[Otras ediciones en: Italica (Santiponce, Sevilla). Actas de las Primeras Jornadas sobre Excavaciones Arqueológicas en Italica. Excma. Diputación Provincial de Sevilla, septiembre 1980 (Excavaciones arqueológicas en España 121), Madrid, Ministerio de Cultura, 1982, 293-298 (también en A. Blanco Freijeiro, Opera minora selecta, edición de J.M.ª Luzón − P. León, Sevilla 1996, 433-440). Versión digital por cortesía de los herederos del autor, con cita de la paginación original]. © Herederos de Antonio Blanco Freijeiro © De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia La Italica de Trajano y Adriano Antonio Blanco Freijeiro [-293→] Un reciente y afortunado hallazgo efectuado por Alfonso Jiménez en el teatro de Italica nos permite corregir la restitución que propusimos para una de las lagunas de la inscripción de la orchestra y tal vez atisbar algo más acerca de la prosopografía italicense. Se trata de una letra, que por estar rehundida con respecto a los fragmentos del resto de la inscripción había pasado inadvertida a los excavadores en el momento de poner al descubierto los pedazos del epígrafe. La letra es una T, seguida de los restos de una I y precedida de un punto. La pieza encaja y se corresponde con la C inicial del segundo nombre de los donantes de la orchestra y de otras partes del teatro, nombre que ahora viene a ser presumiblemente Gaius Ti(tiu)s Pollio, colega en el dunvirato, y en el pontificado de Augusto, de su presumible pariente Lucius Blattius Traianus Pollio. Como en otro lugar he propuesto 1, la inscripción y las obras a que se alude parecen corresponder a los primeros años del principado de Tiberio, esto es, poco después del 14 de la Era. Si en Italica hubo una familia, acreditada aquí por vez primera, de Titii, a ella pudieran pertenecer unos Titii de Roma a los que hasta ahora sólo se conocía como Hispani. Eran dos tribunos muy jóvenes de la Legio V, que militaban en el bando de Cesar y cayeron en manos de los pompeyanos en la campaña de África del 46 a. C. Los pompeyanos los ejecutaron, una acción que fue vituperada en Roma incluso por quienes no simpatizaban con su padre, como le ocurría a Cicerón 2. El padre de estos jóvenes pertenecía, junto con el joven Balbo y con Decidius Saxa, a la primera promoción de senadores españoles, y no era como Balbo un "Hispanus", sino un "Hispaniensis", o sea no un púnico o un ibero romanizado, sino un hispanorromano. La inscripción de Italica viene a hacer probable que allí tuviera su segundo origen, su origo posterior, porque la primera, la indicada por el gentilicio Titius, era seguramente italiana. Los italicenses, en efecto, nunca se olvidaron de Escipión, el fundador de la ciudad ni dejaron de alardear de su rancia prosapia itálica. Así lo demuestra el que los Ulpios conservasen el recuerdo de proceder de Todi, la antigua Tuder, la ciudad umbra lindante con Etruria (con el territorio de Volsinies), de donde tenemos, como notable obra de 1 2 A. Blanco Freijeiro, "Epigrafía en torno al acueducto de Segovia", Segovia y la Arqueología Romana, Barcelona 1977, 131 ss. Bell. Afr. 28,2: "duo Titi Hispani adulescentes, tribuni militum legionis V, quorum patrem Caesar in senatum legerat". El patronímico no prueba que fuesen hispanorromanos, pero lo hace sumamente verosímil. Cf. Münzer en RE s.v. "Titius" col. 1557 © Herederos de Antonio Blanco Freijeiro © De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia 2 Antonio Blanco Freijeiro: La Italica de Trajano y Adriano arte, la estatua de bronce del siglo IV a. C. de un guerrero, conocido hoy como Marte de Todi 3 . De allí provenían, pues, los antepasados de Trajano 4. Por su parte, los Aelii eran oscos, pues, como el propio Adriano gustaba de recordar, procedían de Hadria, en el extremo suroriental del Piceno. no lejos de la costa. Al incidir en este punto, la Historia [-293→294-] Augusta 5, distingue entre una origo vetustior y una origo posterior de la familia de Adriano, la primera Hadria, la segunda Italica: Origo imperatoris Hadriani vetustior a Picentibus, posterior ab Hispaniensibus manat; si quidem Hadria ortos maiores suos apud Italicam Scipionum temporibus resedisse in libris vitae suae Hadrianus ipse conmemorat. Obsérvese, de paso, cómo el italicense Adriano no se olvida de recalcar que el asentamiento de la familia se había producido en tiempos de los Escipiones. Para Sir Ronald Syme 6 los Ulpii y los Aelii son las únicas familias italicenses a las que se puede extender un certificado de pertenencia al orden senatorial. El que no quepa hacer lo mismo con otros linajes se debe a la inseguridad de que tuviesen su patria en Italica, aunque su encuadramiento en la tribu Sergia, que era la tribu de Italica, pueda constituir un indicio (no, desde luego, una prueba); pero el mismo Syme reconoce que el amigo de Adriano, Aulus Platorius Nepos, cónsul sufecto en el 119, perteneciente a la tribu Sergia, y Publius Cornelius Balbinus, cónsul en el 137, pudieran serlo también. Más confiado que Syme, Robert Etienne aún asigna a Italica otros senadores del pueblo romano: L. Iulius Ursus Servianus, casado con Domitia Paulina, la hermana de Adriano, y cónsul tres veces durante su larga vida; Publius Acilius Attianus, tutor de Adriano junto con Trajano y prefecto del pretorio en tiempos de éste (pertenecía por tanto al orden ecuestre, pero Adriano lo hizo entrar en el senado inter consulares al despojarle de la prefectura); Publius Coelius Apollinaris, cónsul sufecto en el 111 y padre de Coelius Balbinus: e incluso a Lucio Licinio Sura, el brazo derecho de Trajano, pese a que la inscripción acreditativa de que el Arco de Bará fue hecho ex testamento suyo, aboga por su oriundez Tarraconense 7. Esta clase de élite —senadores y caballeros— suele abandonar su patria chica a impulsos de la ambición y del afán de figurar en el gran mundo, y en muchos casos no regresa más a sus lares. El hecho está documentado con numerosos pormenores en casos como los de Séneca y mucha de su parentela: la mayor parte del clan no volvió más a Córdoba después de hacer la mudanza a Roma; las fincas que Séneca adquiere —muchas, al parecer— radican todas ellas en Italia. Tibur, la fresca Tivoli, donde el aire es fragante y cantan las fuentes, fue el íntimo refugio de Adriano, pero también lugar de reposo y de retiro para otros muchos senadores españoles 8. Allí dedicaron éstos a su compatriota Adriano la inscripción que proclamaba sus larguezas: liberalitates pub(lic)... erga provinciam Hispaniam Beaticam, desde el día de agosto del 117 en que Adriano asumiera el imperio hasta la fecha de la redacción del documento en 19 o 29 de diciembre del 135 9. Importa tener presentes estos datos, porque si bien es cierto que Adriano se mostró generoso con numerosas ciudades de todo el mundo (recuérdese la "ciudad de Helbig, Führer, I4, 7 4 Epit. Pseudo-Victor, 13, 1: Ulpius Traianus ex urbe Tudertina. 5 Vita Hadr. 1. 6 R. Syme, "Hadrian and Italica", JRS LIV (1964) 145, reimpr. R. Syme, Roman Papers, Oxford 1979, 621, al que en adelante nos referiremos como "Syme, HaI" 7 R. Etienne "Les sénateurs espagnols sous Trajan et Hadrien", Les Empereurs Romains d'Espagne, París 1965, 55 ss., citado en adelante Les Empereurs, pág. 82. R. Syme propone Celsa como patria de Sura. 8 R. Syme, Tacitus, 602. 9 Dessau, ILS 318. 3 © Herederos de Antonio Blanco Freijeiro © De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia Antonio Blanco Freijeiro: La Italica de Trajano y Adriano 3 Adriano" en Atenas, al lado de la "ciudad de Teseo"), y que aceptó magistraturas honoríficas de muchas de ellas, abundan en lo mismo que señala Dión Casio acerca de la generosidad de Adriano 10, para con su patria a la que honró "con muchos y espléndidos dones". Pero no todos los aristócratas italicenses seguían el mismo rumbo. Para triunfar en Roma había que tener padrinos influyentes o una excepcional capacidad de abrirse camino. Las oportunidades eran muchas, muchas más que en la pequeña urbe provinciana, pero también eran muchos los aspirantes a los buenos puestos y éstos solían ir a parar a manos de los palaciegos y de sus amistades. Por ello eran numerosísimos los que desempeñaban el servicio militar como tribunos, veían algo de mundo desde el cargo, y [-294→295-] después volvían a su terruño sin preocuparse de entrar al servicio del estado. Para éstos el tribunado legionario era una mera cuestión de prestigio. Una vez de vuelta en su ciudad, los honores locales, los sacerdocios locales y provinciales, los placeres de la vida campestre y ciudadana —la caza entre otros— les aguardaban. Así debieron ser los comienzos de este Marcus Cassius Caecili(anus), que llegó a ser flamen perpetuus divi Traiani, flaminalis provinciae Baeticae, y duumvir Coloniae Splendidissimae Italicensis, como reza la inscripción recientemente exhumada por Pilar León. Es muy posible que aparte de la fortuna que le permitió regalar a Italica las estatuas de plata instaladas en el senado local, tuviese en su haber un tribunado legionario en algunas de las unidades que habían combatido en Dacia y en Armenia durante el reinado de Trajano. Cuando a sus quince años, después de vestir la toga viril, vuelve Adriano desde Roma a su ciudad natal, "entra al punto en la milicia y cobra una afición a la caza tan exagerada, que llegó a ser criticado por ella". Así lo dice la Historia Augusta 11. Esto quiere decir dos cosas: que existía un collegium iuvenum, donde estos "niños bien", llamémosles así, recibían la educación premilitar antes de desempeñar e! tribunado legionario, y que entre los ejercicios de la milicia ecuestre entraban las cacerías a caballo. Suponer como supone Sir Ronald Syme 12 que en este tiempo Adriano adquirió una posible inquina hacia los italicense, no está en modo alguno justificado por su conducta hacia su patria y hacia la Bética en el ulterior transcurso de su vida. De todas maneras, y por prurito de archivo, traducimos sus palabras: "La Italica de Adriano se alzaba como un monumento de la gratitud a la patria parentesque. Su esplendor era como un puñetazo en el ojo para la Hispalis comerciante. Mas aún que eso, un desafío a las ciudades históricas del viejo mundo. Y sin embargo, el Emperador se abstuvo de visitar sus lares. Es posible que lo estuviesen esperando a finales del 122, cuando después de Britannia, cruzó la Galia y llegó a Tarraco". "Una sospecha de abre paso —continúa Sir Ronald—. Quizás Adriano no se sintiese del todo cómodo con los italicenses. En su breve estancia entre ellos puede haber sido incapaz de ganarse el afecto de sus coetáneos en el collegium iuvenum o la aprobación de los hombres de edad que no habían sido capaces de liberarse de una existencia municipal y de gozar del ancho mundo. La pequeña comunidad no siempre perdona, como descubrió Marcial cuando volvió a Bilbilis" 13. El afecto de Trajano hacia Italica está testificado —y no me apoyo en este instante en corroboraciones arqueológicas— por su empeño en que su sobrino y pupilo Adriano, huérfano desde los diez años y confiado a su tutela y a la del también italicense (proba10 Dio Cass. 69,10,1; A. García y Bellido, Colonia Aelia Augusta Italica, Madrid 1960, 74. Hadr. 2,1. 12 Syme HaI., 622. 13 Martial XII, praef: accedit his municipalium robigo dentiutn et iudici loco livor, et unus aut alter mali: in pusillo loco multi. 11 © Herederos de Antonio Blanco Freijeiro © De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia Antonio Blanco Freijeiro: La Italica de Trajano y Adriano 4 ble) Acilius Attianus, pasase en la ciudad patria los dos años cruciales de su mocedad anteriores al tribunado. Era cuando menos un obligado gesto de respeto a la estirpe, a los mayores, gesto que para la mentalidad conservadora y respetuosa con la tradición de un hombre como Trajano convenía realizar precisamente entonces, por si en los años venideros y con una acelerada carrera militar y administrativa por delante, no había otra oportunidad de hacer. Es este un punto que nadie ha puesto en tela de juicio y en el que, por tanto, no es menester demorarse. Pasemos al testimonio de la arqueología y veamos qué datos han proporcionado los estudios y excavaciones de estos últimos años. Las magníficas termas de la ciudad vieja de Italica —no de la "nova urbs" de Adriano—, tan fuera de lo común por su arquitectura como por las obras de escultura imperial encontradas en ellas, conocidas hoy como "Los Palacios", lo eran antaño como "Armería de Trajano" sin que sepamos por qué, tal vez porque algún testimonio escultórico o epigráfico (y aquí es de recordar que la obsesión de Trajano por inscribir su nombre en todas partes le granjeó en Roma el cognomen de [-295→296-] herba parietina) estableciese claramente la relación del edificio con este emperador. Pero es que amén de eso, la limpieza y el estudio realizado aquí por José M.ª Luzón, prueban que la obra latericia de estas termas, tan distinta de las obras del mismo género atribuibles a Adriano o a su época, fue realizado con suma probabilidad en tiempos y por munificencia de Trajano, pues ni dicha técnica se dominaba en España, ni aquí tenía tradición ni podía tenerla, puesto que aún en la Roma de entonces se estaba consolidando. Y en tercer lugar, la mayor novedad: la institución de un flamen perpetuus divi Traiani, como acabamos de saber que lo fue el italicense M. Cassius Caecilianus, es la más fehaciente prueba de los sentimientos de afecto —a los que no sería ajeno el de la gratitud— que unían a Italica con la memoria del más ilustre de sus hijos. Según la Historia Augusta 14, Adriano nació en Roma —natus est Romae— el 24 de enero del 76. El texto es clarísimo y dignísimo de fiar por estar basado en una autobiografía del propio Adriano. Por tanto, Sir Ronald Syme está en su perfecto derecho a creer que ese aserto no es una ficción (la palabra, fiction, es de Magie, en su edición de la HA, en la Loeb Clasical Library) sino un dato plenamente compatible con las demás alusiones que se hacen a la patria del emperador tanto en la HA como en las obras de otros autores. En efecto, la patria, de donde la persona recibe su origo, no es el lugar de nacimiento, tantas veces resultado del azar, sino donde se tienen los penates, los parentes, las raíces verdaderas de la gens. Otra de las más interesantes inscripciones acabadas de aparecer en Italica, la de Vibia Modesta, consigna Mauretania, o sea Marruecos, como lugar de su origo, pero ella pudo muy bien haber nacido en Italica aunque no lo diga. Sir Ronald ha hecho, pues, muy bien clarificando este punto. Dado que Adriano pasó en Italica parte de su juventud, aceptó más tarde, aunque fuese a título honorífico, ser dunviro quinquenal de la colonia 15, la colmó de favores, etc. sus vínculos con la patria fueron mucho más efectivos de lo que pudieran ser por la simple efemérides de su nacimiento. Es oportuno recordar en este contexto, y así lo hace Syme, el caso de Claudio, que nació en Lugdunum (Lyon) y no por eso fue considerado un lugdunense (salvo por Séneca, que en tono vejatorio lo tilda de "Gallus germanus" en su obra satírica). Pero en el caso de Adriano la cuestión no es tan sencilla y si se quiere hacer objeto de debate, no faltan argumentos para detenerse en ella. Así lo ha hecho con una seriedad 14 15 Hadr. 1, 3. Hadr. 19, 1. © Herederos de Antonio Blanco Freijeiro © De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia Antonio Blanco Freijeiro: La Italica de Trajano y Adriano 5 muy germánica Rolf Nierhaus en su interesante contribución al homenaje a Swoboda 16. Cuatro son los aspectos fundamentales de que nuestro querido colega se ocupa en este trabajo: 1. ¿Es posible detectar alguna influencia de la patria bética de Adriano en el desarrollo de su personalidad, especialmente durante su juventud? 2. ¿Quiénes son los italici de la HA v. Hadr. 12,4 y qué dice este pasaje acerca del comportamiento de Adriano con su vieja patria? 3. ¿Qué pretenden los ciudadanos de Italica con la conversión del estatuto de su ciudad de municipio a colonia? 4. ¿Qué información pueden dar la arqueología y la epigrafía sobre la actividad constructiva de Adriano en España? En el punto 2, dirigido especialmente contra la interpretación de Sir Ronald y el 3, están magistralmente desarrollados por Nierhaus y convencen efectivamente en esta conclusión: "el comportamiento de Adriano hacia su antigua patria no estuvo condicionado [-296→297-] ni por una inclinación especial ni por un especial despego, sino por una distante frialdad y objetividad" 17. Las otras dos preguntas se prestan a discrepancia. Nierhaus concede especial relevancia a las consecuencias de lo ocurrido a Adriano en el senado de Roma cuando a los 25 años y siendo cuestor leyó un discurso de Trajano con un acento tan aldeano que provocó la risa en el auditorio 18. El suceso impulsó a Adriano a dedicarse a la lengua latina con el mismo entusiasmo con que desde niño se había consagrado al griego. Pero Nierhaus saca de ahí dos consecuencias: que el acento con que hablaba Hadriano era un acento bético, adquirido o bien en Italica o bien en su propia casa de Roma, donde la familia y el servicio serían andaluces, y que aquel suceso provocó en él, como reacción sicológica, "un despego hacia todo lo que venía de su patria bética" 19. Un romano de veinticinco años, que había descuidado sus estudios de latín y llevaba diez años de vida militar, primero en la milicia hecha en Italica y después en tres tribunados legionarios en el limes germánico, bien podía tener un acento poco académico sin que ese acento fuese necesariamente andaluz. El conocido pasaje de Cicerón 20 acerca de los poetas cordobeses y su acento "ampuloso y extranjero" (pingue quidam sonantibus et peregrinum) no puede aplicarse al presente caso, porque los acentos de un cordobés y de un italicense antiguos han podido diferir tanto como hoy difieren el de un cordobés y el de un sevillano. El sello de una cañería de plomo hallada en la Casa del Planetario de Italica y recién publicada por Alicia Canto 21 nos ofrece las siglas de la ciudad C.A.A.I., iniciales de Colonia Aelia Augusta Italica. Aunque no tuviéramos otras pruebas —y bien abundantes las tenemos— el hecho de que Italica alcanzase el estatuto de colonia merced a Adriano, venciendo tal vez la resistencia de éste a sentar un precedente que animase a otros municipios a seguir el mismo camino, y uniese para siempre a su nombre tradicional el gentilicio del Emperador, bastan a demostrar la buena armonía reinante entre éste y aquélla. La sola falta de documentos acreditativos de la presencia de Adriano en Ita16 R. Nierhaus, "Hadrians Verhaltnis zu Italica", Corolla memoriae Erich Swoboda dedícata, 151 ss. Op. cit. 167. 18 Hadr. 3,1: in qua (quaestura) cum orationem imperatoris in senatu agrestius pronuntians risusesset, usque ad summam peritiam el facundiam Latinis operam dedit. 19 Op. cit. 154. 20 Pro Archia 26. 21 A.M. Canto, "El acueducto romano de Italica", MM 20 (1979) 320 figura 16b y c. 17 © Herederos de Antonio Blanco Freijeiro © De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia 6 Antonio Blanco Freijeiro: La Italica de Trajano y Adriano lica en sus años de emperador, falta que pudiera ser fortuita y verse un día remediada por el hallazgo de algún testimonio, no es suficiente para imputarle desvío hacía su patria, y mucho menos, por supuesto, inquina o antipatía. A la pregunta número cuatro de Nierhaus —¿Qué información pueden dar la arqueología y la epigrafía sobre la actividad constructiva de Adriano en España?— cabe responder por lo que a Italica y Sevilla concierne: 1.º El hallazgo de cañerías de plomo selladas con las iniciales de imp(erator) C(aesar) H(adrianus) A(ugustus) que demuestran que fueron obra suya no sólo las termas llamadas Baños de la Reina Mora, sino todo el acueducto que traía el agua desde la Huerta de Tejada 22. 2.º Los miliarios monumentales con inscripción en cartela moldurada Hadrianus Aug(ustus) fecit que permiten atribuirle la vía que desde Tejada conducía a Ilipa Magna y a la misma Italica 23. A propósito de ellos escribe García y Bellido: "Adviértase que estos miliarios son de corte y traza excepcionales. Son, pudiéramos decir sin hipérbole, de lujo". Están perfectamente trabajados simulando una columna con basa y collarino y llevando en su mitad superior un elegante marco moldurado dentro del cual, en capitales de traza muy correcta, la inscripción antes dicha". [-297→298-] 3.º El templo de la calle de Mármoles, de Sevilla, y los capiteles de Italica, del Museo Arqueológico Hispalense, que prueban que justamente en tiempos de Adriano la arquitectura de esta zona abandona tanto la tradición augústea, a que aún se mantiene fiel la Tarraconense, a juzgar por el Arco de Bará, como los residuos de formas más autónomas y provincianas perceptibles en el templo de la calle de Claudio Marcelo en Córdoba. Se trata específicamente de capiteles y de basas idénticos a los del Pantheon y a los de Villa Adriana en Tivoli, libres de todo lo estancado y de color local tan patente en la arquitectura hasta entonces al uso. 4.º La pujanza de la escultura de la época, especialmente en Italica y en dos aspectos muy concretos: estatuas imperiales de Augusto y de Trajano, a las que probablemente acompañaban las de Adriano hoy acéfalas y no compensadas por el busto de este emperador, por ser éste con seguridad posterior a su muerte, si bien importante como documento de la continuidad del afecto de la ciudad hacia el César desaparecido. El segundo aspecto es la cantidad de copias de estatuas griegas, tanto de dioses (las dos estatuas de Diana, de Damophón de Lycosura, el Mercurio, etc.) como de tipos ideales (el Anadúmeno de Mirón, el Meleagro de Skopas, el "Sátiro en reposo" de Praxíteles, que si no se pueden atribuir a mecenazgo de Adriano, reflejan una helenización no manifiesta en otras ciudades hispanas y muy acorde con los gustos del que desde niño era apodado "Graeculus". Las ruinas de Italica han sufrido muchos y graves despojos, como las últimas excavaciones nos han hecho constatar una vez más. Aun así, en medio de tantas pérdidas, no han faltado en esta ocasión datos e indicios nuevos e interesantes. Creo que sin apartarnos de la serena y moderada estimación de las perspectivas que Italica ofrece, podemos alimentar la esperanza de que trabajando en ella logremos un mejor conocimiento de los excelentes emperadores romanos que allí vieron la luz. 22 23 Véase A. Canto, op. cit. A. García y Bellido, "La Italica de Hadriano", Les Empereurs, 21 s. lám. III, figura 4. Para la atribución de la vía, A. Canto, op. cit. © Herederos de Antonio Blanco Freijeiro © De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia