LA ANTÁRTIDA, PARQUE MUNDIAL La Antártida ante la XXVI Reunión Consultiva del Tratado Antártico El gran continente blanco La Antártida constituye un gran desierto polar caracterizado por temperaturas bajo cero a lo largo de todo el año, escasas precipitaciones y fuertes vientos. El continente Antártico tiene una superficie de unos 14 millones de kilómetros cuadrados, de los cuales menos del 2% se encuentran libres de hielo. La cobertura de hielo se eleva más de 4.000 m sobre el nivel del mar y representa dos tercios de las reservas totales de agua dulce del planeta. La Antártida ocupa aproximadamente la décima parte de la superficie total de tierra del planeta y desempeña un papel muy importante en la regulación del clima global. Este continente se encuentra rodeado por el Océano Austral –que comprende parte de los océanos Pacífico, Atlántico e Índico-, el más grande y tormentoso océano, que supone la décima parte de la superficie marina del planeta. La Antártida y el Océano Austral albergan un ecosistema singular y muy frágil, caracterizado por una flora y fauna únicas. explotación de los recursos minerales antárticos sin desestabilizar el frágil equilibrio que el Tratado Antártico proporcionaba a las relaciones entre países enfrentados por reclamos territoriales y por la Guerra Fría. El Convenio marcaba la ruptura del concepto de Antártida como un lugar destinado a la investigación científica y como posible reserva de recursos naturales. Durante los años 70 y 80 se realizaron intensas campañas para evitar esta explotación de la Antártida y promover la declaración del continente como Parque Mundial, lo que significa: - El reconocimiento de la Antártida como el último continente en estado natural; - La protección de la fauna y flora antárticas (tanto en el continente como en el Océano Austral) partiendo del principio de precaución; - El uso del continente para la investigación científica y la cooperación internacional; y - El mantenimiento de la Antártida como una zona de paz, libre de actividades nucleares y militares. El Protocolo de Madrid y las carencias de protección del Medio Ambiente Antártico Tratado Antártico y Parque Mundial Desde mediados del siglo XX, la Antártida ha sido objeto de deseo por varios países, principalmente por la riqueza de sus recursos marinos y minerales. Con la firma del Tratado Antártico en 1959 y su entrada en vigor en 1961, sus países firmantes reconocieron que “es en interés de toda la humanidad que la Antártida continúe utilizándose siempre exclusivamente para fines pacíficos y que no llegue a ser objeto de discordia internacional”. Desde entonces, la Antártida se convierte en el único continente desmilitarizado, libre de energía nuclear y dedicado a la investigación científica y a la cooperación internacional. Sin embargo, no se consigue librar del riesgo de una inminente explotación de sus recursos minerales. A principios de los años 80 se comenzó a negociar el Convenio para la Explotación de los Recursos Mineros Antárticos dirigido a regular la En 1991 fue firmado por las partes Consultivas del Tratado Antártico el Protocolo de Madrid. Se trata de un instrumento único que protege un continente entero, sin marcar fronteras políticoadministrativas. Establece medidas integrales de protección ambiental, incluyendo la prohibición de las actividades mineras durante al menos cincuenta años. El Protocolo cuenta con cinco anexos que cubren los siguientes aspectos: evaluaciones de impacto ambiental obligatorias que deben preceder a cualquier actividad; regulaciones estrictas para la protección de flora y fauna; manejo de desechos; prevención de la contaminación marina; y la posibilidad de establecer áreas con un régimen de protección adicional. La puesta en marcha de este Protocolo no ha sido fácil y de hecho, diez años después de su firma, dista mucho de ser completa y adecuada. Y una de sus principales carencias es que no se aplica a la explotación de los recursos marinos. Esta situación da lugar a una grave incongruencia: la estricta protección ambiental en tierra firme, que contrasta con la explotación de recursos vivos en el mar, regulada mediante controles mucho menos estrictos, ignorando que tanto el continente como el océano que lo circunda pertenecen al mismo ecosistema, como lo reconoce el propio Protocolo en su artículo 3. La fauna marina del Océano Austral ha sido explotada intensamente por mas de un siglo, debido a la riqueza de sus recursos pesqueros, incluyendo al krill, (Euphasia superba) y a varias especies de focas y ballenas. Posteriormente a la caza de mamíferos marinos se procedió a la explotación de especies de peces de profundidad como la merluza negra (Dissostichus eleginoides y D. Mawsonii). A la explotación legal de los recursos marinos del Océano Austral (que consideramos excesiva), se suma el impacto de la pesca ilegal, dirigida actualmente a la explotación de la merluza negra, que amenaza con llevar al colapso no sólo a esta especie, sino también a distintas especies de aves marinas, capturadas de manera accidental en esta pesquería. La última amenaza que se cierne sobre la Antártida es una presión turística cada vez más intensa, lo que está poniendo en peligro el frágil equilibrio de sus ecosistemas. La XXVI Antártico Reunión Consultiva del Tratado Del 9 al 20 de junio de 2003 se celebra en Madrid la XXVI Reunión Consultiva del Tratado Antártico (RCTA). Los puntos a tratar en esta reunión son los siguientes: 1. Acordar un nuevo anexo del Protocolo sobre responsabilidad por daños al medio ambiente antártico. 2. Poner en funcionamiento la Secretaría del Tratado Antártico. estipula la gestión de las actividades pesqueras con criterios biológicos, basados en el ecosistema y del principio de precaución. Sin embargo, en la práctica, la influencia de estos principios es limitada y la CCRVMA se encuentra sometida a una creciente presión de la industria pesquera internacional. 2. Prevenir la comercialización de la región antártica y preservar los propósitos fundacionales del Tratado Antártico y del Protocolo de Madrid. El turismo y la pesca son actividades legítimas reconocidas por los instrumentos legales vigentes. Sin embargo, éstas y otras actividades comerciales emergentes, como la prospección de recursos biológicos, tienen un estatus inferior con relación a la ciencia y la conservación de la paz y del medio ambiente que forman las bases del Tratado Antártico y del Protocolo. Por esto, las actividades comerciales deben necesariamente subordinarse a estos objetivos. 3. Asegurar un futuro sostenible para la región antártica. La conservación a largo plazo es la única alternativa que permitirá un futuro sostenible para la Antártida y el Océano Austral, de modo que sus valores ambientales, estéticos y científicos se mantengan para las generaciones futuras sin ser afectados por intereses comerciales o territoriales. Las actividades humanas en la Antártida deben planificarse en forma estratégica, tomando al Protocolo como el comienzo y no el final de un proceso. El Sistema del Tratado Antártico debe adoptar los instrumentos, métodos y enfoques que sean adecuados para asegurar un futuro sostenible para la región antártica, más allá de limitarse a cumplir sólo con la letra del Protocolo. Desde nuestra perspectiva, el Protocolo de Madrid debe ser un paso intermedio para conseguir el objetivo de declarar el Parque Mundial Antártida, cuyo fin último es conseguir la protección integral y permanente de la región antártica. 3. Regular el turismo antártico. De cara al futuro, pedimos, además: 1. Incrementar la protección del medio ambiente marino antártico. Los estándares de conservación que se aplican al Océano Austral son menos rigurosos que los aplicados en el continente. La explotación de los recursos pesqueros de estas aguas está regulada por la Convención para la Conservación de Recursos Marinos Vivos Antárticos (CCRVMA), que Para más información contactar con: Enrique Segovia, WWF/Adena. Tf 91 354 05 78 Ricardo Roura, ASOC. Tf. 620217823 Sebastián Losada, Greenpeace. Tf. 91 444 14 00