ESPECTÁCULO IMPERDIBLE XXIII | 21 Con todas las de la ley Avistaje de ballenas francas en Península Valdés. La Provincia de Chubut establece normas para que el acercamiento a los mamíferos marinos se efectúe de manera correcta y responsable: *Se prohíbe perseguir a las ballenas cuando se alejan activamente de la embarcación. *Las embarcaciones deben mantenerse alejadas al menos 50 m de las ballenas. *No deben acercarse varias embarcaciones a las mismas ballenas, ni navegar en círculos a su alrededor. Ballena a la vista! De principio a fin, toda la aventura es novedosa y sorprendente por donde se la mire. Nada parece “normal”, “común” o “como me había imaginado”… Por eso si usted, querido lector, nunca visitó la península más famosa del país, y cree que franca es un adjetivo que se aplica a las ballenas que nunca mienten, acomódese en su sillón y dispóngase a conocer un mundo increíble. Por el contrario, si es un apasionado de Patagonia y todos sus tesoros, ha recorrido con el cuerpo o con la mente algunos de sus rincones más preciados, y hasta tiene pegada en el vidrio de su auto una calco de cola de ballena, no se ponga a llorar de nostalgia, algún día volverá para verlas, mientras tanto disfrute y recuerde con este relato. Ahora, si usted es uno de los afortunados que tiene en mente escaparse a corto plazo a conocer las maravillas naturales que se esconden en Península Valdés, entonces dé vuelta las páginas sin mirar, y contemple las maravillosas fotos que obtuvimos en el Volcán Copahue… usted no tiene nada que hacer en esta nota! Ya podrá vivir en carne propia cada una de las experiencias que aquí voy a relatar. Y le aseguró que no se va a arrepentir! Texto: MA. MILAGROS VIGIL (mili@extremonline.com) Fotografías: MARTIN PEÑA - EVANGELINA GRECO 20| XXIII No han sido muchas las veces que me subí a un barco, lancha o bote en el mar (francamente, me marean!). Sin embargo, siempre que lo hice ha sido por medios, digamos convencionales: un muelle, un puerto, un salto y arriba… La verdad es que nunca había imaginado que alguna vez llegaría hasta el mar con una embarcación.... empujada por un tractor! Así de original comienza esta aventura hacia el mágico mundo de las ballenas. ”Todos arriba, todos sentados, manos adentro!” son las indicaciones del capitán, que segundos después se repiten en inglés (y desde mi punto de vista también deberían hacerse en francés, alemán, italiano, brasilero, etc…) ya que en esta oportunidad los argentinos somos minoría. Estamos en Puerto Pirámides, la única localidad dentro de Península Valdés, distante unos 97 Km de Puerto Madryn (1 hora de auto |21 ESPECTÁCULO IMPERDIBLE aproximadamente, por asfalto), recostada sobre la margen este del Golfo Nuevo, apenas saliendo del Istmo Ameghino. Esta pequeña aldea turística, tan acogedora, tan pujante, vive en torno a las Ballenas Francas Australes, y es su principal custodio. En temporada alta, de junio a diciembre, incesantes caravanas de turistas del mundo entero llegan hasta aquí para poder compartir un poco de esta riqueza natural que se respira junto al mar y conocer de cerca el hábitat y las características de estos animales declarados Monumentos Naturales. En la playa, como en toda la costa atlántica, las mareas rigen las actividades. La diferencia de altura del mar en los diferentes momentos del día es de hasta 6 metros, por eso hubo que prescindir de los muelles y buscar otro sistema: el de embarcar y desembarcar en la playa, tirando la lancha con tractores. Uniformados con salvavidas color naranja, todos nos disponemos, ansiosos, a disfrutar de este modo original de alcanzar el mar y comenzar a navegar. El viento frío nos parte los labios, tal vez la XXIII | 23 única parte del cuerpo que queda a merced del clima patagónico, bajo las diversas capas de abrigo que portamos. “Gato con guantes no atrapa ratones”, decía mi mamá: turista con guantes… no puede sacar fotos, digo yo. Ya en el agua, vemos como el tractor se retira a esperar nuestro regreso y por primera vez caemos en la cuenta del motivo del nombre de este pequeño poblado: los típicos acantilados (bardas) que caracterizan la costa atlántica patagónica y que rodean la Bahía de Pirámides, se asemejan, justamente, a pequeñas y medianas formaciones triangulares. La barcaza que nos transporta es estable y las olas, pocas. No me mareo pero por las dudas fijo la vista en el horizonte. Elegí la más grande que vi en la costa por esa razón, pero el guía me explicaría luego que todas las embarcaciones de las diferentes empresas están preparadas y aseguradas para llevar turistas, equipadas especialmente para esta actividad. Y hay de todos los tamaños y para todos los gustos y necesidades! Bordeamos la costa hacia el norte y me entretengo filosofando sobre la vida y la naturaleza cuando la voz del capitán me saca bruscamente de mi letargo. “Las ballenas!”, pienso y me paro mirando a la derecha, donde todos observan y fotografían. Pero no. Estamos pasando frente a un apostadero de lobos marinos, donde una parejita posa feliz como las estatuas de Mar del Plata. No están en período reproductivo (de diciembre a marzo), época en que se los puede ver a montones, tirados uno al lado del otro panza al sol, en esa geografía tan particular que parece una repisa colgando de los acantilados. Poco a poco nos vamos adentrando en el mar azul, con uno de los fondos más cristalinos del país según los expertos buceadores. Vuelvo a mis pensamientos (qué lejos estoy del stress de la ciudad!) y esta vez es el silencio lo que me hace volver a la realidad. El barco ha dejado de funcionar y sólo un par de gaviotines gritan a lo lejos. “naufragamos?” ironizo y miro por la borda hacia el fondo, como quien mira por abajo del auto cuando este se para. Y así sin aviso ni anestesia veo pasar una especie de piedra granítica con mica y todo por debajo de la embarcación. Se aleja unos me- Ciclo de Vida Las ballenas francas australes llegan a Península Valdés a partir del mes de junio (aunque este último año ya se han visto ejemplares en abril) y se quedan hasta diciembre. Lo hacen para procrear y amamantar a su descendencia. Las relaciones sexuales entre las ballenas son de tipo promiscuo: una hembra se aparea con distintos machos en un mismo día. La cópula generalmente está precedida por una gran actividad de cortejo en la que suelen intervenir numerosos ejemplares. La gestación de la Ballena Franca dura un año y cada hembra da a luz sólo una cría por vez. El período de amamantamiento del cachorro se extiende por un lapso similar. Los primeros nacimientos tienen lugar en el mes de agosto y los últimos a fines de octubre. Hasta hoy nadie ha podido presenciar un parto completo. El cachorro nace asomando en primer término la cola, para no ahogarse. El cordón umbilical se corta durante el nacimiento y la madre ayuda al cachorro a salir a la superficie para respirar. Los dos años siguientes al nacimiento, la ballena madre se dedica en forma exclusiva a su cría. Durante los primeros 12 meses, la amamanta y no se separa de ella. Al año siguiente, procura que aprenda a valerse por sí misma. Estos son los comportamientos que pueden observarse en Península Valdés. Ballenas en primer plano. Atrás se recorta la silueta acantilada de Puerto Pirámides. 22| XXIII |23 ESPECTÁCULO IMPERDIBLE Avistajes con Historia Los primeros avistajes comerciales de ballenas francas en Península Valdés se iniciaron en el año 1971. Entonces se navegaba en pequeñas lanchas, con una capacidad máxima de 8 pasajeros. Hoy, las embarcaciones tienen capacidad para trasladar hasta 70 personas. En el principio los avistajes se limitaban solamente a los meses de octubre y noviembre y no se observaban tantos ejemplares. En la actualidad esta actividad se desarrolla durante 8 meses al año. ESPECTÁCULO IMPERDIBLE actriz que no paró de sorprendernos. Este es uno de los comportamientos de las ballenas más enigmático, explica el guía, ya que aparenta ser navegación a vela. Manteniendo su cola arriba de la superficie, se dejan llevar pasivamente por el viento que empuja la cola a modo de vela. El Instituto de Conservación de Ballenas ha llegado a observar ballenas navegando así por más de 20 minutos continuos. Si bien alguna vez había escuchado hablar del “canto de las ballenas”, sumida en mi gran ignorancia desconocía que estos gigantes del mar también podían saltar (yo creía que eso era cosa de delfines!). Presenciar una de estas acrobacias es impactante no sólo por la figura que constituye, sino por el gran estruendo que provocan al chocar contra la superficie del mar. Por qué saltan es un misterio. Posiblemente sea un medio de comunicación visual o acústica, para mostrar dominio o poder, limpiarse los parásitos de la piel o un simple juego entre las ballenas más jóvenes. Importa tanto el motivo cuando la emoción es la única protagonista? Para una navegación sin sorpresas tros, emerge sobre la superficie y expulsa dos nubes en forma de “V” con un ruido que con los ojos cerrados yo hubiese descrito como la exhalación de un dragón. “Madre mia!” grito o creo que grito mientras mantengo la boca tan abierta como me es posible. “Y ahí llega la primera gorda…” anuncia el guía. Aún no puedo salir de mi asombro cuando, tal vez la misma, o tal vez otra, pega un salto de circo unos metros más a la derecha. Parece una flecha negra gigante tirada por Neptuno desde el fondo, que en contacto con el sol cae estrepitosamente salpicando agua salada para todos los costados. (Perdón querido lector, pero es tan difícil describirlo un salto de ballena!) Son mucho más grandes de lo que había imaginado… gigantes! El guía nos cuenta algunas de sus características y todos parecemos muy interesados hasta que un nuevo “ooohhhh!” natural e instantáneo frente a las piruetas de los ballenatos, lo interrumpe y lo obliga a volver a empezar. No puedo creer lo amigables que parecen a 24| XXIII simple vista, paseándose frente al barco como en un espectáculo ensayado y coordinado: un ballenato salta y se zambulle dejándonos ver su cola, apenas desaparece y ya la mamá surge panza arriba, se da vuelta y expulsa el aire, se sumerge y ya hay una nueva protagonista en acción captando nuestra atención… A pesar de tamaña actividad, el guía nos explica que la naturaleza es impredecible, y que los humanos sólo podemos limitarnos a esperar que ella se manifieste. El avistaje es una actividad pasiva, y el capitán del barco no hará nada que pueda molestar a los cetáceos: ni seguirlas, ni espantarlas, ni provocarlas. Aún así, la travesía parece estar “arreglada”, ya que generalmente, (y obviamente en temporada), las ballenas no faltan nunca a la cita. La tan particular y simbólica cola negra emergiendo en el mar azul es la fotografía más esperada. Por supuesto que todos logramos obtenerla (o al menos los que gatillamos a tiempo) gracias a nuestra paciencia y a las bondades de una panzona con síndrome de Respete el uso de chalecos salvavidas y siga las instrucciones de la tripulación. Sea paciente: las ballenas no son actrices ni están obligadas a realizar piruetas para nosotros. Están allí siguiendo su ciclo de vida natural. Puede llevar prismáticos, cámaras de fotos o filmadoras, pero recuerde enlazarlas en el cuello o la muñeca y aprenda a utilizarlas con una sola mano, ya que con la otra es importante que se asegure a las barandas de la embarcación. Lleve abrigo e impermeable, gorro, anteojos y protector solar: estará expuesto al sol, el frío, el viento y las salpicaduras de agua salada. Seguimos navegando alrededor de 1 hora. Cuando el capitán anuncia el regreso nos preparamos para la última foto. Y una vez más, como si todo fuera parte de un gran acto de circo, una ballena se asoma lentamente junto al barco, espiándonos de reojo, como un acto de despedida. Es un primer plano, casi podemos tocar sus partes rugosas…Una de las principales y exclusivas características de las ballenas francas australes es la formación callosa que poseen sobre la cabeza. Áreas de piel engrosadas, de color gris, y recubiertas por densas poblaciones de crustáceos anfípodos o “ciámidos” (piojos de las ballenas) que les dan un aspecto más blanco, se ubican a lo largo de las mandíbulas en el margen superior del labio inferior, sobre el rostro y encima de los ojos. En cada ejemplar varía la forma, el número, el tamaño y la distribución de estas callosidades, por eso los científicos gustan decir que son casi como las huellas digitales de las ballenas. Gracias a las fotografías obtenidas durante los relevamientos aéreos que se realizan anualmente, se ha podido identificar casi a 2.000 ballenas desde 1970 en la zona de Península Valdés. Guau! El sol ya brilla alto en el cielo y definitivamente comenzamos la retirada. Atrás van quedando las ballenas y sus crías. El show terminó para nosotros pero no para ellas, que seguirán disfrutando el ancho mar eterno, protegidas entre los brazos del Golfo Nuevo, antes de partir rumbo al sur, casi hasta la Antártida, en busca de alimento. Como ellas, yo vuelvo a mis pagos tranquila y confiada: sé que tengo en Península Valdés un sitio cálido, acogedor y maravilloso donde regresar cada año.