y su corte estableció un modelo
de esplendor y lujo muy imitado. Casó en 1430 con Isabel de Portugal, cuyo único hijo
Carlos el Temerario fracasó en su aspiración de hacer de Borgoña un reino y perdió el
ducado de Lorena en su guerra con la Federación Suiza. Aquí aparece un retrato de
Isabel de Portugal que figuraba en un gran cuadro como donante. El vestido y el
cinturón se repintaron para hacerlos a ellos más espléndidos. (Ver arriba)
Esta es una de las obras más bellas de la colección de primitivos flamencos del Museo
del Prado es la tabla (100 x 52 cms.) de la Virgen con el Niño en brazos, de Roger van
der Weyden, fechada hacia 1435-38, también conocida como la Madonna Durán, en
memoria de don Pedro Fernández Durán, que la legó al Museo e ingresó en 1931.
Virgen de la leche. 1490 de Maestro
Don Álvaro de Luna. Situados en un interior,
el niño ya no tiene el libro y desapareció el
ángel suspendido con la corona El Niño y los
4 ángeles del primer plano se asemejan a los
del retablo de Don Álvaro de Luna de la
catedral de Toledo, pero el interior es
distinto. La cabeza de la Virgen es muy
similar a la Madonna Durán,
Si nos fijamos primero en La Virgen de la
Leche observamos una escena íntima, la
Virgen da el pecho al Niño, sentada en un
trono de madera coronado en los brazos por
cuatro pequeños leones, que hacen referencia
al trono de Salomón (Jesús como rey de
Israel). Están rodeados de ángeles de caras
lánguidas e impersonales, y todos ellos,
dentro de un interior, en un salón con
chimenea, dosel de terciopelo brocado y una
ventana desde la que se intuye un paisaje
montañoso. El Niño tiene la mirada perdida y
las manos al aire, Su madre le coge casi sin tocarlo, como si flotara entre sus brazos;
pero falta el contacto carnal, la estrechez y la calidez de un acto tan intenso como el
amamantamiento. La escena es fría.
Vamos a entrar en el mundo de Van der Weyden: «Imagínate una puesta de sol.
Hay un sol, algo está pasando y ante eso, cada uno trata de vivir una emoción, un
sentimiento. Los artistas, cuando crean, lo que en realidad pretenden es vivir ese
estado y los amantes del arte buscan, detrás de las formas, experimentar esa
armonía». Ponerse ante ciertos cuadros “dejarse mirar aunque ellos no nos miren
a nosotros es adoptar el puesto, la actitud interior de aquellos personajes que nos
conmueven, que nos hacen sentir y vibrar, que suscitan dentro de nosotros lo más
noble que nos constituye y hace humanos.
El Descendimiento. Encargado por las Ballesteros de Lovaina Las figuras, de tamaño
algo menor que el natural, dentro de una caja dorada de escasa profundidad, como si se
tratara de un retablo tallado similar al de Laredo que está en esta exposición. La Virgen
se ha desvanecido, sostenida por San Juan Evangelistas y su postura establece un
paralelismo con el cuerpo de Cristo “está viviendo su compasión”. Lágrimas resbalan
por su rostro y una está a punto de gotear desde la barbilla.. La mujer que entrecruza las
manos es la Magdalena. El hombre que viste de túnica con dorados probablemente es
José de Arimatea. La Cruz es demasiado pequeña para que Cristo hubiera sido
crucificado en ella. El espacio de la caja no coincide en absoluto con el que ocupan las
figuras y esas falsas perspectivas producen un cierto desazonamiento al espectador.
Felipe II hizo por conseguirlo para la colección de la casa real española, y también la
labor de su tía la reina María de Hungría,
“ANÁLISIS DE “EL DESCENDIMIENTO DE LA CRUZ” 1. TÍTULO: “El descendimiento de la cruz”.
2. AUTOR: Roger van der Weyden (1399-1464), pintor flamenco que destacó por el
carácter innovador de sus obras religiosas dentro de la pintura de su época. Nació en
Tournai, y allí realiza su primera
formación en el taller de Robert
Campin hacia el 1427, y se hace
maestro en 1432. En 1435 se convierte
en el pintor oficial de la ciudad de
Brujas (Bélgica), donde residió el resto
de su vida.
En sus obras, y ésta es una gran
ejemplo de ello, exalta y saca a relucir
los sentimientos de los personajes de la
escena, con gestos, lágrimas y posturas.
La tabla, material que se empleaba en
la tradición gótica, continúa teniendo protagonismo en esta época. La técnica, en
cambio, varía, utilizándose en ese momento el óleo. La unión del material y la técnica,
da lugar al brillo de los colores y la minuciosidad en los detalles. Las características que
se le otorgan a Van Der Weyden, no solían ser las propias de la escuela flamenca, a la
que pertenecía. Por ejemplo, sus obras eran de amplias dimensiones (las figuras casi son
a escala natural), frente a las pequeñas obras de ese momento. Otra de las características
más comunes de la escuela es el amor por el paisaje, que en este caso, tampoco aparece,
permitiendo centrarse más en los sentimientos de las figuras.
3. ESTILO Y DATACIÓN: este retablo, que en realidad es la parte central de un
políptico, fue pintado hacia el año 1435, y es pintura flamenca (siglo XV y XVI que
se dio en Flandes).
4. ASUNTO REPRESENTADO: la obra trata un tema religioso, en concreto, cuando
están bajando a Cristo de la cruz tras haber fallecido. La escena plasma el fragmento
de la Biblia que se encuentra en el evangelio según San Juan 19, 25-40: “junto a la
cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, esposa de Cleofás, y
María Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo más querido,
dijo: “Mujer, aquí tienes a tu hijo”. Después dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu
madre”. Desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa. [...] José de
Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero en secreto, por miedo a los judíos, pidió a
Pilato la autorización para
retirar el cuerpo de Jesús y
Pilato se la concedió. Fue y
retiró el cuerpo de Jesús.
También fue Nicodemo,
aquel que había ido de noche
a ver a Jesús, llevando como
cien
libras
de
mirra
perfumada
y
áloe.
Envolvieron el cuerpo de
Jesús en lienzos perfumados
con aquella mezcla de
aromas, según la costumbre
de enterrar a los judíos”.
5. TÉCNICA: el autor utilizó la técnica del óleo, en la que los pigmentos se machacan
y aglutinan con aceites vegetales (aceite de linaza y nuez). Para aportar una mayor
fluidez, se pueden añadir disolventes, especialmente, esencia de trementina o
aguarrás. Esta técnica permite hacer correcciones (arrepentimientos, o según los
italianos, pentimentis). Para terminar la pintura al óleo, se da una capa de barniz
(capa transparente de tipo resinosa) que la protege y le da brillo.
6. SOPORTE: se trata de varias tablas ensambladas, engatilladas, y lijadas, que dan el
aspecto de una sola y que únicamente se aprecia a escasa distancia del cuadro. Las
tablas fueron preparadas alisándolas y dándoles una capa de gesso (yeso y cola), que
se deja secar. Luego se hace el dibujo preparatorio y se aplican los pigmentos.
7. TIPO DE PINCELADA Y TEXTURA: el uso del óleo permite pintar incluso con
pinceles de un único pelo, los cuales permiten realizar los detalles más minuciosos,
como el pelo de las barbas y de las pieles, o las lágrimas. En esta composición, tanto
el dibujo como los colores son de gran importancia: el dibujo, por dar una gran
definición al contorno de las figuras, y los colores, porque produce que la escena se
haga aún más impactante. Todos los personajes llevan hermosos ropajes, cuyas
texturas permiten diferenciar terciopelos, sedas, etc. Es también una característica
propia del arte flamenco ésta de resaltar la calidad de las materias que aparecen, ya
que indica el poder de quien encarga la pintura.
8. LUZ: da la impresión de ser luz artificial por el color dorado del fondo.
9. COLOR: el autor utilizó varias gamas de colores. Todo el fondo está recubierto por
riquísimas láminas de pan de oro (influencia gótica), que además de un símbolo de
riqueza, impide que la mirada del espectador profundice en otra cosa que no sea la
escena. La túnica de San Juan, está pintada de color carmesí, la de la Virgen, de color
azul lapislázuli (esto indica que el cuadro costó caro a quienes lo encargaron, puesto
que se utilizaba esta piedra semi-preciosa para conseguir ese color); M. Magdalena y
una de las “Marías” (la más joven) están vestidas en tonos verdes (también a base de
machacar piedras semi-preciosas); Nicodemo, en tonos marrones y ocres; y el ángel,
en azul pálido. El color blanco aparece en varios personajes (en una de las “Marías”,
en el tocado de la Virgen, en la cabeza de M. Magdalena, y en el paño de pureza de
Cristo). Se consigue fácilmente, puesto que únicamente tienen que dar unas pocas
pinceladas para que tome brillo, porque la base ya es blanca debido al yeso. Además
de todo esto, el color acentúa el efecto de sentimientos exaltados por la pasión y
muerte de Cristo, que en definitiva, es el objetivo que el autor persigue con el cuadro,
que los devotos y no devotos sientan la emoción de la escena.
10.
PERSPECTIVA,
AMBIENTACIÓN,
COMPOSICIÓN: a simple vista,
las figuras dan sensación de
volumen. Parece que todas (a
excepción del desconocido) se agolpan en un
primer plano, pero procurando que ninguna
oculte a las demás. Los personajes son diez en
total: Cristo muerto, la Virgen, San Juan, las
“Marías”, José de Arimatea, Nicodemo, María
Magdalena, el ángel, y un hombre en un plano
posterior que nos es desconocido. Parece, que
tiene unos cuatro planos, y las figuras forman
frecuentes escorzos que le dan esa apariencia de
perspectiva.
La obra debió ser un políptico cuyas partes
laterales han desaparecido y que fue ordenado
pintar por la Cofradía de los ballesteros de
Lovaina para su capilla de Notre-Dame. Sabemos que es así, porque en las esquinas
superiores se encuentran dos tracerías góticas en las que se esconden dos ballestas en
la zona más pegada al vértice. Además la colocación de ambas manos cerca,
nos ayuda a visualizar como el pintor trató los cuerpos de forma que la
separación entre la vida y la muerte queda clara.
La escena se encierra entre dos personajes que están amagados a modo de paréntesis:
San Juan en la izquierda, y María Magdalena en el lado derecho. Cristo aparece
situado en el centro, formando una diagonal, y prácticamente en consonancia con el
cuerpo de su madre, también ubicado en diagonal. Lleva corona de espinas y los
pelos de su barba se encuentran perfectamente delineados y definidos gracias al uso
de un pincel que únicamente tiene un pelo y con el que se consigue un resultado tan
realista. Su anatomía está muy bien trabajada. El paño de pureza está colocado casi
estratégicamente para taparle los genitales. En el costado tiene una llaga pero no
sangra demasiado. Su brazo derecho, el cual claramente cae muerto, se encuentra
en forma paralela al brazo izquierdo y desfallecido de su madre, lo que
simboliza su unión madre e hijo. La Virgen está vestida con un maravilloso manto
azul lapislázuli, que junto a la posición de su cuerpo, acentúa el desvanecimiento de
ésta y sus sentimientos de dolor. En el centro las formas paralelas de los cuerpos de
Cristo y de su madre animan la obra con un movimiento no realizado que resalta la
sensación de agrupamiento,
estableciendo uniones entre
todos los personajes. La
posición en diagonal y el color
frío del manto de la Virgen,
contrasta con la verticalidad y
el tono cálido de la vestimenta
de San Juan, que la recoge tras
su desvanecimiento y cuyo
rostro, aunque con gestos de
sufrimiento, muestra serenidad.
Tras éste, se encuentran las dos
“Marías”, mujeres santas, y que
lloran desconsoladas tras la
muerte de su Salvador.
El cuerpo de Jesús está sujetado
por las axilas por José de
Arimatea y por los pies por Nicodemo, que viste un manto ocre y marrón forra do
con piel debido al clima frío de los países nórdicos. Tiene el entrecejo fruncido y por
sus mejillas transcurren lágrimas de desamparo. En una escena tan trágica, Van der
Weyden expresa el sufrimiento de forma espectacular con detalles como el de las
lágrimas en María Salomé, la Virgen María, o Nicodemo. También, la expresividad
de los brazos, llevándoselos a la cara en el caso de una de las tres Marías que
estuvieron presentes, o, la necesidad de María Magdalena de apoyarse para no
caer desmayada, reflejan la emotividad del momento..
María Magdalena, está vestida de tal forma que se distingue claramente a lo que se
dedicó; sus ropas tienen tres tonos verdes distintos, lleva un cinturón, seguramente
regalo de un cliente, y deja ver sutilmente el inicio del pecho con su escote. Es la
síntesis de la verdadera lamentación por la muerte de Cristo. El hombre que se
encuentra detrás de Nicodemo, lleva en sus manos un frasco de perfume, propiedad
de María Magdalena, con el que ésta le había rociado los pies a Jesús para llorarle.
El ángel, también roto por el dolor, ayuda a bajar el cuerpo de Jesús subido a una
escalera. Las expresiones de los rostros emocionados y trágicos, captados con gran
exactitud y realismo, forman un compendio de sentimientos dispares, con un común
denominador: la tristeza. En la parte de abajo del cuadro, hay restos óseos, que
simbolizan el Calvario, y que Cristo fue crucificado en el Monte de la Calavera,
según cuenta la leyenda, al igual que Adán.
Tenemos motivos para quedarnos embelesados ante esta maravilla de pintura . Y
las razones podrían ser las siguientes: En primer lugar por la pulcritud técnica con la
que se ha resuelto. La técnica al óleo cumple aquí su papel de tratar la escena con una
definición y brillo especiales, que la acercan particularmente al espectador. El trazo es
firme y de perfiles precisos, lo que remarca su volumen y potencia el realismo de las
figuras que parecieran a punto de traspasar el marco del lienzo. La luz es brillante y
además de recrear una atmósfera diáfana, reproduce una escena de una extraordinaria
nitidez. Y todo ello, sin olvidar los detalles exquisitos desperdigados por la tabla, como
las lágrimas que recorren el rostro nacarado de la Virgen o de las Marías, tal si de
perlas se tratara.
Hay que destacar también su fuerte expresionismo. Es cierto que la tradición
flamenca es rica en un arte lleno de fuerza expresiva y dramatización, pero la escena
que plantea Van der Weyden se interpreta como un drama teatralizado en el que los
rostros, los gestos, las distintas actitudes de los personajes, incluso la dureza que
despliegan los dobleces de los paños prodigan una exaltación de los sentimientos y las
emociones, con las que su autor manifiesta su preferencia por la exageración dramática
en detrimento de un mayor realismo.
Por último el color. El color de Van der Weyden en esta pieza es insuperable e
irrepetible. Sus colores son únicos, inimitables, y muestran además una fuerza
cromática, una potencia visual y una armonía de una elegancia y una vistosidad
extraordinarias. Imposible apartar la vista del azul de la Virgen, de los blancos
inmaculados de las togas y turbantes, de los rojos brillantes, de los violáceos, del verde
imposible de María sosteniendo a la Virgen…Probablemente y por todo lo dicho, es una
de las obras más bellas y extraordinarias de toda esta sección.
Tríptico de Miraflores 1445. Juan II de Castilla
lo donó a la Cartuja. En 1809 el general Jean de
Armagnat sacó de España la obra, pasando al fin la
obra e Berlín 1850. Consta de la escenas: Sagrada
Familia, la Piedad con san Juan Evangelista y
Nicodemo, y la aparición de Cristo resucitado su
madre la Virgen María.; los ángeles coronan a la
Virgen como exaltación de sus virtudes, en las
filacterias explicadas. Las escenas están esculpidas en
los arcos. Bajo ella aparecen escenas de santos y en
los capiteles escenas del Antiguo Testamento. En
tres los mantos de la Virgen están bordados
versículos que proceden principalmente del
Magnificat ( En el Museo estatal de Berlín) En el
«Tríptico de Miraflores» la Virgen lleva bordados
en sus tres mantos versículos del «Magnificat». Un
consejo: lleve una lupa cuando vaya a ver la muestra:
podrá apreciar hasta el más mínimo detalle. Isabel la
Católica encargó a Juan de Flandes una copia del «Tríptico de Miraflores» para la
Capilla Real de Granada. Una de sus tablas, «Aparición de Cristo a la Virgen», ha
sido cedida por el Metropolitan de Nueva York para la exposición. Los trabajos del
maestro y su taller tuvieron una gran influencia en generaciones de artistas. Fue el caso
del escultor de origen flamenco Egas Cueman, de quien se muestra un precioso y
delicado alabastro: «Fray Lope de Barrientos» (Fundación Museo de las Ferias de
Medina del Campo). Paseando por sus salas resulta difícil no sobrecogerse: es la
emoción hecha pintura. Pocos artistas saben provocar las emociones de una forma tan
sublime como Roger Van der Weyden (su verdadero nombre era Roger de la Pasture,
hijo de un fabricante de cuchillos). Van der Weyden pide al espectador «una
particular atención y cierto esfuerzo intelectual». Así es. Hay que visitar la muestra
despacio, sin prisas, para apreciar en todo su esplendor los sutiles y exquisitos detalles
que encierran sus obras
La PIEDAD, óleo de Van der Weyden.
En su origen fue rectangulat, luego se amplió en
la parte superior en 1500. La Virgen y Cristo son
una adaptación simplificada e invertida de las
figuras de la tabla central del Tríptico de
Miraflores El San Juan también
aparece
invertido, y procede de otro cuadro de Van der
Weyden, del que sólo se conservan fragmentos
(en la Royal Gallery of London); sin identificar
el donante. Resulta que entonces era costumbre
que los ayudantes del maestro hicieran copias
adaptándose a las necesidades de sus clientes.
La Crucifixión: (el Museo del Prado) del
Maestro de la Leyenda de Santa Catalina.
1475-85) El artista copió muchas de las figuras
y gran parte del paisaje de las “Crucifixión con
santos y donantes” de Van der Weyden (Hoy en
Viena) y tuvo que trabajar a partir del original o
de un calco coloreado ( coincide en las más
mínimos detalle del paisaje en su color) La
Virgen María del centro del grupo de la derecha
no está tomada del maestro. El Cristo con la
Cruz en forma Tau griega, con el paisaje
flamenco, el paño de pureza volado y con
ángeles típicos flotando por los aires son de Van
der Weyden ( Tríptico del Museo de Viena)
Característica de su trabajo es la utilización de
tipos y composiciones tomados de Roger van
der Weyden, como se advierte en el disperso
retablo de la Adoración de los Magos,
procedente de la cartuja de Miraflores, o en la
Crucifixión del Museo del Prado, cuyas figuras
principales tomó de la tabla central del tríptico
del Calvario si bien estandarizando y
acartonando los rostros, que se van a
caracterizar por los ojos rasgados, las orejas
desmesuradamente grandes y la ausencia de
expresión.
Retablo de Nuestra Señora de Belén en Laredo. 1430-40 en madera de nogal. Son
cuatro compartimentos de un retablo del siglo XV incorporado en otro mayor de estilo
barroco. (Se conserva en la Parroquia de la Asunción de Laredo en Santander.) Se
compone de figuras pequeñas componiendo escenas en distintos, planos.
Tríptico de los 7 Sacramentos
1450 de Roger Van der Weyden Amberes
Fue idea del autor el representar los 7 sacramentos como un hecho que se reproducen en
la misma iglesia: Bautismo, Confirmación. Confesión a la izquierda, encontrándose en
el centro detrás de la Cruz, el sacerdocio y el matrimonio y la Extrema Unción en la
parte
derec
ha. La
Cruz
es tan
alta
casi
como
la
nave
centra
l de la
iglesi
a.
Ningu
na de
las
figura
s
guard
a la
escala
de la
iglesi
a. La muestra hace ver el ciclo de la vida en todas sus fases, en muchos niveles sociales,
desde los mendigos a la puerta de la iglesia hasta la novia ricamente vestida para el
matrimonio. Los escudos que aparecen identifican al donante como Jean Chevrot. El
Obispo de Tournai en el ala izquierda.
Crucifixión, tabla central del Tríptico de la
Redención, del Maestro del Tríptico de la
Redención. Se nota la influencia en la obra, de Van
der Weyden en su Tríptico de los 7 sacramentos. Y
en el de Miraflores. En un arco parecen 6 escenas
de la pasión, en la enjutas parte superior los símbolos
de los evangelistas Juan y Marcos. En las dos jambas
los seis sacramentos más La Eucaristía que se está
celebrando en el umbral de la misma iglesia.
Gigantesco tapiz
de Zaragoza. Lana
del
museo de tapices
y seda. Manufactura de
R.V.d.W. de 1450-60. Cuenta la historia de JEFTÉ
tomada de la Biblia en Jueces, 11. Un personaje del extremo izquierdo de la tela es el
mismo narrador, en cuyo pergamino figura una inscripción en francés. Se narra en él
cómo cinco ancianos piden a Jefté que ayude a Israel en la guerra contra los Amonitas.
Jura l rey que de vencer sacrificaría a la primera figura que salga a recibirle al regresar a
casa. ¡ Será su propia hija! Tras cambio de cartas con el jefe de los amonitas se da la
batalla. JEFTÉ mata al rey enemigo que cae del caballo ( aparece en el tapiz en el
extremo inferior derecho). En el otro extremo se verá a Jefté dispuesto a sacrificar a su
hija. El tapiz fue tejido en vida de Van der Weyden. Se piensa que éste pudo haber
realizado el cartón para el tapiz. En la década de 1460 había dos juegos al menos como
éste en España.
EL Calvario: de Roger van der Weyden. En el monasterio del Escorial. 1457-64
Es una de las obras maestras más complejas de la historia del arte europeo Es un `leo
sobre
tabla de
roble, fue
pintado
poco
antes de
morir su
autor.
Que lo
donó a la
cartuja de
Scheut,
en
las
afueras
de
Bruselas.
Lo
planteó
como una
obra de
gran tamaño. Las tres figuras del cuadro son
de tamaño natural. En él Van der Weyden
perfeccionó unas ideas que venía elaborando en pinturas anteriores hacía. Los pliegues
del paño que hacen de fondo forman una retícula sobre la que se trazan las figuras. Cada
cuadrado tiene la proporción 8:5 de la sección áurea. La vestidura blanca contrasta
dramáticamente con el rojo sangre del paño de honor. Tres lágrimas surcan el rostro de
Cristo. Hay que visitar la muestra despacio, sin prisas, para apreciar en todo su
esplendor los sutiles y exquisitos detalles que encierran sus obras: como esas tres casi
imperceptibles lágrimas que caen del rostro del Cristo crucificado en el «Calvario» –
una resbala del ojo derecho, dos del izquierdo–; las gotas de sangre, casi transparentes,
que corren por su frente, sus manos y sus pies, o los casi invisibles hilos con que están
tejidas las bellísimas telas que pinta. Es un cuadro de enormes dimensiones, con un aire
escultórico, en el que parecen la Virgen llorosa, Cristo en la Cruz, san Juan de pie.
...es el fin. Cuando alguien está mirando sin pronunciar palabra «se deja de pensar», alcanzando la
belleza, que «está más allá de cualquier concepto». «La herramienta `superinteligente' que tiene el
ser humano es la atención sostenida, sin hacer nada más. «Acallando los razonamientos aflora la
armonía». Mirar y no pensar. No se trata tanto de buscar la intención del artista y su significado
( el cuadro una vez expuesto ya no es suyo) sino sencillamente, mirar sin prisas y dejarse llevar…
…asívio,sintióysedejómirarjavisernaunamañanatransparentedeprimavera…2015
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