los suelos. De la tierra venimos y a ella volveremos… Y entonces me pidió que no me despojara de mis bragas. > ¡Oh!, bésame enseguida en la frente, en los ojos, en los labios, y más abajo, y en los pechos, pero no me muerdas…, y pasa tu lengua por mi ombligo…, y llega ahí, al monte de Venus, por el camino más corto! (Excitada). ¿Dónde vas ahora? No me dejes, amor. ¿Miel, para qué? Hugh, no.., por ahí no.. Hugh ¿Qué haces? Sigue, sigue…, no pares… con una se ponen tan salvajes! Boylan sabía cómo conquistar a una mujer. Cuando llegué, Poldy estaba sentado a la mesa, leyendo un libro. > ¿Te ha dado ahora por leer? —le dije— ¿Qué lees? —La Odisea. Penélope se mantiene fiel a su esposo Ulises. / Y acto seguido me dijo, con gesto contraído: —La mantequilla rancia ya está para funeral. Él cree que no puede pasar nada sin que lo sepa. Él no tenía idea de la historia de mi madre hasta que nos hicimos novios. De lo contrario no me habría conseguido tan fácilmente. / Yo pensaba en Boylan, mientras apartaba los guisantes quemados del asado de ternera. Volveré a ver a Boylan el lunes a las cuatro de la tarde. Cuando la pasión lo ocupa todo en tu mente es difícil observar lo que ocurre en el exterior… …………........ A partir de aquel momento Boylan entró en mi vida. Me hablaba de las onduladas formas de mis caderas, de la perfección de mis senos, y de todo aquello que una mujer desea escuchar cuando le parten el cuerpo en mil trozos que se recomponen en el momento justo. En ese tiempo preciso en que el tiempo se detiene y parece que todos los astros del firmamento te estuvieran observando. Le vi antes que él me viera a mí, …………….. en el Festival al aire libre. Él observaba a las muchachas que Regresé a mi casa con la lluvia, montaban en bicicleta, con las toda mojada por dentro y por fue- faldas levantadas por el viento. Y ra, y olvidé el resto de mis bragas, yo, que llevaba una muselina casi que Boylan me arrancó a pedazos transparente, me puse contra el con sus propios dientes ¡A solas sol para que él pudiera ver has- 22