La metáfora de Francisco: el hospital de campaña Francisco acaba nuevamente de mencionar en voz alta una verdad oculta. La Iglesia sigue siendo la “Casa del Padre” que recibe al hijo pródigo, la Magdalena y el pecador arrepentidos. Pero, ante el escándalo del dolor actual, se transforma en “Hospital de Campaña”, para la curación espiritual de la soledad y la falta de sentido de vida de nuestro tiempo. Según el director de Criterio, José María Poirier, la memorable imagen de hospital de campaña, intuida por el Papa “concibe a la Iglesia como pueblo concreto y no cómo cenáculo, que invita a vivir en las fronteras, que privilegia el encuentro fraterno y la misericordia por sobre los enunciados doctrinarios y las formalidades burocráticas…. poniendo el acento en el amor por los pobres y en el servicio”. Durante la guerra del Vietnam, las tropas estadounidenses instalaron hospitales de campaña en la periferia de los lugares donde se libraban los más duros combates. Para poder discernir su gravedad, entre la avalancha de heridos a punto de morir que llegaban a ellos se usó “el trébol”, un sistema que utilizaban las legiones romanas donde, al recibir los heridos, se los separaba – según su gravedad- en tres categorías: 1) heridos que pueden sobrevivir sin necesidad de atención inmediata 2) aquellos que, si son rápidamente atendidos, tendrían alguna posibilidad de vida 3) otros cuya probabilidad de salvarse es prácticamente nula Hace dos años, después de sobrevivir milagrosamente a una grave operación, un fiel de la parroquia confesaba su agradecimiento en Bienaventurados diciendo: “Los hospitales son los conventos de nuestro tiempo. En ellos el dolor y la entrega están siempre inseparablemente unidos. Los hospitales-conventos de la Madre Teresa de Calcuta, tienen seguramente ese carisma”. La cuestión “sanitaria” del cuidado espiritual, ha sido analizada con frecuencia en las reuniones del Grupo de Hombres de la Catedral. A menudo nos preguntamos cómo y dónde dar testimonio de nuestra fe : ¿dentro o fuera de la Iglesia?, ¿solos o junto a otros grupos?, ¿en la catedral o en las capillas?, ¿con la procesión de San Isidro o en otros actos del culto?, ¿en las organizaciones de la sociedad civil o en el sistema político?, ¿nos acercamos a los que siguen viniendo o a los dejaron de venir?, ¿ es más efectivo comunicarse a través de la revista Bienaventurados o por otros medios?, ¿es más urgente acercar a los jóvenes que fortalecer a los viejos ?, ¿debemos realizar retiros espirituales con mayor frecuencia? . Hasta ahora no habíamos logrado despejar tantas dudas. La entrevista del Papa nos da una pista, al definir el “discernimiento” como un instrumento de lucha para conocer mejor al Señor y seguirlo más de cerca. No tener límite para lo grande, pero concentrarse en lo pequeño. Esta virtud se llama magnanimidad. Es hacer las cosas pequeñas de cada día con el corazón grande y abierto a Dios y a los otros. Dar su valor a las cosas pequeñas en el marco de los grandes horizontes, los del Reino de Dios. Si la Iglesia fuese un hospital de campaña, la Catedral sería una sala de primeros auxilios y el Grupo de Hombres un reparto geriátrico espiritual descentralizado. Funciona los primeros martes de cada mes, de 20 a 22 horas, en el salón Teresa de Calcuta de la Casa Pastoral, atendido personalmente por los pacientes.