1 Metafísica B y el problema de la posibilidad del conocimiento científico Beatriz Bossi (Universidad Complutense de Madrid) ‘Lo más incomprensible del universo es el hecho de que es comprensible’ A. Einstein I. Si la ciencia es de lo universal, pero sólo lo particular es real, la ciencia no es de lo real. Aunque cabe constatar poco acuerdo entre los estudiosos acerca del carácter, propósito y finalidad de las aporías del libro B1, según Aristóteles, quien no conoce el nudo, es imposible que lo desate. Es necesario establecer primero todas las dificultades para saber hacia dónde se dirige uno, en qué momento ha encontrado lo que estaba buscando y, habiendo escuchado los argumentos contendientes, estar en mejor posición para juzgar (995 a 29-b 4). De modo que detectar los nudos problemáticos en las opiniones filosóficas precedentes es un paso metodológico importante del proceso de investigación. Por otra parte, el modo cómo se realiza el análisis de las dificultades contiene implícitamente una cierta presunción con respecto a la manera en que ha de llegarse a la salida2. Nos concentraremos en ‘la más difícil de todas las aporías y la que es más necesario considerar’ desde el punto de vista de Aristóteles, que aparece en octavo lugar: ‘Y es que, si no existe algo aparte de los individuos y los individuos son infinitos, ¿cómo es posible alcanzar ciencia de las cosas infinitas? En efecto, conocemos todas las cosas en la medida en que se da algo uno, idéntico y universal (hén ti kai tautón, kaì hei kathólou ti). Pero si esto es así necesariamente y ha de haber algo aparte de los individuos, sería necesario que, aparte de los individuos existieran los géneros, bien los últimos, bien los primeros. Sin embargo, al desarrollar la aporía hemos argumentado hace un momento que esto es imposible.’ (999 a 26-32) Aristóteles está de acuerdo con Platón acerca de los rasgos esenciales del conocimiento científico: universalidad e inteligibilidad3. Los argumentos de la ciencia prueban la necesidad de lo universal común y uno, como algo distinto de los particulares sensibles. 1 Para Reale (1961) 56, Jaeger (1948) 197 y Ross (1924) XV-XVI B contiene un programa originario de una importancia capital; para Leszl (1975) 120 y Owens (1951) 212 Aristóteles no menciona un plan que deba ser seguido ni puede decirse que el libro B contiene el secreto del plan maestro de la Metafísica. 2 Owens, (1951) 219. 3 Met. 1003 a 13-15; 1060 b 19-21; 1056 b 5-6; 32-37; De Anima, 417b 22-23; Etica Nicomaquea, 1140 b 31-32; 1180 b 15-16. 2 Aristóteles no cree que la postulación de las ideas resuelva el problema, porque éstas, para poder existir por sí, separadas, han de ser sustancias individuales, pero para dar razón de la multiplicidad, han de hacerse universales, con lo que no podrían existir por sí mismas. En una palabra, o existen pero son inútiles para explicar la multiplicidad, o no existen, y por tanto tampoco explican. En términos aristotélicos, el problema puesto en B sigue una línea análoga de desarrollo: ha de haber sustancias aparte de los individuos, que han de ser independientes del devenir, que los hagan cognoscibles; pero no puede haberlas ya que los géneros no pueden existir per se, fuera de los individuos. Aristóteles combate con vigor la separación de lo común y uno, ya que en ello le parece encontrar la raíz de todos los defectos de la así llamada ‘teoría de las ideas’, porque nada separado puede ser causa de conocimiento ni de ser. Tras el ataque, busca entre los escombros, elementos que le permitan construir un modelo teórico alternativo más seguro sobre el cual poder afirmarse. Las divinas formas platónicas han perdido sus alas y han caído a tierra, como suele decirse. Pero antes de desintegrarse, han dejado una infinitud de imágenes diseminadas en el campo del devenir. Las imágenes conforman cuerpos y constituyen sustancias individuales que Aristóteles describe como compuestos de materia… y forma. Es mi propósito en esta comunicación intentar mostrar que aunque Aristóteles rechaza la descripción de las ideas como agentes dobles capaces de constituirse, por una parte, en sustancias independientes y por la otra, en explicativas de lo común, (porque si son sustancias no pueden ser universales y si son universales no pueden ser sustancias), él mismo tendrá que buscar un cierto compromiso en la descripción de su forma, concediéndole, análogamente, un doble status ontológico, para resolver la aporía del conocimiento científico. La aporía no se presenta resuelta de una vez y para siempre en un texto determinado, sino que la solución va abriéndose paso, poco a poco, en el desarrollo de estos escritos, como una luz que se atisba al final del túnel, cuando, eliminadas las Formas universales separadas, Aristóteles encuentra el modo de darles un cierto status ontológico. Lo universal no puede existir separado, no es causa ni principio, pero está presente, de algún modo, en lo particular. Tras un largo y pormenorizado análisis, en el libro Z de la Metafísica, la forma se revela como la verdadera sustancia de cada cosa compuesta y separada. Como principio intrínseco individual en acto, ella determina al sujeto. Por el contrario, lo universal queda despojado de sustancia. Sin embargo, esto no significa que lo universal sea una pura 3 nada; Aristóteles deja deslizar la consideración de que es posible que sea algo, aunque no otra sustancia, contenido en la sustancia particular. En el libro H admite que lo universal es real, como potencia, en cuanto contenido en lo particular. En acto, la forma es una individual; en potencia, es universal, porque puede volverse ‘común’ en la intelección, al ser extraída a partir de múltiples sustancias. En este sentido la forma universal es descripta como ‘materia inteligible’. Esta actualización funda la posibilidad de que haya ciencia. Porque ‘esta’ sustancia aquí presente, es también ‘una de tal tipo’. El hecho de la repetición de los diseños funda la posibilidad del conocimiento de los infinitos entes particulares, en cuanto susceptibles de ser subsumidos en algo uno y lo mismo. II. Contra Platón: si es universal, no es sustancia En el libro B Aristóteles parece estar persuadido de que, puesto que existen individuos sensibles, hemos de suponer que éstos no son lo único que existe, sino que entre sus condiciones de posibilidad se cuentan la materia y la forma como principios eternos que hacen posible la generación. Así, dice: ‘…necesariamente habrá algo fuera (parà) del compuesto concreto: la forma específica. Ahora bien, si se da esto por establecido, surge la aporía de sobre qué cosas se establecerá y sobre qué cosas no. Que no es posible establecerla sobre todas las cosas, es evidente. Desde luego, no estableceríamos que hay casa alguna fuera de las casas individuales. Además, ¿cómo sería la sustancia una (ousía mía) para todos, por ejemplo, para los hombres? Esto es absurdo ya que todas las cosas son una cuando su sustancia es una. ¿Son entonces muchas y diferentes? Pero esto también es absurdo. Y además, ¿cómo la materia llega a ser cada una de estas cosas y el compuesto es estas dos cosas?’ (999 b 16 -24). Dicho de otro modo: o la forma es individual de cada compuesto como principio intrínseco que determina la materia, y está dentro, y no hay una forma separada del compuesto, o la forma específica está además fuera del compuesto. Si sólo está dentro, no hay explicación ni de la generación, ni del conocimiento, porque siendo individual no es objeto de ciencia. Si sólo está fuera y es una, no habría más que ella, porque lo que tiene la misma forma es uno. Observemos que en este momento de su indagación, Aristóteles, por una parte, aplica una disyuntiva excluyente a las formas platónicas, por lo que se ve obligado a rechazarlas, y por la otra, a falta de mejor instrumento hermenéutico, también aplica categorías unilaterales a sus propias formas y se queda igualmente con las manos vacías. Sólo cuando acepte otorgar a la forma un carácter doble: como principio intrínseco 4 individual y como principio común, podrá resolver la aporía de la generación y del conocimiento científico. De lo contrario, si sólo lo singular es real, la ciencia de lo universal, no tendría por objeto lo real4. III. Lo universal, forma inteligida. Como hemos adelantado, la solución del problema de la ciencia ha de hallarse en la doble función de la forma como principio intrínseco de los individuos y como objeto de conocimiento. Tal es la razón de que eidos sea equívocamente una forma individual y una especie universal, pero la equivocidad no es arbitraria sino que se funda en el hecho de que todo individuo sensible es miembro de una clase, o para decirlo con Aristóteles, en que ‘esta alfa es una alfa’. Es sabido que para Aristóteles lo que la ciencia conoce no es una copia o representación5 de las cosas, sino las cosas mismas en su aspecto formal, ya que es la misma forma constitutiva de la cosa, sin su materia, lo que está en el alma, que es descripta como ‘lugar de las formas’ en cuanto es ‘en cierto modo, todos los entes’ (De Anima, 431 b 21). Así dice que ‘lo mismo es la ciencia en acto que la cosa’ (DA 431 a 1-2) y que ‘en general el intelecto es, el que está en acto, las cosas’ (DA, 431 b 17). A veces incluye un atenuante al aclarar que esto se cumple ‘de algún modo’: ‘la ciencia es de algún modo los objetos científicos’ (431 b 22-23). Aquí no explica en qué consiste este ‘de algún modo’; indudablemente se trata de un misterioso desdoblamiento de la misma forma que, por una parte sigue siendo el principio constitutivo de la cosa generada, a la vez que, por la otra, deviene en el alma. Esto es así porque Aristóteles no puede aceptar que existan formas separadas, como no sean los intelectos divinos. Sin embargo, el modo de ser de las formas, en cuanto conocidas en el alma, ha de ser independiente, siquiera intencionalmente, de las formas unidas a la materia que continúan constituyéndolas. Aristóteles cree encontrar un modo de salvar esta paradójica situación cuando establece: ‘El intelecto es forma de formas así como el sentido es forma de las cualidades sensibles. Y puesto que, a lo que parece, no existe cosa alguna separada y fuera de las magnitudes sensibles, los objetos inteligibles se encuentran en las formas sensibles – 4 Moreau (1972) 142. En De Interpretacione los conceptos son imágenes de las cosas del mundo, en clase representacionista. Pero cuando la teoría de las formas se tiene en cuenta, la posición cambia. Mignucci (1965) 76-77 observa que la ciencia es objetiva porque lo universal no es el mero resultado de nuestro modo de adecuarnos cognoscitivamente a la realidad –no es una representación- sino aquella realidad unitaria presente en múltiples no equívocamente, que no tiene ser fuera de ellos y en ellos es una y la misma. 5 5 tanto las denominadas abstracciones como todos aquellos que constituyen estados y afecciones de las cosas sensibles-’ (432 a 2-6). Las formas inteligibles llegan al intelecto en el vehículo de las formas sensibles, y como ya vienen en ellas, la operación de inteligirlas no consiste en separarlas ‘físicamente’ por decirlo de algún modo, del sustrato sensible, sino en contemplarlas en su aspecto universal, y en ese instante, lo común y uno en potencia se actualiza. Así resulta que, por una parte, las formas inteligibles, en cuanto individuales en acto, permanecen inseparables de las cosas que determinan y estructuran, pero por la otra, al ser inteligidas, se produce la actualización de su aspecto común material inteligible, pero siguen existiendo unidas a las formas sensibles que las contienen como soporte o sujeto. Cherniss6 observa que Aristóteles supone que la mente puede, de algún modo, extraer de los particulares sensibles, el universal, el cual ni es idéntico a cualquiera de los datos sensibles, ni existe separadamente en la experiencia. Sin embargo, aunque ni siquiera hoy la ciencia haya podido dar prueba alguna de que esta suposición está en lo cierto, el fundamento último que Aristóteles ofrece, a saber, que ‘esta alfa es una alfa’(1087 a 21)7, i.e. que lo particular es un ejemplar de una clase y que por ello, tanto en su constitución sensible como en su estructura inteligible, contiene, además de lo propio en acto, lo común en potencia, resulta, a mi modo de ver, irrefutable. Tal vez no podamos dar todavía una explicación satisfactoria ni de la realidad ni de nuestro conocimiento de ella, pero es un hecho que existe la ciencia, y que, por tanto, existe lo universal no separado que conocemos, y esto es posible porque lo particular guarda con lo universal una relación íntima, ya que misteriosamente repite en claves siempre únicas, la misma sinfonía específica, o para decirlo de otro modo, lo particular está preñado de lo universal8. 6 Cherniss (1972) 239; 79-80. ‘Si conocemos cada cosa por medio de las definiciones y los géneros son principios de las definiciones, necesariamente los géneros deben ser principios de las los entes definidos. Y si adquirir ciencia de los entes es adquirirlo de las especies según las cuales se dicen los entes, los géneros son principios de las especies’ (Met. 998 b 4-8). 8 Leszl (1970) 500 apunta que para Aristóteles la existencia de un universal como identidad esencial entre distintos individuos es algo último y no se requiere una explicación de ello; los platónicos en cambio no pueden admitir que las cosas sean de un modo determinado debido a su naturaleza propia sino que introducen una explicación diferente diciendo que son de una manera determinada porque participan de algo que tiene existencia aparte de ellas. 7 6 IV. Doble caracterización de la forma: determinada y separada versus indeterminada y no separada Al comentar la octava aporía, Ross9 adelanta que la respuesta de Aristóteles ha de encontrarse en Z 8 donde afirma que toda sustancia concreta incluye como elementos la materia eterna y la forma eterna, los que, sin embargo, existen solamente en cuanto unidos en una sustancia concreta. Efectivamente, Aristóteles establece que no se generan ni la materia ni la forma. Producir algo es poner la forma en otra cosa: hacer una esfera de bronce no es hacer ni la redondez ni la esfera (1033 a 31-34). Sin embargo, no cree que exista una esfera fuera de las esferas ni una casa fuera de las de ladrillos (como algo separado) porque las formas no son algo determinado sino algo de tal clase (1033 b 19-22). Por el contrario, al definir la sustancia en su léxico, Aristóteles dice que la forma de cada cosa es algo determinado y es capaz de existencia separada (1017 b 24-26) y repite esta descripción en el libro VII (1029 a 27-29). La forma resulta así ser a la vez algo determinado particular y algo ‘de tal clase’ o común por una parte, y también algo no separado y separado. ¿Cómo conciliar estas descripciones contrarias? La sustancia sensible está compuesta de materia y forma, pero de estos dos elementos, es la forma la que constituye la sustancia porque a la materia le falta determinación (puesto que implica potencia, no es plena realidad) y existencia separada. Sólo recibiendo la forma viene a ser algo determinado10. Ahora bien, la caracterización de la forma como determinada y separable por el pensamiento corresponde a la sustancia en cuanto esencia (1042 a 28-29). Como tal es cognoscible y entra en la definición, por lo que podemos captar al compuesto como algo distinto en la percepción y concebirlo como objeto inteligible. En tal momento resulta un contenido menos determinado, y algo que, de algún modo, es extraído de la forma como principio intrínseco de la cosa, para hacerse cognoscible como un ‘de tal tipo’11. 9 Ross, (1924) 240. El individuo, aunque tenga existencia separada, no es definible porque no realiza exactamente su forma, presenta caracteres indeterminados tomados de su individuación material. Es menos real que el eidos y por ello, menos cognoscible. 11 Robin (1908) 33 y 34, n.32 distingue dos caracterizaciones de lo universal: en su crítica a Platón, lo universal es extrínseco, accidental y posterior a las esencias, como posibilidad de la repetición, pero esta no es su última palabra: lo uno no es exterior a lo múltiple sino relativo e inmanente a ello. Cherniss (1962) 346-7 acentúa esta distinción porque entiende que si la forma potencialmente inteligible existe dispersa en los particulares sensibles, y en cuanto es conocida, es desparticularizada y absuelta de la materia, su universalidad es conocida sólo incidentalmente al conocimiento de ella como unidad única 10 7 Aristóteles parece concebir la sustancia de una manera diferente en las Categorías y en Metafísica. En el primer tratado, empleaba la expresión "sustancia primera" para indicar el sujeto individual en relación a las especies y a los géneros, llamados "sustancias segundas", mientras que en Met. Z emplea la misma expresión "sustancia primera" para indicar la forma en relación al compuesto de materia y forma que constituye el sujeto individual. A juicio de Berti12 entre estos dos usos de la misma expresión no hay ningún contraste, como lo prueba el hecho de que en otra parte emplea esta expresión "sustancia primera" para indicar todavía otra cosa, i.e., la sustancia inmóvil. La expresión está empleada en sentidos diferentes y puede indicar objetos diferentes sin ninguna contradicción. En las Categorías expresa la primacía del sujeto sobre el predicado (la especie), i.e. una prioridad concerniente a la predicación; en Met. Z expresa la primacía de la causa, precisamente de la causa formal, sobre aquello de lo cual es la causa (el compuesto), i.e. una prioridad concerniente a la causalidad. Y expresa igualmente la primacía de la causa motriz sobre eso de lo cual ella es causa (las sustancias sensibles). Lo que en el primer caso es primario, el individuo, en el segundo, es secundario y lo que en el segundo es primario, la forma de las sustancias sensibles, en el tercero es secundario. No es cierto, continúa Berti, que en Met. Z atribuye la primacía a la especie de la cual había tratado en la Categorías: él atribuye la primacía a la forma, en tanto que causa de sustancialidad del compuesto. En las Categorías no empleaba la doctrina de la materia y la forma, sino que ofrecía solamente una cuestión de predicación; en la Metafísica, al contrario, toda la atención está concentrada sobre la doctrina de la materia y la forma como causas de la sustancia. Así por ejemplo, en Categorías como especie indica al hombre, mientras que en la Metafísica como forma indica el alma: no se trata de la misma cosa, porque el alma es la causa (formal) del hecho de que un individuo sea un hombre. Si en Categorías, la sustancia era el sujeto singular mientras que la especie y el género eran sustancias segundas, en Metafísica la sustancia es la forma porque es en virtud de la forma que el sujeto sensible es lo que es. Sin embargo, una vez inteligidas, las formas se vuelven universales y como tales ya no existen separadas porque no son individuales. Así resulta que las formas reciben características contrarias según sean principios intrínsecos de las sustancias sensibles (en tal sentido responsables de su determinación y determinada, porque esta universalidad es sólo la posibilidad de su repetida realización en una multiplicidad de particulares. 12 Berti (1995). 8 existencia separada) u objetos inteligidos (ni particulares ni separados). Es necesario que estas diferencias, derivadas de estados ontológicos diversos, sean las únicas diferencias entre las formas incorporadas y las formas conocidas, porque en lo que respecta a su determinación esencial, son idénticas: la ciencia teorética es lo mismo que sus objetos. V. Forma individual y forma universal Convencionalmente se entiende que Aristóteles reemplazó la teoría ante rem de los universales platónicos por una teoría in re según la cual existe una naturaleza común presente en las cosas y compartida por los particulares, independiente del pensamiento y el lenguaje. Coincido con Allan13 en que se trata de un error, porque la doctrina aristotélica de los universales es sólo post rem. Lo cual no quiere decir que sea nominalista, sino más bien conceptualista: los universales son conceptos que pertenecen a proposiciones y las formas pertenecen a las cosas y sus estados. Al mismo tiempo, los universales son formas porque el contenido del pensamiento es una forma hecha general al ser abstraída en el pensamiento. Los universales son las formas particulares existentes tomadas universalmente, sea en el lenguaje o en el pensamiento, i.e. las formas dichas o pensadas en general. Abstraer una forma de su materia es convertirla en un universal. Los universales no tienen existencia propia independiente en ninguna parte, ni en las cosas, ni en la mente, ya que no son sustancias ni compuestos de sustancias. Debido a que los conceptos de las cosas son, en cierto modo, en cuanto universalizadas, las formas, y las formas son las cosas, los conceptos son las cosas en cuanto pensadas. La forma de un compuesto sin su materia es eso mismo pensado, generalizado o la clase de tales cosas. Un hombre engendra a un hombre: padre e hijo no son lo mismo numéricamente sino sólo específicamente, basta con que el generador actúe y cause la transmisión de la forma específica en la materia para obtener el resultado: ‘tal forma en estas carnes y huesos, Calias y Sócrates: diverso a causa de la materia (pues es diversa), pero lo mismo en cuanto a la forma (pues la forma es indivisible)’ (1034 a 6-8). En este y en otros pasajes Aristóteles atribuye la individuación a la materia14 en tanto que en otros textos parece admitir que la forma individualiza, así por ejemplo en el 13 14 Allan (1981) 2-15. Met. 1016 b 32; 1035 b 27-31; 1074 a 33. 9 siguiente pasaje reconoce formas individuales distintas dentro de una misma forma universal: ‘Y para las cosas de la misma especie son distintos individualmente: tu materia, tu forma y lo que en tu caso produce movimiento y los míos, si bien son los mismos universalmente hablando’ (1071 a 27-29). La forma de un hombre no es sólo numéricamente distinta de la de otro hombre, porque los hombres no se diferencian solamente por aspectos materiales y accidentales sino también en lo que respecta a su forma, i.e. poseen almas diferentes, personalidades individuales. También los dioses, siendo formas puras, se distinguirán unos de otros en cuanto a sus formas individuales. En este sentido, la forma individual resulta también algo más determinado, y separado, que lo universal, común y accesible mediante el lógos. Tricot15 comenta el pasaje, parafraseando a Robin: al determinar el sujeto, la forma lo realiza y lo individualiza a la vez. Si la materia fuera el único principio de individuación ocurriría que lo indeterminado acabaría por determinar en última instancia, y no se comprendería cómo Dios habría de ser la individualidad más individual, por ejemplo. Finalmente Tricot coincide con Robin, en que hay aquí implícitamente una concepción platónica de la realidad porque ella significa ‘el oscurecimiento gradual del pensamiento puro’ y el pasaje se conforma con tendencias ‘idealistas’ de su metafísica. Lejos de todo idealismo, a mi modo de ver, este pasaje resulta muy valioso para confirmar la interpretación anterior, según la cual no es necesario elegir entre una descripción de la forma como determinada y separada y su contraria, sino que es preciso mantenerlas a ambas, porque una se aplica a la forma individual y la otra a la específica, razón por la cual resultan contrarias en este sentido. Pero también resultan complementarias porque la forma individual es el fundamento sobre el que se asienta la forma específica, ya que ésta proviene de aquella. Y puesto que de ella proviene, hace posible que la ciencia sea realmente conocimiento de lo real, con el resultado de que el pensamiento puro no se oscurece sino que se vuelve más claro en la medida en que hunde sus raíces en la forma individual. VI. Forma individual en acto y forma universal en potencia Aristóteles sostiene en Metafísica Z 13 que el universal no puede ser ousía. En primer lugar, afirma que la sustancia de cada cosa es aquello que le es propio (ídion) y no 15 Tricot (1962) 393. 10 pertenece a ninguna otra, en tanto que el universal es común (koinón) puesto que se dice de aquello que por naturaleza pertenece a muchos (1038b 9-12). No es posible que el universal sea sustancia de todas las cosas, porque si lo fuera de una sola cosa, entonces esta cosa sería también las otras cosas: las cosas cuya sustancia es una y cuya esencia es una son también ellas una (1038b 12-15). En segundo lugar, se llama sustancia a aquello que no se dice de un sujeto, mientras que el universal se dice siempre de un sujeto (1038 b 15-16). Podría pensarse que si, por una parte, la esencia de la sustancia particular es "lo que le es propio y no pertenece a ninguna otra", y si, por otra, no puede existir separada de ella, parece seguirse que sólo existen sustancias particulares. Si una sustancia particular no puede ser diferente de su esencia y, a su vez, sólo conocemos la cosa singular cuando conocemos su esencia, no parece que pueda haber conocimiento científico (universal) de lo particular. En el Sobre las Ideas, los universales existen como "cosas comunes", pero de ningún modo podrían existir separados de los objetos particulares que los ejemplifican. Las Categorías, por su parte, subrayan la prioridad ontológica de la sustancia particular sobre los géneros, especies y accidentes. La posición de Aristóteles en estos dos tratados considera que los universales existen como propiedades reales que son idénticamente compartidos por múltiples individuos pero que requieren, para subsistir, de la clase total de particulares de los que se predican. El universal no es causa del objeto particular sino que, inversamente, la existencia de un conjunto de individuos que tienen una propiedad en común es condición de posibilidad del universal. En la Metafísica da la impresión de que los universales no tienen existencia real. Según Di Camillo16, al negar directamente la existencia de sustancias universales que constituyan la referencia objetiva de nuestros conceptos, ya no le será posible sostener una epistemología que haga del universal el objeto privilegiado de conocimiento. Sin embargo, estas conclusiones no son necesarias, sino que se derivan de plantear el problema desde la perspectiva platónica que necesita postular sustancias universales que sirvan de referentes a los conceptos científicos. En realidad creo que Aristóteles sostiene una misma postura en todas las obras citadas, en contra de la sustancialidad del universal. En el mismo capítulo 13 del libro Z, se pregunta: ‘¿Será, acaso, que no puede <ser sustancia> como lo es la esencia, pero sin embargo está contenido en ella como, por ejemplo, ‘animal’ está contenido en el hombre y en el caballo?’ (1038 b 16-18) 16 Di camillo, S. (2004). 11 Aunque Aristóteles niega que el universal sea sustancia porque en tal caso lo particular sería sustancia de dos cosas, y es imposible que una sustancia esté compuesta de sustancias contenidas en ella de modo actual, lo universal estaría presente en potencia en la esencia, formando parte de su composición, a fin de que sea posible definir la sustancia. Aunque Aristóteles no resuelve esta dificultad en el libro VII, lo hace en el capítulo 6 del libro H, al admitir que lo universal está presente en la definición de la sustancia como potencia o materia inteligible, como cuando se dice que el círculo es una figura plana (1045 a 33-35). A mi modo de ver, desde el punto de vista del sujeto que conoce, lo universal es una potencia cuya actualización depende del encuentro del objeto con la mente, pero en sí mismo ya es una estructura ontológica de lo real, porque lo individual contiene también lo común17. La especie es en los individuos. Como dice Aristóteles: ‘La potencia, al igual que la materia, por ser universal e indeterminada, es de lo universal e indeterminado. El acto, por el contrario, es determinado y de lo determinado, al ser esto de cierto esto, pero accidentamente el ojo ve el color universal porque este color que ve, es color, y lo que estudia el gramático, esta alfa, es alfa’ (1087 a 16-21). Ahora bien, la materia última y la forma son uno y lo mismo, una en potencia, la otra, en acto (1045 b 17-19); cada sustancia es ya algo uno, lo que está en potencia y lo que está en acto son, en cierto modo, uno, de modo que no hay otra causa (1045 b 20-22). Al decir de Owens18, el problema de los géneros ha de resolverse por la nueva concepción del ser como causa formal intrínseca: el principio de cognoscibilidad y el de permanencia han de colocarse en las cosas sensibles mismas, ya que ‘aparentemente lo universal que hace posible el conocimiento científico debe ser idéntico a la forma física de la cosa sensible’. Sólo gracias a esta identidad real puede la ciencia conocer lo particular teniendo como objeto lo universal. Si no fuese así el mundo nos resultaría incognoscible. VII. La cosa particular es su esencia, la cual es cognoscible, i.e. universal. En Met. Z 6, 1031a 17-18 Aristóteles sostiene la identidad entre la cosa y su esencia. Esta afirmación, a primera vista, puede dar la impresión de que plantea serios problemas. Pues, por un lado, a) la esencia de una sustancia es cognoscible en sentido estricto y esto requiere que sea universal. Pero, por otro lado, b) si la esencia es 17 18 Pace Mignucci (1965) 82, n. 49. Owens (1951) 245. 12 universal no puede ser lo mismo que la sustancia, que es particular. Así, Harper19 se pregunta si Z 7-9 en cuanto enfatizan el carácter universal de la esencia y Z 6 en cuanto identifica la esencia con la cosa como sustrato, numéricamente uno, son consistentes entre sí. Es necesario señalar que Aristóteles no dice que la esencia sea, en su status ontológico, exactamente lo mismo que la cosa, sino sólo que cada cosa individual es una con su esencia. De modo que la esencia no es lo mismo que una cosa individual, no es un ‘esto’ en ese sentido, porque no existe aparte. Lo individual, en cambio, es un ‘esto’, es numéricamente uno y existe per se. La esencia formal no puede ser una en ese sentido. La forma es una porque tiene su propia naturaleza estable, que la distingue de otras formas, es indivisible, y es una en su definición. La esencia debe ser idéntica con aquello de lo cual es su esencia, y el cambio se produce cuando la esencia viene a presentarse o deja de estar presente en una materia, pero ella misma no se genera ni se corrompe en este proceso. Así considerada, la caracterización de la esencia en las dos secciones es consistente: en Z 6 se identifica con la forma y es una en fórmula, y en 7-9 la esencia no puede ser una como individuo. Por tanto la cosa individual se identifica con su esencia, que la define y determina como individuo de una clase, pero la esencia no se agota en el individuo que define sino que es común a todos los individuos de la misma clase. Y aunque todos los individuos de la misma clase tienen una esencia común, ésta no se identifica con cada uno de los individuos porque mientras los individuos son separados, la forma esencial no lo es. El hecho de que los individuos se vuelvan cognoscibles gracias a que su esencia es común y puede ser extraída de ellos, en cuanto actualizada por el pensamiento, obviamente no significa que ellos mismos se vuelvan universales. Conclusión. Recapitulemos los resultados de nuestra exploración. En De Anima Aristóteles afirma que la forma sensible contiene en potencia a la forma inteligible. Al ser iluminada por el intelecto, es actualizada, y cobra existencia real. En Metafísica H el universal es llamado ‘materia’ inteligible por su aspecto menos determinado, por ser no ‘un esto’ sino un ‘de tal tipo’. Y también es descrito como aspecto ‘potencial’ de la forma intrínseca particular. Entiendo que el aspecto ‘potencial’ no se refiere a su contenido 19 Harper (2005) 92-94. 13 óntico, el cual es el mismo en acto que en potencia (el pino sólo puede provenir de un piñón y un piñón sólo puede dar pinos). La potencia se comprende más bien en cuanto a su capacidad de ser conocido, porque lo común y uno ‘puede’ ser extraído de lo particular. Probablemente teniendo presente la aporía de la ciencia, Aristóteles insiste en anudar la realidad no separada de lo universal con la realidad separada de lo particular, diciendo que lo que está en potencia y lo que está en acto son una unidad. La ciencia no es el discurso que representa o copia los fenómenos sino el que explica la infinitud mostrando su aspecto común y uno, i.e. actualizando lo universal que la infinitud contiene. Contra Platón, la ciencia aristotélica no contempla lo universal como un objeto externo puesto delante, sino que al mismo tiempo que lo conoce, lo constituye como inteligible, actualizándolo. 14 BIBLIOGRAFÍA Aubenque, P., “Sur l’ambivalence du concept aristotélicien de substance”, en Ontologie et Dialogue, Paris, 2000. Berti, E., “Origen y originalidad de la metafísica de Aristóteles” Balsa Virtual, 1995. Cherniss, H., Aristotle’s Criticism of Plato and the Academy, New York, 1962. Di Camillo, S. ‘El problema del status ontológico del universal en Aristóteles’ Synthesis, v.11, (La Plata, ene/dic. 2004). Halper, E., One and Many in Aristotle’s Metaphysics, Parmenides, 2005. Jaeger, W., Aristotle, Oxford, 1948. Leszl, W., Logic and Metaphysiscs in Aristotle, Padova, 1970. 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