HUMILDAD SEGÚ SATA TERESA DE JESÚS Hablando de alguien, ¿cuántas veces no habremos oído frases similares a ésta: ¡no, si la conoceré yo a fulana!? Y a fuer de sinceros, hemos de confesar que tales afirmaciones sólo pueden provocar una medio sonrisa sobre el bigote porque... ¿no dijo alguien muy antiguo aquello de “Conócete a ti mismo”? Y... así nos va tras la crisis de identidad que seguimos sufriendo a través de los siglos y tras significativos avances técnicos, psicológicos, relacionales, etc. Además, con un personaje del calibre de Teresa de Jesús... ¡Válgame el Señor y santa Maria! Una persona multimillonaria en experiencias variadas y profundas, espontánea, que no sabes por dónde te saldrá, original, singular, “inquieta y andariega”..., ¿tú vas a catalogarla, sistematizarla? Para conocer a nuestra Teresa, sus perfiles de personalidad, su mensaje, realmente no importan demasiado los grandes esquemas ideográficos, sino que, como con toda gran persona –y no tanto también–, lo importante es la cercanía, el conversar con ella, precisamente ella tan amante del diálogo. Y para lograrlo nada mejor que liberarse de: - Dogmatismos rancios, encorsetados, los que se quieren creer, se creen y postulan como los “auténticos” (en su época ya se había inventado la Inquisición, la intolerancia campaba a sus anchas). Ella era tan contraria a imponer normas, leyes... Pensemos en la carta al P. Roca, visitador, quejándose precisamente de esto que indicamos. - Extremismos sentimentaloides, tan externos y fugaces, los “perfeccionismos rigoristas”, lo de “antes, de siempre” (en su época también existían la Cardona y Pastrana y los Iluminados...) Todo ello está tan lejos del ánimo del personaje, de su pensar, de su finura y fuerza dialogal, de sus dudas, de sus apreturas, tan excluyente -diría yo- de ella misma, que echa “pa tras”. Pensemos también en los “cate, observe, mire, procure, intente... de Juan de la Cruz, la no utilización masiva de la forma verbal del imperativo. Hay que acercarse a ella sin complejos e intentar contagiarse de su sencillez espontánea y, sobre todo, de su dinámico amar. Esta mañana el tema a tatar es la humildad. Cierto que, sobre ello, Teresa de Jesús habla hasta por los descosidos. Y es que la consagra como absolutamente necesaria en algo tan indispensable como es el ORAR. La considerará irrenunciable, esencial para el orante, caer en la cuenta de ello, y con ella calibrar su status de orante. O llegaràs a... o no acabarás de salir de tu círculo cerrado, yo que oro, yo que siento, yo, yo... Y lo hará de modo más patente en Camino de Perfección. (“Todo el bien de la oración fundado sobre la humildad” 7M4,9). No busquemos tanto las citas, si aquí dijo, si en el cap. X puso... sino globalmente, qué entiende ella y, mejor, qué nos da a entender o creemos nos quiere dar a entender (también hemos de ser humildes). CAMIO DE PERFECCIÓ, ya lo sabemos, es la expresión del ideal fundacional, es camino para llegar a la comunión entre y con (Comunidad-Cristo) y se procura llegar a través de vida=oración (que siempre gesta felicidad a pesar de inquietudes, problemas, inmadurez...), para poder llegar a la unión con el Amado, lo que provoca el servicio eclesial (su gran aportación). No es una cadena de montaje , (ideal, fundación, camino, vida, unión, servicio eclesial...) sino dinámica de vida. Y este camino es bidireccional (tanto en el amar -Amante en el Amado-, como en humildad). Es todo un proceso de: Interiorización: - Conocerte. ¿Quién eres en realidad tú? Es ir quitando las capas de la cebolla, tras hablar de carnavales , disfraces, postizos, frivolidad en nuestras propias manifestaciones de personalidad ante los demás. - Saberte. Tus capacidades necesarias útiles y reales. - Tenerte. Libre de personas, cosas, prejuicios, miedos, sistemas... (el tanto en cuanto ignaciano, o el no conviertas el medio en un fin de D. Bonhoefer). - Ver qué tienes para ofrecer, a quién ofreces y el porqué ofreces eso y no esotro, a ése sí y a esotro no) - Paz Inmersión en el Misterio del Amor, y a “amar” se aprende... amando. Es la práctica, es la vida misma. Aunque, por desgracia, resulte muy, pero que muy difícil hablarle, hacerle sentir, comprender esa maravillosa palabra “amor” o “padre a un crío que no ha conocido a sus más de cuarenta posibles padres, que vive en ghettos de pobreza y miseria, que no recibe besos sino patadas o tortazos, que tiene que pasar las noches en la calle porque mamá trabaja en mi cuarto, que es el único de la casa, que ha aprendido de su entorno y en su carne a odiar, maldecir, desconfiar... Por eso, lo más importante es: “Dejad hacer al Señor” y “ se descuide de sí y de todo” (C 17,5). Y para hacer camino... hay que ADAR, ligero (desasido), animoso (determinada determinación). Nunca cohibido, encogido, ¿tirado de rodillas en un rincón? La postura las más de las veces es indicadora, acusica de lo interior. Ese andar del humilde es “abertura” y “afirmación” del Dios que opera en ti; y es “abandono activo y confiado” en Él (“el verdadero humilde ha de ir contento por el camino que le llevare Dios” (C 17), y la “alegría del Señor es nuestra fortaleza”, dice el salmo. “Quiere su Majestad y es amigo de ánimas animosas, como vayan con humildad y nieguen confianza en sí” (V 13,2). Camino sí pero de... ¿perfección? Ya sabía ella que esa “Doña” no había nacido todavía en su época (y por suerte y gracias a Dios, ayer noche todavía... tampoco). Lo que quiere indicarnos y hablar como “Camino de Perfección” es andar tras la perfección de Cristo, e ir haciéndolo mejor cada día. Aunque simpáticamente se la tilde de “baratona”, ella jamás fue de “rebajas”, es exigente, pero porque va en serio. Por tanto, no se trata tanto de “técnicas” cuanto de actitudes interiorizadas que llegan a hacerse connaturales. No “hacer eso así”, sino SER ASÍ en nuestro diario “Aquí estoy, Señor”. Cristo se autodefinió como VIDA a quien hay que acercarse e identificarse con AMOR. (Regula nuestra postura ante personas: Dios o el prójimo). CAMIO, que hay que hacer con ESPERANZA de llegar, y ligero de equipaje. (Regula nuestra libertad ante cosas y personas). VERDAD, que ilumina vida = FE (que depura al orante ante sí mismo y capacita para el Fiat). Son los tres pilares que pone Teresa para construir la vida orante. Ella dirá en 6M10,8 que “humildad es andar en verdad”. Luego el Camino hay que hacerlo desde la verdad (vida de fe): “Ésta es oración mental, entender esas verdades” (C 22): quién sea Dios y quién soy yo: - TU verdad (se autodeclara “ruin...”). Es el conocerte, valorarte, no despreciarte. Eres quizás menos de lo que crees, pero mucho más de lo que te tienes. Tú, ni más ni menos, vales... la ¡Sangre de tu Dios! ¿Sin conocerte puedes acaso saber si andarás, llegarás, por dónde, qué puedes ofrecer, qué ilusiona de ti y qué repele, qué necesitas…? Sólo así podrás mejorar, sabrás qué hacer. - SU verdad... la de Dios. Ella usará el “Mire que le mira”. ¡Ah, ese mirar del Dios Amor! ¡Siempre Él! “Mandome Su Majestad.... ¡Qué buen amigo hacéis!..., pero SIEMPRE Su Majestad, el SEÑOR, ¿queda claro? ¡Él!, descéntrate de ti... sufrirás menos. Ahora, ¿conocerle y tenerle por el tal Señor? Un anciano frailecico me comentó que la palabra “Señor” era muy gorda. Comparaba nuestra vida de creyentes a un viaje en coche. En nuestro viajar llevamos al, digamos, Señor. Pero ¿dónde? Puede ir en el portaequipajes, va en mi coche pero... Siempre es “útil”, como el agua destilada, rueda de recambio, manta, aceite, gato..., pero NO ES el Señor. Puedo llevarle como pasajero detrás. Le muestro mi vida, va conmigo, hablamos, pe6ro yo, atento a la jugada de la carretera, si me pasan, si los civiles... No le dejamos meter baza y que no distraiga. Tampoco ES el Señor. También doy un paso más y le siento a mi lado, dialogamos, yo con mis cosas, Él con las suyas, a veces le hago callar (¡el móvil, las noticias, el partido...), si me indica otra dirección, al final, harto, le digo: o te callas o te bajas. Y, por desgracia, a veces les hacemos apear de “nuestro” coche. ¿Ése ES el Señor? No, sólo cuando YO me bajo de ¿“mi”? coche y le doy las llaves, y le digo confiadamente: CODUCE TÚ, SEÑOR, será en realidad EL Señor. - ¿QUÉ verdad?... “la de cuando niña” = vida de fe espontánea, connatural, confiada, ofrecida-correspondida y cotidiana. - Verdad del OTRO. Para saber qué esperan de ti, necesitan, cuál es “su” momento (para evitar intromisiones no aceptadas, herir, errar). - Es falso y nocivo eso de “al menos daño no le hará” cuando, en nuestra inconsciencia o ignorancia, hacemos “nuestro” programa sobre los demás, y decidimos sobre los demás y por los demás. Y en cambio, cosa que no hacemos, ¡cuánto podemos aprender de los demás! HUMILDAD es ver nuestra NONADA en confrontación con la ostentación, las “honras” atmosféricas que nos rodean por doquier. Humildad es “conversión”, no mirar sólo yo sino convergir nuestra mirada con la del Señor, ver las cosas desde Él. Humildad es aceptar tu fragilidad, la tentación , como connatural y con paz. ¡Qué gran regalo la libertad! Es actitud causa-efecto ante el Señor que te convierte en (don suyo)... para (regalarTE)... El mismo Señor, que te ama y te regala, es el que te catapulta hacia... No será nunca apocamiento, sino ILUSIÓ del que recibe (ojo a quien dice que no le gustan los regalos, ¡miau!), ETUSIASMO a pesar de fracasos (¿quién está tras de ti, “¿quién me hará temblar”? del salmo 26). Es ALEGRIA de parecerse a quien no se cansa de “humillarse” por mí porque me quiere y me busca, en Belén, en Betania, o en el Sagrario (el de metal o el de carne, el corazón). Dos hombres subieron al Templo a orar... Siempre hay que ponerse ANTE... y sólo ANTE. El cómo, la postura, ya es indicativa decíamos antes. Así pues, el ORAR del humilde serà CAMIAR porque es VIDA (se hace desde la vida para la vida, nace de... y revierte en…), es CRECER, decide e identifica MI VERDAD y me LAZA a ELLA (Dios, yo ante Él). Y el camino se hace sin anquilosamientos, sino ÁGIL. A veces la edad, praxis repetida, sistemas, métodos “propios”, la “veteranía”, llevan a escucharSE en lugar de ser OYETE de Dios y del hermano. El humilde debe ser: sencillo, abierto, generoso, captador de gratuidad, agradecido, pacifico y pacificador, respetuoso, atento a (que no significa, aunque también se requiera, el ser educado, sino expectante, solícito y sensible a la necesidad del otro), solidario, compañero de camino (que espera, empuja, alienta y comparte), sincero, transparente, honesto, digno (suprimir orgullos y menosprecios), pobre (no crea ser ni saber más ni mejor, sino al contrario, el pobre siempre ofrece), voluntarioso, esforzado y confiado, necesitado de recibir amor y... ¿darlo? Hemos de perder el miedo a esto último. La humildad depura al orante. ¿Y el camino?... Pues, se hace camino... al andar. Teresa dice que la humildad, aunque la cita al final, las abraza a todas. Y Maria… “a los ricos despide vacíos y a los pobres, hambrientos, sacia de bienes”. Hemos de repensar constantemente nuestro “ser orante” a través de la humildad y verdad. Y recordar que “animador” es sólo eso: orante que anima, ayuda, ilusiona, acompaña. No el que dirige, manda, sabe, y controla sea lo que sea. Debe ser... todo un ejemplo de ¡humildad!