536 BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA penden únicamente de causas fortuitas o exteriores a él. Estas nociones no pueden tener en la práctica otro origen que el estadístico. E s la consideración y la comparación de un gran número de individuos, lo que permite deducir los caracteres esenciales de las especies. E n morfología, la eliminación de los caracteres accidentales es siempre una operación delicada en la que interviene más el buen sentido del morfólogo, que el empleo de reglas fijas. Cuando se describe una especie, lo que se hace en definitiva, es una estadística in mente, con ayuda de la cual se construye una forma media ideal que se considera como tipo de la especie. Los caracteres que primeramente saltan a la vista en la comparación de diversas formas y en la agrupación de éstas en especies, son las propiedades cualitativas. Ocurre en ciertos casos que estas propiedades se conservan, aunque las relaciones métricas sean muy distintas. E n este caso se pueden relacionar las formas vecinas, utilizando métodos análogos a los que los matemáticos llaman anamorfosis [D'Arcy, Thomson * ] . Para esto se empieza por dibujar el objeto, por ejemplo un cráneo, exactamente a escala. Sobre el dibujo se traza una cuadrícula tal que los puntos singulares característicos: puntas agudas, huecos, puntos de inserción de músculos, orificios, etc., ocupen una posición bien definida con respecto a este retículo, o, si se quiere, que cada punto singular tenga sus coordenadas determinadas. Otro cráneo que sea topológicamente igual al anterior poseerá los mismos puntos singulares e igualmente dispuestos, aunque las relaciones de las distancias sean distintas. Se puede trazar sobre el dibujo que represente este segundo objeto otro retículo (que, en general, estará formado por líneas curvas) tal que los puntos singulares ocupen con respecto a él las mismas posiciones que ocupaban en el primer ejemplar con respecto a su retículo correspondiente. Si consideramos ahora estos dos retículos dibujados sobre dos planos paralelos situados a cierta distancia uno del otro en el espacio, y unimos los nudos correspondientes por medio de rectas, obtendremos por intersección de este haz de rectas por planos paralelos interpuestos una serie de retículos de forma comprendida entre las dos anteriores y sobre los cuales podremos dibujar cráneos intermedios entre los dos observados. Pueden compararse ahora estos dibujos con los cráneos existentes en la naturaleza, y comprobar si existen efectivamente las formas intermedias entre los dos extremos estudiados. Se ha aplicado este método al estudio de ciertas formas de copépodos, * D'Arcy Thomson: Growth and Form. Cambridge, 1924.