Ejecuta tu Fe Pastora Gloria de García Abril 17 de 2015 Dios puede hacer lo que ningún hombre puede hacer. Necesitamos de los médicos pero realmente la sanidad es la voluntad de Dios para nuestras vidas. Isaías 53:4-5 (RVR) “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”. La palabra del Señor es clara, Él no miente cuando dice que ya se llevó nuestras enfermedades. La sanidad se recibe como se recibe la salvación: por fe. Desde el momento en que recibimos a Jesús como Señor, Él viene a nuestras vidas y nos convertimos inmediatamente en Hijos de Dios. Necesitamos que nuestra fe crezca, aprender de Sus promesas y la única forma en que lo podemos hacer es escuchando, leyendo la Palabra de Dios. Cuando tú oyes permanentemente Su Palabra y llega una dificultad, tú vas a estar fuerte espiritualmente para pasar ese momento difícil. Estamos en un mundo natural y las pruebas llegan a nuestras vidas. Dios no quiere que pasemos malos momentos porque Su voluntad es buena, perfecta y agradable. Si tú no tienes conocimiento de la Palabra de Dios, el día que venga la prueba de la enfermedad te va a costar mucho salir ileso de ella. Salmo 30:2 (RVR) “Jehová Dios mío, a ti clamé, y me sanaste”. Al estar enferma, declaraba que Él ya me había sanado a través de este verso bíblico. La palabra del libro de nuestros Pastores Miguel y Ma Paula Arrázola “Caminando En Sanidad”, me ayudó a seguir creyendo que Dios había hecho todo por mí. Esta es una guerra que debes luchar tú solo; todos te pueden cobijar con tu fe pero si tú no la tienes, no lo vas a lograr y va a ser más difícil. Si tú has venido hoy por un milagro, ¡este es el lugar para recibirlo! En este altar hemos visto suceder milagros sorprendentes, por eso no podemos menospreciar este altar. Cuando tú entras a la Iglesia, debes venir con reverencia. Quizá tú vienes hoy de espectador e ignoras que el que está tu lado tal vez viene hoy por un milagro que si no lo recibe, puede morir. La presencia de Dios es tan sensible que cualquier cosa puede cortar Su unción. Jesús es el mismo ayer, hoy y por los siglos, así como sanó hace miles de años, Él te puede sanar hoy. Si has venido por ese milagro, usa tu fe; tenemos un enemigo en el mundo que quiere acabar con nuestra vida pero mayor es Él que está en nuestras vidas y Jesús ya lo venció. Nosotros tenemos el mismo poder de Jesucristo para decirle al diablo que no aceptamos a la enfermedad. Cuando recibimos a Jesús, somos nuevas criaturas en Él e inmediatamente empezamos a hacer parte de las promesas; una de ellas es que hemos sido redimidos de la enfermedad. Debemos entender que la enfermedad es una maldición, ¡acaba con todo! Cuando tienes claro que es una maldición y te apropias de esta promesa, Dios empieza a actuar en tu vida. Necesitamos ejercitarnos en fe y la única forma de hacerlo es en el conocimiento de la Palabra de Dios. Cuando tú tienes ese conocimiento, no habrá enfermedad que te pueda hacer frente; Dios hará que esa enfermedad huya de nosotros y Su mano obrará a nuestro favor. Cuando hablas la palabra de sanidad y declaras palabras de vida, no tienes problemas porque estas convencido de que Jesús venció toda enfermedad en la Cruz una vez y para siempre. Yo decido recibir mi milagro, nadie lo puede recibir por mí. Nunca negué la enfermedad que tuve pero tenía tanta convicción en mi espíritu de que recibiría mi sanidad, que le dije al Señor: “Si hace 20 años me diste un corazón nuevo y logré vencer esta enfermedad, ¿cómo no lo voy a lograr ahora Señor, cuando llevo 20 años más caminando contigo?”. Después de recibir un diagnóstico completamente malo, el siguiente fue la confirmación de mi sanidad completa. Le doy gracias a Dios por la vida de nuestros Pastores, que son una fortaleza en nuestros momentos difíciles. Marcos 5:25-33 (RVR) “Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor, cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto. Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva. Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote. Luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos? Sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado? Pero él miraba alrededor para ver quién había hecho esto. Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad”. Esta mujer que padecía de flujo de sangre, hizo tres cosas para recibir su milagro: 1. Oyó hablar de Jesús. 2. Creyó que podía ser sana. 3. Actuó. A veces estamos entre la multitud y hay solo una persona que se acerca a Jesús; Él pudo sentir que alguien lo tocaba porque cuando hay fe, el Señor lo percibe. Esta mujer inmediatamente quedó sana de la enfermedad que la azotaba por años. Cuando tenemos a alguien enfermo, hacemos lo que sea para que sea sano pero es mucho más fácil si tenemos a Jesús con nosotros. Hay que tener mucha reverencia y respeto en nuestras reuniones de milagros porque quizá a ti no te ha tocado ninguna enfermedad pero debes tener presente que no estas exento de que te llegue. Hay enfermedades generacionales que debemos cortar para que no pasen a nuestros hijos y nietos. Debes pararte firme y decir NO a la enfermedad; Dios nos ha dado autoridad para rechazar la enfermedad. Si leemos los Evangelios, podemos ver que están llenos de episodios donde sucedieron sanidades porque Jesús enseñaba, predicaba y sanaba. Mateo 9:27-29 (RVR) “Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: !!Ten misericordia de nosotros, Hijo de David! Y llegado a la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: Sí, Señor. Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho”. Estos hombres que estaban ciegos tenían una fe atrevida, ellos sabían que lo único que mueve la mano de Dios es la fe. Ellos no veían pero habían oído hablar de Jesús; empezaron a gritar para que Él los escuchara. A veces necesitas gritar tu milagro y reconocer que si no lo hace Dios, nadie lo puede hacer. A veces estamos como estos hombres: ciegos, no queremos ver a Jesús. Nos han compartido de Él, de un Jesús que sana y restaura vidas, sin embargo la gente se resiste. La fe habla, no es muda, la fe es batallada y se debe contar. Cuéntale a todos lo que Jesús ha hecho contigo; cuando hemos sido sanados, nuestra agradecimiento por Dios no terminará nunca y por eso le contamos a todos lo que el Dios de milagros hizo con nosotros. Marcos 2:1-5 (RVR) “Entró Jesús otra vez en Capernaúm después de algunos días; y se oyó que estaba en casa. E inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra. Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro. Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico. Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados”. ¿Tú correrías si te dicen que Jesús está aquí? Donde está Jesús hay multitudes, a donde se oye Su nombre corren todas las personas. Por eso debemos predicar la Palabra, las buenas nuevas del Evangelio porque Su Palabra es viva, nos cambia y renueva nuestra mente. La Palabra dice que la fe mueve la mano de Dios; fue la fe de ellos la que los sanó. En lo natural, no podemos negar las enfermedades que nos azotan pero por encima de cualquier enfermedad o dolencia está nuestro Rey de reyes y Señor de señores, el Sanador, el que puede hacer lo que nadie puede hacer... ¡El Dios de lo imposible! Por eso siempre le damos a Él toda la gloria y la honra. Por eso no nos avergonzamos del Dios que tenemos. ¿Por qué nos callamos? ¿Por qué no hablamos del Dios poderoso que tenemos? Si esta boca tiene poder para vida pero igual tiene poder para muerte cuando hablamos lo que no es correcto. ¡Predica la Palabra a tiempo y fuera de tiempo! Y cuéntale a todos lo que Dios ha hecho contigo. Salmo 34:19 (RVR) “Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová”. Deuteronomio 7:15 (RVR) “Y quitará Jehová de ti toda enfermedad; y todas las malas plagas de Egipto, tú que conoces, no las pondrá sobre ti, antes las pondrá sobre todos los que te aborrecieren”. Isaías 41:10 (RVR) “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”. Estas son promesas de Dios que nos ayudan al venir las dificultades, las enfermedades y dolencias. Jesús quiere sanarte, solo necesita que tú le creas. Pídele a Dios que fortalezca tu fe, tu hombre interior; Pablo decía que no sin importa las circunstancias que vivamos, nos preocupemos de fortalecer nuestro hombre interior. Cuando tú estas fuerte espiritualmente, pueden venir todas las tempestades pero estas pasarán. Los dos grandes enemigos de la fe son la falta de perdón y la duda. Para mantener nuestra fe y nuestra sanidad cuando Dios ya ha hecho el milagro debemos permanecer siempre en línea directa con Él, declarando Su Palabra y dando gracias pero sobretodo, andando en amor.