Parece importante tener esto en cuenta cuando con tanta frecuencia los habitantes de las poblaciones subvaloran a los de las zonas rurales. No existe absolutamente ningún motivo para ello. Es posible que en los hábitos superficiales de la vida urbana, los agricultores no se muevan con la facilidad del morador permanente de la ciudad, pero esto no debe confundirnos y llevarnos a concluir sobre su menor capacidad o nivel de inteligencia. Es la extrañeza ante lo desconocido. Lo mismo exactamente sucede con la actuación de los urbanos en el ambiente rural, aunque nuestra suficien^ia nos lleva con frecuencia a no percibirlo. Pero si nos diéramos cuenta de nuestra absoluta ignorancia y de los ridículos errores que cometemos en nuestros contactos con el ámbito agrario, probablemente no dictaminaríamos con tanta facilidad sobre «el retraso» de los habitantes del mundo rural. En la actualidad, con la difusión de las formas urbanas de vida por los medios de comunicación social, el nivel de es ^olaridad alcanzado y la movilidad que permiten los modernos transportes, el habitante de las zonas rurales normales (5) en un Estado como el español difícilmente se distinguirá de su homónimo de la ciudad. Y si existe alguna diferencia consistirá en formas muy superficiales. 5.4. La organización y convivencia familiar Hemos dicho repetidamente que la ATP supone en la mayoría de los casos un reajuste del tiempo de trabajo familiar, una reorganización de la actividad laboral de la familia. ^Introduce este reajuste algunos cambios en la organización familiar y los sistemas de convivencia? No parece que la ATP altera los roles familiares. Se reorganiza el trabajo, y ya hemos indicado que esto puede dar. lu(5) Pueden existir algunas diferencias mayores con habitantes de zonas muy remotas, de muy difícil comunicación y muy pobres. Pero a causa de la emigración masiva de los sesenta los que quedan en estas condiciones son muy poco numerosos. 328 gar en ocasiones a roces con los jóvenes y, en casos extremos, hasta con los.ancianos, pero la organización familiar sigue esencialmente inalterada. En las regiones en que las mujeres trabajan más pueden tener un poco más de influencia en las decisiones de producción, como la combinación de cultivos a establecer, o las labores a realizar, pero tampóco ésta es concluyente. Ni en las decisiones generales, ni en el aspecto económico, ni en el jerárquico se pueden apreciar diferencias entre las familias ATP y las de dedicación exclusiva o ellas mismas en situaciones anteriores. Quizá influya en esta estabilidad que en las regiones en que las mujeres trabajan más, la organización económica y fa- ^ miliar anterior ya les concedía cierto grado de control de los ingresos familiares, por lo que su nueva situación no supone una importante alteración. Por las razones que sean, en las que nosotros no hemos profundizado, en las familias ATP no creemos que se produce un cambio sustancial en ningún aspecto, excepto en la reorganización del trabajo. Hombres, mujeres y niños mantienen sus roles tradicionales o éstos cambian de acuerdo con la dinámica de cambio de la sociedad que les rodea, sin que su condición de ATP influya significativamente en esta transformación. 5.5. El ritmo de trabajo (6) Ya ños hemos referido al trabajo familiar en el capítulo anterior. En todos los casos, el ATP tiene que trabajar muchas horas más que los trabajadores de otros sectores para alcanzar el nivel de vida que reflejamos aquí. La ATP es indudablemente una fórmula por la que la familia agricultora aporta al cuerpo social una cantidad de trabajo considerablemente más elevada que las que desarrollan solamente una actividad. La mejora de su nivel de vida, el pequeño agricultor ATP la paga (6) Este apartado debe considerarse como una prolongaciór. del Tiempo de Trabajo del ATP's del capítulo 4. 329