CUADRANTEPHI 13 Junio 2006, Bogotá, Colombia La dialéctica y

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Junio
Julio – diciembre
de 2006,
2006, Bogotá,
Bogotá, Colombia
Colombia.
REVISTA ESTUDIANTIL DE FILOSOFÍA
La dialéctica y sus instrumentos
Por: Pedro Caballero A.
Filosofía
Pontificia Universidad Javeriana
mmind007@hotmail.com
Resumen
En el libro primero de los Tópicos Aristóteles emprende la búsqueda de un
método que permita razonar sobre cualquier problema: la dialéctica. Ella se
caracteriza por sus razonamientos, que parten de lo plausible, y que se diferencian
de los razonamientos demostrativos, que parten de las cosas verdaderas y
primordiales. Esa diferencia puede dar lugar a la consideración de que la
dialéctica tiene un carácter secundario, sin mayor valor para la ciencia o la
filosofía. Sin embargo, cabe preguntar por el papel que juega en el conocimiento,
tanto científico como filosófico. Para resolver esa pregunta la presente ponencia
se divide en dos partes: en primer lugar, la exposición de la naturaleza de la
dialéctica según la retrata Aristóteles en los Tópicos; en segundo lugar, la
consideración sobre su utilidad e importancia.
Abstract
In the Topics’ first book Aristotle undertakes the search for a method that allows
him to reason on any problem: the dialectic. It is characterized by its reasonings,
that part from the commendable, and that differ from the demonstrative
reasonings, that part from the truthful and primordial things. This difference can
give rise to the consideration that dialectic has a secondary character, without
mayor value for science or philosophy. Nevertheless, it is possible to ask about
the role that it plays in the scientific as well as in the philosophical knowledge. To
resolve this question this work is divided in two parts: in the first place, the
exposition of the dialectic’s nature as it is described by Aristotle in the Topics; in
second place, the consideration about its utility and importance.
www.javeriana.edu.co/cuadrantephi/
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Nuestra vida, como estos diálogos y como todas las cosas, ha sido
prefijada. También los temas a los que nos hemos acercado. Con el
correr de la conversación he advertido que el diálogo es un género
literario, una forma indirecta de escribir. […] A esta altura de mi vida
siento estos diálogos como una felicidad. Las polémicas son inútiles,
estar de antemano de un lado o del otro es un error, sobre todo si se
oye la conversación como una polémica, si se la ve como un juego en
el cual alguien gana o alguien pierde. […]Y poco importa que la
verdad salga de uno o de boca de otro. Yo he tratado de pensar al
conversar, que es indiferente que yo tenga razón o que tenga razón
usted; lo importante es llegar a una conclusión, y de qué lado de la
mesa llega eso, o de qué boca, o de qué rostro, o desde qué nombre es
lo de menos.
Jorge Luis Borges
Aristóteles, que es considerado por algunos como el fundador de la lógica, es
reconocido, entre otras cosas, por la teoría del silogismo que expone en los Primeros
analíticos, por el análisis proposicional que realiza en el Peri Hermeneias y por el
examen de los elementos que componen los enunciados que hace en las Categorías1.
Sin embargo, es muy importante rescatar el valor de las múltiples consideraciones que
realiza en torno a la dialéctica, que muchas veces son opacadas por las reflexiones del
Estagirita en lo que se refiere a los razonamientos o silogismos demostrativos,
apodícticos y científicos.
El propósito de esta ponencia es subrayar la importancia de la dialéctica y mostrar qué
herramientas brinda para el conjunto de la filosofía. Para ello se expondrá, en primer
lugar, qué es la dialéctica, cuál es su objeto, qué tipo de conocimiento es y con qué
instrumentos cuenta. Una vez se haya esbozado ese retrato, se considerarán, en segundo
lugar, las virtudes del arte del diálogo bien elaborado. Para ello se utilizará como punto
de partida el libro primero de los Tópicos.
Antes de comenzar la exposición, vale la pena aclarar que “el contexto real en que la
doctrina de los Tópicos-Refutaciones se inserta es la existencia, en la Atenas clásica, de
un hábito social consistente en la celebración de debates públicos”2. En estas disputas
participan dos interlocutores, uno que plantea preguntas y otro que las responde. El
primero de ellos formula un problema con la forma de una interrogación disyuntiva
1
2
Cfr. Giovanni Reale
Miguel Candel Sanmartín en la introducción que hace a los Tópicos.
2
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sobre un tema que sea susceptible de ser discutido, es decir, que sea plausible, que
parezca bien a un grupo de personas sin que con ello sea evidentemente verdadero o
falso. A continuación, el que responde debe elegir uno de los dos elementos de la
disyunción. A partir de ese momento, el impugnador debe encargarse de refutar esa
posición por medio de preguntas a las que el sostenedor debe responder de manera
afirmativa o negativa. Es claro, entonces, que la dialéctica que expone Aristóteles tiene
como referente el diálogo que se origina a partir de una disyunción.
El propósito de los Tópicos es encontrar un método que permita razonar sobre cualquier
tema partiendo de cosas plausibles y sin caer en contradicción. Dicho método no es otra
cosa que la dialéctica misma. Como su propósito es razonar, es decir, formular
razonamientos (syllogismós), es importante estudiar, de manera general, los diferentes
tipos de razonamientos para comprender la naturaleza del razonamiento dialéctico en
particular.
Aristóteles define razonamiento como un “discurso en el que sentadas ciertas cosas,
necesariamente se da a la vez, a través de lo establecido, algo distinto de lo establecido”
(Top, I, 1, 100a 25-28)3. Así, la característica de un razonamiento es, ante todo, la
relación de necesidad que hay entre las premisas y la conclusión. El contenido de las
proposiciones que lo conforman determina si se trata de una demostración o si tiene un
carácter dialéctico. Un razonamiento puede ser demostrativo, si parte de cosas
verdaderas y primordiales, o dialéctico, cuando parte de cosas plausibles que tienen
aceptación, ya sea por parte de individuos o de colectividades. Resulta claro que lo que
determina el carácter de un silogismo no es la relación lógica entre sus enunciados, sino
aquello a lo que ellos se refieren, de manera tal que “la fuerza del procedimiento
deductivo es idéntica”4 en los dos tipos de razonamientos mencionados. Hay que tener
en cuenta que como ellos se diferencian sobre todo por el contenido y no tanto por la
forma, el estudiante de dialéctica no sólo deberá tener especial interés en esta última,
sino que deberá estudiar a cuáles cosas se refiere y de qué se componen sus enunciados.
Es claro ahora que, aunque Aristóteles busca un método de discusión que sea
3
ARISTÓTELES, Tópicos, en Tratados de lógica (Órganon), V. I, Trad. de Miguel Candel Sanmartín,
Gredos, Madrid.
4
I. Düring, p. 100.
3
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susceptible de ser utilizado para tratar cualquier tema, es necesario, por eso mismo,
contemplar los diferentes contenidos que pueden encontrarse en un razonamiento. Por
ello es necesario explicar el objeto de los razonamientos dialécticos, es decir, aquello
que se ha denominado como lo plausible.
Lo que da lugar al razonamiento dialéctico es un problema disyuntivo en el que no
resulta claro cuál de los contrarios es verdadero. A partir de ese problema es necesario
optar por uno de los contrarios involucrados en la disyunción para poder emprender el
silogismo. El contenido de la proposición que resulta de dicha elección será plausible y
Aristóteles muestra que las “cosas plausibles son las que parecen bien a todos, o a la
mayoría, o a los sabios, y, entre estos últimos, a todos, o a la mayoría, o a los más
conocidos y reputados” (Top, I, 1, 100b 22). Como no es evidente cuál de los dos
elementos de la disyunción es verdadero y cuál falso, el contenido de una proposición
dialéctica, sin importar la aceptación que tenga, siempre será susceptible de ser
discutido. En este caso es importante resaltar que lo plausible se encuentra en el campo
de la opinión y de lo probable. Así, mientras que las premisas del silogismo
demostrativo son necesarias, es decir, que no pueden ser de otra manera, las del
dialéctico son probables, de tal manera que son susceptibles de ser verdaderas o no. Una
proposición apodíctica no da lugar a esa disyunción, sino que resulta verdadera con
evidencia inmediata. Por eso, la ciencia no se encuentra en el ámbito de la opinión, al
contrario de la dialéctica que se ocupa de aquellos problemas que son susceptibles de
ser discutidos.
Queda claro que el objeto de la dialéctica, es decir, aquello a lo que se aplicará su
método será aquello sobre lo que no hay verdad evidente. Mientras que la ciencia parte
de principios, que, dicho sea de paso, son indemostrables por la vía del silogismo
demostrativo, la dialéctica buscará el buen razonamiento sobre aquellas cosas que
pueden ser o no ser. Esto resultará de suma importancia no sólo para los saberes no
científicos sino también para la ciencia misma.
Como ya se ha aclarado qué es la dialéctica y cuál es su objeto, ahora es necesario
aclarar qué tipo de conocimiento es. Para ello, puede resultar útil un análisis del tercer
capítulo del libro primero de los Tópicos. Por medio de una analogía, Aristóteles
4
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establece que la dialéctica sólo se manejará a la perfección cuando sea dominada de
manera semejante a la retórica o la medicina, es decir, cuando no se descuide ninguna
de sus posibilidades o casos particulares. Para comprender esta oscura afirmación, vale
la pena investigar qué se dice al respecto en la Metafísica y en la Ética a Nicómaco.
Según la Metafísica, la medicina es una téchne que, a partir de muchas observaciones
experimentales, deriva una noción universal sobre los casos particulares que son
semejantes. Por ello, “no es al hombre, efectivamente, a quien sana el médico, a no ser
accidentalmente, sino a Calias o a Sócrates, o a otro de los así llamados, que, además, es
hombre. Por consiguiente, si alguien tiene, sin la experiencia, el conocimiento teórico, y
sabe lo universal pero ignora su contenido singular, errará muchas veces en la curación,
pues es lo singular lo que puede ser curado” (Met., I, 1, 17-24)5. Además, los técnicos, a
diferencia de los ignorantes y de los que poseen experiencia, conocen y pueden enseñar
el porqué y las causas.
Es posible concluir que la dialéctica es un conocimiento técnico cuyos contenidos se
consiguen por la generalización de casos particulares. El dialéctico debe poseer tanto un
conocimiento universal como un conocimiento de lo particular. Así, aunque tenga un
método que le permita discutir sobre cualquier cosa, debe tener presente que sus
discursos siempre son discursos particulares referidos a ciertos contenidos. Por eso es de
suma importancia, entre otras cosas, el inventario de las opiniones, ya que el dialéctico
realiza razonamientos sobre temas particulares, de manera análoga al médico que cura a
Sócrates o a Calias.
Aristóteles también explora la téchne en la Ética a Nicómaco, lo que permite
comprender mejor la analogía que ha establecido. En esa obra la define como “una
disposición acompañada de razón verdadera relativa a la fabricación […] –en lo tocante
a aquello que puede ser de otra manera–” (EN., IV, 4, 1140a)6. Además, toda técnica se
ocupa de la generación de cosas que pueden ser o no ser, elaborando un producto que
tiene la característica de existir de manera contingente, es decir, que no se da por
5
ARISTÓTELES, Metafísica, Trad. Valentín García Yebra, Gredos, Madrid, 1998.
ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco¸ Trad. José Luis Calvo Martínez, Alianza Editorial, Madrid,
2003.
6
5
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necesidad o naturaleza7. Cuando esta definición de téchne se aplica a los discursos el
primer problema que aparece es el del producto. La dialéctica, en tanto que es una
téchne, tiene un producto contingente, esto es, el discurso o razonamiento particular.
Este aspecto de la téchne muestra, además, que el discurso del dialéctico genera algo, el
discurso particular, que, aunque no es de carácter material, se caracteriza por ser
contingente.
El dialéctico posee, de acuerdo con lo anterior, un conocimiento técnico que contempla
tanto unos principios generales como un conjunto de casos particulares a los que pueden
ser aplicados, de manera similar al arte del médico o al del zapatero. Así, aunque está en
posesión de un arte con principios universales, éste siempre se aplica a su producto
contingente, que es el discurso que tiene como objeto lo plausible. Además, el dialéctico
está en capacidad de enseñar su arte, a diferencia de aquel que sólo tiene múltiples
experiencias, sin que ellas constituyan un arte.
En general ya se tiene claro qué es la dialéctica, cuál es su objeto y qué tipo de
conocimiento es. En tanto que es un método para razonar sobre las cosas plausibles, la
dialéctica ofrece ciertos instrumentos para construir buenos razonamientos. Dada su
expresa importancia para el pensamiento filosófico, el paso a seguir es la aclaración de
los mismos.
Aristóteles afirma que “los instrumentos a través de los cuales llevaremos a buen
término los razonamientos son cuatro: primero, tomar las proposiciones; segundo, poder
distinguir de cuántas maneras se dice cada cosa; tercero, encontrar las diferencias;
cuarto, la observación de lo semejante” (Top, I, 13, 105a 21).
Cuando se busca emprender un razonamiento dialéctico hay que tener cuidado a la hora
de optar por uno de los elementos de la disyunción propuesta para ser discutida. Como
estas discusiones se dan en el ámbito de la opinión, deberá elegirse el enunciado que
tenga más aceptación. También resulta útil elegir los enunciados que sean semejantes a
los plausibles. Hay que agregar que, para poder elegir una proposición, debe tenerse
7
Estas cosas, las naturales o necesarias, tienen el principio en sí mismas.
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claridad sobre el género y la materia a la que corresponde8, de tal manera que no se
tome un enunciado ético como si fuera físico.
El segundo instrumento que ofrece la dialéctica aristotélica para la construcción del
buen razonamiento consiste en la distinción de los diversos sentidos que puede ofrecer
una misma palabra. Por medio de este instrumento “hay que estudiar no sólo todas las
cosas que se dicen de manera distinta, sino intentar dar sus enunciados [explicativos]”
(Top, I, 15, 106a 2). Aristóteles propone diferentes análisis para determinar si un
término es homónimo (es decir, que tiene muchos significados según la entidad a la que
se refiere en un enunciado) o sinónimo (cuando el significado es el mismo). Uno de
ellos es el análisis del término contrario al que se está examinando. Por ejemplo, si la
palabra ‘agudo’ se predica de un tono de voz, su contrario es ‘grave’, mientras que si se
predica de la punta de unas tijeras su contrario es ‘romo’.
El análisis de las diferencias puede estar referido a cosas que se encuentran en un
mismo género, a cosas que se encuentran en géneros que no están muy alejados uno del
otro o a cosas cuyos géneros son muy distantes (cfr. Top, I, 16). Con el fin de ilustrar el
primer caso se puede considerar un razonamiento ético. Para que éste no caiga en
equívoco alguno, es necesario distinguir entre justicia, valentía, prudencia y templanza,
porque todas pertenecen al género de las virtudes, lo que puede dar lugar a confusiones.
Es posible realizar esta distinción siempre y cuando se tenga claridad con respecto a las
nociones de accidente, género, propio y definición.
El cuarto instrumento busca determinar, ya no las diferencias entre cosas de géneros
distintos, sino sus semejanzas. Éstas permiten establecer múltiples relaciones entre
diferentes objetos: “como lo uno es a una cosa, así lo otro es a otra cosa (v. g.: como el
conocimiento es a lo cognoscible, así la sensación es a lo sensible), y como lo uno está
en una cosa, así lo otro está en otra (v. g.: como la vista está en el ojo, el entendimiento
está en el alma […])” (Top, I, 17, 108a 8). Es muy importante practicar la búsqueda de
semejanzas en las cosas que se encuentran más distantes, porque ello permitirá captar
con mayor facilidad las semejanzas en las demás cosas.
8
Cfr. Luis Xavier López Farjeat, p. 71.
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Hasta ahora se ha esbozado la dialéctica como un método que permite razonar sobre
cualquier cosa. Es un conocimiento técnico que tiene como objeto lo plausible y que
cuenta con un conjunto de herramientas para construir razonamientos que no incurran
en contradicción. Ahora se puede determinar qué importancia tiene la dialéctica para la
filosofía en su conjunto.
Como se ha mencionado, el objeto de la dialéctica es lo plausible en contraposición a las
cosas verdaderas y primordiales propias del razonamiento científico. Es posible pensar,
por ello, que no hay relación entre el ámbito de lo demostrativo y el de lo plausible. Sin
embargo, vale la pena recordar que es imposible acceder a los principios por medio de
una demostración silogística y científica. Como los principios internos a un
conocimiento son primeros respecto a todas las cosas, es imposible decir cualquier cosa
de ellos. Por eso es necesario acudir a la investigación de las opiniones y de las cosas
plausibles que hay alrededor de dichos principios. Generalmente, para probar la verdad
de una proposición de poca extensión (como, por ejemplo, ‘todos los hombres son
mortales’) se acude a otras que sean más generales en busca de un término medio que
permita relacionar el sujeto con el predicado (en este caso ‘todos los hombres son
animales’ y ‘todos los animales son mortales’). Sin embargo, cuando se están tratando
los primeros principios y se pretende dar y justificar diferentes juicios sobre ellos, no se
puede acudir a ninguna cosa que sea más general que ellos, porque si eso fuese posible,
no serían principios. Por ello la dialéctica resulta de gran utilidad en lo que se refiere al
estudio de las primeras cosas, permitiendo un acercamiento a las mismas por medio de
un análisis de las opiniones más aceptadas.
Esto dice mucho del modo en el que trabaja Aristóteles. Por ejemplo, en la Metafísica,
cuando emprende la búsqueda de los primeros principios y de las primeras causas, él
hace un análisis de las opiniones de sus predecesores (cfr. Met., I, 3-10). Procede de
manera similar en la Ética a Nicómaco cuando se ocupa de las opiniones que hay sobre
el bien en general (cfr. EN., I, 6).
Pero hay que distanciarse un poco del aristotelismo para que la dialéctica no sea
susceptible de caer en los problemas que puede tener la opinión. Es importante rescatar,
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como se hizo antes, la noción de plausible, no sólo entendida como aquello que tiene
aceptación, sino, más aun, como aquello que da lugar a un problema disyuntivo de
cualquier tipo, incluyendo los problemas propios de la ciencia. El método dialéctico
permite entablar un diálogo entre contrarios que lleve a la elección de uno de ellos
según buenas razones y sin contradicción.
El diálogo no se refiere sólo a una conversación entre dos personas. Este concepto es
mucho más amplio y se refiere, sobre todo, a la contraposición de enunciados
contrarios, abarcando con ello la noción del diálogo del alma consigo misma. La
dialéctica será el método que guía esa disputa para que resulte fructífera, para que evite
las contradicciones y para que consiga la claridad.
Se ha ampliado la noción de lo plausible, refiriéndola a la disyunción, y la de diálogo,
contemplando también el diálogo que realiza un individuo en soledad que evalúa
elementos contrarios por medio del método que se ha expuesto. Dicho método aparece
ahora como una herramienta, como organon, recordando el título que se le dio a la obra
en la que se encuentran los Tópicos. Enmarcar la dialéctica en el conjunto de la lógica e
incluirla en ella es muy esclarecedor, en primer lugar, porque muestra que esta última
no es una ciencia independiente sino que siempre se encuentra al servicio de otro saber.
En segundo lugar, dicha inclusión hace de la lógica una herramienta que no se limita al
ámbito científico, sino que es útil también para saberes prácticos e, incluso, para
discusiones cotidianas. La lógica aparece, entonces, como una herramienta de gran
versatilidad que tiene un campo muy amplio de aplicación y que abarca otros ámbitos
del lenguaje diferentes al científico.
La dialéctica es, entonces, la herramienta que permite explorar cualquier problema
disyuntivo. Pero, como se mostró, ella posee a su vez un conjunto de instrumentos para
llevar a cabo dicha tarea. La utilidad de esos elementos puede resumirse bajo la noción
de análisis del lenguaje, que es de suma importancia para la filosofía. Por ejemplo, se
mencionó que la distinción de los múltiples significados, además de explorar las cosas
que se dicen en diversos sentidos, debe intentar dar sus enunciados explicativos. Si se
busca razonar, sin importar si el tema es científico, ético o cotidiano, es necesario que se
realice con antelación un análisis del significado y del uso de los términos que se
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encuentran involucrados, dando su definición. Con ello se logrará claridad conceptual,
de tal manera que se puedan evitar los equívocos causados por la oscuridad del
lenguaje. Así, cuando se examina una disyunción, es primordial que se analicen y
definan sus componentes.
Hay que recuperar el espíritu de duda que se encuentra en la dialéctica; éste se hace
manifiesto en su objeto, que es la disyunción. Ella no parte de una verdad, no parte de
una afirmación ni de algo evidente o dogmático, sino que, por medio del análisis del
lenguaje y de la aclaración del significado, da lugar a las definiciones que permiten
razonar de manera correcta. El método dialéctico parte de la duda y sólo cede ante la
claridad.
La dialéctica, entendida como un método, como una téchne para dialogar bien, resulta
importante para la filosofía porque brinda diferentes elementos que ya han sido
explorados y que son útiles en la construcción de conceptos. Sin embargo, ella es la
herramienta de un objeto que hasta ahora se ha evitado definir: la filosofía. También hay
que decir, antes de finalizar, que la dialéctica que ha sido esbozada sigue siendo ideal,
es decir, ella supone un conjunto de condiciones de las que se desconoce si es acaso
posible que se den en la realidad.
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Epílogo
Es necesario romper con el optimismo que ha caracterizado al presente texto. Vale la
pena aclarar que estos son los primeros pasos de una investigación algo prematura a la
que le falta mucho camino por recorrer y de la que acaso se ha esbozado sólo el
comienzo. Hay algunos conceptos que aún permanecen en la oscuridad propia de la
ambigüedad y que comprometen la naturaleza misma de la dialéctica que se ha
dibujado. Un efecto claro de la falta de claridad conceptual es el paso subrepticio que se
da de la noción de téchne a la de herramienta. Como aquélla puede poseer todos los
vicios (y las virtudes) del aristotelismo, puede ser mucho mejor otra por ésta,
determinando con ello que la dialéctica es ante todo una herramienta de gran poder que
permite solucionar la contraposición entre enunciados contrarios. Esto resulta relevante
para la filosofía en la medida en que, mientras se encuentre al interior de los límites del
lenguaje, ella debe tener en el horizonte al buen razonamiento. No obstante, la utilidad
de la dialéctica, del diálogo bien elaborado, puede extenderse hacia el campo de la
política, de la ciencia y de las conversaciones casuales propias del discurrir cotidiano.
Con ello queda expuesto uno de los principales contratiempos del conocimiento
dialéctico. De acuerdo con lo sostenido, la dialéctica es una herramienta independiente
de su objeto que sirve tanto para el razonar científico como para el metafísico. Pero ¿es
posible tal independencia entre una herramienta y el objeto que fragua? Queda claro que
la dialéctica aun tiene un carácter ideal y abstracto que puede ser un contratiempo para
su aplicación, carácter que se volatiliza en mayor medida cuando se considera que se ha
dejado de lado otro tipo de factores de gran importancia en un diálogo, como lo son las
relaciones de poder entre los dialogantes. Por ello, un análisis del diálogo debe
comprometer, no sólo los instrumentos que en él se utilizan, sino el objeto del que se
trata y aquellos que dialogan. La dialéctica, entonces, debe adquirir, con el desarrollo de
la investigación, un carácter terreno, debe descender de las alturas en las que se
encuentra para resplandecer ante los ojos de aquellos que buscan claridad.
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Bibliografía primaria
ARISTÓTELES, Topikon A en Aristotelis opera, V. I, Ed. Immanuel Bekker,
Academia Regia Borussica, Berlín, 1960.
––––, Tópicos, en Tratados de lógica (Órganon), V. I, Trad. de Miguel Candel
Sanmartín, Gredos, Madrid.
––––, Topics en The Complete Works of Aristotle, V. I, Ed. Jonathan Barnes,
Princeton University Press.
––––, Topics en The Works of Aristotle, Ed. W. D. Ross, Oxford University Press,
London.
––––, Metafísica, Trad. Valentín García Yebra, Gredos, Madrid, 1998.
––––, Ética a Nicómaco¸ Trad. José Luis Calvo Martínez, Alianza Editorial,
Madrid, 2003.
Bibliografía secundaria
DÜRING, I. Aristóteles, Trad. Bernabé Navarro, UNAM, México, D.F., 2000.
LÓPEZ FARJEAT, L.X., Teorías aristotélicas del discurso, EUNSA, Pamplona,
2002.
REALE, G. Introducción a Aristóteles, Trad. V. Bazterrica, Herder, 1985.
RUSSELL, B. Historia de la filosofía occidental, V. 1, Trad. J. Gómez y A.
Dorta, Espasa, Madrid, 1999.
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