IATROGÉNESIS SOCIAL MARIO PARADA LEZCANO IATROGÉNESIS SOCIAL 2 "Incluso en aquellas circunstancias en que el médico posee el equipo necesario para interpretar el papel técnico al que aspira, inevitablemente cumple también funciones religiosas, mágicas, éticas y políticas. En cada una de estas funciones el médico contemporáneo es más patógeno que curativo o que simplemente anodino" Iván Illich "Soy algo muy distinto de la más sublime invención que haya producido yo mismo y de la convicción más profundamente sentida que me haya invadido, y nunca debo permitir que estas invenciones y convicciones lleguen a dominar y a convertirme en su obediente servidor" Paul K. Feyerabend. IATROGÉNESIS SOCIAL 3 INDICE INTRODUCCIÓN 4 EL PLANTEAMIENTO DE ILICH Su contexto Némesis Médica 5 5 6 IATROGÉNESIS Iatrogénesis Clínica Iatrogénesis cultural Iatrogénesis Social Contraproductividad Reformas propuestas 8 8 9 11 16 17 DISCUSIÓN El cientificismo científico El consumismo que consume 18 20 24 REFLEXIONES FINALES 288 BIBLIOGRAFÍA 28 IATROGÉNESIS SOCIAL 4 INTRODUCCIÓN Buscando material bibliográfico para la confección del trabajo del curso de Sociología de la Ciencia del Programa de Doctorado en Sociología de la UAM, encontré en una estantería de la Biblioteca Central de la UNED un ejemplar de "Némesis Médica". El encuentro con esta obra del sociólogo Ivan Ilich, escrita con brillantez intelectual y coherencia ideológica, implicó que las ideas preliminares que tenía para desarrollar aquel trabajo cambiaran y que surgieran otras relacionadas con los contenidos del curso en cuestión y con los de otro, Controversias de la Teoría Sociológica Contemporánea, para el cual también debía presentar trabajo. Ciertamente Némesis Médica motivó una serie de reflexiones absolutamente atingentes a las materias de ambos cursos y en relación con un tema que me resulta del todo familiar y en el cual he desarrollado mi experiencia laboral: la Salud Pública. Además, su lectura abrió una gran cantidad de interrogantes, que considero aún sin respuesta suficiente y de total vigencia en el mundo occidental de comienzos de siglo. En "Némesis Médica" publicado en 1976, Iván Illich introduce por primera vez en ciencias sociales el término Iatrogénesis, el cual se refiere a los efectos negativos que produce el ejercicio e institucionalización de la medicina moderna sobre la gente y la sociedad. Illich clasifica la iatrogénesis en tres tipos distintos, claramente diferenciables por la naturaleza de los efectos y los niveles causales involucrados: Clínica, Social y Cultural. En cada uno de sus capítulos entrega un pormenorizado y crítico análisis de estos efectos, y concluye entregando algunas propuestas de solución para lo que él denomina la "catástrofe de la medicalización de la sociedad moderna". El desafío que se me planteaba por lo tanto, era de gran interés y de no menor envergadura. Comencé a buscar más bibliografía en el tema y a explorar muy especialmente dos autores que consideraba insuficientemente estudiados por mí y que ciertamente tuvieron mucho que decirme respecto a los planteamientos de Illich en Némesis: Jurgen Habermas y Paul K. Feyerabend. Pronto me di cuenta el volumen de material existente tanto para la discusión del tema en particular como de las teorías de estos autores era bastísima y una empresa digna de abordar en una Tesis Doctoral. Fue el momento en que mis pretensiones intelectuales tuvieron que ser sometidas al filtro de la realidad, las intensiones adecuarse a los tiempos y las pretensiones ser coherentes con las energías. En ésto el verano madrileño de 1999 tuvo mucho que decir y mucho que definir. Finalmente, luego de la lectura y el ordenamiento de las ideas originarias, el trabajo fue decantándose hacia los aspectos que consideré más importantes y atingentes a mi especialización, así fue como elegí profundizar más en la Iatrogénesis Social. Las otras dos, clínica y cultural, las tuve que dejar de lado para un mejor momento. Por ende el trabajo que ahora presento sólo pretende describir los aspectos fundamentales del planteamiento crítico de Illich respecto de los efectos que tienen, sobre la sociedad, el desarrollo y acción de los sistemas de salud en el mundo occidental, donde la medicina moderna es su sustento y condicionante clave. Además, pretendo dar a conocer los argumentos entregados por el autor en este tema tan importante para la vida cotidiana de la gente, que resultan de alto interés no sólo por lo agudo de su análisis en el asunto en cuestión, sino también por el aporte que implican en el debate de otras problemáticas de la ciencias sociales en la actualidad, tales como la globalización, el pensamiento único, el futuro del capitalismo, etc. IATROGÉNESIS SOCIAL 5 Por último he hecho una breve discusión de estos planteamientos, utilizando algunos autores como los señalados que, desde mi punto de vista, potencian y contextualizan de mejor manera las argumentaciones de Illich hechas ya hace más de dos décadas. Las pretensiones megalómanas que surgieron durante la primera lectura de Némesis Médica han quedado, por tanto, transformadas en este modesto producto que sólo pretende dar cuenta del tema y de algunos de los múltiples acercamientos que se pueden hacer a él. EL PLANTEAMIENTO DE ILICH "La medicalización constituye un prolífico programa burocrático basado en la negación del derecho de cada hombre a enfrentar el dolor, la enfermedad y la muerte" "Pasar la vida en un hospital es obviamente malo para la salud" "La iatrogénesis cultural se produce cuando la gente acepta la manipulación de la salud planeada a partir de un modelo mecánico, cuando se conspira con la intención de producir algo llamado "mejor salud" como si fuera un artículo de consumo" Su contexto Illich es un teórico que se encuentra entre los exponentes más relevantes, coherentes y críticos del industrialismo, contribuyendo fuertemente en la edificación de esta teoría que es una de las más predominantes e influyentes en la década de los setenta para explicar nuestras sociedades modernas. Fue director de un centro académico de ciencias sociales en Cuernavaca, México, concentrando su atención en las sociedades industrializadas, poniendo el máximo énfasis en los Estados Unidos, por consiguiente, la mayoría de sus referencias las saca de los países desarrollados de occidente, en los que basa también la mayor parte de sus categorías. El industrialismo es una teoría a la que se recurre para explicar la naturaleza de nuestras sociedades occidentales desarrolladas. Apoyada básicamente en un cierto determinismo tecnológico, debe mucho a Weber, entiende que la naturaleza industrial de la tecnología define a las organizaciones sociales en su totalidad. Según los teóricos del industrialismo, la industrialización supone que el control de la sociedad ha pasado desde los propietarios del capital a los administradores del mismo y de éstos a los tecnócratas, es decir a las burocracias. La construcción intelectual y filosófica del edificio ideológico del industrialismo tiene como requisitos básicos las jerarquías y las dependencias dentro de aquellas jerarquías. En lo más alto está el experto, el burócrata; en el extremo inferior está el súbdito de esa burocracia, el que recibe o consume los bienes, materias o servicios que aquella administra. Los ideólogos del industrialismo, incluyendo a Illich, predijeron el desarrollo inevitable de sociedades de tipo unitario que llevaran a un modelo urbano industrializado, algo muy similar a lo que vivimos actualmente en la era de la "globalización posmoderna". Parecen compartir un punto de vista que se puede definir como el del republicanismo jeffersoniano, el cual recomienda la desburocratización de nuestra sociedad; cambiar la marcha de la industrialización y el crecimiento rompiendo con los monopolios profesionales, y de otro cariz, para volver al mercado libre de bienes y servicios; y renovar el énfasis sobre la seguridad en sí mismo y la autonomía del individuo. Sin IATROGÉNESIS SOCIAL 6 embargo, Illich a lo menos en Némesis Médica, no aparece tan cercano a estas posturas y arremete fuertemente contra el mercado de la salud, cayendo incluso en enfoques que pueden ser considerados anarquistas. Illich es un crítico duro del industrialismo, cree que es la principal de cuantas fuerzas configuran nuestras sociedades y que un inevitable, "creciente e irreparable daño acompaña a la expansión industrial en todas las secciones", incluyendo la medicina. Némesis Médica En Némesis Médica se nos plantea que se cierne sobre nosotros una crisis de confianza en la medicina moderna y que se requiere de gente organizada para una acción política que desafíe el poder cimentado en el status quo de las profesiones de la salud, decididas a expandir más aún su monopolio y cientificismo en el cuidado de la salud que prevalecen en todas las sociedades occidentales. Se nos señala que durante las últimas generaciones el monopolio médico sobre la asistencia a la salud se ha expandido sin freno y ha coartado nuestra libertad con respecto a nuestro propio cuerpo, provocando con ello una serie de efectos negativos no sólo sobre los individuos sino también sobre la sociedad y la cultura. Para sostener las anteriores aseveraciones, polémicas y revolucionarias, el autor entrega una serie de argumentos de carácter sociológico sustentados en un enfoque crítico, ideológicamente claro y extraordinariamente documentado. La principal crítica planteada es que la asistencia sanitaria se ha transformado en una empresa productora de enfermedades debido a la intensidad de una dedicación ingenieril por parte de los médicos, que además hegemoniza el poder en dichas instituciones, que ha reducido la sobrevivencia humana, llevándola de un buen desempeño del organismo al mero resultado de una manipulación técnica. Por lo tanto, para Illich existe un nivel crítico de intensidad de este fenómeno, por sobre el cual la asistencia institucionalizada a la salud -no importando que adopte la forma de cura, prevención, o ingeniería ambiental- equivale a la negación sistemática de la salud. Esta paradoja de las sociedades industrializadas, es exacerbada por otra: allí en donde existen gobiernos que tienen el compromiso social de proveer a todos los ciudadanos de las producciones casi ilimitadas del sistema médico, el fenómeno es aún mayor y más profundo. Todo lo cual amenaza con destruir masivamente las condiciones ambientales y culturales necesarias para que la gente viva una vida autónoma saludable. El sistema sanitario medicalizado resulta patógeno desde este punto de vista por tres motivos: 1. ya que inevitablemente se producen daños clínicos al realizar la actividad médica, los cuales desafortunadamente superan sus posibles beneficios obtenidos y/o esperados; 2. los sistemas medicalizados no puede sino resaltar, en el acto mismo de oscurecerlas, las condiciones políticas que hacen insalubre la sociedad; 3. y porque tienden a mistificar y a expropiar el poder del individuo para sanarse a sí mismo y modelar su ambiente. IATROGÉNESIS SOCIAL 7 Todo lo anterior es lo que Illich denomina como iatrogénesis1, la cual no puede entenderse a menos que se vea como la manifestación específicamente médica de la contraproductividad específica2. Illich designa a la espiral autorreforzante de retroalimentación institucional negativa de los daños producidos por el médico y el equipo de salud, con un equivalente del clásico griego y la llama Némesis Médica. Némesis representaba la venganza divina que caía sobre los mortales que usurpaban los privilegios que los dioses guardaban celosamente para sí mismos. Era el castigo inevitable por los intentos de ser un héroe en lugar de un ser humano. Representaba la respuesta de la naturaleza a Hybris: la arrogancia del individuo que busca adquirir los atributos de un dios. Así dice que nuestra Hybris higiénica contemporánea ha conducido al nuevo síndrome de Némesis Médica. Una sociedad industrial avanzada, según estos planteamientos, es morbosa porque inhabilita a la gente para enfrentar su ambiente, generando que cuando la gente se quebranta, sustituye las relaciones rotas por una prótesis "clínica". La gente no se rebela contra tal ambiente ya que la medicina le explica su desorientación biológica como un defecto en la forma de vida impuesta o que ella misma se impone. Mientras más convincente sea el diagnóstico y más valiosa parezca ser la terapéutica, más fácil resulta convencer a la gente de que necesita ambas cosas y con menos probabilidad se rebelan contra el crecimiento industrial que es justamente el causante de tales males, según el autor. Ejemplifica sus planteamientos en la situación que denomina los "cinco rostros de la pobreza industrialmente modernizada" que aparecen caricaturizados en los acomodados ghettos que sirven de retiro a los ricos en las sociedades occidentales: 1. a medida que menos gente muere, en la juventud aumenta la incidencia de enfermedades crónicas; 2. más gente sufre lesiones clínicas por las medidas de salud; 3. los servicios médicos crecen más lentamente que la difusión y la urgencia de la demanda; 4. la gente encuentra cada vez menos recursos en su ambiente y en su cultura que pueden ayudarla a avenirse con su sufrimiento, y así está forzada a depender de los servicios médicos para atender una gama creciente de problemas triviales; 5. la gente pierde la habilidad de vivir con la invalidez o con el dolor y llega a depender del manejo de cada incomodidad por un profesional de servicio especializado. Para Illich la cura de la enfermedad iatrogénica, que abarca a toda la sociedad, es una labor política, y no profesional como es la habitual manera de enfrentar problemáticas sanitarias. Así la crisis de la medicina debería permitir al lego reclamar en forma efectiva su propio control sobre la percepción, clasificación y toma de decisiones médicas. A favor de esto señala que sólo la gente que ha recobrado la capacidad de proporcionarse asistencia mutua y ha aprendido a combinarla con la destreza en el uso de la tecnología contemporánea, puede no sólo salir de esta espiral iatrogénica sino también limitar el modo industrial de producción en otras áreas de importancia. 1 Término utilizado en la práctica clínica con frecuencia y que Illich extiende en su acepción médica. Ver más adelante. 2 La contraproductividad específica o paradójica es un indicador social negativo de una diseconomía que permanece encerrada en el sistema que la produce. La contraproductividad específica es un efecto secundario no deseado del crecimiento de la producción institucional inherente al sistema mismo que originó el valor específico. Ver más adelante. IATROGÉNESIS SOCIAL 8 Los indeseables subproductos fisiológicos, sociales y psicológicos del progreso diagnóstico y terapéutico se han vuelto resistentes a los remedios médicos. Además se debe recordar que el poder profesional de los médicos es el resultado de la delegación política de la autoridad autónoma a las ocupaciones de la salud, realizada durante el presente siglo por otros sectores de la burguesía universitaria y por tanto, resulta muy difícil de creer o de esperar que dicho poder pueda ser ahora revocado por aquellos que lo concedieron. Muy por el contrario, dice Illich, ya los médicos juzgan necesario robustecer su credibilidad pidiendo que se prohiban formalmente muchos tratamientos que tienen efectos dañinos y que son comunes hoy en día, y proponen restricciones al ejercicio médico que son a menudo tan radicales que resultan incluso inaceptables para la mayoría de los políticos. Aclara que todo lo anterior no significa, desde luego, que el saneamiento, la vacunación y el control vectorial, la educación sanitaria bien distribuida, la arquitectura saludable y la seguridad laboral, la competencia general en los primeros auxilios, el acceso igualitario a la atención médica dental y primaria, así como los servicios complejos juiciosamente seleccionados, no encajen en una cultura verdaderamente moderna que fomente la autoasistencia y la autonomía. Para el autor sólo un programa político encaminado a limitar el manejo profesional de la salud hará capaces a los hombres de recuperar sus poderes para prestar atención a la salud, y que tal programa es parte integral de una crítica y una restricción de amplio alcance del modo industrial de producción. IATROGÉNESIS Término proveniente del griego iatros (médico) que se utiliza para describir todas las modificaciones negativas sobre el estado de los pacientes generadas por la acción de los médicos. Se refiere por tanto a todas aquellas consecuencias deletéreas, no intencionadas, provocadas por la conducta de los médicos, o sus agentes, en su intención de diagnosticar, curar o rehabilitar la enfermedad. Iatrogénesis Clínica Referida a los efectos negativos tales como complicaciones o enfermedades, que produce la intervención clínica individual del médico sobre el paciente. Este es el tipo de iatrogénesis más conocida y la cual es enseñada en las facultades de medicina para evitar su producción, en el entendido que siempre existirán efectos no deseados de la acción curativa realizada. Es también la iatrogénesis más temida por el cuerpo médico y en general por todos los funcionarios de la Salud, ya que es la que motiva el desprestigio de la profesión y millonarios juicios en los países más desarrollados. Este tipo de iatrogénesis está descrita en los más antiguos tratados de medicina y en el pasado ha motivado incluso la muerte de sus causantes. Illich va aún más lejos del concepto tradicional y plantea incluso que debido a estos efectos no puede adjudicarse al ejercicio profesional de los médicos la eliminación de formas de mortalidad y morbilidad antiguas como la diarrea infantil, ni tampoco se le puede culpar por la mayor expectativa de una vida que transcurre sufriendo las nuevas o modernas enfermedades como el Sida. Los cambios más recientes en mortalidad, según él, desde los grupos más jóvenes hasta los de mayor edad pueden explicarse por la incorporación de recursos y procedimientos no médicos a la cultura del lego. En todas las naciones del hemisferio occidental, la prevención (por ejemplo el tratamiento IATROGÉNESIS SOCIAL 9 del agua para beber) y la educación se relacionan significativamente con la expectativa de vida, pero ninguna de las "variables de tratamiento" se hallan relacionadas en tal forma. Para apoyar estas aseveraciones Illich entrega una gran cantidad e notas bibliográficas de estudios científicos en estas materias. Señala además que el efecto iatrogénico de la actividad clínica médica se ha visto encubierto por la tecnologización excesiva del ejercicio de la medicina. "Lo que anteriormente se consideraba abuso de confianza y falta a la moral puede ahora atribuirse racionalmente a la falla ocasional de equipos y operadores. En un hospital tecnológicamente complejo, la negligencia pasa a ser un error humano aleatorio y la incompetencia se transforma en falta de equipo especializado. La despersonalización del diagnóstico y la terapéutica hace que el ejercicio profesional impropio deje de ser un problema ético y se convierta en problema técnico. El paciente en las garras de la medicina contemporánea es sólo un ejemplo más de la humanidad atrapada en sus técnicas perniciosas".3 Es así como, en nuestra sociedad, la nosología se encuentra casi totalmente medicalizada; la salud "enferma" que no ha recibido etiqueta del médico se desecha como fingimiento o ilusión. Además, mientras se trate la enfermedad iatrogénica como una categoría dentro de la nosología establecida, no se podrá apreciar su contribución real al volumen total de enfermedades reconocidas. Debido a la iatrogénesis clínica, dice, no es factible anticipar un descenso en la mortalidad en base a un mayor gasto en la asistencia a la salud en países industrializados, si no se realiza una nueva distribución de fondos dentro del sector salud, combinada con el cambio social que el propugna y que será señalado más adelante. Iatrogénesis Cultural Es aquella que se da cuando el individuo es expropiado de sus creencias culturales en relación a la salud, la enfermedad, el dolor y la muerte. Es un síntoma patognomónico de esta iatrogénesis el hecho de que el término "sufrimiento" se haya vuelto casi inútil para designar una respuesta humana realista, porque evoca superstición, sadomasoquismo o la condescendencia del rico hacia el pobre. La medicina profesionalmente organizada ha llegado a funcionar como una empresa moral dominante que publicita la expansión industrial como una guerra contra todo sufrimiento. Para Illich la salud y el sufrimiento, como sensaciones experimentadas, son fenómenos que distinguen a los hombres de las bestias. Hay una correlación entre la salud y la capacidad para seguir siendo responsable de la conducta en el sufrimiento. El relevo de esta responsabilidad guarda correlación con una disminución de la salud. La salud culturada está limitada por el estilo de cada sociedad en el arte de vivir, celebrar, sufrir y morir. Cada cultura da forma a una Gestalt única de salud y a una configuración única de actitudes hacia el dolor, la enfermedad, la invalidez y la muerte, cada una de las cuales designa una clase de ese desempeño humano que tradicionalmente se llamó el arte de sufrir. La salud de cada persona es un desempeño responsable en un guión social. La ideología promovida por la cosmopolita empresa médica contemporánea va en contra de consolar, asistir y reconfortar a la gente mientras se cura. Socava 3 Ivan Illich. IATROGÉNESIS SOCIAL 10 radicalmente la continuidad de viejos programas culturales e impide el surgimiento de otros nuevos que darían un patrón para la autoasistencia y el sufrimiento. Sufrir, sanar y morir, actividades esencialmente intransitivas que la cultura enseñaba a cada hombre, son ahora reclamadas por la tecnocracia como nuevas zonas de creación de reglamentaciones y tratadas como malfunciones de las que habría que librar institucionalmente a las poblaciones. La civilización médica tiende a convertir el dolor en un problema técnico y priva así al sufrimiento de su significado intrínseco4. El dolor se convierte así en una demanda de más drogas, hospitales, servicios médicos y otros productos de la asistencia impersonal, corporativa, y en el apoyo político para un ulterior crecimiento corporativo, cualquiera que sea su costo humano, social o económico. Mientras la cultura tradicional reconoce al dolor como un "disvalor" intrínseco, intimo e incomunicable, la civilización médica considera primordialmente al dolor como una reacción sistémica que puede ser verificada, medida y regulada. El ámbito cultural no sólo proporciona la gramática y la técnica, los mitos y ejemplos utilizados en su característico "arte del bien sufrir", sino también las instrucciones de cómo integrar este repertorio. En cambio, plantea Illich, la medicalización del dolor ha fomentado la hipertrofia de sólo uno de estos modos -el manejo por medio de la técnica- y ha reforzado la decadencia de los demás. "El funcionario de la medicina contemporánea se encuentra en una posición diferente: su orientación primordial es el tratamiento, no la curación". Toda enfermedad es una realidad creada socialmente. Su significado y la reacción que evoca tienen una historia. El estudio de esa historia puede permitirnos entender, según el autor, el grado en que somos prisioneros de la ideología médica en que fuimos y somos formados. Lo que encuentra el paciente de hoy en el médico es la mirada de un contador biológico embebido en cálculos de "input, output" (insumo/producto). Le arrebatan su enfermedad y se la transforman en materia prima para una empresa institucional. Se interpreta su estado de acuerdo con un conjunto de reglas abstractas que él no comprende. Se le instruye acerca de entidades ajenas, pero sólo en la medida que el médico considere necesaria dicha instrucción para ganar la cooperación del paciente. Los médicos se apoderan del lenguaje: la persona enferma queda privada de palabras significativas para expresar su angustia, que aumenta más aún por la mistificación lingüística del medio medicalizado. La creciente dependencia del habla socialmente aceptable con respecto al lenguaje especial de una profesión elitista ha convertido la enfermedad en un instrumento de dominación de clase. Otro aspecto fuertemente afectado por la acción médica en el plano cultural es según Illich la percepción de la muerte. Recuerda que la imagen que una sociedad tiene de la muerte revela el nivel de independencia de su pueblo, sus relaciones interpersonales, su confianza en sí mismo y la plenitud de su vida. La imagen de la muerte que tiene el hombre blanco se ha difundido con la civilización médica y ha sido una fuerza importante de la colonización cultural. La imagen de una "muerte natural", una muerte que llega bajo la asistencia médica y nos encuentra en buena salud y avanzada edad, es un ideal bastante reciente. La historia de la muerte 4 La cultura hace tolerable el dolor interpretando su necesidad; sólo el dolor que se percibe como curable es intolerable. La experiencia dolorosa depende de cuatro factores funcionales además de la naturaleza y de la intensidad del estímulo, a saber: la cultura, la ansiedad, la atención y la interpretación. Todos ellos son modelados por determinantes sociales, por la ideología, la estructura económica y el carácter social. IATROGÉNESIS SOCIAL 11 natural5 es la historia de la medicalización de la lucha contra la muerte. De un encuentro que dura toda la vida, la muerte se ha convertido en el acontecimiento de un momento. Más que objetivo de la vida se ha convertido en la terminación de la vida. Hemos visto convertirse la muerte del llamamiento de dios en un acontecimiento "natural" y después en una "fuerza de la naturaleza". Los nuevos poderes atribuidos a la profesión médica dieron lugar a la nueva posición social del clínico. Una muerte oportuna con síntomas clínicos pasó a ser el ideal de los médicos de la clase media, y pronto habría de incorporarse en los objetivos sociales de los sindicatos. Cuando se aplica prevención de la muerte fuera de un contexto cultural en el que los consumidores se preparan religiosamente para las muertes en el hospital, la expansión de la medicina basada en el hospital constituye inevitablemente una forma de intervención imperialista. Se impone una imagen sociopolítica de la muerte; se priva a la gente de su visión tradicional de lo que constituye la salud y la muerte. Se disuelve la imagen de sí misma que da cohesión a su cultura y los individuos atomizados pueden ser incorporados en una masa internacional de consumidores de salud altamente "socializados". En lugar de modernizar las prácticas populares de autoasistencia, predican el ideal de la muerte en el hospital. Con sus servicios inducen a los campesinos a buscar interminablemente la buena muerte que se describe internacionalmente, búsqueda que los hará consumidores para siempre. Mediante la medicalización de la muerte, la asistencia de la salud se ha convertido en una religión monolítica mundial cuyos dogmas se enseñan en escuelas obligatorias y cuyas normas éticas se aplican a una reestructuración burocrática del ambiente: la sexualidad pasó a ser un tema del programa y en obsequio de la higiene, se prohibe que dos usen la misma cuchara. La medicalización de la sociedad ha traído consigo el fin de la época de la muerte natural. La muerte técnica ha ganado su victoria sobre el acto de morir. La muerte mecánica ha vencido y destruido a todas las demás muertes. Iatrogénesis Social "La medicina es una empresa moral y por ello da inevitablemente contenido al bien y el mal. En cada sociedad, la medicina, como la ley y la religión, define lo que es normal, propio o deseable. El médico decide qué es un síntoma y quién está enfermo. Es un empresario moral". El concepto de iatrogénesis social alude a cómo la medicina moderna occidental genera una sociedad mórbida que anima a la gente a consumir más y más medicina. La práctica de la medicina fomenta las dolencias de la gente reforzando el resultado de una sociedad enferma que anima a sus miembros a convertirse en consumidores de medicina curativa, preventiva, industrial y ambiental. Illich habla de iatrogénesis social cuando el daño médico a la salud individual se produce por un modo sociopolítico de transmisión. El término designa todas las lesiones a la salud que se deben precisamente a las transformaciones socioeconómicas que han sido hechas atrayentes, posibles o necesarias por la forma institucional que ha adquirido la asistencia a la salud. Se da cuando la burocracia 5 El término muerte natural se opone a la muerte primitiva, que llega por acción de algún agente misterioso, pavoroso, sobrenatural o divino, y a la muerte contemporánea, que a menudo se concibe como el resultado de una injusticia social, como la consecuencia de la lucha de clases o de la dominación imperialista. IATROGÉNESIS SOCIAL 12 médica crea una salud enferma aumentando las tensiones, multiplicando la dependencia inhabilitante, generando nuevas y dolorosas necesidades, disminuyendo los niveles de tolerancia al malestar o al dolor, reduciendo el trato que la gente acostumbra conceder al que sufre, y aboliendo aún el derecho al cuidado de sí mismo. La iatrogénesis social está presente cuando el cuidado de la salud se convierte en un item estandarizado, en un artículo de consumo; cuando todo sufrimiento se "hospitaliza" y los hogares se vuelven inhóspitos para el nacimiento, la enfermedad y la muerte; cuando el lenguaje en el que la gente podía dar expresión a sus cuerpos se convierte en galimatías burocráticas; o cuando sufrir, dolerse y sanar fuera del papel de paciente se etiquetan como una forma de desviación. La propagación de la medicina convierte el cuidado mutuo y la automedicación en delitos o fechorías. Igual que la iatrogénesis clínica se hace médicamente incurable cuando alcanza una intensidad crítica y a partir de entonces sólo puede revertirse por un descenso de la empresa, así la iatrogénesis social sólo puede revertirse por medio de una acción política que cercene la dominación profesional. Si se reconociera que a menudo el diagnóstico sirve como un medio de convertir las quejas políticas contra las tensiones por el desarrollo en demandas de nuevas terapias que sólo son más de los mismos productos costosos y enervantes, el sistema industrial perdería una de sus principales defensas. Hay cosas que podemos hacer y que no deberían hacerse. Excluir estas cosas es una condición necesaria para salvaguardar al hombre del envilecimiento total por el control técnico. En los EEUU la profesión médica debe su autoridad suprema a una reforma de las escuelas de medicina poco antes de la primera guerra mundial. La profesión médica es una manifestación, en un sector particular, del control sobre la estructura del poder de clase que han adquirido las elites universitarias. Paradójicamente, la medicina occidental, que ha insistido en separar su poder de la ley y la religión, ahora lo ha expandido más allá de todo precedente. En algunas sociedades industriales la etiquetación social se ha medicalizado hasta el punto en que toda desviación ha de tener una etiqueta médica. El eclipse del componente moral explícito en el diagnóstico médico ha dotado así de poder totalitario a la autoridad eusculapidea6. Mediatizado políticamente, el daño médico se mira como algo inherente al mandato de la medicina, y sus críticos se consideran sofistas que tratan de justificar la intrusión lega en el dominio médico. Los médicos han llegado a la cumbre, y en las sociedades capitalistas dicha cumbre es en verdad elevada, nos recuerda Illich. Debido a que la tendencia actual es que los hospitales registren a pacientes bien asegurados, antes que proveer viejos productos en forma más eficaz y barata, se ven económicamente motivados a avanzar hacia formas nuevas, y cada vez más caras, de hacer las cosas. Sin embargo, se culpa del aumento a los productos cambiantes más que a costos más altos del trabajo, a la mala administración o a la carencia de progreso tecnológico. Por el contrario, Illich plantea que con la sola excepción del dinero destinado al tratamiento de los suministros de agua, el 90% de todos los fondos que en los países en desarrollo se destinan a la salud no se gasta en salubridad sino en el tratamiento de los enfermos. Entre el 70 y el 80% de todo el presupuesto de salud pública sirve para la cura y la asistencia de individuos y no para servicios públicos de salud. 6 El divorcio entre medicina y moralidad se ha defendido sobre la base de que las categorías médicas, a diferencia de las legales o religiosas, descansan en fundamentos científicos exentos de evaluación moral. IATROGÉNESIS SOCIAL 13 Además, se da una clara forma de explotación cuando un alto porcentaje de los costos reales de las clínicas particulares en los países pobres de América Latina se pagan con los impuestos recaudados para la formación de médicos, las ambulancias públicas y el equipo médico. Existe una aquiescencia pública para que el monopolio médico identifique necesidades, lo cual sólo amplía la base desde la cual los médicos pueden vender sus servicios. Así, en todos los países la medicalización del presupuesto se relaciona con la bien conocida explotación dentro de la estructura de clases. Tal vez, dice Illich, el dinero amenace siempre a la salud. Demasiado dinero la corrompe. Después de cierto punto, lo que puede producir dinero o lo que el dinero puede comprar restringe el campo de la vida libremente elegida, característica clave del capitalismo de consumo en el que vivimos. No sólo la producción sino también el consumo recalcan la escasez de tiempo, espacio y elección. La función negativa del dinero es la de indicar la devaluación de los bienes y servicios que no pueden comprarse. La empresa médica no sólo crea una legitimidad biológicamente formulada para el consumidor sino también nuevas presiones para una escalada en la mega máquina. La selección genética de aquellos que encajan en la máquina es el próximo paso lógico del control médicosocial. En la medicalización existe el refuerzo mutuo de tres fuerzas que convergen como respaldo para la acumulación de capital en el sector salud: las expectativas no realistas por parte de la mayoría de los pacientes; la administración médica de un sistema técnico que tiene funciones simbólicas primarias; y la publicidad de seudoinvenciones que constituyen una parte omnicreciente de las actividades de la industria farmacéutica. Un aspecto crucial en la iatrogénesis social lo cumple el fenómeno de la fármaco dependencia, agravada por el hecho que en la mayoría de los países del mundo los médicos simple y sencillamente no están lo bastante bien esparcidos para recetar medicamentos eficaces cada vez que se requieren, y casi siempre ellos mismos no están preparados, o son demasiado ignorantes, para recetar con la prudencia debida. En consecuencia la función del médico, especialmente en los países pobres, se ha vuelto trivial: se le ha convertido en una rutinaria máquina de recetar que constantemente se ridiculiza. Lo anterior es sostenido gracias a la autorregulación que existe en el gremio médico y que consiste en un alto grado en la protección del inepto dentro del grupo y en la protección de los propios intereses del grupo con respecto a los excesos del inepto. La modernización que se ha dado en el tiempo ha consistido en la utilización más eficaz del inepto para los propios intereses del grupo. Existen algunos informes que concluyen que hay una falta total de control interno de calidad en la profesión médica. Los esfuerzos comerciales del productor farmacéutico se dirigen al "consumidor instrumental", el médico que receta el producto pero no lo paga. La actual pauta de consumo de medicamentos sólo puede explicarse como resultado de una creencia que hasta ahora se ha desarrollado en cada cultura donde el mercado para bienes de consumo ha alcanzado un volumen crítico. Esta pauta es consecuente con la ideología de cualquier sociedad orientada hacia el enriquecimiento sin límites, sin importar que su producto industrial se destine a la distribución por los cálculos de los planificadores o por las fuerzas del mercado. Así el sobreconsumo refleja una apetencia sentimental, socialmente autorizada, por el progreso de antaño. IATROGÉNESIS SOCIAL 14 Nos dice Illich que se sustenta la falacia de que la sociedad está atrapada para siempre en la edad de los medicamentos, constituyéndose en uno de los dogmas que han lastrado la elaboración de políticas médicas: está de acuerdo con el hombre industrializado. En una sociedad medicalizada, continua el autor, la influencia de los médicos se extiende no sólo al bolsillo y al botiquín sino también a las categorías en las que se encasilla a la gente. Los burócratas médicos subdividen a las personas en aquellas que pueden guiar un automóvil, aquellas que pueden faltar al trabajo, aquellas que pueden servir en el ejército, aquellas que pueden cruzar fronteras, cocinar, o practicar la prostitución, aquellas que no pueden optar a la vicepresidencia de los EEUU, aquellas que están muertas, aquellas que son competentes para cometer un crimen y aquellas que podrían cometerlo. Al utilizarse fuera del proceso terapéutico ese estatus medicalizado logra dos cosas evidentes: exceptúa al "interesado" del trabajo, la prisión, el servicio militar o el lazo matrimonial; y da a otros el derecho de interferir en la libertad del individuo metiéndolo en una institución o negándole un empleo. Nos recuerda Illich que Hipócrates dijo "Para el enfermo, lo mejor es lo mejor". En la mayoría de los casos, lo mejor que puede hacer un médico docto y consciente es convencer al paciente de que puede vivir con su impedimento, tranquilizarlo con la idea de una eventual recuperación o que habrá morfina disponible cuando la necesite, hacer por él lo que su abuela hubiera hecho, y dejar el resto en manos de la naturaleza. La demanda de asistencia a la vejez ha aumentado, no sólo porque hay más ancianos que sobreviven, sino también porque hay más gente que exige ser "curada de la ancianidad". Conforme más y más gente de edad adquiere derecho a la asistencia profesional, declinan las oportunidades de envejecer con independencia. Por otra parte, los privilegios o la pobreza de la vida alcanzan un climax en la vejez moderna. Sólo los muy ricos y los muy independientes pueden escoger evitar esa medicalización del período final a la que los pobres deben someterse y que se hace más intensa y universal conforme la sociedad en que vive se hace más rica. La medicalización de la prevención es otro síntoma importante de la iatrogénesis social. Este fenómeno tiende a transformar la responsabilidad personal por mi futuro en mi administración por parte de alguna agencia. Aunque teóricamente en el primer encuentro el médico no presupone que su paciente se halla afectado por una enfermedad, sin embargo se da que a través de una forma del principio de autoprotección suele actuar como si el imputar una enfermedad al paciente fuera mejor que pasar otra por alto. La regla de la decisión médica lo empuja a buscar seguridad diagnosticando enfermedad antes que salud. Lo peor de todo es que cuando la gente ha atravesado, ilesa o no, la compleja diagnosis positiva del laboratorio, ha incurrido en un alto riesgo de ser sometida a tratamientos odiosos, dolorosos, invalidantes y costosos7. Una vez que la sociedad se organiza para una cacería preventiva de enfermedades, otorga proporciones epidémicas a la diagnosis. Este triunfo de la cultura terapéutica convierte la independencia del individuo sano en una intolerable forma de desviación. 7 No es de extrañar, dice Illich, que los médicos tiendan a postergar más que los legos la visita a su propio médico y que se hallen en peores condiciones cuando llegan a él. IATROGÉNESIS SOCIAL 15 Otro evento característico de la iatrogénesis social es la medicalización de la asistencia terminal que, no sólo ritualiza sueños macabros, sino que extiende la licencia profesional para actos obscenos: la escalada de tratamientos terminales libra al médico de toda necesidad de probar la eficacia técnica de los recursos que maneja. El rechazo del médico a reconocer el punto en el que ha dejado de ser útil como curandero y a retirarse cuando la muerte se muestra en el rostro de su paciente, ha hecho de él un agente de la evasión o del disimulo descarado. Se ha producido una fascinación pública por la asistencia y la muerte altamente tecnológicas que puede entenderse como una arraigada necesidad de milagros fabricados. La asistencia intensiva es sólo la culminación de un culto público organizado en torno a un "sacerdote médico" que lucha contra la muerte. La buena disposición del público para financiar estas actividades expresa un deseo de contar con las funciones no técnicas de la medicina8. La medicina le proporciona a la gente una garantía abstracta de que es posible la salvación a través de la ciencia. Pero, dice el autor, la tradicional magia blanca que apoyaba los propios esfuerzos del paciente se ha vuelto magia negra. En gran medida, la iatrogénesis social puede explicarse como un placebo negativo, como un efecto de nocebo. Este efecto, al igual que el placebo, es en buena parte independiente de lo que el médico haga. Los procedimientos médicos se vuelven magia negra cuando, en vez de movilizar los poderes de autocuración, transforman al individuo enfermo en un yerto y mistificado voyeur de su propio tratamiento. La medicina mantiene su autoridad sobre el paciente incluso cuando la etiología es incierta, el pronóstico desfavorable y el tratamiento de naturaleza experimental. Esto quiere decir que el monopolio radical sobre la asistencia a la salud que el médico contemporáneo ha reclamado y mantenido lo fuerza, paradójicamente, a reasumir funciones gobernantes sacerdotales que sus ancestros abandonaron al especializarse como técnicos. O sea que cuanto más atención se concentra en el dominio técnico de la enfermedad, mayor se hace la función simbólica no técnica ejecutada por la tecnología médica. El médico exonera al enfermo de responsabilidad moral por su dolencia. Pero al pertenecer a una profesión científica que inventa las categorías que asigna en la consulta, el médico moderno es totalmente distinto al curandero9, al contrario ha abandonado cada vez más su papel de moralista para asumir el de iluminado empresario científico. Así, la función del médico se ha vuelto confusa. Las profesiones de la salud han llegado a amalgamar los servicios clínicos, la ingeniería de la salud pública, y la medicina científica. El médico trata con clientes que simultáneamente desempeñan diversos papeles durante cada uno de sus contactos con la institución sanitaria. Se transforma a la gente en pacientes a quienes la medicina examina y repara, en ciudadanos administrados cuya conducta saludable es guiada por una burocracia médica, y en conejillos de indias en los que la ciencia experimenta sin cesar. El poder eusculapídeo10 de conferir el papel de enfermo se ha disuelto por las pretensiones de 8 Otra de las más importantes funciones no técnicas de la medicina es más ética que mágica, más secular que religiosa. No depende de una conspiración en la que el hechicero participa con su adepto, ni de los mitos que el sacerdote configura, sino de la forma que la cultura médica da a las relaciones interpersonales. 9 Los curanderos no eran profesionales y no tenían poder para inventar nuevos demonios. 10 La autoridad eusculapidea comprende tres funciones: autoridad sapiente para aconsejar, instruir y dirigir; autoridad moral, que hace de las acciones médicas "la cosa justa" y no sólo algo bueno; y IATROGÉNESIS SOCIAL 16 prestar una asistencia sanitaria totalitaria. La salud ha cesado de ser un don innato que se supone en posesión de todo ser humano mientras no demuestre que está enfermo, y se ha convertido en una meta cada vez más distante a la que uno tiene derecho en virtud de la justicia social. La gente quiere que su médico actúe como abogado y sacerdote. Como abogado, el médico exceptúa al paciente de sus deberes normales y los habilita para cobrar del fondo de seguros que le obligaron a formar. Como sacerdote, el médico se convierte en cómplice del paciente creando el mito de que éste es una víctima inocente de mecanismos biológicos y no un desertor perezoso, voraz o envidioso de una lucha social por el control de los instrumentos de producción. La vida social se transforma en una serie de concesiones mutuas de la terapéutica: médicas, psiquiátricas, pedagógicas o geriátricas. La demanda de acceso al tratamiento se convierte en un deber político, y el certificado médico en un poderoso recurso para el control social. Entonces, dice Illich, nos encontramos frente a una medicina patógena es el resultado de una sobreproducción industrial que paraliza la acción autónoma. Contraproductividad Para el autor la gran causa del desarrollo de la iatrogénesis en las sociedades industrializadas es lo que el denomina la contraproductividad específica, que es un efecto secundario, no deseado, del crecimiento de la producción institucional inherente al sistema mismo que originó el valor específico. La contraproductividad registra el grado de disonancia cognoscitiva prevalente que resulta de la transacción de bienes: es un indicador social del funcionamiento contraproducente inherente a un sector económico. Este efecto secundario no deseable de la producción industrial no puede ser externalizado del sector económico particular que lo produce. Fundamentalmente no se debe a los errores técnicos ni a la explotación de clase sino a la destrucción industrialmente generada de aquellas condiciones ambientales, sociales y psicológicas necesarias para el desarrollo de valores de uso no industriales o no profesionales. La contraproductividad es el resultado de una parálisis, industrialmente inducida, de la actividad práctica de autogobierno. Agrega que si no se hace una distinción de la frustración específica que constituye la contraproductividad, de los precios crecientes y de los opresivos costos sociales, la evaluación social de cualquier empresa técnica, ya sea la medicina, el transporte, los medios de comunicación o la educación, seguirá limitada a ser una contaduría de costo - eficiencia sin aproximarse siquiera a una crítica radical de la eficacia instrumental de estos sectores diversos. El efecto directo en salud de esta contraproductividad es que curar deja de ser la tarea del enfermo. Se convierte, primero, en el deber de los reparadores de cuerpos individuales y después cambia de un servicio personal a ser el producto de una agencia anónima. Los servicios producidos están planeados para otros, no con los otros ni para el productor. La gente teme una vida de enfermedad sin médico igual que se sentiría inmovilizada sin un automóvil o un autobus. La creencia en una relación causal entre la cuenta del autoridad carismática, por la cual el doctor puede apelar a algún poder supremo y que a menudo desplaza la conciencia del paciente y la raison d'etat. IATROGÉNESIS SOCIAL 17 médico y la salud -que de otro modo se llamaría superstición modernizada- es una suposición técnica básica para el economista médico. El resultado acumulativo de la sobreexpansión en la industria de la asistencia a la salud ha desbaratado el poder personal para responder al reto y enfrentarse a cambios en su cuerpo o modificaciones en su ambiente. El poder destructivo de esta sobreexpansión médica no significa, desde luego, que el saneamiento, la inoculación y el control vectorial, la educación sanitaria bien distribuida, la arquitectura saludable y la maquinaria segura, la competencia general en los primeros auxilios, el acceso igualitario a la atención médica dental y primaria, así como los servicios complejos juiciosamente seleccionados, no pudieran encajar en una cultura verdaderamente moderna que fomentara la autoasistencia y la autonomía. Los planificadores de salud y los economistas, aunque bien intencionados, dice Illich, nunca esperaron que la redefinición de los servicios de salud ampliara el campo de la asistencia médica y que sólo las restricciones presupuestales le impedirían ensancharse indefinidamente. Tampoco previeron que el umbral de tolerancia para la realidad cotidiana declinaría a la misma velocidad que se socava la competencia para la autoasistencia, ni que la cuarta parte de las visitas al médico del servicio gratuito se harían por catarro común intratable. Reformas propuestas Finalmente, en Némesis Médica se plantea que al interior del propio sistema se realizan autocríticas que se pueden sistematizar y fundamentar en cinco categorías principales y se encaminan hacia cinco tipos de lo que se puede considerar autoreformas: La producción de remedios y servicios ha acabado, como cualquier industria en una sociedad capitalista de consumo, por servir sus propios intereses. Por ello, grupos políticos de consumidores y el control por los consumidores sobre los administradores de los hospitales deberían obligar a los médicos a mejorar sus servicios. La distribución de remedios y el acceso a los servicios son desiguales y arbitrarios; dependen del dinero y de la categoría del paciente, o bien de prejuicios sociales y médicos que favorecen, por ejemplo, la atención a las enfermedades del corazón por encima de la atención a la mal nutrición. La racionalización de la producción de salud debería controlar la mano oculta del clínico. La organización del gremio médico perpetúa la ineficacia y los privilegios, mientras la entrega de licencias profesionales presenta una visión cada vez más estrecha y especializada de la enfermedad. Una combinación de la capitación (el pago de una cantidad fija por paciente y por año) con la entrega institucional de licencias profesionales debería combinar el control sobre los médicos con el interés de los pacientes. El dominio de un solo tipo de medicina priva a la sociedad de los beneficios que sectas competidoras pueden ofrecer. Un apoyo público a las ondas alfa, los grupos de encuentro y la quiropráctica debería compensar y complementar al escalpelo y el veneno. Actualmente, la principal dedicación de recursos médicos va al individuo en la enfermedad o la salud. Una mayor cantidad de recursos para la planeación de poblaciones y ambientes debería mejorar el rendimiento del dinero dedicado a la salud. IATROGÉNESIS SOCIAL 18 Sin embargo, para Illich, todas estas críticas y propuestas de reforma tienden a estimular una medicalización ulterior en vez de atenuarla. Recuerda que invariablemente han fracasado los intentos por ejercer "desde dentro" un control político racional sobre la producción de la asistencia médica. La razón se halla en la naturaleza del producto actualmente llamado "medicina": un paquete constituido por sustancias químicas, aparatos, edificios y especialistas, y despachado como medicina al cliente. Para el autor sólo si se provoca por lo menos una reducción muy considerable del rendimiento total del complejo médico, y no simplemente mejoras técnicas de los artículos que ofrecen, el control sobre el aspecto de producción del sistema puede actuar para mejorar la salud Enfatiza en que cuando la mayoría de las necesidades de la mayor parte de la gente se satisface en un modo de producción doméstico o comunitario, la brecha entre las expectativas y la satisfacción tiende a ser estrecha y estable. Y matiza, "la producción autónoma puede, claro está, suplementarse con productos industriales que habrán que diseñarse y con frecuencia, de manufacturarse fuera del control comunitario directo. La actividad autónoma puede hacerse más eficaz y más descentralizada utilizando herramientas fabricadas industrialmente. Illich advierte que los criterios sociales que permiten evaluar la satisfacción eficaz de necesidades no coinciden con las medidas utilizadas para evaluar la producción y la comercialización de bienes industriales. Para el autor las soluciones de la iatrogénesis clínica y social, en lugar de la socialización y la redistribución que la misma entraña, pasan por asignar a todos los miembros de la comunidad un papel activo en la tolerancia compasiva y en la ayuda generosa a los débiles, fomentando un nuevo carácter social, una medicina de la colectividad que podría disminuir eficazmente el sufrimiento de los enfermos. El modo de producción de la medicina debe cambiarse mediante su desprofesionalización y desburocratización, para derribar las barreras que permiten que "el desembolso de fondos públicos se haga la prescripción y el control de los miembros del gremio". A tal efecto, sugiere que los encargados de sanar no estén sujetos a un sistema de permisos y reglamentos. DISCUSIÓN Obviamente al momento de ser publicado Némesis generó una fuerte polémica sobre todo en relación con su excepticismo respecto de los valores terapéuticos de la intervención médica (iatrogénesis clínica). Por desgracia, la profesión médica ha descartado casi sistemáticamente las dudas planteadas por Illich, tachándolas de perversas y frívolas y, por lo tanto, indignas de ser tomadas en serio. Todo esto a pesar de la gran cantidad de evidencias "científicas" que entregó en su momento Illich y que de acuerdo a mi juicio, siguen siendo válidas no obstante su tiempo de publicación. Sin embargo los datos existentes respecto a los frecuentes errores médicos, la ineficacia de algunos tratamientos farmacológicos propugnados por la industria, la ineficiencia de algunas tecnologías modernas, etc. ha llevado a la comunidad médica internacional a tomar cartas en el asunto, ya sea por interés ético, comercial o social. Tal es así que en los últimos años se ha generado una iniciativa internacional llamada "Cochrane" o "Medicina basada en la evidencia" que pretende disminuir los efectos IATROGÉNESIS SOCIAL 19 iatrogénicos clínicos y la práctica médica inescrupolosa e ignorante a través de la síntesis y metaanálisis epidemiológico de todas las evidencias científicas existentes respecto de las terapéuticas de las enfermedades más relevantes. Por otra parte, la obra de Illich levantó una fuerte crítica de otros sociólogos debido a que para algunos sus planteamientos reflejan una posición extremadamente liberal, incluso muy cercana a los postulados de Friedman. De hecho algunos autores marxistas descalifican parte de su análisis y sobre todo sus propuestas de solución a la crisis develada, por el excesivo énfasis que le otorga a la industrialización y a las burocracias médicas en la causalidad de la iatrogénesis social sin dar mayor relevancia, a lo que según ellos es realmente lo más importante: el modo capitalista de producción y consumo, dirigido y dominado por los propietarios del capital. No obstante lo anterior, desde mi punto de vista la mayor parte de las cuestiones criticadas por Illich mantienen total vigencia y golpean más fuerte que nunca a las sociedades actuales el proceso de globalización de la economía. En tal sentido, las políticas del Banco Mundial, en acuerdo con la Organización Mundial de Salud por primera vez desde 1996, apuntan hacia los grandes vicios denunciados por Illich en la década de los setenta, es decir, la tecnologización excesiva de la salud y la deshumanización de la medicina. Esto se debe a la incorporación de criterios economicistas en el enfrentamiento de la problemática sanitaria y a la evaluación de los resultados a través de la relación costo - eficiencia. De hecho, los países que gozaban de un mayor Estado de Bienestar en el mundo, en la actualidad se encuentran empeñados en la aplicación de una serie de estrategias para disminuir los controles y liberalizar la salud, es decir incorporar al mercado puro y duro en el campo sanitario. Desde mi punto de vista, en Salud se ha dado la conjunción perniciosa de dos eventos que forman parte de la vida moderna pero que por tocar un área tan esencial para la vida individual y colectiva, la salud, se han potenciado generando los efectos denunciados por Illich. Estos elementos son: La medicina al desarrollarse como una disciplina científica desde fines del siglo XVIII ha experimentado la misma evolución de las ciencias en general, vale decir con una conceptualización única de lo que es el conocimiento racional, objetivo y por ende la creencia de que este conocimiento es el que marca lo que es deseable para los seres humanos. Todo acompañado de una actitud de soberbia "intelectual" que descalifica toda otra forma de conocimiento que no sea generada a través del método científico, vale decir que no sea "probable" o falseable en términos popperianos. Es el conocimiento científico el que da cuenta de la realidad, que dice qué es lo verdadero, el que sustenta la acción del médico clínico, de los profesionales de apoyo, de los epidemiólogos, de los planificadores y evaluadores, y también de los políticos. El segundo evento es la hegemonía del modelo capitalista de consumo que lleva a la gente a asumir la actitud de consumidor y no la de doliente o paciente, de votante mas que de ciudadano. Como un engranaje más de la maquina sistema y no como un individuo con la capacidad de reflexionar y criticar acerca de su vida y entorno. Todo esquizofrenizado por la doctrina mercantil que dice que en el mundo actual la clave está justamente en la capacidad de elegir de los individuos, pero, claro está, sólo dentro de los parámetros establecidos por los dueños del sistema. La discusión así propuesta aparece como simplista, y ciertamente lo es, sin embargo dadas las características de este trabajo, los dos eventos señalados, no siendo los únicos, forman parte sin lugar a dudas del listado de los más importantes a la hora de escudriñar la problemática en más detalle. IATROGÉNESIS SOCIAL 20 Pues bien, planteado así el problema era muy probable y por ende esperable que en el campo de la salud se produjeran efectos graves sobre la libertad de los individuos, toda vez que frente a la enfermedad siempre las culturas han definido formas peculiares de lucha en donde el médico, curandero o cómo se le llame, tiene un rol central. Hablemos ahora de cada uno de ellos y veamos qué críticas se pueden hacer a su surgimiento y mantención, y así poder llegar a sugerir vías de solución. El cientificismo científico "En la ilustración, una total democratización del conocimiento podría haber restaurado por lo menos parte del contexto más amplio, habría establecido un nexo real y no meramente verbal con la humanidad, y habría podido llevar a una auténtica ilustración, y no simplemente a la sustitución de una clase de inmadurez (fe firme e ignorante en la Iglesia) por otra (fe firme e ignorante en la ciencia)".11 Como dice Habermas, la empresa científica como también el sistema jurídico y las instituciones para la producción, difusión y crítica del arte, representan posibilidades permanentemente abiertas para examinar la verdad de los enunciados, la rectitud de las acciones y normas o la autenticidad de las manifestaciones expresivas, y de asimilar productivamente las experiencias negativas que hayamos podido tener en estas dimensiones. Es así como las ciencias físico naturales tal y como las conocemos (positivas, racionales, lógicas) han sido sometidas al análisis heterodoxo de muchos filósofos, sociólogos y científicos, que han llegado a conclusiones que dan luces respecto a la dificultad real que existe para poder sostener que las teorías científicas, o sea el propio que hacer científico, sea realmente racional como pretende, y también sobre la necesidad de que precisamente deje de serlo para que el avance sea más rico e instrumento de liberación y no de dominación. Algunos autores concluyen que los juicios entre teorías son formalmente indecidibles y postulan que las controversias sólo tienen soluciones pragmáticas. De ahí resulta que todo lo que la sociedad puede hacer por la ciencia es facilitar un contexto libre y abierto de discusión donde puedan argumentarse públicamente las razones para cada creencia particular. Se nos plantea también que el cambio científico sólo es posible contraponiendo a las interpretaciones vigentes de la realidad una alternativa que explique fenómenos enigmáticos claves, y (o pese a) que sea manifiestamente inconsistente con la interpretación vigente de la gran mayoría de los datos existentes12. El cambio científico parte de la defensa, tenaz y hasta contumaz, de contrateorías débiles que nacen falseadas, porque no conviene abandonarlas sin saber dónde son susceptibles de ampliación y articulación. Debemos recordar que todas las teorías son cuantitativa y cualitativamente inconsistentes con hechos de su dominio porque siempre se las aplica más allá de los casos que sirvieron para construirlas. Ni los filósofos ni los científicos trabajan con una sola teoría, sistema de pensamiento o marco institucional hasta que las circunstancias los fuerzan a modificarlos o abandonarlos, sino que usan una pluralidad de ellos desde el principio. Por tanto la validez y utilidad de los conceptos y los criterios de evaluación (como la vigencia de 11 12 Paul K. Feyerabend. Esto es a lo que Feyerabend denomina contrainducción. IATROGÉNESIS SOCIAL 21 las normas morales) que utilizan cambian sólo mediante las investigaciones (prácticas) que los vulneren. Es la interacción de las distintas opciones teóricas que compiten por explicar un problema lo que origina y disciplina la versión que finalmente lo logra. La racionalidad puede ser a la postre sólo un aderezo retórico que se construye ex-post para facilitar el aprendizaje de las opciones teóricas que han tenido éxito pragmático. Las sucesivas teorías que dominan un campo a menudo son inconmensurables13. La inconmensurabilidad es un problema para los filósofos empeñados en la búsqueda de criterios objetivos y generales para la elección entre teorías (explicación, verosimilitud, aumento de contenido, predicción), búsqueda que no ha logrado resultados satisfactorios porque los criterios son coyunturales. La aplicación de un código de normas (simplicidad, elegancia, consistencia lógica, evidencia empírica) es siempre difícil y dudosa. Además, ninguna regla es suficiente para enfrentarse a una tarea de la riqueza y complejidad de la ciencia. Algunos autores, por tanto, solicitan un aumento del inventario de reglas, pues el mejor modo de asegurar el éxito es atesorarlas en gran número, junto con sus distintas interpretaciones y ejemplos históricos de uso, y garantizar la libertad de apelar a la que se considere más idónea en cada caso porque algunas dan resultados preferibles a otras en situaciones diferentes. En cierto sentido se alienta el oportunismo, no el dogmatismo, desde el supuesto que toda comunidad cultural, incluidas las de investigadores, tienen alguna noción, por vaga que sea, de lo que sería mejor para su acervo cognitivo. " El examen científico de ideas, métodos y puntos de vista no consiste en compararlos con los métodos, hechos y teorías de la disciplina científica apropiada y en rechazarlos cuando no encajan. Un examen científico adecuado consiste en el intento de reestructurar la ciencia de manera que pueda acomodarse al material del que se duda, así como una evaluación de las dificultades que implica tal intento."14 Para autores como Feyeraben, los diversos medios de presentación de lo real no son neutros sino que conforman la comprensión de la experiencia. El conocimiento puede ser expreso o tácito, individual o colectivo, tomar la forma de reglas generales o de capacidad generativa ad hoc para afrontar nuevas situaciones concretas. Aprender significa ser capaz de actuar en un contexto nuevo; y contexto es cualquier elemento capaz de dar sentido a la acción. Todos los elementos del conocimiento son idiosincráticos: lo que no está conformado por la tradición intelectual lo está por el entorno social; no hay escapatoria al carácter histórico y culturalmente situado del conocimiento. "Kuhn y Polanyi llegan a la conclusión de que en la evaluación científica intervienen muchos más factores que la aplicación de criterios generales derivados del método científico. Las creencias de los científicos derivan, en general, de los conceptos, taxonomías, imágenes y reglas de trabajo esotéricos propios de su paradigma disciplinario".15 Si no existe ningún camino "regio" que conduzca a la verdad científica, y más bien sólo un camino que se debe encontrar aplicando complejas técnicas de evaluación, 13 Así la mecánica clásica y la relativista son inconmensurables: emplean nociones inconciliables de masa y tiempo. 14 Paul K. Feyerabend. 15 Barry Barnes. IATROGÉNESIS SOCIAL 22 entonces la parcialidad y la irracionalidad no son las únicas razones por las cuales un científico puede extraviarse. Todo científico, y por ende los médicos, opera sobre una vasta matriz de creencias existentes. Esta matriz incluye el paradigma recibido durante su formación y su evaluación de las fuentes de conocimiento, tanto escritas como personales. "Una ciencia interesada en encontrar la verdad debe retener todas las ideas de la humanidad para su posible uso, o, dicho de otra forma, la historia de las ideas es un constitutivo esencial de la investigación científica"16. Un debate que elimina ideas por estar en pugna con concepciones científicas (principios, teorías, "hechos", estándares) no es un debate científico, no puede invocar la autoridad de la ciencia a favor del modo con que se trabaja; y una victoria ganada en el curso de dicho debate no es una victoria de la ciencia, sino de aquellos que han decidido convertir el estado transitorio del conocimiento en un árbitro permanente de disputas. O, para describirlo de otra manera, se trata de una victoria de los que han decidido convertir la ciencia de instrumento de investigación científica en grupo de presión política. Por ejemplo, en el siglo XIX, los médicos de los EEUU hicieron frecuente uso de la sabiduría médica india hasta que las compañías farmacéuticas consiguieron eliminarla sin haberla examinado. El actual avance de las prácticas científicas está incluso menos fundado en la "razón" de lo que se acaba de describir. Sabemos hasta dónde nos ha llevado la medicina científica; no sabemos si la medicina de los Nei Ching, si hubiera dispuesto de medios similares y con análogo prestigio social, no nos habría llevado más lejos. Lo grave es, como señalaba Illich, que la decisión sobre un programa de investigación en ciencia (medicina) frecuentemente altera grandes zonas de todas nuestras vidas de una forma irreversible. Eligiéndolo, hemos elegido una forma de vida sin conocer ni su estructura ni sus consecuencias. Parte de la soberbia cientificista se refuerza por el hecho de que lo más común es que los actores sociales reconozcan que les resulta imposible evaluar el discurso científico, el cual generalmente se acepta de buena fe. En muchos casos, la recepción de las creencias científicas puede ser considerada sencillamente como la respuesta de los actores a una fuente de conocimiento institucionalizada. Por ejemplo, los científicos médicos sostenían que las fuertes correlaciones entre el hábito de fumar y el cáncer constituían una vigorosa prueba de que existía una relación causal entre ambos; pero teóricamente admitían que dicha correlación podía resultar de un tercer factor que causara al mismo tiempo el hábito de fumar y el cáncer. La existencia de una determinada terminología separada permite el futuro desarrollo conceptual independiente dentro y fuera de una disciplina; el significado nunca es estático; un vocabulario separado asegura la libertad de un futuro control social. Los mismos conceptos científicos suelen estar imprecisamente definidos y tienden a cambiar de significado con el tiempo. La recepción favorable de las ideas científicas por el público lego, se halla limitada, aún en el contexto de la general diferencia de autoridad de la ciencia, por la escasa inteligibilidad y la falta de procedimientos institucionalizados acordes con el papel de las disciplinas científicas como fuentes de conocimientos orientadas externamente. Todo esto obviamente potencia la acumulación de poder en los profesionales de la salud respecto de la gente que necesita de su ayuda. Además, cuidadosas de su imagen externa, las comunidades científicas y muy singularmente los médicos, raramente desenmascaran en público a los que 16 Paul K. Feyerabend. IATROGÉNESIS SOCIAL 23 consideran incompetentes; la comunicación informal habitualmente asegura que su labor sea tratada como poco fiable y en algunos casos suprimirla. Es el fenómeno de autoregulación del que nos hablaba Illich. Con los argumentos anteriores nos situamos dentro de una posición que nos permite ver la ciencia desde una mirada típicamente relativista en la que "es posible percibir o interpretar la realidad desde posiciones y contextos determinados; pero además, donde no hay criterio alguno que establezca de manera indiscutible la verdad o falsedad de ninguna proposición, ya que ni siquiera puede apelarse a la evidencia empírica disponible, pues ésta puede amparar varias hipótesis o alternativas teóricas diferentes. Desde la posición relativista no se sostiene que puedan existir varias verdades acerca de un mismo fenómeno capaces de escapar a la rigidez del principio de contradicción, sino que la verdad alcanzada ostenta tan sólo una validez local. Lo que el relativismo permite, o más bien exige, es constatar los límites de lo que sabemos acerca del mundo."17 En suma, este enfoque plantea que la ciencia y las disciplinas científicas son el producto de una escalonía particular y no deben esperar más crédito, ni menos, "del que los griegos daban a sus dioses". Lo que más importa, en último extremo, es que exista la libertad civil que haga posible que la gente pueda elegir sus creencias, tras debatir en abierta competencia sus razones para creer. Y, lo que es aún más importante, por qué creen que sus razones son buenas para creer. Ciertamente esta visión de la ciencia, de ser comprendida y aplicada, pondría en jaque la tradicional y hegemónica traducción que de sus resultados se hace en la actualidad, ya que al plantear el desafío democrático de aumentar los grados de libertad para creer y argumentar dichas creencias, muchas de las situaciones "conocidas" hoy como verdades absolutas comenzarían a tambalearse. Si en las facultades de medicina y otros centros académicos relacionados con la formación de profesionales sanitarios se asumiera una actitud cercana a la planteada podrían producirse cambios respecto a la compresión de otras formas de conocimiento, tan frecuentes como el sentido común, que sin lugar a dudas ayudarían a estos profesionales a dar salud a la gente en un contexto menos soberbio y mucho más eficaz. De hecho si una actitud como esta, democrática o liberalizadora, hubiese sido mayoritaria probablemente efectos como la expropiación del sufrimiento y la medicalización de la muerte no se hubieran producido. En una democracia, la elección de programas investigación en todas las ciencias es una tarea en la que deben poder participar todos los ciudadanos. Esta democratización de la ciencia y de otras formas de conocimiento no hará desaparecer las lagunas existentes. Sin embargo, dadas estas lagunas, el curso más racional de acción a tomar es: si debe existir una elección, pero no hay garantía de éxito, entonces la elección deberá dejarse a aquellos que paguen la política elegida y que sufran sus consecuencias. Ante la objeción de que el público general no comprende suficientemente la ciencia como para participar en la elección de programas de investigación, hay que recordar que los científicos tampoco comprenden la ciencia. La mayoría de ellos intenta sustituir opiniones impopulares mediante argumentos simplistas, mientras que la investigación que nos aportó las teorías más destacadas en la ciencia moderna era mucho más compleja. Además, hay muchos científicos que son egomaníacos de mentalidad estrecha y que intentan mejorar su posición en la profesión y están completamente 17 Miguel Beltrán. IATROGÉNESIS SOCIAL 24 desinteresados por el bienestar humano. En una democracia, la decisión sobre el poder a entregar a distintos puntos de vista está en las manos del electorado. Por esto, en una democracia, también el puesto de la ciencia en la educación, etcétera, está en manos del electorado. Supongamos que los métodos científicos de diagnóstico, administración, etc., son reemplazados totalmente por métodos de un sistema médico alternativo: ¿mejoraría esto la calidad general de vida vista desde la perspectiva de los que reciben un tratamiento? No lo sabemos. Todavía peor: no existe ninguna evidencia científica que pueda responder a esta cuestión en términos científicos. Una evidencia científica necesita grupos de control tratados de una forma no científica, pero la formación de tales grupos de control está frecuentemente hasta prohibida por la ley, y la profesión médica se opone fuertemente a ella. La medicina científica, tal como se la practica hoy, podría ser muy bien una enfermedad social peligrosa, como dice Illich, que ocasionalmente da a la gente la sensación de estar bien, pero su desaparición podría quizás mejorar la calidad de una forma ni soñada aún. El consumismo que consume Illich considera que la iatrogénesis social, es decir la adicción de la gente por la asistencia médica, es el resultado de la manipulación por parte de la burocracia médica: el sistema de atención. Se trata de una manipulación encaminada a crear dependencia y consumo. De hecho Illich postula que el comportamiento consumista de la gente se ve determinado principalmente por esta manipulación. Quizás este aspecto sea uno de los más débiles de la argumentación de Illich ya que al dar una importancia tan elevada a las burocracias médicas y al sistema médico en sí mismo, olvida o resta valor, a lo que a mi juicio, y siguiendo a Navarro, es la causa fundamental: el capitalismo de consumo. "La manipulación del consumo por parte de las burocracias no es la causa, como postula Illich, sino el síntoma de las necesidades básicas de las instituciones sociales y económicas propias de lo que yo llamo sociedades industrializadas capitalistas".18 Las burocracias son meros instrumentos para la socialización de las necesidades sistémicas; refuerzan y aprovechan la necesidad de consumir generada por el sistema capitalista. La necesidad de consumir refleja la dependencia que los individuos tienen de lo que se puede comprar, ya sea una visita al médico, un medicamento, un perfume, un coche, etc. Es el modo capitalista de producción el que ha llevado a la sociedad occidental a este estado de situación, y no la industrialización en sí. Situación marcada por el hecho que la gente no ejerce ningún control sobre el producto de su trabajo y además, por un modo de consumo en el que el ciudadano es manipulado en el consumo de los productos de ese trabajo. El sistema, como dice Marcuse, hace que la gente aspire a tener más en un círculo vicioso en que cada vez este "más" es más inaccesible. Quienes controlan los medios de control necesitan de las burocracias, como la médica, para que estimulen la insatisfacción y la dependencia en la esfera del consumo. En este aspecto es donde la argumentación de Illich adquiere total validez. 18 Vicente Navarro IATROGÉNESIS SOCIAL 25 El sistema se reproduce porque: a) crea necesidades, por artificiales o absurdas que parezcan; b) existe una población masificada en el consumismo, que la lleva a la pasividad, y c) la reproducción de la ideología consumista en virtud de la cual al ciudadano no se le juzga por lo que hace o es (su trabajo) sino por lo que tiene (su consumo). El trabajador/a, al constatar que se le niega la capacidad de realizarse en el trabajo, se ve obligado/a a buscar la realización en el campo del consumo Así se produce el efecto alienador del trabajo, el cual varia de acuerdo a los niveles de conciencia que el individuo tenga del mismo. 19 Por lo tanto, la misión del sistema médico (incluida la industria farmacéutica) es administrar y reforzar la dependencia del consumo generado por el capitalismo. En esta tarea recibe un apoyo fundamental de ideología científica y los medios de comunicación de masas. Gracias al advenimiento del último y más feroz de los capitalismos, el de consumo, se ha llegado en el mundo moderno a un estado jamás conocido de dominación de unos pocos individuos sobre el resto. De hecho, el control es tan completo que prácticamente ya no se requiere como antes la acción deliberada de los líderes. El control tecnológico y de las necesidades "virtuales" penetra en todos los aspectos del mundo cultural y, lo que es más importante como hemos visto, se ha internalizado en el actor, en la gente. La dominación ha alcanzado un grado de perfección tal que ya no parece dominación en sí. Habermas denominó legitimaciones a estos sistemas de ideas generadas por el sistema político económico, y en teoría, por cualquier otro sistema, para apoyar la existencia misma del sistema. Ideas diseñadas para "mistificar" el sistema económico y político, para empañar lo que en realidad está ocurriendo, las necesidades que realmente se deben satisfacer. En definitiva estas ideas producidas por las elites sociales que son falsas y cegadoras constituyen la ideología que se expresa en eventos tan cotidianos como el "consumo" de sanidad. Pero, aunque la gente está controlada, anestesiada y llena de falsas necesidades, existe esperanza en el cambio ya que, en términos freudianos, también disponen de una libido que proporciona una fuente básica de energía que puede ser para la acción creativa orientada hacia la destrucción de las principales fuerzas de dominación. La escuela crítica considera que en la sociedad moderna la represión creada por la racionalidad del consumo ha desplazado a la explotación económica como problema social dominante. Según los teóricos críticos la racionalidad formal se define irreflexivamente como la adecuación de los medios más efectivos a cualquier propósito determinado. Ello se considera una muestra de "pensamiento tecnocrático", cuyo objetivo es servir a las fuerzas de dominación, no a la emancipación de la gente. La meta es simplemente encontrar los medios más efectivos para alcanzar cualquier fin importante para los que están en el poder. El pensamiento tecnocrático se opone a la razón, que es, para los teóricos críticos, la gran esperanza de la sociedad. La razón implica la valoración de los medios en términos de los valores humanos fundamentales de la justicia, la paz y la felicidad. Parafraseando a George Friedman, "Los hospitales son lugares racionales, pero no siempre razonables". "La pauta capitalista de la modernización está marcada por una deformación, una reificación de las estructuras simbólicas del mundo de la vida bajo los imperativos de 19 Idem cita anterior. IATROGÉNESIS SOCIAL 26 los subsistemas que se diferencian a partir del dinero y el poder y que se convierten en autosuficientes".20 Es así como en el mundo moderno abunda la irracionalidad, "irracionalidad de la racionalidad" o más específicamente, irracionalidad de la racionalidad formal. Es irracional el hecho de que el mundo racional destruya a los individuos y a sus necesidades y capacidades. La escuela crítica dirige sus críticas principalmente hacia una forma de racionalidad formal: la tecnología moderna. También se interesa por lo que ella denomina la "industria del conocimiento" haciendo referencia a las entidades relativas a la producción del conocimiento (por ejemplo, las universidades y los institutos de investigación), que han pasado a ser estructuras autónomas de nuestra sociedad. Se han convertido en estructuras opresoras interesadas en extender su influencia por toda la sociedad. Por otra parte, siguiendo a Habermas, una de las contradicciones primarias en el mundo de la medicina, generadora de la crisis existente, está en que "mientras que la validez de las reglas técnicas dependen de proposiciones empíricamente verdaderas o analíticamente correctas, la validez de las normas sociales sólo se fundan en la intersubjetividad de la mutua comprensión de las intenciones y es asegurada por el reconocimiento general de las obligaciones". Esto se traduce, por más que existan buenas intenciones en planificadores y ejecutores de acciones sanitarias, en efectos deletéreos, indeseados tales como que la gente actúe como mera consumidora de prestaciones o servicios. Para que esta contradicción quede más clara hay que distinguir, en el plano analítico, entre lo que Habermas denomina marco institucional de una sociedad, o el mundo de la vida sociocultural, y los subsistemas de acción intencional - racional "insertados" en el anterior. Así una situación es lo que ocurre en el plano de la construcción de los conceptos salud y enfermedad, las medidas para abolir la insanidad y las creencias que en torno a ello existan, y otra muy diferente, es lo que el sistema médico cree, entiende y promulga respecto de lo mismo. Creo en la tesis que dice que la tecnología y la ciencia también asumen la función de legitimar el poder político, fenómeno clave para analizar el cambio social que se ha producido. Debemos recordar que en la medida en que la acción gubernamental está dirigida a lograr la estabilidad y el crecimiento del sistema económico, la política adopta ahora un carácter negativo, pues está orientada hacia la eliminación de las disfunciones y la evitación de los riesgos que amenacen al sistema: en otras palabras, no hacia la realización de objetivos prácticos, sino hacia la solución de problemas técnicos todos sustentados por la argumentación de los "expertos". Es así como la solución de problemas técnicos ya no depende de la discusión pública, sino de la decisión tomada dentro de este poder experto. Al contrario, las discusiones públicas pueden hacer problemático el marco dentro del cual las tareas de la acción gubernamental se presentan como técnicas. Como señala Habermas, con el advenimiento de la investigación industrial en gran escala, la ciencia, la tecnología y la utilización industrial se fundieron en un solo sistema. Desde entonces, la investigación industrial ha estado ligada con la investigación bajo contrato gubernamental y también a grandes consorcios privados, que promueven principalmente el progreso científico y técnico del sector militar, 20 Jurgen Habermas. IATROGÉNESIS SOCIAL 27 farmacéutico y de telecomunicaciones. Todo contribuye a que el potencial de las fuerzas productivas ha asumido una forma en la cual los hombres pierden conciencia del dualismo de trabajo e interacción; en definitiva contribuye a la socialización en el consumo. "La decisión de invertir dinero, energía, formación o esfuerzo intelectual en determinado programa científico cambia ciencia y sociedad de una manera que imposibilita volver de nuevo a la decisión y al punto de partida".21 En contraposición se podría plantear que son los intereses sociales los que aún determinan la dirección, las funciones y el ritmo del progreso técnico. Pero, si fuese así, estos intereses están siendo de una naturaleza tal que definen el sistema social como una totalidad en tal grado que coinciden con el interés en mantener el sistema. Lo cual no deja de ser inquietante. Un logro singular de la ideología predominante, según Habermas, es separar la comprensión de la sociedad del marco de referencia de lo que el denomina la acción comunicativa y de los conceptos de interacción simbólica, para reemplazarlos por un modelo científico, pseudo racional. Logrando de esta manera que la autocomprensión culturalmente definida de un mundo social de la vida sea reemplazada por la autocosificación de los hombres en categorías de acción intencional-racional y una conducta adaptativa, que implica una pérdida de capacidad para comprender y enfrentar su problemática de salud más allá de los criterios que le impone el sistema. El incremento de esta conducta adaptativa, conducta adictiva en términos de Illich, es para Habermas "la otra cara de la disolución de la interacción, realizada linguísticamente, por la estructura de la acción intencional-racional". Para él, esto es concomitante con "la desaparición de la diferencia entre la acción intencional-racional y la interacción de la conciencia, no sólo de las ciencias del hombre, sino de los hombres mismos". La capacidad para esconder esta diferencia prueba el poder ideológico de la conciencia tecnocrática hegemónica del mundo actual. Por otra parte, la despolitización de la población de la que somos testigos, legitimada por esta conciencia tecnocrática, es una muestra más de cómo los modelos cosificados de los sistemas (científico, médico, militar, etc.) migran al mundo de la vida sociocultural y ganan poder objetivo sobre la autocomprensión de éste. El núcleo ideológico de esta conciencia es la eliminación de la distinción entre lo práctico y lo técnico. Para Habermas, esta nueva ideología "viola un interés fundado en una de las dos condiciones fundamentales de nuestra existencia cultural: en el lenguaje, o, más precisamente, en la forma de socialización e individuación determinada por la comunicación en el lenguaje ordinario". 21 Jurgen Habermas. IATROGÉNESIS SOCIAL 28 REFLEXIONES FINALES La increíble paradoja que significa que los agentes sociales en los cuales la gente ha puesto su confianza y le han asignado el rol de cuidar su salud sean precisamente generadores de daños sobre la salud física y social, es quizás una de las muestras más contundentes del desastre globalizado que ha impuesto el modelo capitalista de consumo. Más allá de la polémica que puede suscitar una frase como la anterior, lo que se espera es un debate basado en la razón para localizar en su justa medida los efectos indeseables de los médicos y los servicios de salud medicalizados, proponer soluciones e implementarlas. En todo caso, para mí resulta evidente la necesidad de un cambio social profundo que retrotraiga la situación actual, un megaesfuerzo que involucra a todo el tejido social. Este cambio no podrá ser más que un sueño si no se logra generar un movimiento democratizador, de verdad, de todos los ámbitos del quehacer social, que resulte en una defensa de la cultura y de la libertad de los individuos. La democratización del conocimiento, que no significa aspirar a más acceso a las fuentes establecidas sino la incorporación, de todas las fuentes de conocimiento disponibles, a la discusión de problemas tan importantes como el de la salud de los individuos y las comunidades. En definitiva se debe propender a un cambio que, como diría Habermas, implique la descolonización del mundo de la vida por parte del sistema. BIBLIOGRAFÍA Diccionario de Sociología. Salvador Giner, Emilio Lamo de Espinosa y Cristóbal Torres (Eds.) Alianza, España 1998. Némesis Médica. Ivan Illich. Joaquín Mortiz/Planeta, México 1978. La medicina bajo el capitalismo. Vicente Navarro. Crítica-Grijalbo, España 1978. Sociología del conocimiento científico. Juan M. Iranzo A. Y José R. Blanco M. CIS - Universidad Pública de Navarra, España 1999. La Sociología del conocimiento y de la ciencia. Emilio Lamo de Espinoza, José M. González G. y Cristóbal Torres A. Alianza Universidad Textos, España 1994. Contra el método. Paul K. Feyerabend. Ariel, España 1981. Adiós a la razón. Paul K. Feyerabend. Tecnos, España 1984. Estudios sobre la sociología de la ciencia. Barry Barnes. Alianza Universidad, España 1980. El Valor de la Salud. J. Vicens. Siglo XXI, España 1994. Teoría Sociológica Contemporánea. George Ritzer. Mc Graw Hill, España 1993. La Teoría Crítica de Jürgen Habermas. Thomas McCarthy. Tecnos, España 1992. Universalidad y Diferencia. Salvador Giner y Riccardo Scartezzini (Eds.). Alianza Universidad, España 1996. Conocimiento e interés. Jurgen Habermas. Taurus, España 1982.