RESEÑAS 271 MANUEL MARTÍN-RODRÍGUEZ. Life in Search of Readers. Reading (in) Chicano/a Literature. Albuquerque: University of New Mexico Press, 2003. Manuel Martín-Rodríguez describe su libro en los siguientes términos: “The main claim of this book is that historically, Chicano/a literature has been defined as much by its readers as by its texts and authors. Expanding the main hypothesis, I was interested in researching how writers and audiences interacted in different periods, from colonial times onward. [...] Chicano/a literature has manifested different characteristics based on who its intended readers were, what the material conditions of publication and distribution were like, the linguistic choices available for literary communication, and the geographical mobility of writers and readers. Others factors, both literary and extra-literary, have played a role in shaping Chicano/a literature as well, including class status of its ideal readers [...] gender differences in access to both reading and writing, and literary tastes acquired in Mexico or in other countries by readers of Chicano/a literature” (2). Como se aprecia, se trata de un ambicioso y renovador programa de investigación que quiere desplazar el eje de la producción del sentido de la concentración exclusiva en el texto a su inclusión en una cadena que involucra producción, texto, circulación y consumo. Desde este punto de vista la significación del texto es el resultado de una práctica social compleja en la que participan múltiples actores en varios momentos del proceso. En lo que sigue quisiera destacar los excelentes aportes de Manuel Martín-Rodríguez a este incipiente campo y señalar también algunas de las tareas pendientes. El capítulo 1, “Life in Search of Readers: The Quinto Sol Generation and the Creation of a Chicano Readership”, se concentra en la creación en los años sesenta del siglo XX de una serie de editoriales fundadas y controladas por chicanos. Según el autor esto representa, por primera vez en la historia de los Estados Unidos, la posibilidad de concebir una lectoría chicana de alcance nacional. Hasta ese momento, sostiene Martín-Rodríguez, sólo habrían existido públicos lectores locales o a lo sumo regionales que eran servidos por una comunicación literaria cara a cara en performances y declamaciones o por pequeñas imprentas de radio muy limitado. En este sentido los años sesenta ven también la emergencia de localizaciones académicas en que el estudio de la experiencia chicana se institucionaliza. Con la creación de Departamentos de Estudios Chicanos y/o Étnicos se aseguraba a las editoriales una demanda continua y previsible de textos y comenzaba a expandirse una lectoría chicana de alcance nacional. Refiriéndose al caso canónico de Tomás Riveram quien pasa de trabajador inmigrante a rector de la Universidad de California en Riverside, Martín-Rodríguez destaca cómo esta emergente literatura chicana nacional quiere programáticamente colocarse a un nivel intermedio que la separa de esfuerzos literarios anteriores. Aunque había habido una literatura chicana alta en los textos decimonónicos de los californianos como María Amparo Ruiz de Burton y existía también una variable baja que había circulado fundamentalmente en periódicos e impresos y también en forma oral, la generación de Rivera (“Y no se lo tragó la tierra”) y de Rolando Hinojosa (la serie de novelas de Klail City Death Trip) descubre o inventa un nivel medio en que las formas de la oralidad chicana popular y sus mecanismos discursivos son usados como estrategias escriturales para lectores y no para auditores. La inclusión del libro en inglés Bless Me Ultima de Rudolfo Anaya, que nuestro autor llama “the first Chicano/a 272 RESEÑAS Bestseller” (33), abre el corpus de Martín-Rodríguez a la interacción con un mercado editorial mucho más amplio que el chicano: el del público anglo o mayoritario. En este paso de las fórmulas de la oralidad popular en español y su uso en obras literarias, a las fórmulas del bestseller en inglés que requieren una actividad lectora mucho más genérica y menos comprometida, se juegan problemas que siguiendo a Antonio Cornejo Polar podríamos llamar de la heterogeneidad constitutiva de la literatura latina en los Estados Unidos. En esta línea, Manuel Martín-Rodríguez aportará luego interesantes comentarios sobre la diagramación y el marketing para un público anglo de las portadas de varios de los libros posteriores de la literatura chicana (ahora irremediable y crecientemente en inglés). El capítulo 2, “Characters as Readers and as Writers: A Metaliterary Reflection on the Literary Process”estudia las novelas Pocho (1959) de José Antonio Villareal y Peregrinos de Aztlán (1974) de Miguel Méndez. En Pocho describe el proceso del personaje central en términos de su transición desde un mundo predominantemente oralizado y tradicional a otro en que se autoconstituye como un lector solitario de textos no instrumentales y de medios masivos, como el cine, que introducen una forma de oralidad secundaria. Peregrinos de Aztlán es leído aquí como una recuperación de la desconocida tradición escrita de la literatura chicana. El capítulo 3, “(En) gendering the Reader: Chicana Literature and its Implied Audience”, considera la obra de Sandra Cisneros, Gloria Anzaldúa, Ana Castillo y Erlinda Gonzales-Berry a propósito de dos problemas interrelacionados: cómo crean estas escritoras una audiencia lectora bajo las condiciones de su doble marginalidad: mujeres y chicanas. En lo fundamental Martín-Rodríguez se concentra en dos discursos: el ginocéntrico, que busca una lectoría específicamente femenina, y el didáctico, que quiere instruir y educar a un público más amplio y centralmente a su componente masculino. En ambos casos resulta importante la relectura de los símbolos y figuras femeninas de la tradición cultural general y ,más específicamente, de la tradición literaria masculina dominada por los silencios, los estereotipos y las distorsiones de lo femenino. En este capítulo Martín-Rodríguez despliega con singular efectividad una de sus capacidades más notorias: relaciona sus textos chicanos ya no sólo con la tradición norteamericana con la cual a menudo conversan, sino también con la tradición clásica española y latinoamericana. El capítulo 4, “Querido Reader: Linguistic and Marketing Strategies for Addressing a Multicultural Readership”, destaca las estrategias literarias y culturales utilizadas por los autores y autoras chicanas para enfrentar tanto la audiencia intraétnica como la mayoritaria, los públicos bilingües como los monolingües. Desde mi punto de vista este es el capítulo central del libro en tanto mapea un terreno marcado por dos mercados diferentes que son constitutivos de la complejidad de la literatura chicana en su versión contemporánea. Esos dos mercados son los que Martín-Rodríguez llama “the market” (el mercado literario dominante o anglo en inglés) y la “marketa”(que sería el mercado intraétnico). Contrariamente a otras opiniones, Martín-Rodríguez sostiene que no hay una verdadera reducción de la variedad lingüística de la literatura chicana contemporánea, con una fuerte tendencia al monolingüismo en inglés, sino que más bien se trata de un cambio en el valor o el peso relativo de la literatura chicana producida en inglés (ahora dominante y de alcance RESEÑAS 273 nacional) y aquella que se elabora en caló, en español o en bilingüe (de alcance sólo local o regional, concentrada en pequeñas editoriales no comerciales). La literatura chicana, apunta Martín-Rodríguez, goza hoy de varias audiencias culturalmente heterogéneas. En este punto de su estudio, de haber seguido su programa original, le habría cabido al autor la tarea de explorar más en profundidad esta pluralidad constitutiva de la literatura chicana y latina en los Estados Unidos. Esto habría significado haberle prestado atención a las múltiples formas de circulación de lo literario y no ficticio, escrito u oral/auditivo, alto, medio y bajo, elitario y popular, comunicado en la forma del libro o en folletos, periódicos, diarios, radios o la Internet. En vez de ello –y hay que reconocer que hay buena s razones prácticas para este repliegue– Martín-Rodríguez se dedica a analizar las estrategias textuales que emplean los textos chicanos para dispensar a sus lectores múltiples, sin ofender a ninguno de ellos, de los mínimos elementos constitutivos del repertorio de referencias culturales o enciclopedia lectora necesarios para entender o decodificar el texto. El lenguaje semiótico y/o hermenéutico habla de las fuentes teóricas principales en que abreva este excelente estudio y, a través de ellas, de sus limitaciones más evidentes. MartínRodríguez nunca justifica, por ejemplo, por qué si hay market y marketa, circuito nacional alto y múltiples circuitos populares locales o regionales, él sólo estudia el mercado literario alto. Esta es una elección válida en abstracto pero no en un estudio que como éste empieza con la declaración de una agenda de investigación mucho más comprensiva y a mi modo o de ver renovadora. Hay aquí un cierto grado de decepción para quien espera una visión más amplia, que sea capaz de ir más allá de la hermenéutica literaria de inspiración filosófica (y sus nociones de horizonte de expectativas, lector ideal, semiotización intratextual de la “presencia” colaborativa del lector, etc) para acercarse a la variedad histórica y realmente existente de discursos sociales, públicos heterogéneos y mercados en diverso grado de desarrollo. En este último caso, la coexistencia de formas orales y textuales de comunicación, las múltiples interrelaciones entre diferentes medios de circulación de discursos (de la televisión al periódico, de la radio al libro) hacen imposible cualquier espejismo desarrollista y teleológico que vea en unas formas el atraso o la tradición desplazada, mientras celebra en las otras el acceso a una modernidad maniquéamente concebida. El capítulo 5, “Reading (in) the Past: Textual Recovery and the History of (Reading) Chicano/a Literature”, es probablemente el más debil del libro. En él Martín-Rodríguez intenta esbozar una nueva manera de concebir la historia de la literatura chicana que supere los límites de los acercamientos tradicionales basados en la simple cronología, el enciclopedismo o el nacionalismo. Para reemplazarlos sugiere acercamientos múltiples que sean capaces de reconocer la especificidad de lo local-regional, la existencia del nivel de lectoría nacional y la emergencia de fenómenos transnacionales. Más allá de las limitaciones que la práctica impone a un programa tan ambicioso como el que preside esta obra de Manuel Martín-Rodríguez, es indudable que su libro es un gran aporte a la inmensa tarea de pensar la literatura chicana en tiempos de globalización en su triple relación con la literatura latina más amplia en los Estados Unidos, la literatura estadounidense dominante en inglés y la literatura latinoamericana en español. University of California, Santa Cruz JUAN POBLETE