NECESIDAD DE PROTEGER LA VIDA HUMANA. UN ACERCAMIENTO IUSFILOSÓFICO Dr. C.F. Joel González García I.T.M. José Martí Indagar sobre la necesidad de proteger la vida humana equivale, ante todo, a preguntarnos: ¿qué es el hombre? Para ello debemos procurar distanciarnos de dos posiciones contrapuestas por su contenido, pero idénticas en cuanto a su resultado pernicioso: 1) El antropologismo (concepción metafísica que concibe al hombre como ser genérico, al margen de su determinación social). 2) El economicismo (pensamiento abstracto que absolutiza el papel de la economía en detrimento de los factores subjetivos). Lo primero que debe señalarse es que el hombre no entra en relación con los demás hombres por elección, sino por necesidad metabólica. El hombre no puede surgir más que de la sociedad, es decir, de la lucha que reside en ella misma. A diferencia del perro, que no pierde su esencia perruna por nacer y vivir fuera de la manada, el hombre aislado de la sociedad sí se desnaturaliza, sí pierde su esencia humana. Y es que el hombre no nace hombre, sino bestia. Es en sociedad donde el hombre aprende el sistema de códigos que le permiten no solo comunicarse, sino también percibir la realidad objetiva en imágenes conceptuales; es en sociedad donde el hombre se apropia del conocimiento histórico acumulado, de toda la creación cultural humana, hasta alcanzar su independencia frente a las leyes ciegas de la naturaleza; es en sociedad donde él organiza y desarrolla su vida material y espiritual y, por tanto, donde establece aquellas instituciones dadoras de seguridad, confianza y garantías existenciales. Lo segundo, pero no menos importante, es que sin la comprensión de que el hombre es totalidad concreta, condensación de numerosas mediaciones, el conocimiento de la realidad humana no pasa de ser algo místico. El hombre deviene hombre precisamente porque alcanza la síntesis del desarrollo bio- psico-social. Digamos, a guisa de resumen, que es una totalidad concreta, que se desarrolla y crea. Totalidad concreta porque no es la suma de todos los elementos, aspectos y relaciones que lo componen, sino síntesis dialéctica de todas estas mediaciones. Se desarrolla porque el hombre no es algo inmutable y dado de una vez para siempre; es, por el contrario, un ser racional que no cesa de desarrollarse, adaptarse y modificarse continuamente. Crea, pues en su actividad vital (el trabajo), aprehendida filosóficamente en la dialéctica de lo material y lo espiritual, el hombre se revela como movimiento de creación universal. Lo anterior nos obliga a un breve excursus acerca del significado del trabajo en la formación del hombre mismo. Tras las huellas de Marx diremos, inicialmente, que el trabajo no es mera acción u ocupación laboral, sino un proceso que invade todo el ser del hombre y constituye su carácter específico. Es, en ese sentido, actividad valorativa universal: por una parte, trabajo concreto de producción de los valores de uso imprescindibles para la satisfacción de las necesidades humanas. Por otro lado, reproducción de los valores sociales de la esencia del hombre, del propio hombre como valor. En el proceso de trabajo no solo el hombre alcanza su objetivación (realización), sino que el objeto es humanizado, constituyéndose, de esta forma, el mundo humano. Esta interrelación natural, sin embargo, se verá fuertemente desgarrada por la dinámica objetiva que rige la forma material abstracta de expresión de la riqueza social del trabajo bajo la lógica de la propiedad privada y sus corolarios (las clases, el estado, el derecho, las guerras, etc.) iQué de crímenes, de guerras, de asesinatos, de miserias y de horrores no se hubiese ahorrado el genero humano, señala Rousseau, a quien parafraseamos, si hubiese existido alguien con el suficiente valor de enfrentar al primer usurpador de la historia humana (primero que, habiendo cercado un terreno , descubrió la manera de decir: esto me pertenece y halló gentes bastante sencillas para creerles) y hubiese gritado a sus semejantes:« Guardaos de escuchar a este impostor; estáis perdidos si olvidáis que los frutos pertenecen a todos y que la tierra no es de nadie» Con la aparición de la propiedad privada y la subsiguiente enajenación1 de la actividad vital del hombre, el ejercicio de la libertad se convierte en condición de dominación, sometimiento y apropiación de la libertad ajena. Es aquí por consiguiente donde la protección de la vida humana deviene expresión histórica de la separación y el alejamiento entre el hombre y el propio hombre. Toda la historian humana se ha disuelto a lo largo de este cisma, en el cual los sujetos que han podido crecer en la separación no se han reencontrado todavía. Después de señalar, grosso modo, aquellos aspectos que, a nuestro juicio, expresan los fundamentos de la esencia humana, creo que podemos entrar de lleno al tema central del evento: la necesidad de preservar la vida humana como valor supremo. Por la vastedad y profundidad que le es inherente a esta temática, así como por la brevedad del tiempo asignado, voy a hacer mi exposición a partir de la síntesis de un grupo de ideas iusfilosóficas que consideramos esenciales. Ellas son: El derecho, en su sentido más general, es una cosmovisión reguladora del hombre, de la naturaleza y del individuo en la sociedad. Lo que significa que no se reduce solo a la norma. Es, ante todo, construcción ontológica, sentido de la vida, deber ser de los individuos. Impregna todas las formas históricas de comunicación y tiene un aspecto moral (clasistamente) acentuado. No bastaba, ni mucho menos, con preguntar quién tiene que tutelar jurídicamente a quien o quién tiene que ser tutelado. El razonamiento posee además una tercera interrogante: de qué clase de tutela se trata y qué condiciones históricas le son inmanentes. El derecho, incluyendo el derecho internacional, es un fenómeno de naturaleza político-social que 1 La enajenación o extrañamiento significa que el hombre no se experimenta a sí mismo como el factor activo en su captación del mundo, sino que el mundo permanece ajeno a él. Están por encima y en contra suya como objetos. La enajenación es esencialmente experimentar el mundo y a uno mismo pasiva, receptivamente, como sujeto separado del objeto. De ahí entonces que para Marx el concepto de enajenación se basa en la distinción entre existencia y esencia, en el hecho de que la existencia del hombre está enajenada de su esencia; que, en realidad, no es lo que potencialmente es o, para decirlo de otro modo, que no es lo que debiera ser. pretende perfeccionar las formas del trato humano, en el afán interminable de hacerlo cada vez superior, más justo, digno y desenajenante. Pero no siempre es así. También ha servido y sirve en muchas otras ocasiones para todo lo contrario, para sojuzgar a los individuos, para limitar la libertad de la mayoría o de muchos, en aras de la utilidad de unos pocos. La necesidad de defender la vida y dignidad del hombre no debe ser explicado por la ingenua confusión existente entre emancipación política y emancipación humana (la emancipación política no siempre presupone la obtención de la emancipación del hombre, puesto que en ella, se eleva a rango universal la enajenación humana a través de lo jurídicoestatal; y a su vez, este último se perfila como expresión acabada de la oposición entre la vida genérica del hombre, y su vida material). La liberación del ser humano en abstracto no es sinónimo de humanismo. Su premisa esencial, por el contrario, subyace en el proceso de emancipación social del trabajo. El ser humano es concreto y, por tanto, ha de ser visto en su contexto y/o escenario especifico. Cada etapa de la historia tiene sus características y problemas. Las necesidades e intereses de cada momento conducen a determinadas formas de protección jurídica. En consecuencia, los hechos aislados son abstracciones, elementos artificiosamente separados del conjunto, que únicamente mediante su acoplamiento al conjunto de la realidad correspondiente adquieren veracidad y concreción. Para que el derecho adquieran un carácter verdaderamente humanista, en el sentido estricto de la palabra, no puede haber cabida para la confrontación entre Ley y Justicia. Un derecho humanista es aquel que logra nivelar orgánicamente lo justo, lo legal y lo moral, esto es, aquel que es enumerador y garante de los derechos humanos fundamentales. La protección humana no se alcanza declarativamente; traspasa el marco de los anhelos. Exige voluntad política, pero también acción transformadora y emancipadora del individuo. El derecho, señala con toda certeza un axioma marxista, es la voluntad de la clase dominante erigida en ley. No obstante, y coincidiendo con Néstor Kohan, “no debe nunca obviarse la función paradojal que permite incorporar -a partir de relaciones de fuerza, de luchas y de disputas- al derecho cláusulas que por ejemplo prohíben la tortura o garantizan un salario más alto. Marx da cuenta de esa función paradojal cuando en El Capital analiza las leyes fabriles que la lucha de clases va arrancando a regañadientes a las clases dominantes”2. La protección jurídica del ser humano, en ese sentido, debe ser considerada como un sistema de normas e instrumentos de construcción de la realidad social, de prácticas, costumbres, relaciones sociales, estructuras de pensamiento y de consenso; que son imprescindibles en la estructuración del poder y la dominación de la sociedad. A modo de reflexiones finales: La protección de la vida humana ha de ser la manifestación del reconocimiento del ser humano como máximo valor y la aspiración de crear una humanidad superior no solo por sus riquezas materiales, sino, y ante todo, por la grandeza de sus humanos. La cuestión principal, sin embargo no está solo en pensarla, en actualizarla teóricamente en recintos académicos o salas de magistrados. La tarea difícil es llevarla a la práctica, ajustarla a las exigencias de los nuevos tiempos sin perder de vista su esencia emancipadora. 2 Kohan Néstor: Gramsci y Marx: Hegemonía y poder en la teoría marxista. En Todo sobre Gramsci\www.gramsci.org.ar\index.html: