«TAMPOCO YO TE CONDENO» 22/13-03-2016/636 DOMINGO QUINTO DE CUARESMA 1ª lectura (Isaías 43,16-21): Abriré un camino por el desierto. Salmo (125,1-2ab.2cd-3.4-5.6): «El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres» 2ª lectura (Filipenses 3,8-14): Corro hacia la meta, para ganar el premio. Evangelio (Juan 8,1-11): ¿Dónde están tus acusadores. Así se dirigió Jesús a la mujer sorprendida en adulterio. Nada sabemos del adúltero. Un juicio sumario iba a acabar con la vida de la mujer. Era un crimen, legal, pero era un crimen. Todos miraban a la mujer. Todos veían el pecado. Nadie miraba para sí. Sus ojos solo veían las apariencias. Solo descubrían lo exterior. Gritos de todos… y silencio de Jesús. Una intervención de Jesús será suficiente para lograr el silencio de todos y transformar la mirada y la acción del grupo. «Quien esté libre de pecado…». Es una mirada diferente. Una mirada interior, profunda, honesta y compasiva, «…que tire la primera piedra». Tenían amparo jurídico para apedrear a la mujer, pero no tenían legitimidad humana para hacerlo; las palabras de Jesús han disuelto la asamblea homicida. Todos marcharon. Ya no queda nadie. Solos ella y Él. Las piedras aparcadas, la conciencia cuestionada y la mujer reconciliada. «Anda, y en adelante no peques más». Hoy existen condenas sumarias, sin motivo ni razón. Son legales, pero no son justas. Son homicidas, porque matan y no dejan vivir a millones de personas y de familias. Son vidas condenadas a la pobreza, a la violencia, o a la desesperación. Son, como la mujer del evangelio, condenados y en riesgo de muerte, sin defensores, sin nadie que les tienda su mano y levante su castigo. El HAMBRE, una pandemia permitida en pleno siglo XXI. Es la condena de una buena parte del planeta a vivir sin posibilidades de saciar las necesidades más básicas. Mientras en un hemisferio se sigue tirando comida en buen estado y derrochando recursos, en el otro viven la condena de no tener una sola comida cotidiana que llevarse a la boca. Es legal, pero no es justo. La VIOLENCIA, justificada y mantenida. Las guerras son un negocio que asola extensas regiones. Sociedades que no saben vivir en paz, porque nunca la han disfrutado. Generaciones que no pueden vivir en paz porque son masacradas. Que no quieren vivir en paz… porque hay muchos intereses de por medio. Es legal pero no es justo. El PARO, tan próximo y tan frecuente, especialmente en los jóvenes. El desempleo es una especie de condena a la inactividad. Investigadores sin recursos, profesores sin alumnos, médicos sin pacientes, obreros sin construcción… un ejército de profesionales dispuestos a mejorar el mundo… esperando una oportunidad que nunca llega. Un derroche de formación, de proyectos y de vida. Es legal, pero no es justo. El ACCESO A LA VIVIENDA. Hoy es complejo acceder a una vivienda y muchos no la pueden mantener. Los desahucios han dejado en la calle y con deudas a un sinnúmero de familias. Víctimas de la crisis económica y financiera. Familias sin esperanza, condenados a la esclavitud de una deuda imposible y sin apoyos con que afrontarla. Es legal, pero no es justo. La SOLEDAD que, como una especie de orfandad social, encarcela a niños, jóvenes, adultos y ancianos. Una soledad que se llama indiferencia, desafección, desinterés. Pasotismo ante el prójimo. Una ruptura con el otro, su vida me es ajena, sus problemas no me afectan, su situación no me importa…. Una sociedad así es garantía de infelicidad. Es legal, pero no es justo. Una cultura y una sociedad anestesiada que condena sumariamente, sin juicio… “siempre ha sido así”, “es lo normal”, “ellos se lo han buscado”. El cristiano tendrá que soñar, denunciar y hacer realidad el mensaje de Jesús: «Tampoco yo te condeno». Jesús sitúa a todos (mujer, escribas, fariseos, dirigentes políticos, financieros, cristianos…) en el campo común de la vida. Todos en el mismo plano de juego. Ese lugar en que todos erramos y estamos necesitados de perdón y reconciliación. No se trata de juzgar al otro sino de recorrer el camino de la vida acompañando y rehabilitando a aquel que ha quedado al borde del camino. Las palabras de Jesús valen para hoy. Todos retiran su condena de la mujer y la dejan sola. Todos reconocen su participación en la situación de la mujer. Tras esa situación, contemplan a la mujer de “otro modo”, todos son/somos responsables y, el primer paso para caminar es no actuar indiscriminadamente. Las palabras y las acciones de Jesús son transformadoras, también hoy. Nos mueven al cambio y la conversión. A renunciar a piedras acusadoras y a tender una mano que recoja, cure y levante a quien está caído o al borde del camino. Una nueva oportunidad en la vida. No será fácil. Algo nuevo está naciendo. Cuando nos encontramos a las puertas de la Semana Santa descubrimos el poder del perdón y de la implicación con otros, la potencia del amor y el sentido de dar la vida por los demás. Jesucristo la da, por nosotros, por cada uno de nosotros, por todos.