Situación Geográfica de Atapuerca

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Situación Geográfica de Atapuerca
La Sierra de Atapuerca es una suave elevación caliza que pertenece al denominado Sistema Ibérico a nivel
geográfico, y a los municipios de Ibeas de Juarros y Atapuerca a nivel administrativo.
En su punto más alto alcanza los 1079 m. de altura. Está constituida por materiales calizos que contienen un
importante Sistema Kárstico muy visitado por espeleólogos y aficionados.
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La conformación de la Sierra se remonta al Oligoceno, y es en el Terciario cuando, tras un choque entre
continentes se produce la elevación de la misma.
Los rasgos del paisaje vienen determinados por la cercanía al río Arlanzón, que ha formado un amplio valle en
el Sur de la Sierra que enlaza con la Cuenca del Duero.
Desde una perspectiva histórica, tanto en sus vertientes Norte y Sur discurrían hasta tiempos modernos las
cañadas para el paso de personas, bienes y rebaños.
Formación
La Sierra de Atapuerca está formada mayormente por rocas calizas. Están compuestas por carbonato cálcico y
son rocas sedimentarias que se forman en el fondo de los mares y lagos. Una propiedad de estas rocas es que
se disuelven en agua. Así es muy común que las aguas se filtren por fracturas y hendiduras, disolviendo la
roca y dando lugar a cuevas.
En la Sierra de Atapuerca una capa de calizas de apenas un centenar de metros de espesor fue plegada por las
presiones geológicas. Las cuevas se formaron cuando el nivel del suelo estaba muy cercano a la actual cumbre
y el agua subterránea circulaba a través de la caliza.
Hace unos cinco millones de años, el río Arlanzón empezó a tallar su actual valle, y el nivel del agua
subterránea descendió. Así las cuevas más altas empezaron a quedar en seco, según el valle se hacía más
profundo.
Cuando en una cueva deja de circular el agua cambian las condiciones, sigue entrando algo de agua
filtrándose poco a poco por grietas donde va disolviendo la caliza y llevándose las sales en disolución,
formando las estalactitas y las estalagmitas.
Pero no solo se produce la disolución y la precipitación, a veces se producen sucesos más violentos.. Por
ejemplo, una inundación reactiva las galerías.
El agua arrasa sedimentos, arranca estalactitas o bloquea pasadizos. Hay derrumbamientos (rompiéndose el
delicado equilibrio de las bóvedas) que dejan a la luz galerías enteras y cegando partes de la cueva. Como
resultado los complejos cársticos (así es como se llama el resultado de este proceso) son un entorno dinámico
e impredecible, en el que es muy difícil establecer una cronología de formación detallada.
En la entrada de la cavidad aparecen los sedimentos procedentes del exterior, arrastrados por el agua. Además
los cambios de temperatura son más marcados y las tensiones del techo son más intensas. Es común que se
desplomen fragmentos. Estos lugares pueden convertirse en los cubiles de los depredadores, lugar a donde
llevan a sus presas después de la caza y donde quedan los huesos.
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En ocasiones una sima puede convertirse en una trampa natural para animales descuidados, ya que pueden
caer por ella y morir despeñados o por inanición u otras causas.
Estas cuevas, también podrían ser usadas por los humanos como refugio temporal. A estos campamentos, los
humanos traían sus piezas (como cualquier otro depredador). También, en ellos se dedicaban a fabricar sus
herramientas, o simplemente las dejaban en ellas después de haberlas usado.
Cualquiera de estos restos, con el paso del tiempo quedará cubierto por nuevas capas de sedimento, que
servirá de defensa ante el exterior. Pero para que estos restos se conserven es necesario que haya mucha suerte
.La humedad, los cambios bruscos de temperatura... todo ello no hace más que reducir las posibilidades de
pervivencia de un resto en el subsuelo. El ambiente de las cuevas es un factor también importante: los
sedimentos arcillosos sellan herméticamente los materiales que engloban. Dentro de las galerías los cambios
de temperatura son menos bruscos y la humedad es constante, lo que ayuda también a la preservación de la
estructura de los fósiles y a la conservación de los restos.
El interior de la Sierra es como un gran queso suizo, lleno de agujeros y cuevas. El grupo espeleológico
"Edelweiss" de la Diputación de Burgos, ha catalogado 33 cavidades, pero es muy probable que muchas se
desconozcan. De todas formas, tampoco es fácil seguir el trazado y desarrollo de las conocidas.
El proceso de formación de estas cuevas está ligado al río Arlanzón y al encajamiento de su cuenca.
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De las más de treinta cavidades que el Grupo Espeleológico Edelweiss ha catalogado en la Sierra de
Atapuerca, una docena contienen depósitos arqueológicos y paleontológicos importantes. Sabemos que puede
haber otras cavidades ocultas, y tenemos un programa de prospección magnética y geofísica para descubrirlas,
pero por el momento, dada la riqueza e importancia de las conocidas, podemos conformarnos con las que
tenemos.
Además, dado el número de investigadores que trabajamos, y el necesario tiempo para analizar lo
recuperado durante las excavaciones, nos vemos obligados a seleccionar los lugares sobre los que
intervenimos.
Distribución de los yacimientos
En la Sierra de Atapuerca, el grupo espeleológico Edelweiss ha catalogado más de 40 cuevas.
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Algunas de ellas salieron a la luz con las obras de construcción del Ferrocarril. Se dice siempre que tarde o
temprano estos yacimientos habrían salido a la luz, pero aunque las obras hicieron que se perdiera para
siempre material de un valor incalculable, también supusieron el descubrimiento de los yacimientos
arqueopaleontológicos más importantes del mundo, del Pleistoceno Medio e Inferior.
En estos últimos veinte años los paleontólogos han trabajado en seis lugares: La Gran Dolina,
Galería−Covacha de los Zarpazos, El Yacimiento Penal, La Sima del Elefante, La Sima de los Huesos de
Cueva Mayor y el Mirador. Ellos, como los buenos padres, no consideran que unos lugares sean mejores
que otros, aunque no cabe duda que unos han tenido más éxito y trascendencia que otros.
La Gran Dolina es importante en sus niveles inferiores para conocer los primeros pobladores de Europa y las
más antiguas prácticas antropofágicas, mientras que sus niveles superiores nos informan de la temprana
aparición de útiles y actividades predeterminadas.
La Galería−Covacha nos ayuda a entender la difícil coexistencia entre los humanos y los grandes predadores,
y las estrategias adoptadas por ambos para la consecución del alimento.
El Penal es un ejemplo formidable de la etología de las rapaces y los pequeños carnívoros en el pleistoceno.
La Sima de los Huesos nos proporciona las primeras evidencias de una consciencia de la muerte entre los
homínidos y la representación de una población del Pleistoceno Medio, lo que permite conocer su
variabilidad, su esperanza de vida, sus enfermedades y múltiples características de su biología.
El Mirador nos muestra el comportamiento de las primeras sociedades productoras. Sus estrategias
económicas y sociales, y sus particulares ritos hacia los difuntos.
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La Sima de los Huesos
La Sima de los Huesos es un yacimiento muy especial. Se trata de una galería ciega al final de una rampa a la
que se accede por una sima vertical de 13 metros de profundidad y que se encuentra a 54 metros bajo el suelo.
Su forma es como la de un calcetín. Su entrada se encuentra en un recodo apartado de una gran sala de alto
techo, llamada Sala de los cíclopes, a medio kilómetro de distancia de Portalón.
El camino para acceder hasta allí es muy difícil , pues atraviesa grandes salas de más de 20 m. de altura, hasta
zonas que hay que atravesar arrastrándose por el suelo. Justo en la vertical de la Sima (que se encuentra a casi
30m. de profundidad respecto al suelo) hay un campo de cereal, en el piedemonte de la Sierra de Atapuerca.
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En las profundidades de la Sima reina una oscuridad eterna. La temperatura media es constante, alrededor de
los 13º C, y la humedad relativa es del 100 %. Las paredes calizas casi no tienen formaciones estalagmíticas, y
el suelo es de arcilla muy fina, como la de modelar. Dentro de esa arcilla sólo hay huesos y algunos bloques
de caliza desprendidos de las paredes.
La situación actual de la Sima no es la que existía en tiempos recientes. Cueva Mayor fue visitada por
múltiples visitantes a lo largo de la historia.
De camino a la Sima podemos encontrarnos con pinturas del Neolítico o de la Edad del Bronce, pequeños
pozos excavados por la mano del hombre de los que no se conoce su función o restos de cerámica. Todo esto
hace suponer que para los habitantes de las cuevas, la Sima de los Huesos no era un lugar desconocido.
En el centro de la Sima hay una pequeña costra caliza que recubre el esqueleto de un Oso de las Cavernas,
cuyos huesos quedaron atrapados en la cueva. Los visitantes no se conformaron con estos huesos encontrables
a primera vista. Supusieron que había más bajo el suelo y removieron huesos y tierra en busca de nuevos
restos.
Cuando en 1976 Trinidad Torres llegó, se encontró con una pequeña cavidad casi cubierta de barro revuelto,
no muy compacto, trufado de miles de huesos y dientes... y otros restos no tan comunes en excavaciones
arqueológicas, como pilas oxidadas, bolsas de plástico llenas de cenizas de carburo, colillas... Intentado
recoger este basurero, se encontró el fragmento de hueso humano que propició la entrada de Emiliano Aguirre
y su equipo de investigación.
La parte del Equipo de Investigación de Atapuerca dedicada a excavar en la Sima de los Huesos estuvo cinco
años retirando sedimento revuelto en unas condiciones muy precarias, con falta de aire, a la luz de las
lámparas de carburo y arrastrando hasta la superficie a lo largo de todo el camino entre la Sima y el Portalón
grandes macutos de espeleología llenos de piedras, huesos y sedimentos.
Pero este agotador trabajo no acababa aquí, porque al llegar a la superficie, todavía había que separar los
huesos del barro y el escombro, y además de detenerse en clasificar los huesos de homínidos o de animales,
también había que analizar de que parte del cuerpo eran esos huesos e intentar recomponer piezas del
esqueleto.
Para intentar facilitar este trabajo, se realizó desde la boca de Cueva Mayor una perforación que permitía sacar
al exterior los restos de la excavación y también introducir un cable para permitir el uso de iluminación
eléctrica en el interior de la Sima y así evitar situaciones peligrosas con el carburo.
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En 1984 aparece bajo el sedimento revuelto el primer retazo de yacimiento intacto. Pero aún faltarían varios
años hasta que estos niveles pudieran excavarse. En este mismo año se procedió a instalar una cuadrícula para
facilitar identificación de los restos hallados en este yacimiento.
Poco a poco se extrajeron decenas de fósiles humanos, los huesos aparecían muy fragmentados, pero se fue
comprobando que los restos no pertenecían a un solo individuo, sino a muchos. Los restos eran tratados y
reconstruidos en el laboratorio. Se observaron algunas peculiaridades, como que había muchos fragmentos de
cráneo, mientras que huesos de la cara (los más frágiles y que seguramente se fueron triturando por el trasiego
de excavadores a lo largo de los tiempos) prácticamente no existían.
No se encontraba ningún fragmento especialmente representativo. La importancia de los mismos radicaba en
el conjunto, no en fragmentos individuales.
En 1990 se empezó a excavar en otras áreas de la Sima en busca de nuevas zonas donde el sedimento no
hubiera sido alterado. Se eligió el lado Norte del yacimiento.
En 1991, durante la realización de una cata en el cuadro S−16 se encontró un resto de fémur, lo que significó
un hito en la historia de los yacimientos, ya que entonces se empezó a vislumbrar que existía un yacimiento
intacto por excavar.
La campaña de 1992 se inició con el objetivo de analizar la geología del conjunto y preparar el terreno para
nuevos trabajos. Se procedió a cambiar la vieja instalación eléctrica (que había quedado casi inutilizable) por
una nueva con enchufes especiales y focos halógenos de gran potencia.
El día 5 de julio, se descubrió en un área del lado norte de la Sima, un hueso que comenzó a tomar forma bajo
la espátula. Se inició una ardua tarea , la cual culminaría con la intención de rodearlo para poder sacarlo
intacto, de una pieza. Dos días después, el 7 de julio, se terminó de desenterrar el hueso y se comprobó que
era un cráneo humano entero. Era la pieza más grande jamás obtenida en la Sima de los Huesos. Este cráneo,
bautizado como Agamenón, es el conocido como Cráneo−4.
En ese mismo rincón empezaron a aparecer más huesos: tibias, huesos de manos y pies, mandíbulas dientes...
Poco después empezaron a encontrarse restos de cráneo que se correspondían con los de un segundo cráneo,
desmontado, pero entero, que estaba a unos 10 cm. de Agamenón. A este 2º cráneo (Cráneo−5) se le llamó
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Miguelón.
El original de la famosa pelvis "Elvis", perteneciente (como todos los restos de la Sima) a un homínido de la
especie Homo heidelbergensis.
En total, en un espacio de 50 cm x 50 cm. se habían encontrado casi 100 fósiles humanos casi enteros. Pero
antes de acabar la campaña, apareció otra nueva sorpresa al extraer un coxal, apareció debajo una confusa
mezcolanza de fragmentos muy delgados, que al final conformaron, una vez reconstruidos, la primera cara
íntegra del yacimiento, el primer cráneo completo del Pleistoceno Medio español.
Posteriormente, en el trabajo de laboratorio se completó el estudio de los fósiles hallados, descubriéndose al
lavar los temporales del Cráneo−5 los huesos pequeños más antiguos conocidos del género Homo: un
martillo, un yunque y un estribo, los huesos del oído medio, los tres huesos más pequeños del cuerpo humano.
También en el laboratorio se reconstruyó un tercer cráneo, a partir de decenas de fragmentos que fueron
encajando con trozos rescatados en años anteriores.
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Al comienzo de la campaña de 1993, apareció lo que faltaba del Cráneo−5, la mandíbula. a partir de esto,
pudo procederse a la reconstrucción de la estructura ósea de la cabeza de un individuo que vivió hace 300.000
años.
Cada nueva campaña proporciona en la sima de los Huesos unos 300 fósiles humanos, lo que convierte a esta
sima en una de las estrella de Atapuerca y en un lugar único en el mundo. En total han ido apareciendo restos
de más de una treintena de individuos, que poco a poco van conformando la foto de familia de este
yacimiento.
Vértebras, radios y otros restos están permitiendo conocer muchas cosas sobre las características físicas y
morfológicas de los homínidos que poblaron la Sierra de Atapuerca hace más de 350.000 años. Una de las
piezas más importantes de las halladas en la campaña del 2000 es una vértebra.
Hasta ahora únicamente existía un registro fósil de estas características de un niño de África.
Con todos los restos hallados en la Sierra de Atapuerca, se puede realizar una estimación bastante aproximada
sobre los Homínidos que habitaron la sierra de Atapuerca.
En este lugar se encontraron restos de unos treinta y tres individuos. Analizando los huesos se demuestra que
el 50% de ellos eran hombres y el resto mujeres, aunque también se hallaron niños de entre 11 y 14 años,
todos estos restos tienen más de 300.000 años.
Estes individuos eran altos, medían entre 1.70 y 1.80, incluso más, (superaron a los Neandertales posteriores),
presentaban un esqueleto muy pesado porque poseían un enorme espesor en la pared ósea, tenían mucho
músculo, eran muy corpulentos (más que el hombre actual) aunque había gran diferencia en cuanto al peso
corporal entre hombres y mujeres.
Poseían una cara muy grande en relación con el cráneo aunque tenían un cerebro desarrollado, también tenían
aberturas nasales muy amplias y proyectadas hacia delante, un reborde óseo muy marcado encima de las
órbitas y carecían de mentón.
Pocos superaban los 40 años, ya eran viejos con más de 30 y sufrían un desgaste físico muy pronunciado por
la vida tan dura que habían llevado. A esta edad sufrían infecciones, graves enfermedades e incluso sordera y
carecían de manera alguna de remediar sus males.
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Los paleoantropólogos que trabajan en el descubrimiento de los restos de la Sierra de Atapuerca, decidieron
bautizar a la especie de homínidos aparecidos en la Sima de los Huesos como Homo Heidelbergensis.
Estos individuos eran cazadores y para alimentarse sujetaban los alimentos con los dientes y cortaban trozos
por lo que algunas veces se rozaban los dientes dejando en ellos estrías, también sujetaban objetos con los
dientes y usaban palillos a menudo de una forma un tanto bestia por lo que dejaban abundantes marcas en sus
dientes, y el estudio de las mismas determina que no había zurdos entre ellos aunque utilizaban ambas manos.
La industria Lítica
En 1995 se siguieron las excavaciones de sondeo, trabajando en la mitad inferior de TD−6. Además se cubrió
el yacimiento de Dolina con un techado para protegerlo de los elementos.
En los años siguientes se continuó con las excavaciones apareciendo material abundante de industria lítica
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La industria lítica del Olduvayense se caracteriza por ser la más antigua. Está formada por las herramientas
más simples como lascas sin retocar y cantos tallados. El Modo 3 se caracteriza por ser mucho más avanzado
técnicamente. A partir de un mismo volumen podía sacarse más cantidad de filo. En Europa esta técnica se
asocia con los Neandertales y desapareció con ellos.
Entre el Olduvayense y el Musteriense se encuentra el Modo 2 o Achelense, cuya característica diferenciadora
respecto al Modo 1 es que las piezas son trabajadas de forma radial. Su pieza más característica es el bifaz,
una piedra con forma de lágrima tallada por ambas caras.
Hasta la campaña del año 2000 no se habían encontrado restos de industria lítica encuadrables dentro de este
modo. Este año se ha encontrado abundantes restos de hachas de piedra, bifaces, hendedores y raspadores de
este periodo, que se remonta a hace 400.000 años de antigüedad.
En esta última campaña de excavación también se han encontrado unas hachas en TD−10, que se encuadran
en un estilo de transición entre el Modo 2 y el Modo 3, hace 350.000 años. Con ello se puede afirmar que en
Atapuerca hay restos de una transición técnica muy importante que se dio en Europa y cuyo autor es el Homo
Heidelbergensis, una especie de homínido encuadrado dentro de los preneandertales.
En total la campaña del 2000 ha supuesto la recuperación de más de 1300 utensilios líticos. También se ha
llegado a la conclusión de que en el TD−10, se estableció un campamento de homínidos cazadores y
recolectores, que se dedicaban a la caza del rinoceronte y del caballo, en un ambiente de cavernas donde su
principal enemigo era un antepasado del león de las cavernas. En este campamento se llevaron a cabo
actividades domésticas de elaboración de herramientas y consumo de animales.
En el año 1990 se recuperaron casi en la base del yacimiento de Gran Dolina cuatro piezas líticas realizadas
sobre cuarcita. Eran los instrumentos de piedra más antiguos que se conocían hasta entonces en una cueva de
Europa. Según los estudiosos de ratones y otros pequeños vertebrados tenían más de 700.000 años de
antigüedad, y probaban la teoría de muchos arqueólogos franceses y españoles que apostaban por una
temprana colonización europea.
Métodos de datación
Se necesitaba conocer con precisión la edad de TD−6. Se sabía en ese momento la edad aproximada, a falta de
una datación más precisa. Una de las técnicas a emplear era la bioestratigrafía, por la que se establece la
antigüedad de un yacimiento de acuerdo con la fauna presente en ese estrato.
En este caso el fósil a encontrar era el de un antepasado de la rata de agua, del cual se hallaron restos de su
presencia como mandíbulas y demás, por lo cual se dedujo que los restos encontrados tenían una antigüedad
de al menos 600.000 años. Es decir que esos restos estaban allí desde hace 600.000 años como mínimo.
Para precisar más esta datación se recurrió al análisis del paleomágnetismo del estrato que dio como resultado
que la capa tenía al menos 780.000 años.
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Homo Antecessor
Hace quizá un millón y medio de años, unos grupos de Homo ergaster (literalmente, humano trabajador, que
genera productos) abandonan su hogar, África, y se extienden por el Próximo Oriente. Antes del millón de
años ya se encuentran restos humanos y sus característicos instrumentos cortantes por buena parte de Asia.
Estas poblaciones evolucionarán en el continente asiático hacia un tipo humano muy característico, el Homo
erectus (literalmente, humano bípedo, que camina con dos piernas), nombre acuñado para unos seres con
caras muy hinchadas, grandes rebordes óseos continuos sobre los ojos y en la nuca, y cráneo grande y bajo,
que van a perdurar en Asia hasta hace menos de 50.000 años.
Hace poco más de un millón de años, distintos lugares del sur de Europa comienzan a proporcionar claras
evidencias que un ser inteligente se pasea por márgenes de ríos y cuevas. Conocíamos sus instrumentos
(grandes tajadores y pequeños cuchillos), conocíamos los animales que cazaba y carroñeaba pero nos faltaba
conocer a los protagonistas de esa historia, descubrir sus rostros y sus cuerpos... En definitiva, encontrar restos
de los primeros pobladores de Europa y su evolución en el continente, y aquí entró en juego Atapuerca.
En el estrato Aurora de la Gran Dolina, en su nivel 6, se identificaron restos humanos correspondientes a un
número mínimo de seis individuos. A lo largo de la campaña se hallaron otros restos como un fragmento de
mandíbula con dos dientes más y una muela aún sin salir (la muela del juicio) lo que indica que estos restos
pertenecían a un individuo que murió alrededor los 14 años, más piezas dentales, un gran fragmento de cráneo
que se corresponde con la frente de un niño, restos de huesos de manos y pies, vértebras...
En total se hallaron 36 fragmentos de al menos seis individuos. Además se recuperaron más de 100 piezas,
entre otros fragmentos de esquirlas de roca que demostraban que las herramientas habían sido fabricadas allí
mismo.
En un principio los restos humanos encontrados en Dolina no podían encuadrarse dentro de ninguna de las
especies humanas conocidas hasta entonces. Estos restos combinaban rasgos muy modernos, principalmente
en la cara, con otros más primitivos.
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Los paleoantropólogos de Atapuerca llegaron a la conclusión de que los restos de TD−6 no representaban el
inicio de la rama europea, sino que eran el último antepasado común entre los neandertales y la humanidad
moderna. A partir de estas conclusiones, estos paleoantropólogos definieron en 1997 una nueva especie: el
Homo antecessor.
Su nombre viene de la palabra latina antecessor, que servía para denominar a los exploradores de las legiones
romanas. Esta especie tendría su origen en África (donde aún no se han encontrado restos similares) y emigró
hacia Europa alrededor de hace un millón de años. Se caracteriza por tener rasgos enormemente antiguos en
dientes y cráneos combinados con una cara muy moderna, más moderna que la de su antepasado el Homo
ergaster. El Homo antecessor representa la población que dio origen a nuestra rama.
Uno de las conclusiones más controvertidas sobre estos restos es la afirmación de que los humanos de esta
época eran caníbales. Este canibalismo se basa en varios hechos. El lugar donde se hallaron los restos debía de
haber sido en esa época la boca de la cueva, el lugar donde normalmente se encuentran los restos de comidas
efectuadas por carnívoros o humanos, aprovechando la tranquilidad y la sombra.
Alrededor de los restos humanos se han encontrado multitud de restos de herramientas y esquirlas, como si
estuviesen directamente relacionados con ellos. Pero la prueba definitiva fueron las marcas de filos de piedra
en los huesos, que indicaban una descarnación premeditada.
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Se han encontrado casos de descarnación no alimentaria, pero en este caso se ve claramente que los cortes se
hicieron empleando las mismas técnicas empleadas por los seres humanos con los animales de los que se
alimentaban. Tras esto se podía afirmar que los primeros europeos eran caníbales.
El Homo antecessor, sería el descendiente del Homo ergaster y antepasados de los neandertales, es decir, son
grupos de origen africano pero que van a instalarse en Europa durante cientos de miles de años,
evolucionando en nuestro continente hacia los famosos neandertales, los cuales se extinguieron hace unos
30.000 años.
Homo antecessor era alto, fuerte y de pequeño cerebro, pero con una cara muy similar a la nuestra, es decir,
con un aspecto más moderno que otros grupos humanos más recientes o próximos en el tiempo.
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Esta cara moderna del H. antecessor podría estar indicando que se trata de poblaciones directamente
emparentadas con la humanidad actual. Dicho de otra forma, los humanos de la Gran Dolina serían
antepasados nuestros y de los neandertales, serían el tronco de donde surgirían dos líneas evolutivas que no
volverían a encontrarse hasta hace unos 100.000 años en Palestina y 40.000 años en Europa.
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