LA DESMOTIVACIÓN EN LOS DOCENTES En este artículo, se

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LA DESMOTIVACIÓN EN LOS DOCENTES
En este artículo, se plantea la influencia que tienen en el docente las dificultades
derivadas de su trabajo profesional, las cuales se manifiestan en una serie de
consecuencias y secuelas, la mayoría de ellas vinculadas con la desmotivación. Hoy
más que nunca, se comprueba que se ha ganado en lo que se refiere en
profesionalidad, pero la docencia supone un desgaste, que debemos combatir,
proponiendo una visión positiva del problema.
Al observar la incidencia del ejercicio docente en la personalidad del profesor/a o
maestro/a, es preciso destacar el carácter ambivalente de esta profesión, así en su
aspecto positivo decir, que ser docente es una actividad de relación interpersonal
(trabaja con seres humanos).Cuando esta relación es satisfactoria, la labor de la
enseñanza puede constituir una fuente eminente de auto-realización personal, dando
un sentido a nuestra vida profesional como Pedagogos/as.
Sin embargo, no es posible prescindir de un evidente aspecto negativo, ya que el
ejercicio profesional de la educación puede transformar en muy pocos años a un
principiante ilusionado en una persona amargada, desconcertada respecto al papel
que debe jugar y por la incertidumbre en la eficacia de sus esfuerzos. Esta actividad
profesional encierra en sí unas dificultades cuya presencia es prácticamente
permanente, a las cuales el profesor debe hacer frente de una manera coherente,
aceptándolas, buscando soluciones de superación, para conseguir de esta forma, que
la educación lleve consigo auto-realización. Con esto no pretendemos dar una visión
negativa y problemática de la educación, ni mucho menos negar ni ocultar sus
inconvenientes, sino plantear la situación para un mejor conocimiento y afrontamiento.
Al valorar la influencia de los efectos producidos por los problemas profesionales,
habría que distinguir diferentes grados, que van desde el desánimo y el pesimismo
sobre el sentido de la labor docente, hasta los desajustes que afectan a la salud
mental del profesor/a. Estos últimos traumas se producen por una interpretación
subjetiva, desproporcionada y traumática de unas situaciones de tensión que existen
en todo trabajo, pero que se ven potenciadas en la educación. Las principales
consecuencias de estas dificultades pueden ser: desconcierto al enfrentarnos con los
problemas reales que plantea la enseñanza, en contradicción con las concepciones
ideales que se pretenden llevar a cabo.
- Auto-culpabilización ante la impotencia de mejorar la docencia por la carencia de
recursos, baja autoestima etc..
- Peticiones de traslado para huir de situaciones conflictivas.
- Abandono de la docencia.
- Dolencias físicas, bajas laborales repetidas, Estrés, Ansiedad, Depresiones...
Ante la presencia de estas fuentes de tensión. Los profesionales disponemos de varios
mecanismos de defensa que implican desmotivación, como son la inhibición o
despreocupación, el empleo de una rutina diaria o el absentismo laboral. Con ellos se
resiente la calidad del trabajo, pero nos evita males psíquicos mayores sobre nuestra
personalidad, la puesta en marcha de estos sistemas de defensa suele ser más
dominante que los problemas psíquicos. Es triste aceptar que en la rutina diaria de
muchos profesionales de la enseñanza se han tenido que desarrollar una serie de
estrategias o mecanismos de afrontamiento que pasan por ocupar la mente con
mecanismos y estrategias acostumbradas que evitan los problemas y los reveses que
conlleva la labor, para mantener la mente “sana” y no caer en una desmotivación tan
pronunciada que nos haga imposible continuar con nuestra labor.
Para colmo de males, la sociedad entera siempre opina gratuitamente sobre lo bien
pagados que están los docentes, lo fácil que es su trabajo, la de vacaciones que
tienen y lo afortunados que son, lo que no ayuda a sentir el apoyo y respeto que la
labor y el docente necesitan. Si a esto unimos que a veces aparte de docentes
tenemos que realizar otras muchas labores, algunas incluso fuera de horario por las
cuales no nos pagan, ni nos son reconocidas y que a veces acarrean, incluso,
oposición y conflictos con las familias que dan la razón siempre a los pequeños, pase
lo que pase, sin apoyar ni respetar las versiones del profesor/a ante cualquier conflicto,
la tensión y las dificultades que podemos encontrar son evidentes.
Así pues, creemos que para contrarrestar el efecto de las dificultades expuestas
anteriormente, es necesario que el profesor se enfrente a los problemas sin tener una
concepción tan ideal de todos sus proyectos y actuaciones, teniendo en cuenta que su
trabajo va a estar en continua armonía y colaboración con el resto de sus compañeros,
para lo cual ha de mantener una actitud siempre positiva hacia los demás. Los
docentes deben estar en estrecha relación con el equipo de orientación, aportando
ambos una ayuda mutua, en cuestiones de problemática de alumnado, profesorado y
centro. A su vez consideramos que una fuente de motivación para el educador sería
un reconocimiento social de la labor docente.
Como muestra de cómo se trata el tema en los medios de comunicación, recogemos
en este artículo que hace poco el Diario El País en primera página recogía un titular
con lo siguiente: "Los alumnos de secundaria españoles, entre los peores de los
países desarrollados" Y seguían con esta entradilla: "De mal en peor. Los resultados
del segundo gran informe trienal de la OCDE sobre el nivel educativo de los
estudiantes de secundaria (15 años) sitúa a España en el furgón de cola y con
tendencia a empeorar, con un 23% y un 21% de estudiantes incapaces de alcanzar el
nivel básico en matemáticas y lectura, respectivamente, y, además, con exiguos
porcentajes de nivel de excelencia. "Los profesores tienen que aceptar muchas
más responsabilidades".
Nos hacemos eco también del informe "Educación para todos" elaborado por la
UNESCO, "España se sitúa en el puesto 26 en desarrollo educativo" y que "tan sólo el
4,5% del Producto Nacional Bruto español se dedica a la Educación, una cantidad
inferior a la de todos los países de la UE".
La desmotivación del profesorado en primaria y secundaria es elevada. Los
alumnos/as tienen buenos manuales, una didáctica avanzada en las aulas y los
chavales un conjunto de infraestructuras y actividades diversas muy atractivas en sus
respectivos colegios. En este marco, nos encontramos un alto porcentaje de
profesorado desmotivado incapaces de motivar a sus alumnos/as por el conocimiento
y el estudio. Esta desmotivación se traslada también en el contacto con los padres a
los que pretenden transferir la responsabilidad de la enseñanza que debería
producirse en las aulas y en los que en muchos casos no encuentran colaboración.
Algunas familias contemplan como miles de niños/as llegan a casa con libretas llenas
de "deberes" rayando en la exageración. Un niño/a en secundaria de 11 años tarda 2 ó
3 horas en hacer sus "deberes" de casa, tras una jornada en el Colegio desde las 9 de
la mañana hasta las 16,30 horas de la tarde. Los profesores entregan a los padres de
un/a niño/a de primaria un montón de material para que los padres "enseñen" a su
hijo/a también en casa. ¿Qué sucede en las aulas durante tantas horas se preguntan
los padres/madres?...
Lejos de plantearse que colaborar en educación es esencial y que familia y escuela
deben apoyarse y ser uno, las prisas, el trabajo, la desgana, el cansancio…, hacen
que las familias no entiendan que la labor docente no termina en las aulas y que la
educación no se limita a los centros educativos, sino que empieza en casa.
Al margen del exiguo gasto en educación en España, las causas de la desmotivación
del profesorado son complejas. El Gobierno y la política educativa, en general, deben
profundizar en ello y afrontar este tema con diligencia. El debate de la educación en
España no se puede reducir ni quedarse en detalles.
El tema de la educación en España no admite esperas. Son ya bastantes
generaciones de estudiantes las que están padeciendo un déficit educativo de
incalculables consecuencias para ellos y para el futuro del país.
La economía española, afectada en la actualidad por problemas en determinados
sectores, no será innovadora (factor de crecimiento y generación de empleo) sin un
capital humano capaz de impulsar la productividad y la competitividad en el marco
internacional. La educación es también un problema con un claro trasfondo económico
para la sociedad del presente y sobre todo, del futuro.
Las situaciones de angustia y ansiedad están golpeando con fuerza al profesorado, un
colectivo que en los últimos tiempos asume responsabilidades que van más allá de lo
académico. Entre las causas de este fenómeno en alza se encuentran la creciente
indisciplina en las aulas y la tensión en los propios claustros. Pero también existen
factores estructurales, como son la acumulación de tareas, la saturación de las aulas o
la falta de profesionales de apoyo en los centros, que contribuyen a alterar el equilibrio
psíquico de los que se dedican a la enseñanza.
El estrés y la depresión siguen afectando a los docentes cada vez más. ¿Dónde están
las causas?
Las depresiones a nivel general, tienen una incidencia cada vez a edades más
tempranas, son más graves y se asocian a un riesgo significativamente mayor de
suicidio. Vivimos en una sociedad en crisis –de valores, demográfica, económica–, y
ésta conflictividad social se extiende a las aulas como microcosmos de la situación
social general. Está establecido que afrontar inadecuadamente varias situaciones de
estrés media en un incremento significativo del riesgo de padecer depresión. Esta
actitud suele incluir un estilo de evitación y negador de los conflictos, en vez de
afrontarlos de forma eficaz.
¿Existe un cuadro específico de trastornos mentales entre los docentes?.
Como en otros profesionales del sector de servicios públicos, los docentes están
expuestos de forma crónica a elevadas demandas de rol laboral, con unos recursos
limitados para hacerles frente, tanto en lo material como en lo personal. El trastorno
clínico más común entre los profesionales que trabajan en estas organizaciones es el
síndrome de Desgaste Profesional, un conjunto de alteraciones emocionales, físicas y
comportamentales debidas al desgaste personal producido por el esfuerzo mantenido
para responder a las demandas del rol profesional.
La desmotivación del profesor es un tipo de respuesta defensiva, cuando se siente
agotado e impotente para mejorar sus condiciones de trabajo y lograr un rendimiento
superior al obtenido previamente.
¿Cómo se definiría al profesor quemado?
El síndrome de “burn-out” o de desgaste profesional fue descrito por Freudenberger en
1974 e incluye: agotamiento o tensión emocional, deshumanización o
despersonalización de las relaciones interpersonales en el trabajo y caída de la
realización personal a través del mismo, con daño a la autoestima personal y deterioro
del rendimiento laboral. Estos profesionales, que prestan servicios a través de una
relación directa con los usuarios, presentan varios síntomas de ansiedad y depresión
como insomnio crónico, dolores musculares, falta de energía, pérdida de interés y de
la capacidad para obtener satisfacción de las tareas realizadas, así como, mayores
tasas de conflictos familiares y de divorcio, y mayor consumo de sustancias adictivas,
como tabaco y alcohol.
Según un estudio los/as profesores/as que imparten clases masificadas presentan un
incremento de los trastornos mentales, por eso hablar de bajar las ratios escolares
debe ser más que una mera pretensión, una realidad necesaria.
La salud del profesor al igual que el clima emocional en el aula y el rendimiento de los
alumnos/as, dependen sobre todo de factores relacionados con la organización, como
es la masificación en las aulas. Otras variables que contribuyen al desgaste
profesional del profesor y al malestar de los alumnos son la rigidez organizacional, la
ambigüedad y el conflicto de rol, la falta de apoyo institucional, la insuficiencia de
recursos y las excesivas expectativas sociales. Algunos culpan de los males a la falta
de disciplina, el deterioro de las familias o la falta de reconocimiento al profesor; jamás
se he visto un colectivo de trabajadores mas denostado y que necesite con más
ahínco su valoración social.
Las encuestas al respeto arrojan datos acerca de que "casi la mitad (44%) de los
profesores españoles afirman estar desmotivados actualmente o en algún momento de
su carrera profesional", (según una encuesta elaborada por el sindicato CSIF). Por
tanto, se desprende de estos datos que la motivación puede ser un asunto complejo e
intrincado, amén de bastante relativo.
TODO PROFESOR, cualquier ciudadano, tiene derecho a expresar libremente su
opinión, así que nada hay que objetar a la opinión de ese sector desmotivado del
profesorado. Lo que extraña y es digno de análisis son los altos porcentajes de las
encuestas. Imaginar que la situación haya podido llegar a que la mitad del profesorado
ande por las sendas de la desmotivación es muy preocupante. Ateniéndonos a lo que
se percibe diariamente, creemos que la realidad está algo alejada de semejantes
diagnósticos, aunque es relativamente fácil, que en algún momento de la labor
docente, un maestro/a o profesor/a se sienta a punto de tirar la toalla…
HAY UN SECTOR del profesorado que parece estar empeñado en mostrar y
demostrar que el mundo de la enseñanza va de mal en peor, pues parte del principio
de que cualquier tiempo pasado ha sido menos malo que el actual. En este contexto,
algunos de ellos dicen haber sentido desprecio en alguna ocasión dentro del aula, e
incluso una minoría dice haber sufrido alguna agresión física. Echan la culpa de todos
estos males a la falta de disciplina, la ausencia de valores, el deterioro de las familias
o la falta de reconocimiento de la figura del profesor (a ver si a base de repetir las
mismas cosas acaban convirtiéndose en grandes y aplastantes verdades).
Una de las afirmaciones más repetidas es la dureza del trabajo del profesorado en la
actualidad. Ciertamente, la enseñanza no es precisamente un camino de rosas, pero
está por ver qué trabajo lo es. En cualquier caso, afirmar que al profesor "sólo le
queda coger la baja por depresión" puede enlazar tanto con la dureza de su labor
como con la facilidad que pudiere tener para obtener una baja sin que la estabilidad
laboral sufra el menor menoscabo. Aun a riesgo de que la publicación de estos datos
pueda irritar a algunos sectores del profesorado, esa dureza se aminora también
cuando, a la vista del calendario escolar del presente curso, de los 365 días del año,
un profesor de Secundaria ha de estar obligatoriamente en el centro durante 190 días
(52%) e impartir clases durante 169 días (46,3%). Nadie pone en duda que la labor de
un profesor sea difícil y dura, pero, por muy odiosas que sean las comparaciones,
quizá esa dificultad y esa dureza no son mayores que las de otros muchos trabajos
existentes en cualquier calle, comercio, oficina o taller. De modo que ante tantas
adversidades, no en nuestro terreno, si no en todos los sectores laborales de nuestro
país y más en estos momentos de crisis y precariedad laboral… ¿cómo podemos
vencer todos estos inconvenientes, ser positivos, centrarnos en lo bueno y encontrar
dentro de nosotros/as nuestra propia motivación intrínseca?
Quizás eso sea lo que falla. Se hacen siempre tantos juicios y comentarios acerca de
lo fácil que es ser docente, el sueldo, la estabilidad, las vacaciones, la buena jornada,
el tiempo libre que deja, etc… que a nadie se le ocurre sentir o ponerse en la piel de lo
que siente un docente que sufre en su trabajo y ha perdido la motivación por trabajar.
Quizás el fallo sea que como docentes nos sentimos tan juzgados, evaluados y
denostados por una sociedad que nos grita siempre que somos los eternos
privilegiados sin serlo, que buscamos la motivación que no tenemos en juicios ajenos y
en cosas materiales, como precisamente un sueldo que se congela o baja cada día
más o unas vacaciones cada día menores y que siempre amenazan con recortar, sin
pararnos a analizar cuando toca burocracia, formar parte de tribunales de oposiciones
que fastidian medio verano o aspirar a pagas extra sin complementos, etc…, en lugar
de centrarnos en lo bello de nuestra labor, en la importancia de la misma y en automotivarnos intrínsecamente con esto y no con cosas materiales.
Por otro lado, nuestro trabajo lleva dentro de sí la enorme recompensa de todo lo que
podemos aportar al mundo a través de las jóvenes generaciones. Pocos trabajos son
tan valiosos y hermosos, tan importantes y decisivos, como el de educar y enseñar.
Sería una verdadera tragedia para la sociedad que realmente casi la mitad del
profesorado estuviese falto de motivación. Un buen profesor/a puede realizar una labor
magnífica, pero un profesor/a desmotivado puede causar estragos, además de
inyectar toneladas de aburrimiento en el aula. Por favor, luchemos contra esto…
-
BIBLIOGRAFÍA:
- ALONSO TAPIA, J. (1997), Motivar para el aprendizaje, Edebé, Barcelona. Cap. 1 y
2.
- HARGREAVES, A. (1996). “Profesorado, cultura y postmodernidad”. Edit. Morata.
- HUERTAS, J. A. (1996), "Motivación en el aula" y "Principios para la intervención
motivacional en el aula", en: Motivación. Querer aprender, Aique, Buenos Aires, pp.
291-379.
- TORRES SANTOMÉ, J. (2006). “La Desmotivación del profesorado” Edit. Morata.
- URCOLA TELLEIRA, J.L. (2008). “La motivación empieza en uno mismo”. Edit. ESIC.
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