DISCURSO AL DEVELAR LA ESCULTURA DE JOSÉ MARÍA MORELOS EN EL TEPEHUAJE DE MORELÓS JAL., 5 DE FEBRERO DE 1965 Es ocasión propicia para rememorar algunos hechos del pasado, al develar el busto de don José María Morelos, que el pueblo de El Tepehuaje de Morelos de este importante y revolucionario estado dé Jalisco dedica a su memoria como perenne homenaje a uno de los más preclaros forjadores de la Independencia de México. En el curso de su historia, México ha acumulado un acervo de experiencias que constituye su mejor heredad, el sostén de sus tradiciones republicanas y una fuente inagotable de su dinámica social. Las ideas que sembraron los patricios Miguel Hidalgo y José María Morelos en la guerra de independencia, abrieron horizontes para la organización política del país y sacudieron la incipiente conciencia social de los mexicanos con la denuncia de las lacras del sistema colonial. En efecto, la lucha independentista también albergó inquietudes de profundo contenido revolucionario y el pensamiento que inspirara al movimiento, además de emanar de los anhelos mexicanos de liberar la patria enajenada, se orientó en una realidad lacerante que se hacía menester modificar, la de una población despojada, esclavizada, sin tierras, pobre e ignorante. El claro sentido social que valiera a don Miguel Hidalgo el título de Padre de la Patria, al promulgar en la ciudad de Valladolid el decreto aboliendo la esclavitud y al expedir el que disponía se entregasen a-los naturales las tierras para su cultivo, a efecto de que fuesen los únicos usufructuarios en sus respectivos pueblos, fue enriquecido por don José María Morelos, al recoger de sus manos la bandera de la insurgencia. Las disposiciones militares y civiles en las que Morelos señaló la necesidad de repartir la riqueza disponible, abatiendo la Codicia de los ricos y abriendo cauces a la justicia en el campo con la reducción de la superficie de las grandes haciendas para qué la tierra pudiese beneficiar a los que la fecundaran con su trabajo, ubican a su autor como precursor de las reformas sociales en México y, en especial, de la reforma agraria. Cabe citar, como síntesis de sus preocupaciones sociales, algunos pasajes de las históricas "Medidas Políticas" que nos legara hace ciento cincuenta años, las que en esencia aún conservan su validez: "La primera diligencia que sin temor de resultas deben practicar los generales o comandantes de divisiones de América, luego que ocupen alguna población grande o pequeña es informarse de la clase de ricos, nobles y empleados que haya en ella, para recogerles en el momento todo el dinero y bienes raíces o muebles que tengan, repartiendo la mitad de sus productos entre los vecinos pobres…" "El repartimiento que tocare a los vecinos de dichas poblaciones ha de hacerse con equidad, distribuyendo dinero, semillas y ganados con la mayor economía y proporción, de manera que nadie enriquezca en lo particular, y todos queden so corridos en lo general…" "Para reedificar es necesario destruir lo antiguo, deben eliminarse todos los efectos ultramarinos de lujo que se encuentren en dichos pueblos sin que en esto haya piedad o disimulo, porque el objeto es atacar por todas partes la codicia gachupina, dejando inutilizados los pudientes de los lugares para que no puedan comerciar con ellos en dichos efectos causando iguales o mayores extorsiones." "No hay que temer la enemistad de los despojados, porque a más de que son muy pocos comparados con el crecido número de los que han de resultar beneficiados, ya sabemos todos por experiencia, que cuando el rico se vuelve pobre por culpa o por desgracia, son impotentes sus esfuerzos y todos les decretan el desprecio." "Deben también inutilizarse todas las haciendas grandes, cuyos terrenos laboríos pasen de dos leguas, porque el beneficio positivo de la agricultura consiste en que muchos se dediquen con separación a beneficiar un corto terreno que puedan asistir con su trabajo e industria, y no en que un solo particular tenga grandes extensiones de tierras infructíferas, esclavizando millares de gentes para que las cultiven por fuerza en la clase de gañanes o esclavos, cuando pueden hacerlo como propietarios de un terreno limitado con libertad y beneficio suyo y del público. Ésta es una medida de las más importantes." El desarrollo histórico de México, lo mismo en el pasado que en cuanto a las perspectivas que ofrece el porvenir, puede examinarse con fidelidad e interpretarse con provecho, en el conocimiento de los móviles de las luchas del pueblo por sus reivindicaciones nacionales y sociales, así como en el de los resultados concretos alcanzados y, en este último aspecto, la Constitución primigenia de Apatzingán recoge la voluntad de la insurgencia para conformar una nueva sociedad, dejando atrás el sistema colonial y sustituyéndolo por el imperio de la soberanía mexicana como derecho inapelable, facultando a la nación a dictar leyes y señalando que aquélla es imprescriptible, inenajenable e indivisible y, para fundamentar la base eminentemente popular del poder público, se dispuso el derecho incontrastable de la sociedad para establecer la forma de gobierno que más le conviniese, conjuntamente con el de alterarlo, modificarlo o abolirlo cuando su felicidad lo requiriera. Herencia genuina de la Revolución de Independencia fue el advenimiento de la Reforma y la consolidación republicana, dejando atrás el amargo período de luchas intestinas que costó al país mucha sangre y un debilitamiento que facilitó la enajenación de más de la mitad del territorio. En medio de este difícil proceso de pacificación y organización nacionales, el Benemérito de las Américas y los patricios de su época se vieron agobiados por la intervención extranjera que interrumpió la marcha normal del país. Sobre toda otra consideración, aún a costa de nuevos sacrificios para el pueblo y la nación, se impuso la necesidad de defender la patria para vencer al invasor y restaurar la República. Ante estos hechos aciagos, el pensamiento del señor Juárez se proyectó universalmente al sostener con excepcional firmeza, tanto en la guerra como en la paz, las ideas motrices de la insurgencia, actualizándola consecuentemente a' las necesidades y a las condiciones imperantes en la época. Para apreciar la sucesión lógica de su procedencia histórica y la perennidad de todo principio inmutable, valdría recordar algunos conceptos fundamentales del Benemérito Juárez. En materia de soberanía expuso que el triunfo de la independencia y de las instituciones de la República, deben obtenerlo los hijos de México, arrostrando todos los sacrificios antes de consentir la pérdida de la soberanía y del honor nacional. Y que no debe contraerse ningún compromiso en el interior ni en el exterior que pueda perjudicar la integridad del territorio o el respeto debido a la Constitución y a las leyes. Sentó las bases de la autodeterminación al afirmar que México haría respetar su soberanía como nación autónoma ante la pretensión de establecer un imperio en contra de la voluntad popular, siendo el pueblo mexicano el único arbitro de su suerte. En cuanto al trato entre gobierno y gobernados dijo que las aspiraciones del primero deben dirigirse a que los ciudadanos todos, sin distinción de clases ni condiciones, disfruten de sus derechos y garantías para que unos y otras se hagan siempre efectivos, sin que las autoridades se excedan nunca del círculo marcado por las leyes. Sobre la justicia señaló la conveniencia de formar códigos claros y sencillos, expeditando la acción de los tribunales y poniendo el conocimiento de las leyes al alcance de todo el pueblo. La necesidad de que la República propiciara la subdivisión de la propiedad territorial y la de que protegiese toda ocupación útil para lograr la prosperidad de la nación, fueron postuladas por el señor Juárez. Consciente de su responsabilidad ante situaciones de privilegio, donde quiera que se originasen, adoptó como regla invariable que los negocios del Estado se mantuvieran en la más perfecta independencia en relación con los puramente eclesiásticos, suprimiendo las corporaciones monásticas y declarando propiedad del pueblo todos los bienes administrados por el clero secular y regular. Valorando el papel de la educación en la sociedad afirmó, para emplear sus propias palabras, que "la instrucción es la primera base del progreso de un pueblo, a la vez que el más seguro medio de hacer imposibles los abusos del poder". Y fue así que consideró, que sobre cualquier obra material, debía darse preferencia a la escuela, a la instrucción para capacitar a la niñez y ponerla en condiciones de elevar su vida, ya que dé crecer la juventud sin instruirse, sólo podría servir al desarrollo del país limitándose a su fuerza física en trabajos que lo agotan, no así si logra instruirse para dar servicio durante su vejez en labores adecuadas a su edad, de lo contrario sería una tragedia verse en su vejez constituidos en una carga para sus hijos y para el Estado, siendo una obligación de todo ciudadano y del propio Estado, velar porque se intensifique la cultura de todos los mexicanos. Esta preocupación la tuvo nuestro Benemérito don Benito Juárez que desarrolló su niñez en la mayor pobreza y que habiendo logrado estudiar entendió la importancia primordial que constituye la instrucción para lograr el progreso, la justicia y bienestar de la humanidad. Las luces y las sombras de todo proceso histórico se proyectaron sobre México en el transcurso del último siglo. Treinta años de una dictadura opresiva en el interior, que simultáneamente abrió puertas amplias e indiscriminadas al capital extranjero, sirvieron para acumular la savia de una justificada inconformidad ciudadana que culminó en la revolución popular de 1910. Último eslabón de las causas por las que los señores Hidalgo y Morelos lucharon hasta la muerte y que don Benito Juárez afirmara en el ejercicio respetuoso de la Constitución de 1857, recorriendo el país cuando se hizo menester llamar a los mexicanos a combatir al invasor extranjero, la Revolución Mexicana confirmó su razón de ser y su legitimidad al promulgar la Carta Magna de 1917, cuyos preceptos básicos abrieron cauce al establecimiento de un régimen políticamente democrático, socialmente justo, reivindicador de los recursos naturales para su aprovechamiento y usufructo en beneficio común de los mexicanos y defensor de las tradiciones y la cultura nacionales. Con la Revolución Mexicana se han registrado avances considerables. También estancamientos perjudiciales y aun retrocesos que permitieron el surgimiento de nuevas clases privilegiadas en el campo y en las ciudades, al entretejerse una espesa red de intereses creados que propiciaron la creación de nuevos latifundios ilegales, otorgando amplia protección a antiguos terratenientes nacionales y extranjeros. Y, por otro lado, los mismos intereses establecieron estrecha relación con inversionistas extranjeros, cuya potencialidad económica y sus fines exclusivos de lucro han originado su supremacía en las más jugosas actividades de la industria y del comercio privados, ahogando lentamente los esfuerzos de empresas verdaderamente nacionales por desenvolverse y contribuir al desarrollo independiente del país. Estas circunstancias tan nocivas para la economía del país han dado pábulo a la penetración de la influencia extranjera en otros órdenes de la vida nacional, la que tiene falaces modalidades de ayuda y promociones y que, en realidad, obra en detrimento de la dignidad y la idiosincrasia de los mexicanos, de su ser y su manera de ser, como son las dadivas de alimentos para la población pobre, la inmigración progresiva e indiscriminada de extranjeros que invaden y desplazan a los mexicanos de las más diversas actividades en algunas regiones del país; la proliferación de publicaciones escritas en español, pero dirigidas y orientadas por mentalidad ajena, representativa de intereses definidamente imperialistas; la influencia de éstos en todos los grandes medios de difusión de informaciones y de divulgación artística e intelectual y otras formas aún más sutiles cuyo impacto en el espíritu del mexicano debe ser motivo de preocupación. La Revolución Mexicana, sin embargo, como ayer el movimiento de Independencia y la Reforma, vuelve siempre por sus fueros y la dinámica que entraña, la que le imprime el pueblo con su trabajo, su Conciencia social y solidaria y su despertar cívico, se proyecta en la prosecución de la reforma agraria hasta lograr, «u aplicación integral, en la liberación que los mexicanos persiguen de toda explotación, de la insalubridad, la ignorancia y la injusticia y que las autoridades están empeñadas en ir desterrando para que el pueblo mexicano pueda llegar a disfrutar, de una patria económicamente independiente y socialmente justa, al amparo de las gloriosas tradiciones que nos legaran Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero y Zapata.