Sautrela: un caso aparte de literatura y televisión Hasier Etxeberria

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ENCUENTROS EN VERINES 2009
Casona de Verines. Pendueles (Asturias)
Sautrela: un caso aparte de literatura y televisión
Hasier Etxeberria
Una misión divina.
Hay quien cree que a la Literatura o, mejor dicho, al libro, sólo pueden
salvarlo la escuela y los medios de comunicación. Pero, por lo que los
profetas dicen, al libro tal cual lo conocemos, no lo salva ni Dios.
Antes de que esta nueva fe se generalizara, hace 10 años, fue lo que se nos
encomendó en Euskal Telebista (ETB), la televisión pública en la que
llevamos trabajando ya demasiados años: que se hiciera visible la existencia
del planeta de la literatura y de los libros. Y que ayudáramos en lo posible.
Es así como empezamos con el programa Sautrela: media hora de tele
dedicada a la literatura.
Tomamos nuestro nombre del título de un poema del primer libro que se
publicó en euskara, allá por el XVI. Sautrela viene a ser una suerte de pieza
literaria y teatral medieval, que servía para ser cantada y bailada. Viene del
francés sauterelle, que asimismo quiere decir saltamontes. Ese es nuestro
icono, un pequeño saltamontes, como en la serie aquella de kung-fú.
Pero claro, cuando los ejecutivos de televisión hablaban de planeta, se
referían seguramente a esa arenilla que cae de algunas letras y que a veces
consigue formar islotes pequeñitos en el interior de atolones dispersos,
porque lo que se dice planeta, no lo hemos encontramos por ninguna parte,
y llevamos ya diez años buscándolo. No hemos conseguido poner pie en
algo más estable que en un suelo embaldosado de blandiblup.
Además, imagínense lo fatigoso de la búsqueda si, encima, nos referimos a
una literatura producida y consumida en una lengua tan minoritaria como lo
es el euskara, porque, claro, ¿de cuánta gente de carne y hueso estamos
hablando? ¿cuántos lectores potenciales de literatura en euskara existen en
el mundo?
Somos pésimos en matemáticas, pero de unos 800.000 hablantes de una
lengua tradicionalmente hablada por analfabetos en la suya propia —que no
en otras—, calculamos que unas cien mil personas pueden ser capaces de
leer con naturalidad en euskara, aunque otra cosa es que lo hagan con
frecuencia. Y menos aún si se trata de literatura. Estamos hablando de
10.000 personas a lo sumo. Aunque hay excepciones, que se vendan mil
ejemplares de un libro, es a día de hoy un éxito.
Así que, mejor que de un planeta, pongámonos a hablar de un petit
asteroide. Será más ajustado a realidad.
La cuestión es que en otoño de 1999, ahora hace exactamente 10 años,
fuimos convocados para dirigir y presentar un programa sobre literatura y
libros en ETB1, es decir, en la emisora en euskara de la televisión vasca.
Los convocantes no tuvieron más remedio que hacerlo, ya que un productor
obstinado, había conseguido financiación por parte de una fundación
privada.
Y así arrancamos, para 13 semanas. Y como digo, llevamos diez años y
seguimos.
¿Cómo puede haber sido esto posible?
Una fórmula nada secreta.
No vayan a creer que nos asiste una fórmula mágica. Para no aburrirles diré
que, tras mucha destilación, el elixir que proponemos en nuestro programa
se compone básicamente de una entrevista con un autor o autora (12 min.),
un reportaje literario (7 min.), alguna lectura selecta de un escritor (2 min.) y
dos o tres perlas literarias bastante elaboradas (cada una 2 min.).
Lo que les puedo asegurar es que ni por un momento nos hemos dedicado a
salvar a la literatura, no hemos perdido ni un minuto en ello. A lo que nos
hemos dedicado en cuerpo y alma, es a hacer tele, que es, en definitiva, de
lo que sabemos y a lo que nos dedicamos profesionalmente. Es así como
hemos creado una suerte de estilo sobrio, incluso bronco a veces, que ha
sido bastante copiado por emisiones vecinas a lo largo de estos años.
En todo este tiempo hemos cumplido con la misión encomendada por
nuestros jefes: hacer visible el mundo de la literatura en euskara. Y así, casi
todos los escritores vascos han pasado por Sautrela. Pero no sólo ellos.
Hemos dicho ya que la gran mayoría de vascohablantes son analfabetos en
su propia lengua. No obstante, si no me equivoco, el índice de lectura de
nuestros paisanos es uno de los más elevados del Estado español. Leemos
también en castellano, en francés, en inglés… Por eso nos gusta trufar
nuestro programa de escritores que admiramos en otras lenguas.
Comenzamos con el bueno de Tabucci, y por Sautrela han pasado en estos
diez años monstruos como Lobo Antunes, Gao Xingjian, Kadaré, Auster y
otra treintena de grandes autores. Pero también escritores en lengua
española como Vila Matas, Rafael Chirbes y otros. Hemos estado atentos a
lo que se escribe en las demás lenguas del estado: gallego, catalán y bable.
Además de hacer radiografías de esas literaturas vecinas, hemos
entrevistado a Manuel Rivas, Quim Monzó, Xuan Bello… Tampoco nos
hemos olvidado de los paisanos vascos que escriben en castellano y en
francés: Marie Darrieussecq, Sánchez-Ostiz, Ugarte, Sastre y otros.
Sin embargo, a pesar de nuestra magnífica y grandiosa andadura, somos
tan insignificantes que ninguna editorial presiona sobre nosotros para que
alteremos la realidad a su favor. Ningún lobo de ningún lobby nos ha
regalado un mercedes o un chalé. Y hace bien, pues le consta que poco
podemos hacer a su favor. Así que una suerte de libertad nos asiste a la
hora de ejercer de Salomón imparcial, y hacemos, estricto sensu, lo que nos
da la gana. Han sido el gusto, la intuición y la probabilidad los factores que
más hemos frecuentado a la hora de elegir tema e invitado.
Claro que también hemos utilizado la astucia del pícaro. ¿Cómo si no
conseguir entrevistas con estos grandes autores que todo el mundo
persigue?
Para las grandes editoriales —con la salvedad de alguna que anda muy
viva—, no somos nadie. Un pequeño programa de televisión, de una
pequeña cadena, de una pequeñísima lengua, no es nadie en el mundo. Ese
es el razonamiento más común. Y, mira por dónde, resulta que ese mismo
argumento es el que más hemos usado como cebo para atraer a las grandes
firmas del panorama internacional y, por ende, para hacernos amigos de
algunos de ellos: “somos pequeñitos e insignificantes, una emisión en una
lengua casi extinta que casi nadie ve”, etc., etc. les decíamos, hasta
encender su piedad o el gusto para con lo deforme y el perdedor que se
supone a todo escritor.
Hemos acertado a dar pena y hemos conseguido así que, en su trato con
nosotros, muchos escritores se hayan sentido como OENGs benévolas
salvando ballenas a punto de desaparecer. Algunos nos han mostrado un
amor equiparable al que sienten por los aimaras o los últimos pigmeos.
Otros, más espabilados, no han caído en la trampa y se han conformado con
la mera comprobación de que éramos gente leída y preparada.
De audiencias y letrayonquis.
¿Y la audiencia, cómo se ha portado la maldita audiencia en todo este
tiempo?
Pues qué quieren que les diga. Ha habido días de gloria, pero en su mayoría
estamos hablando de cifras ridículas para cualquier programador de
televisión, y no digamos nada, de un publicista hambriento.
Pero, en nuestro caso, también se produce un efecto perverso, muy a tener
en cuenta: nadie ve Sautrela, pero todo el mundo sabe lo que es. Curioso
efecto este del recuerdo, por cierto, muy valorado en todas las encuestas
sociológicas. Estamos ante el típico caso: resulta que poquísima gente ve en
realidad nuestro programa, seguramente, porque lo consideran elitista,
profundo, inquietante o poco divertido, pero todo el mundo sabe de su
existencia, nadie lo critica o cuestiona, y todo el mundo afirma que es un
espacio muy digno y muy bueno, con una estética muy refinada, de esos que
hay que tener en cuenta y que hay que ver por fuerza mayor.
A veces, sin así proponérnoslo, hemos emitido programas realmente difíciles
y de mucha altura. Pero no vayan a pensar que por ello los datos de
audiencia se han despeñado por algún barranco. Nada de eso. Es más, en
algunas de estas ocasiones, ha aumentado inexplicablemente el número de
espectadores. Esto nos muestra que disponemos de una audiencia
pequeña, fiel y, ciertamente masoquista. Que la patología del letraheridismo
no es una patraña de Vila-Matas, y que realmente existe y se debería tomar
en consideración.
Crisis, ¿qué crisis?
Una de las consecuencias más inmediatas de toda crisis económica que se
precie, es que la caridad acaba y desaparece desde el primer momento. Así
que nos hemos quedado sin el apoyo económico de la fundación privada
que nos ayudaba. Bastante trabajo tiene, la pobre, con no despedir a cientos
de empleados. Mal papel haríamos si les empezáramos ahora nosotros con
gaitas.
Entonces, ¿qué va a pasar en adelante con Sautrela?
Los ejecutivos encargados de la programación siguen opinando que es un
programa necesario en una televisión pública. Que continúa teniendo la
misión de ayudar en lo que pueda a la literatura en euskara y a la literatura
en general, como modo de ayudar, de paso, a la industria editorial. Todo ello
además de incrementar el nivel cultural y la hipotética sed cultural de la
audiencia.
Piensan también, que no debe estar sujeto a resultado de audiencias, pues
es uno de esos “elementos de prestigio” en toda parrilla de programación
que se precie. No obstante, habrá que ver con qué opciones cuentan estos
mismos ejecutivos cuando las cuentas aprieten y comprueben que nadie
lanza salvavidas. Habrá que patear despachos y oficinas para hallar, cuanto
antes, un nuevo mecenas.
Así que, paradojas de la vida, estamos como al principio. Exactamente igual
que en septiembre de 1999. Nos han encargado que hagamos 13 capítulos
de un programa de literatura que se llama Sautrela.
No saben la que les espera.
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