La música en Charles Chaplin  Por Jorge Gil Zulueta. Una de las acepciones de “genio” es la de “´persona de extraordinario talento, perfeccionador del arte a que se dedica, creador de grandes pensamientos y de conocimientos nuevos”. Conviene - de forma asidua recomendarÃ−a yo - que hiciéramos un acto de acudir y re-descubrir a aquellas personas que por su arte han sido consideradas genios, pues en ocasiones el tiempo las encierra en forma de enciclopedia o fuente que pocos consultan o bien quedan relegadas a una etiqueta constrictiva. Es lo que sucede con el gran Charles Chaplin de quien a menudo se tiene la imagen de un divertido y famoso cómico cuya imagen proyectada en la pantalla enseguida identificamos por su bombÃ−n, bigote y bastón de junco en su rol de vagabundo, algo que podrÃ−a parecer intrascendente pero que detrás de esa imagen, la del vagabundo Charlot, se reflejan muchos valores y sentimientos del ser humano: la soledad, la nobleza, la bondad, la libertad interior… todos venidos de la mano de su creador y que están dotados de inspiración de su propia vida. Una vida que se inició un 16 de abril de hace 124 años, en 1889, con una dura infancia sumida en la pobreza pero con un afán de superación que le llevó a conseguir desde niño todo lo que se propuso; y es ahÃ− donde reside la asignación de genio: en llegar a trasladar todo lo que su mente imaginó al toparse con el 7º arte. Chaplin no sólo fue un ingenioso cómico que hizo reÃ−r a millones de personas. Su talento va más allá, pues desde sus primerÃ−simos inicios en el incipiente cine, tras sus experiencias en el vaudeville, la pantomima de la época y el music hall que se hacen presentes en sus films, Charles Chaplin toma las riendas de su particular idea de cómo concebir el cine y se convierte en productor, guionista, actor y en la mayorÃ−a de veces compositor de las bandas sonoras de sus propias pelÃ−culas. Porque Chaplin en su multiplicidad de genio, es desde su juventud un gran aficionado a la música, tocando el violÃ−n, el violonchelo, la flauta, el piano y el órgano. Y ese sentir musical innato, sin formación académica alguna, lo pondrá por delante incluso de la palabra cuando el cine mudo dejó de ser mudo pero él continuó obstinado en que lo siguiera siendo. Nunca quiso que su Vagabundo pronunciara una sola palabra. Y fue consciente de su aislamiento al seguir apostando por hacer pelÃ−culas mudas (aunque sincronizadas con sonidos) cuando el cine descubrió el sonido. Y volvió a superar su propio éxito con Luces de Ciudad con música compuesta por él mismo sobre motivos de La Violetera de Padilla que escuchó a la cantante, cupletista y actriz española Raquel Meller en gira norteamericana en 1930. Curiosamente la primera vez que se oirá la voz de Chaplin en la pantalla será con la pelÃ−cula Tiempos modernos(1936), pero cantando un cuplé inteligible, mientras que la música de toda la pelÃ−cula es sincronizada por el propio Chaplin. Chaplin tenÃ−a claro el importante papel que la música tenÃ−a en sus pelÃ−culas y en su cine en general. Tanto que incluso muchos años más tarde se propuso componer la música para sus antiguos cortometrajes en asociación con el pianista, compositor y arreglista Eric James que conoció en 1956 tras encargarle la grabación de un tema para su pelÃ−cula A King in New York. Cansado de los añadidos musicales que usualmente se realizaban por manos ajenas y de forma indiscriminada a sus primeros cortometrajes cómicos, Chaplin invitó a Eric James a su casa de Suiza para transmitirle como músico no académico la idea musical que querÃ−a que transcribiera. El proyecto fue terminado en 1959 y se tituló The Chaplin Revue, conteniendo música especialmente compuesta para diversos films como“A Dog's Life”, “Soldier in Arms”, “The Pilgrim”, “The Circus”, “The Kid”, “Sunnyside”, “ Pay Day”, “A Day's 1 Pleasure”. De esa manera Chaplin se afirmó en la concepción musical que tenÃ−a de su cine, pues rara vez los adaptadores musicales comprendÃ−an lo que necesitaba su arte cuando éstos lo resumÃ−an musicalmente en “música alegre” y el genio insistÃ−a en que no debÃ−a haber una competencia entre la música y las escenas. Era necesario que la música fuera un contrapunto de gracia y encanto para expresar el sentimiento sin el cual una obra de arte es incompleta. En su autobiografÃ−a comenta irónico las ocasiones en que un músico hablaba académicamente de los intervalos limitados de la escala cromática y de la escala diatónica y él, simplemente le cortaba con una observación de profano: “Lo importante es la melodÃ−a; el resto es simple acompañamiento”. Gran observación de genio que se corrobora en sus grandes melodÃ−as.  2