“Principios de la Administración Científica” Frederick Winslow Taylor, 1979 19ª Edición en Español México: Herrero Hermanos Sucs. “Gracias al minucioso estudio a fondo de los movimientos que ha de hacer el albañil al colocar ladrillos en circunstancias normales, el señor Gilbreth ha reducido los movimientos de 18 a cinco por ladrillo y, en un caso, a un número tan bajo como el de dos por ladrillo. Le ha dado todos los detalles de este análisis a la profesión por medio del capítulo intitulado “Estudios de movimientos” de su obra “Sistema para la colocación de ladrillos.” El análisis de los procedimientos empleados por el señor Gilbreth para reducir los movimientos de los albañiles colocadores de ladrillo de 18 a cinco demuestra que esta mejora se ha conseguido de tres maneras diferentes: Primera. Ha hecho totalmente un lado ciertos movimientos que los albañiles de otros tiempos creían que eran necesarios pero que, tras un cuidadoso estudio y varias pruebas por su parte, se ha demostrado que son inútiles. Segunda. Ha creado aparatos muy sencillos, tal como su andamio regulable y sus bastidores para los bultos de ladrillo, gracias a los cuales y con una muy reducida cantidad de colaboración por parte de un peón barato, elimina totalmente un montón de movimientos fatigosos y consumidores de tiempo que resulta necesarios para el albañil que carece del andamio y del bastidor. Tercera. Enseña a sus albañiles a hacer movimientos sencillos con ambas manos al mismo tiempo, cuando antes no se empezaba a mover la mano izquierda sino después de que la derecha había ya completado su movimiento. Por ejemplo: el señor Gilbreth le enseña a su albañil acoger un ladrillo con la mano izquierda en el mismo momento en que, con la derecha, toma una cucharada de mortero. Este trabajo con ambas manos a un mismo tiempo se hace posible, naturalmente, sustituyendo el antiguo esparavel o plancha para mortero (en el que la mezcla se esparcía tan delgada que, para alcanzarla, se había de dar uno o dos pasos) por una artesa con profundidad, colocando luego ésta y la pila de ladrillos muy animados una a otra y a la altura adecuada en su nuevo andamio. Estas tres clases de mejoras son formas típicas correspondientes a la manera en que se pueden eliminar por entero los movimientos inútiles y sustituir los movimientos lentos por otros más rápidos, cuando a cualquier oficio se le aplica el estudio científico de los movimientos(tal como denomina el señor Gilbreth a sus análisis) o el estudio de tiempo(tal como el autor llama un trabajo similar). Sin embargo, la mayoría de personas prácticas (que conocen la oposición que todos los maestros de oficio oponen a cualquier cambio en sus temas y costumbres de trabajo) se mostrarán escépticas en cuanto a la posibilidad de obtener verdaderamente cualesquiera resultados amplios como consecuencia de un estudio de esta clase. El señor Gilbreth da cuenta de que hace solamente unos pocos meses, en un gran edificio de ladrillo que hizo construir, demostró en escala comercial la gran ganancia que resulta posible mediante la aplicación práctica de su estudio científico. Con albañiles del sindicato, logró, al levantar una pared de fábrica de 30 cm de grueso, con dos clases de ladrillos y juntas aisladas arregla en ambas caras del mundo, que el promedio de colocación, después de que sus operarios escogidos subieron adiestrados nuevos procedimientos, fuese de 350 ladrillos por hombre y por obra, mientras que la velocidad media para hacer este trabajo siguiendo los viejos sistemas era, en aquella parte del país, de 120 ladrillos por hombre y por hora. A sus albañiles les enseñó nuevo procedimiento de colocación su propio sobrestante. Los que no aprovechaban este enseñanza eran eliminados cada hombre, al llegar a ser ducho bajo el nuevo sistema, recibía un aumento importante en sus salario. Con vistas a individualizar sus trabajadores y a estimular a cada uno de ellos para que hiciese cuanto pudiera, el señor Gilbreth ideó también un ingenioso sistema para medir y anotar el número de ladrillos colocados por cada albañil y para decirle a cada trabajador, a intervalos frecuentes, cuantos ladrillos había logrado colocar. Solamente al comparar este trabajo con las condiciones que imperaban bajo la tiranía de algunos de nuestros mal orientados sindicatos de albañiles, es cuando podemos darnos cuenta del gran derroche de esfuerzo humano que se está perdiendo. En una ciudad del extranjero, el sindicato de albañiles restringió sus afiliados a 275 ladrillos por día en trabajos de ese tipo, cuando trabajase para el municipio, y a 375 por día cuando trabajasen para propietarios particulares. Probablemente los afiliados a este sindicato eran sinceros en su creencia de que esta restricción en el rendimiento resultaba beneficiosa para su oficio. Sin embargo, todos los obreros han de ver claramente que esté a la gane o hecho adrede es casi delictivo y que su resultado inevitable es que cada familia obrera haría un alquiler más alto por su vivienda, al final, también aleja de su ciudad el trabajo de los negocios en lugar de traerlos hacia ella. ¿A qué obedece que, en un oficio que se ha estado practicando continuamente desde antes de la Era Cristiana y con instrumentos eran prácticamente los mismos que son ahora, no se haya logrado antes esta simplificación de los movimientos del albañil ni estos grandes beneficios? . Hay muchísimas probabilidades de que, en el transcurso de todos estos años, sean muchas las veces en que diversos albañiles hayan reconocido la posibilidad de eliminar cada uno de estos movimientos innecesarios. Pero, aún en el caso de que en el pasado el albañil haya inventado cada una de las mejoras del señor Gilbreth, ningún albañil podía aumentar por sí solo su rapidez mediante la torsión de aquéllas, puesto que se recordará que, en todos los casos, son variados los albañiles que trabajan juntos, en fila, y que los muros de los edificios han de ir alzándose con rapidez su uniforme. Así pues, ningún albañil puede trabajar más aprisa que el que tiene junto a sí. Ni ningún trabajador busca de autoridad para hacer que otro colabore con él para hacer un trabajo más rápido. Es solamente por medio de la estandarización obligada de los procedimientos, de la adopción obligada de los mejores instrumentos y de las mejores condiciones de trabajo, y de la colaboración también obligada como se puede conseguir este trabajo más rápido. Y la obligación de hacer adoptar las normas y de conseguir esta colaboración corresponde únicamente a la dirección. La dirección tiene que proporcionar continuamente uno o más instructores que les enseña a los operarios los nuevos movimientos más sencillos y hay que estar vigilando y ayudando continuamente los trabajadores más lentos hasta que alcancen la debida rapidez. Todos aquellos que, después de haber sido debidamente enseñados, no quieran o no puedan trabajar de acuerdo con los nuevos procedimientos y con la mayor rapidez señalada, tienen que ser despedidos por la dirección. La dirección tiene que reconocer también el hecho general de que los obreros no se someterán a esta estandarización más rígida y no trabajaran más arduamente a menos que reciban un pago extra por hacerlo. Todo esto comporta un estudio y un trato personal para cada individuo, mientras que, en el pasado, se ha manejado en grandes grupos. La dirección debe cuidar también de que los que preparan los ladrillos y mortero, ajustan el andamio, etc., para los albañiles, colaboren con ellos en hacer su trabajo la forma correcta y siempre a tiempo. También tiene que informar a cada albañil, a intervalos frecuentes, respecto los progresos que está logrando, de manera que no pueda abandonar inadvertidamente su ritmo. De esta manera se verá que es el hecho de que la dirección asuma nuevas obligaciones nuevas clases de trabajo, nunca realizadas por los patrones en épocas pasadas, lo que hace que sea posible esta gran mejora y que, sin esta nueva ayuda por parte de la dirección, el operario, aún con pleno conocimiento de los nuevos procedimientos y animado de las mejores intenciones, no podría alcanzar esos asombrosos resultados. El procedimiento de colocación de ladrillos ideado por el señor Gilbreth proporciona una sencilla ilustración de verdadera colaboración eficaz. No se trata del tipo de colaboración en el que una masa de trabajadores, unidos todos en un mismo lado, colaboren con la dirección, sino de aquel en que varios hombres de la dirección, cada uno su particular manera, ayudan individualmente a cada trabajador, estudiando, por una parte, sus necesidades y sus fallas y, por otra parte, viendo que todos demás trabajadores con los que entren contacto le ayuden y colaboren con el haciendo bien es rápidamente su correspondiente parte del trabajo. El autor ha entrado en tantos detalles del procedimiento del señor Gilbreth con el fin de que quede perfectamente claro que este aumento del rendimiento y que esta armonía no podían alcanzarse bajo una administración de iniciativa y estímulo, es decir, dejando el problema a cargo del trabajador para que lo resolviese el solo, que ha sido la filosofía imperante en el pasado. Y también para demostrar que este éxito se ha debido al empleo de los cuatro elementos que constituyen la esencia de la administración científica. Primero. El desarrollo (por la dirección y no por el trabajador) de la ciencia de colocar ladrillos, con reglas exigidas para cada movimiento de cada hombre, y el perfeccionamiento y estandarización de todos los instrumentos y condiciones de trabajo. Segundo. La selección cuidadosa y el subsiguiente adiestramiento de los albañiles hasta convertirlos en operarios de primera, y la eliminación de todos que se niegan o que son incapaces de adoptar los métodos mejores. Tercero. Llegando a la unión del albañil de primera con la ciencia de colocar ladrillos, por medio de la ayuda y la vigilancia constantes por parte de la dirección, y mediante el pago a cada operario de una generosa bonificación diaria por trabajar aprisa y por hacer lo que se le dice que haga. Cuarto. Una división casi por igual del trabajo de la responsabilidad entre el trabajador y la dirección. Durante toda la jornada, la dirección trabaja casi codo con codo con los operarios, ayudándonos, alentándolos y desbrozándoles el camino, mientras que, en el pasado, se mantenía un lado, no les daban más que muy poca ayuda y cargar en ellos casi toda la responsabilidad en lo referente a sistemas, instrumentos, rapidez y colaboración armónica. Éstos cuatro elementos, el primero (desarrollo de la ciencia de colocar ladrillos) es el más interesante y espectacular. Sin embargo, cada uno de los otros tres es igualmente necesario para el éxito. No hay que olvidar que, atrás de todo es útil siéndolo, ha de haber el dirigente optimista, decidido y muy trabajador, que tanto puede aguardar pacientemente cómo está trabajando. En la mayoría de los casos (particularmente cuando trabajo que hay que hacer es de naturaleza intrincada) el desarrollo de la ciencia es el más importante de los cuatro grandes elementos de la nueva administración sin embargo, hay casos en los que la selección científica del trabajador cuenta más que ninguna otra cosa.”