Cuatro paredes ientras muchos discuten sectariamente si los mediocres resultados de España en las pruebas PISA, confirmados por quinta vez en 2012, son culpa de las víctimas de la Logse o del tijeretazo presupuestario, para aquellos que pretendan analizar con rigor el informe en búsqueda de claves sobre cómo mejorar el sistema educativo pueden advertir, entre otros aspectos, lo que éste nos dice acerca de los profesores, los directivos y sus desempeños. Resaltamos, para empezar, cuatro indicadores básicos: 1º. Sólo el 10% de los alumnos acude a escuelas en las que los directores informan que los docentes más expertos observan y supervisan las prácticas profesionales de los más inexpertos, mientras que en el conjunto de la OCDE lo hace un 69%. 2º. El 22% de los alumnos asiste a escuelas en las que los profesores se revisan mutuamente la programación, los instrumentos de evaluación o las metodologías. En la OCDE esto ocurre en el 60%. 3º. Un 26% de los alumnos asiste a escuelas cuyo director afirma que existe algún tipo de asesoramiento a los docentes para mejorar su docencia. En la OCDE, dicho proceder sucede en los centros que abarcan al 72% del alumnado. 4º. Que únicamente el 13% acude a escuelas que hacen públicos sus resultados, frente al 43% de media en la OCDE. En el primero de los casos no serían pocos aquellos en afirmar que si un director supervisa pedagógicamente las prácticas didácticas de todo el personal docente y especialmente del menos experimentado, esto sería un ataque a su autonomía. Pero la autonomía, si no está al servicio de la mejora, se convierte en un obstáculo para el crecimiento. En aras de la autonomía se puede eternizar el inmovilismo. Para el segundo y tercer punto podemos afirmar con rotundidad, a la luz de las evidencias y apoyados en otras investigaciones como el informe Talis 2009, que el “autismo do- M cente” español lleva además aparejada un cultura del individualismo por parte del profesorado que les impide compartir, intercambiar y retroalimentarse mutuamente en sus errores y aciertos. Los docentes en los centros serían como archipiélagos de islas desconectados entre sí en las cuatro paredes del aula. Del cuarto dato se deduce que existe una resistencia o miedo a hacer públicos los resultados, logros y rendimientos del alumnado. Eso, que para algunos sería mercantilización y competitividad, no es otra cosa que un ejercicio de transparencia que ayudaría a cono- Nos falta rigor y fundamento para el análisis y nos sobra especulación ideológica cer, exigir y rendir cuentas del uso de los recursos públicos que la sociedad invierte en la Educación de sus ciudadanos. ¿Por qué esa cerrazón a la información y a la transparencia? Lo pernicioso no es la claridad de los datos, sino el uso que de estos se haga. Si los resultados no se utilizan para mejorar, asesorar, orientar y capacitar al profesorado y directivos, sino que se despliegan como armas arrojadizas sin argumentos y sin contextualización, entonces mejor no publicarlos. Si los recursos públicos no mejoraran la cohesión social y la empleabilidad de los ciudadanos, cabría poner en duda su sentido y eficacia. Nos falta una cultura de la autoevaluación y de colaboración. Nos falta rigor y fundamento para el análisis y nos sobra especulación ideológica encerrada en las cuatro paredes de “mi” aula. ¿Estamos dispuestos a cambiar? ¿Aceptaremos dicha necesidad? Javier Fernández Franco Inspector de Educación @javierinspector