1.1 Impactos de meteoritos en la Tierra Los meteoritos con un gran potencial para provocar cambios ambientales de carácter global, golpean la Tierra cada 50-100 millones de años, mientras que objetos más pequeños, pero también significativos, golpean en una escala de tiempo más corta, y también afectan al clima y a la biosfera. Cuando uno de estos objetos impacta con la Tierra, deja evidencias claras del impacto, aparte del cráter. Sin embargo, en nuestro planeta, a diferencia de la Luna, los cráteres son menos visibles debido a fenómenos como la erosión, la actividad volcánica y la tectónica de placas, por lo que encontrar evidencias, aparte del cráter, tiene una especial importancia en el estudio de este tipo de impactos. El efecto mayor que deja una colisión de un meteorito con la Tierra es la extinción masiva, que en realidad está asociado a consecuencias colaterales que deja el impacto, como el calentamiento global, seísmos, bólidos, destrucción de la capa de ozono, lluvia ácida y nubes de polvo. Estos cambios bruscos de las condiciones ambientales en el planeta provocan la pérdida de la biomasa, lo que se conoce como extinción masiva. Los cráteres de impacto son estructuras de carácter geológico formadas al colisionar un asteroide o cometa con un planeta o satélite. Todos los cuerpos del Sistema Solar han sido bombardeados por meteoritos, y los recuerdos de esos bombardeos se ven con claridad en la superficie de la Luna, Marte y Mercurio. En nuestro planeta, los científicos se han dado cuenta de que las estructuras de impactos de meteoritos son abundantes, antiguas y de alta complejidad geológica. Este tipo de impactos ha generado cambios en la corteza terrestre, ha hecho variar la temperatura del planeta y ha participado en las extinciones masivas. En la Tierra se han encontrado más de 160 cráteres de impacto, la mayor parte de ellos localizados en Norteamérica, Europa y Australia, pero se cree que quedan muchos por descubrir. Hace 65 millones de años los dinosaurios gobernaban la Tierra pero, en un tiempo corto, desaparecieron. ¿Qué pudo causar está extinción masiva en tan corto espacio de tiempo? Este final catastrófico, en el Cretácico capturó la atención y la imaginación de muchos geólogos, y es en la actualidad uno de los temas más debatidos en las ciencias de la Tierra. Parece ser, que en las capas de sedimentos del límite entre el Cretácico y el Terciario existe un enriquecimiento anómalo de iridio y otros elementos, cuestión que apoya la tesis de una relación entre un impacto y la extinción masiva. El cráter que parece estar asociado a este acontecimiento masivo es el de Chicxulub, localizado en la península del Yucatán en Méjico, que tiene un diámetro de 170 km y una edad de unos 65 millones de años. Estudios recientes han revelado que en este cráter existe un enriquecimiento anómalo de elementos siderófilos, característicos de los meteoritos. El cráter presenta características diagnósticas de metamorfismo de choque, que son marcas particulares de impactos de meteoritos. Existen acontecimientos de gran importancia histórica, aunque de efectos menores, como el objeto extraterrestre que explotó en el aire sobre la cuenca del río Podkamennaya-Tunguska en Siberia el 30 de junio de 1908, con una fuerza equivalente a 29 megatones (mil veces más que la bomba de Hiroshima). La onda resultante devastó más de 1000 km2 de bosque y los árboles fueron arrancados de raíz, pero, por fortuna, el área estaba deshabitada y sólo hubo dos muertos. Si se asume que el meteorito tenía una velocidad de 20 km/s, y que la explosión liberó la energía mencionada, entonces podemos concluir que el objeto era de unas 40000 toneladas. Otros impactos interesantes son los siguientes: Azuara. Se encuentra a 50 km al sur de Zaragoza, y es una estructura de impacto de 40 km de diámetro. Manicouagan. Se encuentra en Québec, tiene un diámetro de 100 km y una edad aproximada de 212 millones de años. Vredefort. Se encuentra en Sudáfrica, y es una de las estructuras de impacto más grandes y antiguas del planeta. Parece que hace unos 2000 millones de años un objeto de varios kilómetros formó un cráter de 350 km de diámetro en la cuenca de Witwtersrand. Aquí se encuentra el depósito de oro más grande del mundo. Sudbury. Localizado en Canadá, a pocos kilómetros de Notario, tuvo lugar hace unos 1850 millones de años un impacto meteorítico de un cuerpo que viajaba a 30 km/s y que tenía un diámetro de 9 km. Popigai. Esta estructura de impacto se formó hace 35,7 millones de años, y se encuentra localizada al norte de la ciudad de Anbar (Siberia). Tiene 100 km de diámetro. En esta estructura han aparecido diamantes de impacto, por lo que el depósito es un tesoro nacional. Es digno de mención el último impacto ocurrido el 25 de septiembre de 2002 en Siberia, en la región de Irkutsk, entre las poblaciones de Bobaido y Balakhninsky. Una expedición científica encontró más de 100 km2 de bosque quemado, y trozos del meteorito a 60 km de la región de Mama. El incidente causó fuertes temblores de tierra y varias personas observaron destellos de luz en el cielo. Los fragmentos del impacto se esparcieron por unos 29 kilómetros a la redonda, y el impacto tuvo una fuerza de 200 toneladas de TNT. La colisión de un meteorito sobre la Tierra puede tener muchos efectos desastrosos, pero el más notable es el fracturamiento en el momento del impacto. En la zona de colisión se producen una onda de choque y una explosión, capaces de acabar con animales y plantas. Cuando un meteorito choca con la Tierra, se comprime, desplaza rocas y produce capas de brecha dentro de la depresión que deja. El impacto transmite a lo largo de las rocas circundantes una onda de choque que produce seísmos y es factible que cambie la composición de algunos minerales de las rocas que entran en contacto con el cuerpo extraterrestre. La roca se calienta y se funde como resultado de la fuerza del meteorito, y forma vidrio que se dispersa en el área del impacto. Esto se refleja en estructuras de metamorfismo de choque dentro de los materiales del cráter. Otro efecto que se produce es la gran cantidad de polvo y fragmentos de roca que son enviados a la atmósfera, con consecuencias que se reflejan en los ecosistemas terrestres. El polvo puede bloquear la luz solar, como lo hacen las nubes de ceniza volcánica después de una erupción, y el día se vuelve oscuro durante semanas o meses, con lo que la fotosíntesis decrece en las plantas y algas. También puede producirse condiciones de congelamiento de océanos o en las líneas de costa. Los cambios de temperatura pueden repercutir en la cadena alimentaria y tener efectos globales en la diversidad biológica. El impacto de un meteorito puede producir tormentas de fuego al liberar grandes cantidades de metano que es expulsado de la tierra. El fuego incinera la fauna y la flora, hace decrecer el oxígeno e incrementa el nivel de dióxido de carbono, con lo que aumenta el efecto invernadero y el calentamiento global del planeta. Los gases producidos por el impacto, y el paso del meteorito a través de la atmósfera, tienen consecuencias en la destrucción de la capa de ozono. Y también en la producción de lluvias ácidas, que afectan a la vegetación continental e, incluso, a las plantas subacuáticas poco profundas, debido al enriquecimiento del agua en ácidos y óxidos nítricos. Aunque la consecuencia más severa posible de un impacto es la extinción masiva de especies, es de notar que no todas se pierden. Existen algunos organismos que sobreviven a los impactos, como ocurrió en el Cretácico, cuando muchas plantas y animales se extinguieron, otras pudieron sobrevivir. Noticia sobre el meteorito de Tunguska. “En Siberia, en Tugunska, el 30 de junio de 1908 se produce una terrible y misteriosa explosión de origen desconocido de una potencia estimada en 20 megatones que devasta miles de kilómetros cuadrados. Lo inaccesible de la zona y sus escasas comunicaciones dejan como mudos testigos a cientos de miles de árboles arrasados y a unos pocos pobladores que viven en zonas aledañas. El epicentro del fenómeno se ha producido, según se comprobará posteriormente, a 62 grados de latitud norte y 101 grados de longitud este, en el área del río Tugunska, 90 km. al norte de la localidad de Vanavara; un área deshabitada de frondosa vegetación. La explosión se ha escuchado a más de 700 kilómetros de distancia. La onda expansiva portadora de un fuego devastador ha arrancado de raíz y quemado la inmensa mayoría de los árboles en un radio de 30 a 40 kilómetros. Una densa columna de gases y polvo se habría elevado hasta casi 20 kilómetros de altura. El área total afectada será estimada en cerca de 2.000 kilómetros cuadrados. Los sismógrafos de los observatorios asiáticos de Irkurst y Tifilis (Georgia), entre otros registran el fenómeno. Pocas horas más tarde una extraña luminiscencia en los cielos comienza a ser observada desde latitudes muy distantes. En Europa Central, en Gran Bretaña y también en EE.UU. se percibe el fenómeno durante varias noches. No hay explicaciones, sino conjeturas sobre el origen del suceso. Las noticias en la URSS se propagan muy lentamente, desestimándose inicialmente la magnitud y trascendencia de los hechos con lo cual el fenómeno permanecerá ignorado durante años. Primeras investigaciones científicas. En 1927 una revalorización de los testimonios recogidos movilizará a una expedición de la Academia Nacional de Ciencias de la URSS, encabezada por el científico Leonid Kulik a la zona, documentando el suceso en fotografías y recogiendo evidencias. El suyo será el primer aporte científico para la dilucidación del suceso que se prolongará en sucesivas expediciones. En 1930 el astrónomo Whipple, entonces director del Observatorio Geofísico de Kew, en Richmond Old Park, Reino Unido, logra reconstruir a través de las revelaciones de registros microbariométricos de distintos observatorios del mundo, entre ellos los de Irkutsk y San Petersburgo en Rusia, Copenhague en Dinamarca , Berlín y Postdam en Alemania, Zagrev en Croacia, Greenwich en el Reino Unido, Jakarta en Indonesia y Washington en EE.UU. el recorrido y velocidad de la onda expansiva a lo largo del planeta al momento de los hechos. En 1938 se realizan diversos estudios aerofotográficos de la región. La Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias postergan en Rusia por más de una década nuevas investigaciones de campo. A partir de 1958 en la URSS se reaviva el interés por el suceso a través de nuevas expediciones científicas. A partir de 1989, Rusia participa de las investigaciones a científicos occidentales multiplicándose entonces las expediciones de investigación para estudiar el lugar de los hechos y recoger nuevas evidencias.”