XVIII Curso Internacional de Defensa, “Medios de Comunicación y

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XVIII Curso Internacional de Defensa, “Medios de
Comunicación y Operaciones Militares”
Una forma de hacer información especializada
Ana del Paso
Desde la aprobación en el Congreso de los Diputados y la
consiguiente autorización del Gobierno, el 3 de enero de 1989, de
la participación de nuestras Fuerzas Armadas en Operaciones de
Paz, el trabajo de éstas y el de los enviados especiales que, como
yo hemos cubierto estas misiones, han estado interrelacionados.
Al igual que el número de militares españoles en misiones
internacionales ha ido en aumento desde 1990, los periodistas
especializados en temas de Defensa van al alza, si bien los
principales medios de comunicación, no sólo de España, sino del
resto del mundo, cuentan en sus redacciones con algún redactor
dedicado en exclusiva o parcialmente a cubrir este tipo de
informaciones. La demanda de información de Defensa se ha
incrementado, pues, con la cobertura de la participación española
en misiones internacionales. Anteriormente, el interés informativo
relativo a Defensa estaba centrado en los llamados “sorteos de la
mili”, los cupos, la objeción de conciencia, el futuro de las bases
militares o el debate sobre la permanencia de España en la
OTAN.
Los primeros pasos de interés informativo específicamente de
ámbito militar surgieron cuando el CDS propuso en el Congreso
de los Diputados, la eliminación del Servicio Militar Obligatorio.
Sin embargo, tuvo que esperar hasta el 31 de diciembre de 2001,
para que el Gobierno del recién elegido presidente José María
Aznar pusiera en marcha su supresión. La evolución de la llamada
“mili” suscitó un gran interés en la opinión pública porque
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afectaba a un segmento social importante y así fue recogido por la
prensa en general, y la especializada en Defensa, en particular.
El referéndum 12 de marzo de 1986, convocado por el entonces
presidente Felipe González, fue también un asunto de Defensa
porque en él se votaba la permanencia o salida de España de la
Alianza Atlántica. Las distintas posiciones políticas al respecto
reflejaban el sentir social que encontraron eco en los medios de
comunicación.
El resultado del referéndum dio paso a la revisión del convenido
de Defensa bilateral suscrito por Estados Unidos y España. El
nuevo convenio estableció la retirada del Ala Táctica 401 de la
Base Aéra de Torrejón, así como el cierre de las instalaciones
menores de Estartit, Sonseca, Guardamar y Cartagena. En mayo
de 1992, se decidió además que Estados Unidos sólo mantuviese
dos grandes bases en España, la de Rota y la de Morón.
De nuevo, los análisis y comentarios de prensa especializada
acompañaron la actualidad informativa. En los debates celebrados
en televisión y radio, se invitaron a expertos en la materia, no sólo
periodistas, sino también miembros de las Fuerzas Armadas, e,
incluso, algunos militares retirados que se adelantaron con
artículos de opinión en la prensa escrita.
No sólo se trataba de la reducción militar estadounidense
destacada en territorio español, sino de los puestos de trabajo que
se perderían entre la población civil local que estaba destinada en
esas bases. La cascada de opiniones vertidas en este sentido no se
hizo esperar y, de nuevo, la prensa tomó nota de ellas.
Un antes y un después
La participación de España en misiones internacionales marcó un
antes y un después en el tipo de información periodística. Las
primeras misiones de las Naciones Unidas tuvieron lugar en enero
de 1989, aunque históricamente hay que remontase a 1927, para
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ver que ya tropas españolas formaban parte, junto a las de otros
13 países, de un Ejército en Shanghai que funcionaba bajo las
órdenes de un Consejo Municipal multinacional.
Es importante destacar la evolución que ha tenido la participación
militar española en el extranjero desde la “primera” misión de la
ONU que fue Escudo del Desierto en 1990, a la que le siguió, en
abril de 1991, la denominada Provide Comfort en la que casi 600
efectivos de nuestras Fuerzas Armadas fueron desplegados en el
Kurdistán iraquí para facilitar ayuda humanitaria a los kurdos
asediados por el régimen de Saddam Husein.
Desde entonces hasta la fecha, más de 130.000 militares
españoles han sido desplegados en medio centenar de operaciones
en cuatro continentes.
Los periodistas españoles han cubierto informativamente estas
misiones, in situ o bien, desde los surtidores de información:
Ministerio de Defensa, Palacio de La Moncloa, Congreso de los
Diputaciones y cuarteles generales. La información ha ido
respaldada por opiniones de analistas, politólogos, observadores,
diplomáticos, académicos y demás expertos, incluyendo de la
propia industria.
La incorporación de España en Misiones Internacionales de Paz
ha contribuido a mejorar con mucho, la imagen de las Fuerzas
Armadas en nuestra sociedad, tan deteriorada por el intento de
golpe de Estado del 23-F de 1981.
El aumento de la participación militar española ha ido parejo al
número de misiones de Naciones Unidas y de efectivos, y por lo
tanto, de dotación financiera. Si en 1990, el presupuesto destinado
a este capítulo era de 40 millones de euros, en 2009 ha sido de
716 millones de euros, según los últimos datos publicados por el
Ministerio de Defensa, y de unos 620 millones en lo que va de
año, según la OTAN.
La incorporación de España en 1989, a las misiones
internacionales de la ONU, fue tardía en todos los sentidos,
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comparada con otros países presentes en este tipo de contiendas.
Esta incorporación evidenció la escasa experiencia de nuestras
Fuerzas Armadas en operar en ese teatro de operaciones y la casi
inexistente práctica de éstas con los periodistas desplazados a la
zona. Los inicios fueron duros tanto para unos como para otros;
los militares no podían ni sabían transmitir información a los
medios de comunicación, lo cual suscitaba cierta frustración. Con
el tiempo, la situación ha ido evolucionando, aunque las
restricciones informativas continúan, como es natural.
En los veinte años que han transcurrido desde las primeras
incursiones de unidades militares españolas en el exterior, se han
destinado 6.970 millones de euros a sufragar el coste que implica
el compromiso de España con la paz, la estabilidad y la legalidad
internacional a través de sus Fuerzas Armadas. Dos tercios de
estos recursos, 4.613 millones, han financiado despliegues en el
exterior que han tenido lugar a partir de 2000.
Generadores de noticias
Todo ello ha contribuido a que las Fuerzas Armadas generen
noticias y que se suscite cierto interés entre la opinión pública
hacia las misiones en el exterior. De ahí que cada vez haya más
periodistas que cubran informaciones como los despliegues,
desembarcos, maniobras, desfiles, festivales acrobáticos, jornadas
de puertas abiertas o entrega de despachos, por citar algunos. Así
como accidentes, atentados o repatriación de cadáveres, que
siendo negativas, también son noticia.
Lo ideal sería que cada medio de comunicación tuviera un
periodista especializado en Defensa como es el caso de periódicos
de la talla de The New York Times, El País, The Guardian o Le
Figaro, aunque no es raro ver que cuando la información de
Defensa disminuye, el periodista es reclamado para cubrir otras
áreas de la misma Sección.
La escasez de plantillas por los recortes de los presupuestos de los
medios de comunicación –no sólo de gran envergadura, sino
también pequeños- hace difícil destinar un periodista a cubrir
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exclusivamente los temas de Defensa. Sin embargo, no es éste el
único motivo.
La información generada en el Ministerio de Defensa, en el
Congreso de los Diputados o Senado, y en los cuarteles generales
es importante. No obstante, los gabinetes de prensa de los
cuarteles generales o del Ministerio de Defensa facilitan
informaciones a través de sus páginas web o por medio de
comunicados de prensa, que no siempre encuentran el eco
deseado en los medios de comunicación. Pero también sucede lo
contrario; los periodistas no siempre conseguimos la información
que buscamos, a través de los cauces reglamentarios.
No olvidemos que el manejo, la administración o conducción –
como queramos llamarlo- de la información se hace desde las
fuentes de información o desde los propios Medios de
Comunicación. En la prensa escrita basta con destinar una
información a un lugar poco destacado como por ejemplo, a la
columna de breves, en una página impar, en un faldón, cerca de la
publicidad, en las últimas páginas de una sección, etc. En las
agencias de comunicación se puede bajar la prioridad de emisión
dependiendo de la clave que se le dé a la noticia. Si no se le
quiere dar relevancia, con que se le otorgue una R o D, la noticia
saldrá sin prioridad alguna y sólo cuando la línea esté “libre”.
En la radio o en la televisión, el tiempo es muy valioso y se
selecciona mucho la información que se emite. Para anular una
noticia, lo más eficaz es no darla, o emitirla tan sólo con un titular
y no repetirla en los siguientes espacios informativos. Del criterio
y la política informativa del medio de comunicación determinado,
dependerá de que esa noticia se dé o no. A esto podemos llamar
manipulación de los medios de comunicación cuya tendencia
actual es, por desgracia, dar una sola versión de una noticia.
Los gabinetes de prensa de Defensa o de los cuarteles generales,
encargados entre otras funciones de controlar lo que se dice y lo
que no de su representado, trabajan con los Oficiales de Enlace y
con los PIOs (Oficiales de Información Pública, en sus siglas en
inglés). Éstos, entre otras funciones con la población civil,
además deben proveer información a los periodistas desplazados a
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la zona, facilitarles entrevistas y visitas a las unidades, así como
soporte técnico para la transmisión de noticias. El PIO no siempre
proporciona la información que el periodista precisa, al menos, de
forma directa.
Los periodistas tratamos de contar a la opinión pública, el trabajo
que realizan nuestros militares en esas misiones, dónde están
desplegados y cuántos son, su participación en el teatro de
operaciones y en los puestos de mando, el número de bajas que
pudiera ocasionarse y las circunstancias de la mismas, recogemos
las opiniones vertidas por los protagonistas en el día a día, en
definitiva, se trata de recopilar la mayor información posible de
los protagonistas militares españoles.
Los periodistas pueden ir incrustados, encamados o empotrados
con unidades militares. Sin embargo, en este aspecto, los
periodistas españoles hemos tenido más facilidades para ir
empotrados con unidades estadounidenses o británicas que con
españolas.
En conflicto armado, la mayor parte de la información que un PIO
proporciona tiene que ver con la imagen que quiere dar su
Ejército desplazado a la zona “caliente”. El periodista no verá
nada que el militar no quiera y esto es más evidente con fuerzas
armadas de países anglosajones como Estados Unidos o Reino
Unido, con mayor experiencia en trabajar con periodistas en
misiones internacionales porque llevan más tiempo realizándolas.
Para ello, el PIO cuenta con una serie de herramientas como no
ofrecer información, no permitir acceso a lugares para hacer
reportajes o no conceder entrevistas de ningún tipo. El objetivo es
evitar que los medios de comunicación den una imagen de las
Fuerzas Armadas desplazadas que sea distinta a la que se ha
determinado como apta. A veces se quiere controlar más la
imagen que la propia seguridad.
La globalización ha traído cosas positivas y negativas, pero
cuanto más globalizados están los Medios de Comunicación y la
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propia comunicación, más control se quiere ejercer sobre ellos.
Pero, la opinión pública tiene derecho a ser informada y este
control no resulta muy ecuánime.
Muchas veces, los directores de las cadenas de televisión, de
radio, de periódicos, de agencias, o de páginas web tratan
directamente con los máximos responsables de ministerios como
Defensa, o de cuarteles generales o de empresas de armamento.
Ellos son los que cierran entrevistas o reportajes más o menos
pactados, y es en ellos sobre los que recae una gran
responsabilidad. Los máximos responsables presionan al enviado
especial para conseguir la mejor cobertura en el teatro de
operaciones, pero raramente lo hacen a los responsables del
Ministerio de Defensa, de Presidencia, o al que corresponda, para
que a su enviado especial le faciliten su trabajo. Al fin y al cabo,
la información internacional suele ser secundaria en los Medios
de Comunicación. Baste ver el espacio que se le dedica a esta
información y lo complicado que siempre resulta desplazar a un
periodista a una zona en combate, ya que los medios son reacios a
hacer grandes dispendios. Sin embargo, se equivocan. Enviar a un
periodista a cubrir una noticia internacional da prestigio al medio
de comunicación al que representa.
Aprender de las experiencias pasadas
En la primera Guerra del Golfo se establecieron fuertes reglas de
censura informativa, algo que no cambió en las siguientes
contiendas como las cinco guerras balcánicas, etc.
En conflictos armados, los periodistas están limitados a dos cosas:
dicho grosso modo, a contar historias humanas y de color; y a
recoger información oficial. Es decir, insuficiente.
La información oficial es emitida por los cuarteles generales de
organizaciones como la OTAN, los de los ejércitos integrados en
la coalición, los organismos oficiales del país, las ONGs
desplazadas, los partidos políticos, los observadores, los
diplomáticos, los analistas o los empresarios destacados en la
zona, entre otros, además de la facilitada por los portavoces de los
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rebeldes, guerrillas, tribus o etnias en cuestión. Todo ello son
opiniones, pero, ¿quién da datos fidedignos en una guerra?
Para contrastar la información, el periodista cuenta con la
información directa de los hospitales, centros de atención de
desplazados, cárceles, campos de refugiados, las morgues,
refugios u orfanatos, por citar algunos. No hay mejor forma de
contrastar una información que el periodista sirva de propio
testigo comprobando los objetivos batidos, el número de bajas
producidas, el estado de un campo de refugiados, el destrozo
causado en un aeropuerto o en una base militar o en un edificio
oficial, por ejemplo.
Las organizaciones militares limitan la información a ruedas de
prensa, declaraciones y notas de prensa oficiales, a los partes de
guerra, a entrevistas autorizadas y a los pools. También es cierto
que hay periodistas que sin este caudal de información no pueden
o no saben trabajar, sobre todo sin los pools, sin los cuales, no
quieren moverse por las zonas en conflicto.
Para acreditarse en los organismos internacionales destacados en
los lugares en conflicto y obtener las credenciales
correspondientes, por lo general, los periodistas debemos firmar
una carta en la que nos comprometemos a hacer lo ordenado por
las fuerzas de las Naciones Unidas, de interposición, de la Unión
Europea, o de cualquiera otra. Nos comprometemos a no ir a
ciertos lugares a menos que lo comuniquemos, a no informar de
cosas, etc. Todos los periodistas lo firmamos, pero ninguno lo
cumplimos.
Todo ello hace que la cobertura de las guerras sea mala, pero no
sólo porque el propio sistema o el de los pools no funcione, si no
porque la información que se transmite no da una idea real de lo
que pasa. Un perfecto ejemplo fue la primera Guerra del Golfo; ir
al frente, se hizo imposible. Los responsables de la coalición
multinacional forzaron tanto la situación que lo que provocó fue
que algunos compañeros se saltaran las reglas establecidas. Pero,
¿Cómo cubrir una guerra si no se puede ir al frente? ¿Qué
imágenes de la Guerra del Golfo se vieron en televisión?
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Las restricciones que puso la coalición internacional desde sus
cuarteles generales y que las tuvieron que aplicar los militares
destacados en el teatro de operaciones, fueron excesivamente
fuertes. Los periodistas nos vimos avocados a hacer cosas que no
hubiéramos hecho en otras circunstancias de haber tenido acceso
a la información, una información que no era susceptible de
afectar o poner en peligro, la seguridad de la coalición
multinacional que en aquellos momentos estaba combatiendo.
Con frecuencia, los medios de comunicación han sido acusados
de influir políticamente en algunas decisiones, pero ése no es
nuestro trabajo o, al menos, pienso que no debería serlo. Sin
embargo, soy consciente de que nuestro trabajo influye en la
opinión pública y nuestra responsabilidad es hacer que esa
opinión pública esté informada de manera que sea libre para
emitir su juicio, un juicio que interesa a las autoridades y
responsables políticos. Los periodistas realizamos un trabajo que
puede generar consecuencias positivas y negativas, pero no
hacemos política, o por lo menos, no deberíamos. En las cinco
guerras balcánicas, los periodistas hemos sido acusados de querer
influir en la opinión pública para que se decantase hacia una de
las partes enfrentadas en las contiendas, y esas acusaciones fueron
muy bien orquestadas desde el Cuartel General de la OTAN. Sin
embargo, nuestra influencia debe ser exclusivamente la que nos
ampara en el Derecho a la Información.
Hasta que no exista una política concreta o reglas determinadas y
certeras para informar, y que éstas sean respetadas ampliamente
por todos, la única política que hay para informar es la que
nosotros, los periodistas, tenemos, es decir, la propia.
Nuestros reportajes, entrevistas, imágenes, voces, sonidos,
describen y enseñan lo que sucede. Estamos para contarlo, hacer
llegar lo que pasa y explicarlo, en un desastre natural, un ataque,
una acción terrorista, o de la índole que se trate.
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