UNA VISIÓN COMPLEJA DE LA ACTUAL COOPERACIÓN INTERNACIONAL. Colectivo Cala Entre las muchas realidades positivas de nuestro tiempo está la amplia participación de gente joven en las actividades de cooperación internacional. Son muchas las personas que, en ocasiones, en condiciones duras y de forma totalmente altruista, dedican una parte de su tiempo vacacional o inmediatamente posterior a la terminación de su formación, al trabajo en un país de la periferia en proyectos de ayuda al desarrollo. Este panorama aparentemente tan positivo ofrece, sin embargo, algunas sombras, en la mayor parte de los casos al margen de la intencionalidad de la juventud participante. Quedaría incompleto el panorama si no hiciéramos al menos un rápido repaso a algunas de las características menos positivas de este movimiento de solidaridad, para poder, de manera más adecuada, apoyar la formación de la juventud extremeña que desee participar en él, intentado evitarlas o reducirlas: Actitudes paternalistas y etnocéntricas. A veces se aborda la cooperación desde la falsa idea de considerar a los habitantes de los países del Sur como incapaces, inmaduros, incompetentes y cosas por el estilo. Se ignora la historia de luchas, de esfuerzos, de vida comunitaria… que en estos lugares se ha dado y se da. Se les hace responsables de su situación de dependencia y se opera con la actitud de quien tiene las respuestas y va a enseñar, con buenas intenciones y un bagaje supuestamente eficaz de soluciones de “éxito” en el primer mundo. Desde la posición de quienes poseen la cultura superior y van a enseñar a quienes se encuentran en culturas inferiores… no puede hacerse cooperación. Tan abiertamente expresado, resulta mucho más claro que en las diversas encrucijadas de la interacción real, en las que estas actitudes se cuelan de modo muy sutil, pero fácilmente percibidas por las personas con las que, teóricamente, queremos co-operar. Resulta, además, que estas actitudes llueven sobre mojado, con lo que, de manera inconsciente estamos favoreciendo en la contraparte las correspondientes actitudes de baja autoestima, dependencia, “limosneo”… No parece exagerado afirmar que es por esta razón, fundamentalmente, por la que la cooperación realmente existente, lejos de crear las condiciones para su desaparición tiende a perpetuarse, a afianzarse y a desarrollarse. Es relativamente frecuente que la cooperación contribuya a que las comunidades y personas receptoras se conviertan en más dependientes del exterior que antes de la cooperación. Se genera así, con frecuencia, en torno a la ayuda exterior un submundo de intereses y una proliferación de “expertos” en canalizar la ayuda externa hacia su supervivencia personal y no un movimiento colectivo autónomo y autocentrado de esfuerzo y lucha por superar una situación creada generando algo profunda y radicalmente distinto. Actitudes acríticas y cómplices. Se da la paradoja de que una parte de lo que se denomina cooperación, especialmente la oficial, no es sino un apuntalamiento del propio sistema que produce la dependencia. Aquí no sólo se dan las actitudes paternalistas y etnocéntricas a las que antes hemos hecho referencia, sino que se avanza un paso más allá. Se pretende hacer pasar por cooperación lo que no es sino una nueva forma de explotación. Esto no siempre es consciente, pero es difícil creer que pueda ser del todo inconsciente en los centros de decisión donde estos proyectos se generan. Resulta, a nuestro juicio, imposible hablar de cooperación auténtica si no se parte de una crítica profunda al sistema que ha producido la situación actual, si no se comprende que es la acción y la omisión de los países ricos y de sus habitantes, en muy distintos grados, las que han producido la extrema desigualdad, muchas de las más graves carencias y situaciones de miseria y la dependencia y el bloqueo. La comprensión del “desarrollo del subdesarrollo” es básica para la formación de cooperantes. No sólo desde el punto de vista cognitivo, que ya es mucho, sino desde la posibilidad de generar actitudes diferentes, más igualitarias, más comprometidas. Actitudes “turísticas”1 y “mercantilistas”2. No se trata de descalificar globalmente a la cooperación ni de interpretar que dominan en ella las motivaciones y actitudes espurias, pero nos parece que debe existir en la formación de futuros cooperantes una crítica razonada a algunas de las actitudes que existen realmente en la ayuda a los países pobres. La presencia de las actitudes que se mencionan en este párrafo viene también favorecida por la generación de proyectos de cooperación desde algunas instancias oficiales o desde instituciones del propio sistema, que tratan de presentar la cooperación como una opción neutra. Actitudes exclusivamente asistencialistas. Es relativamente frecuente la confusión entre ayuda al desarrollo y asistencialismo. Se da una cierta confusión en el imaginario colectivo entre ambas realidades y entre las actitudes que corresponden a las mismas. Son, evidentemente, dos procesos claramente diferenciados. Lo uno afecta al cambio permanente de las estructuras, lo otro, a la acción coyuntural. Lo uno tiene que ver con la justicia, con la construcción de otra realidad más “vivible” para tod@s, lo otro, con el sentimiento de solidaridad y ayuda a quien está en una situación grave y excepcional. La reflexión sobre ambas realidades y la comprensión de sus diferencias es básica en la formación de un cooperante, de forma que, al menos, no contribuyamos a incrementar la confusión donde ya la hay. El asistencialismo indiscriminado no solo no cambia las raíces de la situación sino que contribuye a afianzarlas. Actitudes que identifican la cooperación con el viaje al Sur. Se trata de considerar que el trabajo de cooperación, o la parte fundamental del mismo, está allá, en los países del Sur, sin llegar a entender que el combate contra el consumismo, por avanzar en nuestra propia coherencia, y el trabajo de sensibilización son, por lo menos, tan importantes, como la ayuda en proyectos. Eso sitúa además en su verdadero lugar a las raíces del problema del subdesarrollo: en los países ricos, en su falta de conciencia y, muy especialmente, en la complicidad pasiva de la mayoría de sus ciudadan@s. 1 2 Un cierto espíritu “aventurero” es normal y adecuado a la edad cuando se emprende el viaje a un país desconocido. Lo que aquí criticamos son los casos, probablemente no dominantes, en los que esto se convierte en la principal motivación. Se trata de aquellas actitudes que ven en el dinero que se mueve en torno a la cooperación una posibilidad de hacer dinero o de encontrar una salida profesional, al margen de otras motivaciones más acordes. RASGOS CARACTERÍSTICOS DE LA COOPERACIÓN QUE DEFENDEMOS Resulta muy aventurado intentar resumir en pocas líneas las notas características de la cooperación “ideal”. Se trataría de entender lo que sigue como una aproximación a lo que podría ser la dirección en la que avanzar, más que como metas concretas y definibles. Nos basamos en nuestra concepción general de lo que puede ser la mediación no autoritaria ni manipulativa. Creemos que realmente unas personas pueden ayudar a otras, y unos colectivos a otros, sin que ello signifique la generación de dependencia, ni la injerencia no autorizada, ni una relación desigual. Este tipo de relación de facilitación tiene una serie de rasgos característicos que, en el caso de la cooperación al desarrollo podrían resumirse de la siguiente forma: La cooperación es una relación entre iguales, igualmente valiosos, basada en el respeto y en la sinceridad. Las personas adultas de los países pobres no son “como niños” y no pueden ser tratados como tales. Sus dificultades de desarrollo personal pueden ser muy superiores a las de los países ricos, pero la relación entre desarrollo personal y riqueza no es simple. La vivencia auténtica de la vida comunitaria y de sus luchas conduce a más desarrollo personal que el consumismo acrítico o el “descompromiso ilustrado”. La relación se basa en la co-operación. Es decir, la toma de decisiones debe ser igualitaria, no discriminatoria, participativa… en aquello que es común. La dirección de los procesos de las colectividades “subdesarrolladas” corresponde a estas colectividades, no a las personas cooperantes. La autoorganización se convierte en un objetivo prioritario. La finalidad de la relación es incrementar la autonomía de las partes, al compás que se incrementa la cooperación. Por tanto en la cooperación al desarrollo, el objetivo es el desarrollo autónomo, autocentrado y autogestionado. La “independencia” se convierte en otro objetivo prioritario. En la relación cooperativa ambas partes se enriquecen, ambas partes saben y ambas partes ignoran… por tanto, ambas partes enseñan y ambas partes aprenden. La relación de ayuda no es el fin de la relación. Se trataría de establecer a partir de la situación inicial de desigualdad, de diversidad… una relación de ayuda mutua en la que hubiera lugar para el “mestizaje” voluntario, para una auténtica interculturalidad, para una mutua fecundación.