¿Qué quiso decir el artista? Habana ilustrada

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Habana ilustrada
por ADÁN IGLESIAS
LA recuperación de la historieta cubana se hizo
sentir en la primera semana de la Feria Internacional del Libro, cuando la editorial Pablo de
la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) presentó varios títulos del género. Como parte del
tradicional Encuentro Internacional de Historietistas que auspicia el Instituto Internacional de
Periodismo José Martí se encontraron en La
Habana varios de los autores del comic, quienes pudieron confrontar sus obras y sus ideas.
Como coincidencia feliz, parte de la delegación cultural gallega que ha llenado la capital con
los aires ibéricos la integra una amplia representación de ilustradores e historietistas de esa
región, quienes han realizado talleres de creación con niños, han presentado sus libros y han
compartido con artistas locales.
ddt@jrebelde.cip.cu
www.dedete.cubaweb.cu
Los maestros Pedro Pablo Oliva, Blanquito y Ares en el momento de la
presentación del libro de historietas Amores en Aceite de Oliva.
Obra del artista gallego Manuel Cráneo.
¿Qué quiso decir
el artista?
por V.H. SUREDA
LA palabra o, como dirían los semiólogos, el
lenguaje se han hecho para establecer la
comunicación entre las personas e intercambiar informaciones, experiencias, deseos, motivaciones y otras cosas más. Cuando alguien
habla uno siempre espera comprender qué es
lo que está hablando el sujeto parlante o, al
menos, qué es lo que quiere decir. Pero cuan-
do lo que se dice no tiene mucho que ver con
lo que se pretende decir, entonces estamos
ante un serio caso de incomunicación, de un
lenguaje «oscuro», o quizá de un «tupe» comunicativo.
¿No le parece que todo lo dicho hasta aquí
está todavía un poco enredado?
Pues le comento esto porque cada vez
más a menudo veo por la televisión esas
entrevistas que le hacen a algunos artistas de
la plástica: pintores, grabadores, ceramistas o
escultores, quienes —cuando se les pide que
hablen de sus obras— las explicaciones que
dan podrían ir al récord Guinness de los galimatías.
¿Se ha puesto usted a analizar detenidamente las cosas que dicen algunos artistas
cuando los entrevistan? Veamos un ejemplo.
En la pantalla de su televisor aparecen
unos cuadros pintados con manchas, rayas,
colores, borrones y toda suerte de cosas abstractas. Por supuesto que nada, nadita de arte
figurativo. La cámara se va acercando al artista y su cara aparece en un gran primer plano.
El o ella comienzan a hablar y a tratar de convencer al televidente de lo que ellos quieren
«decir» con su obra. Por supuesto que si este
no tiene un diccionario al lado —y aun con
él— seguramente se queda bota’o.
«Yo utilizo creativamente los colores y las
formas para establecer una empatía funcional con el público receptor en una suerte de
interconexión de emociones compartidas que
hagan catarsis a los recuerdos del erotismo y
del placer perennes en el subconsciente. Yo
dialogo con los códigos del suprarrepertorio
formal, subyacente a los planos del intelecto,
para la mejor compresión de los estados de
ánimo no abúlicos que evocan en las personas que contemplan mi obra. Pero no desde
una perspectiva de escamotear la realidad
implícita tal cual es, sino de superarla en la
descodificación de los planos multisectoriales
del fenómeno cultural plasmados sobre las
dimensiones oníricas del lienzo. Así es mi trabajo.»
Y así, con la sonrisa en los labios, el artista
te baja su teque.
¡Cojoya! —como dijo un vecino— ¡Qué
labia! ¡Qué imaginación! ¡Qué manera de enredar la pita!
SI BEBE NO MANEJE Y SI INSISTE EN MANEJAR NO LEA EN ESE MOMENTO EL CÓDIGO DEL TRÁNSITO
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