Las causas de separación en el Ordenamiento Jurídico

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Las causas de separaci—n en el Ordenamiento
Jur’dico-Civil espa–ol: An‡lisis y valoraci—n cr’tica
Revista Cr’tica de Derecho Inmobiliario - Nœm. 655,
Noviembre - Diciembre 1999
Revista Cr’tica de Derecho Inmobiliario
Nœm. 655, Noviembre - Diciembre 1999
Autor: Aurelia Mar’a Romero Coloma
P‡ginas: 2423-2442
Id. vLex: VLEX-325259
http://vlex.com/vid/causas-separacion-ordenamiento-valoracion-325259
Texto
Introducci—n al tema
Las causas de separaci—n matrimonial: an‡lisis y problem‡tica
Conclusiones
Ê
[Página 2423]
Introducci—n al tema
El matrimonio es una instituci—n jur’dica, contemplada por el legislador constitucional
en el art’culo 32, que preceptœa que Çel hombre y la mujer tienen derecho a
contraer matrimonio con plena igualdad jur’dicaÈ (apartado 1). ÇLa Ley
regular‡ las formas de matrimonio, la edad y capacidad para contraerlo, los
derechos y deberes de los c—nyuges, las causas de separaci—n y disoluci—n y
sus efectosÈ (apartado 2).
Efectivamente, el legislador ha previsto, tras la reforma operada por la Ley de 7 de
julio de 1981, en sede de Derecho de Familia, unas causas de separaci—n matrimonial
para aquellas situaciones que bien pudieran denominarse como crisis del matrimonio.
Es, precisamente, la crisis jur’dica que da lugar a la separaci—n matrimonial, la que va
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a ser objeto de an‡lisis en este art’culo. Se trata, sin duda, de unas causales
conflictivas, que dan lugar a polŽmica y que no siempre son f‡ciles de interpretar,
como, por otra parte, nada hay f‡cil en el complejo mundo de la pareja matrimonial.
El art’culo 82 del C—digo Civil, tras la reforma sufrida, ha dado entrada a las causales
de separaci—n. Son un total de siete, agrupando en ellas tanto las causas de
separaci—n-ruptura, cuanto las de separaci—n-remedio, de las que hablarŽ en p‡ginas
siguientes.
La separaci—n, tradicionalmente, ha venido regul‡ndose en distintos Ordenamientos
Jur’dicos como una sanci—n, una pena, impuesta al c—nyuge culpable de un
comportamiento il’cito en relaci—n con los deberes conyugales.
Tras la reforma del 81, ya citada, la separaci—n deja de exigir, al menos con car‡cter
absoluto, la tajante distinci—n entre c—nyuge culpable y c—nyuge inocente, si bien hay
que admitir que siguen manteniŽndose causales de con[Página 2424]
tenido culpabil’stico o que solamente legitiman para instar la separaci—n a uno solo de
los esposos, todo ello junto al mutuo disenso y a las causas legales, pudiendo estas
œltimas ser instadas por cualquiera de los c—nyuges.
Hay que recordar que la Ley del Divorcio de la Segunda Repœblica espa–ola, de 2 de
marzo de 1932, preceptu—, como una causa m‡s, Çla violaci—n de alguno de los
deberes que impone el matrimonio y la conducta inmoral o deshonrosa de
uno de los c—nyuges, que produzca tal perturbaci—n en las relaciones
matrimoniales que hagan insoportable para el otro c—nyuge la continuaci—n
de la vida comœnÈ.
Nuestro C—digo Civil estableci—, en su art’culo 105, causas t’picas y taxativas de
separaci—n basadas en la culpa de un c—nyuge. El c—nyuge inocente era el œnico
legitimado para pedir la separaci—n, en virtud del art’culo 106. Los procesos de
separaci—n conyugal se tramitaban, salvo excepciones aisladas, por los Tribunales
eclesi‡sticos que ten’an reconocida la competencia para conocer de las causas
matrimoniales relativas a los c—nyuges unidos por matrimonio can—nico.
Seguidamente, voy a referirme a las causas de separaci—n conyugal contempladas en
el C—digo Civil y a su comentario sistem‡tico, con la problem‡tica que ello conlleva.
Las causas de separaci—n matrimonial: an‡lisis y problem‡tica
El art’culo 82 de nuestro C—digo Civil contempla siete causas posibles de separaci—n
conyugal, a efectos de su interposici—n. Voy a estudiarlas intentando hacer especial
hincapiŽ en su valoraci—n e interpretaci—n jur’dicas.
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La primera causa establecida en el C—digo Civil es la siguiente: ÇEl abandono
injustificado del hogar, la infidelidad conyugal, la conducta injuriosa o
vejatoria y cualquier otra violaci—n grave o reiterada de los deberes
conyugalesÈ.
Como vemos, agrupa el apartado 1 de este art’culo 82, varias causales en una sola,
aunque, naturalmente, cada una de ellas presenta una entidad propia, una autonom’a
y, por tanto, su estudio ha de hacerse en este sentido.
El abandono del hogar figuraba ya como causa leg’tima de separaci—n en el derogado
art’culo 105. El texto actual incluye la expresi—n ÇinjustificadoÈ, si bien la doctrina
jur’dica, generalmente, hab’a dado por entendida la exigencia de este requisito. Como
indica Mariano L—pez Alarc—n [1], la noci—n de
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abandono se refiere al c—nyuge que se aleja del hogar familiar de modo voluntario y
con ‡nimo de romper la convivencia. Con esta conducta, se viola el deber de
cohabitaci—n y, por lo tanto, no queda justificada por el hecho de que el c—nyuge que
incurre en esta situaci—n atienda a la alimentaci—n de la familia. Por ello, ya Carlos
Mar’a Entrena Klett matizaba diciendo que el abandono del hogar es un concepto m‡s
amplio que el abandono de familia, aunque nuestro Tribunal Supremo identifica, sin
embargo, abandono de hogar con abandono de familia en su Sentencia de 18 de
noviembre de 1974 [2], en la que expres— que Ç...no debe interpretarse como el
abandono f’sico del domicilio familiar, sino que debe comprender al c—nyuge que deja
de cumplir los deberes legales de asistencia inherentes a la patria potestad y al
matrimonio, aunque permanezca el marido en el domicilio familiarÈ.
Desde mi punto de vista, pienso que hay que matizar y distinguir entre abandono del
hogar e incumplimiento de los deberes asistenciales que corresponden al c—nyuge,
pues estos œltimos ser’an subsumibles en el œltimo inciso del apartado 1 del art’culo
82, Çcualquier violaci—n grave o reiterada de los deberes conyugalesÈ.
El abandono injustificado del hogar excluye la hip—tesis de separaci—n privada
convencional. Esta œltima ser’a la acordada por los propios c—nyuges. Para un amplio
sector doctrinal [3], en el abandono injustificado se pueden distinguir un corpus o
elemento material, consistente en el hecho del apartamiento o distanciamiento de los
esposos, y un elemento intencional o animus, por cuanto tal apartamiento debe
responder al deseo o resoluci—n de poner fin a la comunidad conyugal. Como
consecuencia, hay que concretar que la ausencia del hogar familiar ha de ser
voluntaria, no forzada, como ser’a, por ejemplo, el supuesto del c—nyuge que se ve
obligado a trasladarse a una ciudad lejana por motivos laborales. TambiŽn ha de ser
injustificada, pues, como afirma el apartado 2 del art’culo 87 del C—digo Civil, Çla
interrupci—n de la convivencia no implicar‡ el cese efectivo de la misma si
obedece a motivos laborales, profesionales o a cualesquiera otros de
naturaleza an‡logaÈ.
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El c—nyuge incurso en esta causal infringe el deber de convivencia, de cohabitaci—n.
Hay que recordar, en este sentido, que el art’culo 68 del C—digo dispone que Çlos
c—nyuges est‡n obligados a vivir juntos...È No obstante, hay que considerar que
el abandono puede ser involuntario cuando el sujeto est‡ incurso en una perturbaci—n
ps’quica o si ha sido impuesto por el otro c—nyuge, por un tercero o por una fuerza
mayor, excluyŽndose, por tanto,
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de esta causal. El hecho material del alejamiento, ausencia o separaci—n no basta
para constituir abandono como causa del motivo que estamos contemplando, porque
siempre es preciso el factor intencional, el animus, al que antes me he referido y, en
concreto, la imputabilidad, calificada por el C—digo Civil con la terminolog’a de
ÇinjustificadoÈ. El tŽrmino de imputabilidad es muy elocuente y expresivo y, aunque
sea genuinamente penal, ayuda a comprender y a interpretar mejor lo que el
legislador quiso decir.
El abandono injustificado del hogar se circunscribe, por tanto, a la separaci—n de
hecho establecida por decisi—n unilateral de uno de los c—nyuges. Por ÇhogarÈ que
entender el domicilio familiar o conyugal a que se refiere el art’culo 70 del C—digo
Civil, tal como un sector doctrinal ha puesto de manifiesto [4].
Dentro de la causa 1.a del art’culo 82 se incluye Çla infidelidad conyugalÈ, a la que
voy a aludir a continuaci—n.
Para analizar esta causal, hay que tener en cuenta que, segœn el art’culo 68, Çlos
c—nyuges est‡n obligados a... guardarse fidelidadÈ.
La infidelidad conyugal se configura, as’, como causa de separaci—n. La m‡s grave
violaci—n a este deber est‡ constituido por el adulterio, aunque hay otras conductas
igualmente atentatorias, como lo son las aberraciones sexuales, la
heteroinseminaci—n artificial de la mujer sin el consentimiento de su marido, la
sodom’a y el bestialismo. TambiŽn constituir’a, a mi juicio, infidelidad conyugal aquella
conducta de un c—nyuge abiertamente inmoral y que tenga una entidad capaz de
trascender en la esfera de la vida matrimonial.
Para que la infidelidad conyugal sea motivo de separaci—n se requiere que exista
efectiva convivencia conyugal, ya que el apartado 2 del nœmero 1 del art’culo dispone
que Çno podr‡ invocarse como causa de infidelidad conyugal si existe previa
separaci—n de hecho libremente consentida por ambos o impuesta por el
que la alegueÈ. El problema estriba, sin embargo, en que ser‡ complicado
determinar si la separaci—n de hecho devino previa a la infidelidad o a la inversa. La
fidelidad, segœn V‡zquez Iruzubieta [5], es el corolario de la promesa de vida comœn,
constituci—n de una familia y promesa de cohabitaci—n exclusiva que un hombre y una
mujer se formulan con ocasi—n del matrimonio.
Naturalmente, a la infidelidad conyugal heterosexual debe asimilarse, como ha
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expresado Fosar Benlloch [6], la homosexual y, en general, cua[Página 2427]
lesquiera otras conductas sexuales incompatibles con la rec’proca disponibilidad
afectiva de los c—nyuges entre s’.
La Sentencia de 18 de mayo de 1983 es muy interesante por lo que hace al tema que
estoy tratando, poniendo de manifiesto que Çla infidelidad del marido es causa
suficiente para estimar la demanda, m‡xime si se tiene en cuenta la amplitud que
conlleva por su propia ’ndole de fidelidad, concebida Žsta como una categor’a jur’dica
y moral capaz de imponer a cada uno de los esposos en su ‡rea de influencia la
observancia de una conducta inequ’voca y ausente de cualquier relaci—n que
engendre una apariencia comprometedora y lesiva para el otro c—nyugeÈ.
Como causal de separaci—n matrimonial, se incluye, asimismo, en el nœmero 1 del
art’culo 82, Çla conducta injuriosa o vejatoria y cualquier otra violaci—n grave
o reiterada de los deberes conyugalesÈ.
Lo primero que hay que decir es que la conducta injuriosa o vejatoria constituye una
infracci—n del deber de respeto que los c—nyuges se deben entre s’, pues recordemos
que el art’culo 67 del C—digo Civil expresa que Çel marido y la mujer deben
respetarse y ayudarse mutuamente y actuar en interŽs de la familiaÈ.
Esta causal de separaci—n no se funda en unos actos aislados, espor‡dicos, sino en un
comportamiento que se prolonga en el tiempo, que es permanente y continuado. No
obstante, estimo que esta exigencia no debiera hacerse demasiado rigurosa, pues uno
de los c—nyuges puede ampararse f‡cilmente en que los atentados y las faltas de
respeto que haya cometido contra el otro esposo no han tenido una constancia ni
permanencia temporal. Para L—pez Alarc—n [7] se descarta la conducta injuriosa
cuando un c—nyuge obra en el calor de la ira o como respuesta a otra injuria o
provocaci—n, o bien con la intenci—n de corregir a su esposo/a por excesos o
desviaciones cometidos en su comportamiento conyugal. Desde mi punto de vista,
estimo que incluso en los supuestos citados por L—pez Alarc—n puede darse esta causa
de separaci—n que analizo, ya que su exclusi—n podr’a generar serios abusos por parte
del c—nyuge que incurriera en dicha conducta injuriosa, m‡xime si sab’a que, en
muchas ocasiones, iba a verse amparado por una a modo de Çcausa de justificaci—nÈ.
En la actualidad, con la reforma operada en el C—digo Penal, Çes injuria la acci—n o
expresi—n que lesionan la dignidad de otra persona, menoscabando su fama
o atentado contra su propia estimaci—nÈ (art. 208). El motivo, por tanto, puede
ser muy amplio y, en cualquier caso, queda matizado hoy en d’a por la dignidad de la
persona, en cuanto fundamento del orden pol’tico y de la paz social, tal como lo ha
instituido el legislador constitucional en el art’culo 10.
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En cuanto a la conducta vejatoria, hay que hacer notar que es Žste un concepto m‡s
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grave que el anterior, pudiendo equipararse a malos tratamientos de obra o incluso
verbales, siempre que estos œltimos tengan una entidad perturbadora de la
convivencia conyugal. Para L—pez-Mu–iz Go–i [8], la vejaci—n es una injuria m‡s
profunda, una actitud m‡s atentatoria a la propia dignidad de la persona,
considerando este autor vejaci—n el obligar a la esposa a relaciones sexuales contra
natura, la relaci—n sexual contra los propios deseos, los golpes o maltratos de obra. A
mi juicio, esta causal se inserta a medio camino entre lo que constituyen deberes
derivados del matrimonio, como lo es la rec’proca disponibilidad de los cuerpos en
orden al acto sexual, y la libertad de la persona, valor humano fundamental, baluarte
del desarrollo de la personalidad.
Es causa de separaci—n Çcualquier otra violaci—n grave o reiterada de los
deberes conyugalesÈ. Hay que hacer notar que, para instar la separaci—n
matrimonial por este motivo, se exigen la gravedad o la reiteraci—n, requisitos estos
que no aparecen en las anteriores causales. Hay un amplio abanico de posibilidades
abarcadoras de esta causal. Es evidente que el legislador ha dejado una puerta
abierta a muchas modalidades de incumplimiento por un c—nyuge de sus deberes
conyugales. La Sentencia de 7 de febrero de 1984 estim— que Çlas violaciones de los
deberes conyugales deben tener el car‡cter de graves, en. cuanto a consecuencia de
las mismas hagan la vida en comœn excesivamente y demasiado dif’cil para el otro
c—nyuge o los hijos, las cuales han de producirse de modo reiterativo, pues si fueran
ocasionales no engendrar’an el malestar ni el temor futuro que justifican la
separaci—n, y han de tener conexi—n con la vida en comœn, de suerte que la cesaci—n
de Žsta sea remedio necesario para evitar la crueldad en. el trato y el consiguiente
malestar conyugal...È
La causa 2.a del art’culo 82 se refiere a Çcualquier violaci—n grave o reiterada de
los deberes respecto de los hijos comunes o respecto de los de cualquiera
de los c—nyuges que convivan en el hogar familiarÈ.
Esta causal hay que ponerla en conexi—n ’ntima con el art’culo 154 del C—digo Civil,
que, en sede de relaciones paterno-filiales, dispone que Çla patria potestad se
ejercer‡ siempre en beneficio de los hijos, de acuerdo con su personalidad, y
comprende los siguientes deberes y facultades:
1.a Velar por ellos, tenerlos en su compa–’a, alimentarlos, educarlos y
procurarles una formaci—n integral.
2.a Representarlos y administrar sus bienes...È
Hay que preguntarles cu‡les son los deberes que se tienen respecto de los hijos de un
c—nyuge que conviven en el hogar familiar. A mi juicio, es
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contraproducente imponer en el hogar familiar la convivencia de los hijos de uno solo
de los esposos y, en todo caso, si se da esa convivencia, deber’a ser una situaci—n
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aceptada por el otro c—nyuge, para evitar, as’, disputas y el consiguiente deterioro de
la paz y armon’a familiares. Algœn sector doctrinal ha puesto de manifiesto que, al ser
el texto de esta causal muy amplio, est‡n tambiŽn incluidos los hijos mayores de
edad, si bien podr’a alegarse que su exclusi—n est‡ justificada, por cuanto los padres
no tienen legales para con ellos. Sin embargo, esta postura no es mantenible, pues,
como expresa VçZQUEZ Iruzubieta [9], el interŽs comœn de la familia es uno de los
deberes que la Ley impone a los c—nyuges de modo expreso, y familia es, en el
concepto m‡s estricto, el grupo de personas que viven en un hogar comœn y est‡n
unidas por el lazo del parentesco.
Adem‡s, el texto se refiere a los hijos en general, no aludiŽndose, en concreto, a los
que estŽn bajo la patria potestad y ampara, de forma loable, a los hijos de cualquiera
de los c—nyuges que convivan en el hogar familiar. Esta extensi—n, que merece toda
clase de alabanzas para el legislador, es consecuencia ineludible y humanitaria de la
protecci—n prevista para los ni–os en los apartados 2 y 4 del art’culo 39 de nuestra
Constituci—n. Recordemos, en este sentido, que la Carta Magna protege integralmente
a los hijos, con independencia de su filiaci—n y que a los ni–os se les concede la
protecci—n prevista en los Acuerdos Internacionales que velen por sus derechos.
La causal 3.a del art’culo 82 del C—digo Civil prevŽ que se pueda instar la separaci—n
matrimonial en base a Çla condena a pena de privaci—n de libertad por tiempo
superior a seis a–osÈ.
En la actualidad, con arreglo al nuevo C—digo Penal, esta pena se configura como
grave, pues el art’culo 33 del Texto Punitivo expresa que Çson penas graves: a) La
prisi—n superior a tres a–osÈ.
Esta causal, segœn se–al— L—pez Alarc—n [10], implicaba que el c—nyuge sancionado
con esa pena quedara descalificado socialmente y ante el otro c—nyuge en tŽrminos
tales que es suficiente, por s’ sola, como situaci—n que da–a el honor matrimonial,
impidiendo el cumplimiento de los deberes familiares y pudiendo contribuir a la
ruptura de la comunidad conyugal. Estas razones movieron al legislador a incluir esta
causal entre las que se deben a culpa de un c—nyuge, aunque directamente Žste no
tuviera intenci—n de atentar contra el otro esposo, ni contra el interŽs de los hijos. Un
sector doctrinal ha puesto de manifiesto que en esta causal se han utilizado unos
juicios de valor que, en muchas ocasiones, no se corresponden con la idea de
equidad. El propio texto no especifica que haya de tratarse de un hecho contra los
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reses familiares, sea del otro c—nyuge, o de los hijos comunes o de los hijos propios.
No se alcanza a ver, de este modo, por quŽ una condena penal puede suponer un
agravio para el esposo ÇinocenteÈ, salvo que se entienda que, por las circunstancias
de la ausencia a lo largo de esos a–os, sobreviene un incumplimiento de los deberes
familiares, encuadrable, como causal, en la violaci—n grave o reiterada de los deberes
conyugales, entendiendo por Žstos los auxilios econ—micos y los deberes ’ntimos
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matrimoniales [11]. En la actualidad, con la posibilidad de los permisos de fin de
semana, las visitas ’ntimas a la c‡rcel y la autorizaci—n para trabajar fuera del
establecimiento penitenciario han provocado que esta causal quede un tanto vac’a de
contenido.
Para Vega Sala [12] plantea problem‡tica este motivo de separaci—n matrimonial, por
cuanto se funda en el mismo hecho de la condena y no en la efectiva comisi—n del
delito. A mayor abundamiento, este autor se cuestiona sobre la posibilidad de que el
delito por el que se haya condenado a uno de los c—nyuges pueda haber sido
cometido en beneficio del otro esposo, con la paradoja de que se le reconoce al
ÇinocenteÈ la posibilidad de instar la separaci—n por ello, lo cual no merece elogios
para el legislador.
Estimo, en vista de las cr’ticas examinadas a esta causal, que lo esencial, a la hora de
instar la separaci—n conyugal por este motivo, ha de ser el efectivo incumplimiento
por parte de un c—nyuge de sus deberes para con el otro, en funci—n de lo dispuesto
en los art’culos 67 y 68 de nuestro C—digo Civil.
La causal 4.a del citado art’culo 82 enumera hasta tres diferentes motivos, que hemos
de analizar con la l—gica autonom’a, si bien, por razones de ’ndole sistem‡tica, las tres
aparecen en la misma causal. Dice el precepto que Çson causas de separaci—n...
4.a El alcoholismo, la toxicoman’a o las perturbaciones mentales, siempre
que el interŽs del otro c—nyuge o el de la familia exijan la suspensi—n de la
convivenciaÈ.
Con relaci—n al primer motivo, el alcoholismo, hay que hacer notar que, segœn la
Organizaci—n Mundial de la Salud, son alcoh—licos los que beben en exceso y cuya
dependencia respecto del alcohol ha alcanzado un grado tal que determina la
aparici—n de visibles perturbaciones mentales o cierta interferencia en la salud f’sica,
en relaciones interpersonales y en el adecuado funcionamiento social y econ—mico, o
los que muestran signos prodr—micos a dichos fen—menos.
La inclusi—n del alcoholismo como causal supone una importante y profunda novedad
legislativa, pues, efectivamente, el legislador se toma sensible a los problemas y
dificultades de toda ’ndole que pueden romper la armon’a
[Página 2431]
familiar y que sean fruto o consecuencia del alcoholismo de uno de los componentes
de la pareja matrimonial. No obstante, hay que matizar claramente, ya que el
c—nyuge ÇinocenteÈ no podr‡ instar esta causal m‡s que cuando su propio interŽs o el
de la familia exijan la suspensi—n de la convivencia marital y no en otros supuestos,
pues hay que reconocer que no debe d‡rsele una desmesurada extensi—n a esta
causal, debiŽndose exigir dictamen pericial a los efectos de comprobar que el
alcoholismo ha arraigado como enfermedad en el sujeto, no debiŽndose instar, por
esta v’a, en funci—n s—lo de actos espor‡dicos de un c—nyuge, cual ser’a el supuesto
de una borrachera que, provocando intoxicaci—n et’lica, supusiera meramente un
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comportamiento aislado y no reiterativo. Matizar esto es conveniente al objeto de
evitar posibles abusos e incluso fraudes a la hora de que el esposo ÇinocenteÈ inste la
separaci—n por este motivo.
Por lo que hace al segundo motivo enumerado en la causal 4.a del art’culo 82, Çla
toxicoman’aÈ, puede denominarse tambiŽn drogadicci—n, y es un estado en el que la
persona y su existencia est‡ no s—lo influenciada, sino condicionada totalmente por la
ingesti—n o toma de productos t—xicos, como la coca’na, hero’na, LSD, marihuana o
psicof‡rmacos. Hay que esclarecer, ante todo, que la toxicoman’a provoca una
modificaci—n y alteraci—n de la conducta y, una vez llegado a un cierto grado de
intoxicaci—n, el sujeto pierde su capacidad para el desenvolvimiento normal de las
relaciones conyugales, produciŽndose una grave desarmon’a familiar que el
Ordenamiento Jur’dico Civil se preocupa de contemplar en cuanto causal de
separaci—n conyugal. Para Rey Huidobro [13], no es necesario haber alcanzado una
plena dependencia f’sica y ps’quica de las drogas para que el abuso de la misma
pueda originar una causa de separaci—n, ya que su consumo habitual puede volver a
la convivencia intolerable y provocar graves perjuicios a la educaci—n de la prole,
dando con ello lugar a alguna de las restantes causas previstas en el C—digo Civil,
como pueden ser la conducta injuriosa o vejatoria o cualquier otra violaci—n grave o
reiterada de los deberes conyugales.
Hay que concluir en el sentido de afirmar que la toxicoman’a es una grave
perturbaci—n del comportamiento y cuyas similitudes con la enfermedad mental son,
efectivamente, profundas. El c—nyuge adicto es un enfermo y, como tal, mal podr‡
hacer frente a sus obligaciones para con la familia en ese estado.
Por fin, el œltimo motivo contemplado en la causal 4.a del art’culo 82 es Çlas
perturbaciones mentalesÈ.
Esta causal aparece ’ntimamente ligada, desde el punto de vista sistem‡tico, al
alcoholismo y a la toxicoman’a, porque muchas perturbaciones men[Página 2432]
tales son consecuencia del alcoholismo y de la drogadicci—n. No obstante, hay
perturbaciones mentales que, como algœn sector doctrinal ha expresado [14], atacan
a los seres humanos sin que encuentren su raz—n de existencia en el alcoholismo o la
drogadicci—n. De ah’ que el legislador haya considerado oportuno estudiarlas
conjuntamente, en la misma causal, pero con una entidad propia cada una de ellas.
Esta causa de separaci—n matrimonial tiene la limitaci—n -al igual que el alcoholismo y
la toxicoman’a- de poderse invocar solamente Çcuando el interŽs del otro
c—nyuge o el de la familia exijan la suspensi—n de la convivenciaÈ. Hay que
entender que las perturbaciones mentales, a que hace referencia esta causal, han de
ser efectivamente graves, no bastando un simple episodio pasajero de trastornos
ps’quicos, sino exigiŽndose una permanencia en dicho trastorno. De lo contrario, esta
causal podr’a convertirse en una especie de Çcaj—n de sastreÈ y ser’a susceptible de
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dar lugar a muchos abusos por parte del c—nyuge ÇinocenteÈ, es decir, del
mentalmente sano. JosŽ Antonio Doral puso de manifiesto que el tŽrmino
Çperturbaciones mentalesÈ era m‡s amplio que el tradicional de Çenajenaci—n
mentalÈ [15]. Vega Sala, por su parte [16], hac’a alusi—n a las dificultades que pueden
surgir al respecto por la gran variedad de perturbaciones mentales, su distinto grado
de perturbaci—n y las mœltiples variantes que las mismas comportan. Para Romero
Coloma [17] deben incluirse, entre las alteraciones mentales, los siguientes
trastornos: La neurosis, la esquizofrenia, la histeria, las fobias, la depresi—n o
melancol’a, las man’as y la paranoia, concluyendo en el sentido de mostrar su
preocupaci—n, como jurista, por la contradicci—n existente entre el deber de los
c—nyuges de ayudarse mutuamente, ex art’culo 67 del C—digo Civil, y de socorrerse,
ex art’culo 68 del citado corpus legal, y la separaci—n por perturbaci—n mental. En
parecidos tŽrminos se expresa L—pez Mu–iz-Go–i, afirmando que es precisamente en
estos casos de perturbaciones mentales cuando el c—nyuge enfermo necesita m‡s
que nunca el apoyo familiar para seguir adelante [18].
En cualquier caso, hay que ser cuidadosos y restrictivos con esta causal, tal como
expres— la Sentencia de 17 de junio de 1986, afirmando que Çaunque la expresi—n de
perturbaci—n mental, a la que se refiere el art’culo 82.4 del
[Página 2433]
C—digo Civil, como causa de separaci—n matrimonial, parece m‡s amplia que la de
enajenaci—n mental, y puede incluirse dentro de la misma todo estado o situaci—n
ps’quica anormal, como es la padecida por la esposa; sin embargo, de los elementos
probatorios no se infiere que los padecimientos sean de extrema gravedad, de
car‡cter irreversible y de peligrosidad para la familia, hasta el punto de impedir la
convivencia en tŽrminos gravemente perjudiciales, excluyendo toda presunci—n
racional de restablecimiento de la enferma, exigencias que, aunque no requeridas por
el citado art’culo, son. del todo l—gicas... Al tŽrmino interŽs del otro c—nyuge, que
aparece en. el art’culo 82.4 del C—digo Civil, no debe otorg‡rsele una significaci—n
meramente materialista, sino un sentido m‡s humanitario, m‡xime teniendo en.
cuenta que el precepto olvida a la enferma, la cual, por su situaci—n, deber’a ser la
m‡s amparada en su personal interŽs, centrado en la necesidad de ser asistida y no
quedar abandonada, debiendo conjugarse, por tanto, ambos interesesÈ.
Los apartados 5 y 6 del art’culo 82 del C—digo Civil admiten como causales de
separaci—n: Ça) El cese -deber’a decir Çcesaci—nÈ- efectivo de la convivencia
conyugal durante seis meses, libremente consentido; b) El cese efectivo de
la convivencia conyugal durante el plazo de tres a–osÈ.
Estas causales implican la ruptura de la comunidad de vida y afecto, proyect‡ndose
en dos dimensiones o a dos niveles: De un lado, la ruptura de la cohabitaci—n f’sica de
los esposos, y, de otro lado, la ruptura del amor conyugal, con la consiguiente quiebra
para la afectividad marital. Segœn L—pez Alarc—n [19], la separaci—n es efectiva
cuando es real, seria, externa y continuada, destruyendo la convivencia, siendo la
separaci—n material -ruptura de la cohabitaci—n- y espiritual -decadencia del amor
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conyugal-. Desde mi punto de vista, entiendo que estas causales se producen
precisamente como consecuencia de haber cesado la convivencia conyugal,
pudiŽndose instar entonces la separaci—n y no a la inversa. Segœn Manuel Pons
Gonz‡lez y Miguel angel del Arco Torres [20], si los dos c—nyuges deciden suspender la
convivencia conyugal, para que se pueda solicitar la separaci—n por la causal a), se
necesita, adem‡s, el requisito espec’fico del transcurso del plazo de seis meses o, en
otras palabras, la separaci—n de hecho consentida unida al citado plazo son las
condiciones v‡lidas para constituir una causa de separaci—n. Comparto la opini—n de
Garc’a Cantero, en el sentido de entender que dicha separaci—n de hecho ni siquiera
el corpus, es decir, el alejamiento f’sico de los c—nyuges, bastando el animus o
prop—sito conjunto de ambos
[Página 2434]
c—nyuges de romper la convivencia, sin la exigencia del concierto de voluntades a esa
cesaci—n de la misma, pues el silencio se convierte en una declaraci—n afirmativa de
voluntad [21]. En este sentido, expresa el C—digo Civil que Çse entender‡
libremente prestado este consentimiento cuando un c—nyuge requiriese
fehacientemente al otro para prestarlo, apercibiŽndole expresamente de las
consecuencias de ello, y Žste no mostrase su voluntad en contra por
cualquier medio admitido en Derecho o pidiese la separaci—n o las medidas
provisionales a que se refiere el art’culo 103, en el plazo de seis meses, a
partir del citado requerimientoÈ.
Los medios de prueba admitidos en Derecho pueden reconducirse a la documental,
pœblica o privada, la testifical y las presunciones de hecho.
En cuanto a la causal 6.a del art’culo 82, Çel cese efectivo de la convivencia
conyugal durante el plazo de tres a–osÈ es la ruptura de la convivencia el
fundamento legal para instar la solicitud. La Sentencia de 21 de septiembre de 1983,
se–al— que Ç...lo œnico que exige, como elemento absolutamente decisorio, es el cese
efectivo de la convivencia conyugal durante un per’odo de tiempo m‡s o menos largo,
segœn los casos, de tal manera que esa situaci—n de hecho signifique y revele que la
voluntad de uno o de ambos c—nyuges no es el resultado de una decisi—n brusca y
moment‡nea, sino la expresi—n consciente y deliberada y, por lo tanto, firme de la
imposibilidad de una convivencia matrimonial cualquiera que sea la culpa que la
produce y, ante tal constataci—n, la Ley permite resolver aquello que a lo largo de un
tiempo prudencial se ha mostrado inviable...È
La causa 7.a del art’culo 82 prevŽ, como causales de separaci—n conyugal,
Çcualquiera de las causas de divorcio en los tŽrminos previstos en los
nœmeros 3, 4 y 5 del art’culo 86È. Estas causas son: El cese efectivo de la
convivencia conyugal durante dos a–os, desde la separaci—n de hecho consentida o
de la declaraci—n de ausencia de uno de los c—nyuges, o cuando al iniciarse la
separaci—n de hecho estuviese el otro incurso en causa de separaci—n; el mismo cese
efectivo durante cinco a–os sin el concurso de ninguna otra circunstancia, y la
condena en sentencia firme por atentar contra la vida del c—nyuge, sus ascendientes
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o descendientes.
Segœn Lacruz Berdejo y Sancho Rebullida [22], la primera causa -cesaci—n efectiva de
la convivencia conyugal durante dos a–os, desde la separaci—n de hecho consentidaes absurda, ya que, conforme al nœmero 5 del art’culo 82, se puede instar la
separaci—n judicial a los seis meses de la cesi—n de la convivencia libremente
consentida, por lo que, a todas luces,
[Página 2435]
resulta chocante esta remisi—n y aplicaci—n del plazo de dos a–os desde que se
consiente la separaci—n de hecho.
No obstante, como ha expresado Fosar Benlloch [23], la articulaci—n de esta causa de
divorcio como de separaci—n lo que ha pretendido es hacer una concesi—n al Çdivorcio
de los cat—licosÈ, no oblig‡ndoles a articularla como disoluci—n del v’nculo, lo que
podr’a permitir meramente una modificaci—n del mismo.
Se admite tambiŽn como causal la cesaci—n de la convivencia conyugal durante dos
a–os, referida a la declaraci—n de ausencia legal. Segœn Lacruz Berdejo y Sancho
Rebullida [24], parece que no afectar‡ al divorcio ni al eventual matrimonio sucesivo
del c—nyuge presente, la ulterior reaparici—n del declarado ausente, pues, si su
reaparici—n tiene lugar despuŽs de los dos a–os de la declaraci—n de ausencia y, con
la reaparici—n, no se reanuda la convivencia conyugal, el mismo reaparecido puede
instar el divorcio.
Se admite, igualmente, que un c—nyuge pueda solicitar la separaci—n siempre que
acredite que, al iniciarse la de hecho, el otro estaba incurso en causal de aquŽlla. En
este supuesto, s—lo podr‡ demandar el c—nyuge no incurso en causa de separaci—n.
Por lo que hace a la cesaci—n efectiva de la convivencia conyugal durante, al menos,
cinco a–os, a petici—n de cualquiera de los esposos, me parece que es totalmente
il—gica, porque, si puede instarse la separaci—n a los tres a–os, ÀquŽ sentido tiene
esperar a un plazo m‡s largo?
Por œltimo, la causal consistente en la condena en sentencia firme por atentar contra
la vida del c—nyuge, sus ascendientes o descendientes, hay que matizar que la
especial gravedad de los hechos contemplados por el legislador merecieron que se
constituyera esta causal, no s—lo como de divorcio, sino tambiŽn, muy acertadamente,
como de separaci—n.
Conclusiones
En nuestro pa’s, a la vista de los planteamientos examinados, observamos, en primer
lugar, que la separaci—n matrimonial, en determinadas ocasiones y supuestos, abre
los cauces para el divorcio. Este hecho no tiene nada de extra–o, habida cuenta que
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en algunos pa’ses de nuestro entorno se tiende a considerar, especialmente en las
legislaciones divorcistas, la separaci—n legal como una situaci—n antecedente a la
disoluci—n del matrimonio.
[Página 2436]
Se ha producido, as’, el acercamiento entre causas de separaci—n y causas de
divorcio.
Merece la pena resaltar, tras la Ley de Reforma del Matrimonio, las clases de
separaci—n que, hoy en d’a, admite nuestro Ordenamiento Jur’dico, matizando cu‡ndo
nos encontramos con un supuesto de separaci—n en el que a uno de los c—nyuges se
le configura como culpable y distinguiŽndolo de aquellos supuestos en los que la
separaci—n constituye en realidad un remedio para aquellos matrimonios rotos y que
no tienen posibilidad alguna de reconciliaci—n. En el mismo sentido, me voy a referir a
aquellas causales de separaci—n que son autŽnticas sanciones para el c—nyuge
demandado.
Nuestro Ordenamiento Jur’dico Civil admite, en la actualidad, la separaci—n de hecho,
de un lado, y, de otro, la judicial, as’ como la de mutuo acuerdo.
Es separaci—n de hecho aquel status alcanzado al margen de toda intervenci—n
judicial, si bien, obtenida una sentencia, en su caso, Žsta va a ser tenida en cuenta y a
desplegar todos sus efectos en el procedimiento del que traiga su causa. La
separaci—n de hecho provoca la legal y, tal como expuso V’ctor Reina [25], significa la
ruptura de la comunidad de vida conyugal, aunque sin sanci—n o reconocimiento
judicial. En definitiva, la separaci—n de hecho es fruto siempre de un acuerdo privado
entre los esposos, que deciden dejar de vivir juntos, adquiriendo eficacia lo pactado
por ellos, aunque no exista homologaci—n judicial. La Sentencia de 2 de diciembre de
1982, determin— que Çla separaci—n matrimonial de hecho no hace desaparecer los
deberes derivados de la relaci—n conyugal, ni otorga un omn’modo derecho de
libertad a los c—nyuges, y esta subsistencia de deberes es igual para uno y otro...È
La separaci—n judicial es, de otro lado, la decretada por el —rgano jurisdiccional
competente al efecto, dict‡ndose sentencia tras la comprobaci—n de la ruptura de la
convivencia conyugal durante el lapso de tiempo establecido por el legislador. Nuestro
C—digo Civil distingue claramente dos clases de separaci—n judicial: La consensual y la
causal. La consensual tiene lugar cuando ambos c—nyuges la solicitan de comœn
acuerdo, o uno de ellos con el consentimiento del otro, transcurrido un a–o desde que
contrajeron matrimonio y sin necesidad de alegar causa legal. Algœn sector doctrinal
ha llamado a esta clase de separaci—n como negocial. La separaci—n causal tiene
lugar a petici—n de uno de los c—nyuges cuando el otro estŽ incurso en causa legal de
separaci—n.
En cuanto a la separaci—n de mutuo acuerdo, es un procedimiento que resulta r‡pido
y econ—mico para los c—nyuges. Las funciones jurisdiccionales son, l—gicamente, muy
limitadas en esta clase de separaci—n, siendo su inter-
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venci—n meramente circunstancial, siempre que el convenio regulador que presenten
no sea gravemente lesivo o perjudicial para uno de los esposos o para los hijos, en su
caso.
Queda ahora por dilucidar si las causas que el legislador espa–ol ha contemplado en
el art’culo 82 del C—digo Civil son objetivas o no. A ello voy a referirme a continuaci—n.
Como expresan Manuel Pons Gonz‡lez y Miguel angel del Arco Torres [26],
tradicionalmente, tanto la separaci—n como el divorcio ven’an siendo regulados en los
Ordenamientos Jur’dicos como una sanci—n impuesta al c—nyuge culpable por
infracci—n de los deberes conyugales. Se entend’a, en consecuencia, que, si la
convivencia conyugal se hac’a imposible por motivos intr’nsecos, era porque uno de
los c—nyuges hab’a provocado dicha situaci—n con actos antijur’dicos y hab’a que
inculparle y sancionarle, apart‡ndole del c—nyuge ÇinocenteÈ y de los hijos e
imponiŽndole las cargas derivadas de la sentencia y de la nueva situaci—n creada por
la misma.
Sin embargo, la experiencia demostr— que no era posible ni deseable encuadrar las
transgresiones contra el orden jur’dico-matrimonial en un determinado nœmero de
causas t’picas de separaci—n culpable, porque, de esta manera, lo que se estaba
haciendo, de un modo indirecto, era censurar social y jur’dicamente a uno de los
miembros de la pareja y esta ÇtachaÈ era contraproducente, contribuyendo a
aumentar la ya de por s’ inestable situaci—n del esposo considerado culpable. De ah’
que las legislaciones decidieran introducir la separaci—n por causas objetivas, sin
hacer expresas referencias a conductas culpables. El C—digo Civil espa–ol, antes de la
reforma de 1981, establec’a causas t’picas y taxativas de separaci—n, basadas en la
culpa de un esposo, estando legitimado para instarla solamente el c—nyuge
ÇinocenteÈ. Hoy d’a, con criterios dignos de elogio, se ha suavizado el rŽgimen
antecedente, pero no se ha llegado a eliminar por completo la distinci—n entre
c—nyuge ÇculpableÈ y c—nyuge ÇinocenteÈ. Se mantienen, en efecto, causas
ÇculpablesÈ o culpabil’sticas, aunque un sector de la doctrina jurisprudencial se
mostraba muy cauto en este aspecto, afirmando que Çdesaparecido de la Ley el
concepto de c—nyuge culpable y de c—nyuge inocente, la actual redacci—n del C—digo
Civil se orienta en el sentido de regular las consecuencias de la crisis matrimonial que
da lugar a Áa separaci—n o al divorcio con vocaci—n de futuro, atendiendo a lo m‡s
beneficioso o, si se prefiere, lo menos malo, para los hijos y los propios c—nyuges,
huyendo de reproches y castigos que conducen a consecuencias frecuentemente
absurdas y negativas para los propios implicados, adem‡s de injustas por limitar el
an‡lisis de la
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ruptura de la convivencia a ciertos hechos externos reprochablesÈ (Sentencia de 3 de
enero de 1983).
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Si nos detenemos un instante en algunas de las causales contempladas por el
legislador, observaremos que, efectivamente, hay aœn criterios culpabil’sticos o
culpables a la hora de determinar la legitimaci—n procesal de un c—nyuge. As’,
recordemos, por ejemplo, la causal 4.a, fundada en que uno de los esposos es
alcoh—lico o toxic—mano o padece perturbaciones mentales. No puede afirmarse que
esta causal sea tŽcnicamente objetiva y que lo que pretende es constatar la ruptura
de la vida en comœn de los casados, el fracaso del matrimonio. Ya Entrena Klett
entend’a que no resultaba correcto el tŽrmino de ÇinterŽsÈ empleado por el legislador,
porque resulta muy el‡stico y materialista, siendo mejor el equivalente de Çpaz
familiarÈ, o quiz‡ los de ÇsegundadÈ o Çconvivencia arm—nicaÈ, apuntando este
mismo autor, con raz—n, que la causal 4.a no es afortunada al hablar de ÇinterŽs del
otro c—nyugeÈ, porque, cesado el amor hasta el grado de instarse la separaci—n, el
interŽs del otro c—nyuge estriba precisamente en separarse del enfermo, con lo que se
identifica la causa legal y el beneficio procurado por el particular, lo que constituye un
grave error de tŽcnica jur’dica, siendo contradictorio con la obligaci—n de socorrerse
mutuamente que proclama el art’culo 68 del C—digo Civil, concluyendo en que la
interpretaci—n de esta norma ha de ser restrictiva [27].
En el fondo de esta causal 4.a late aœn el sistema de separaci—n en cuanto sanci—n al
c—nyuge que ha ca’do en estas conductas y no es de recibo sostener que esta causal
se configura estrictamente como objetiva. No lo entendi— as’, sin embargo, nuestra
doctrina jurisprudencial. En este sentido, la Sentencia de 24 de abril de 1989, afirm—
que Ç...se ha superado el sistema de separaci—n-sanci—n, por lo que el legislador
deliberadamente evita emplear la terminolog’a de c—nyuge culpable o inocente, que
part’a de la err—nea idea de que la misi—n de los Tribunales de Justicia en. las crisis
matrimoniales consiste en. determinar culpabilidades, en. lugar de resolver conflictos,
con. el m‡ximo respeto a la esfera de los afectos humanos, que no corresponde a los
Tribunales enjuiciar. La resoluci—n judicial de separaci—n no es una reacci—n
sancionadora frente a un comportamiento culpable, sino una forma de tratar
jur’dicamente Áas crisis matrimoniales, d‡ndoles una salida respetuosa con los
diferentes intereses personales y familiares, y por ello se prevŽ que pueda decretarse
judicialmente la separaci—n a petici—n de ambos c—nyuges o de uno con. el
consentimiento del otro (separaci—n consensual) o por cualquiera de ellos cuando
haya transcurrido un determinado per’odo de cese efectivo de la convivencia (art.
82.6.a), transformando en separaci—n judicial, legal[Página 2439]
mente reconocida, una situaci—n de separaci—n de hecho, con. independencia de las
razones que la motivase, sin que el Juez pueda entrar a examinar y decidir sobre la
conveniencia de la separaci—n, sino œnicamente comprobar la existencia de causa
legalmente reconocida, y sin que -ni siquiera en. el caso de causas subjetivas
imputables a uno de los esposos-, ello implique declaraci—n de culpabilidad o
inocencia...È
El legislador ha pretendido pasar de un sistema de separaci—n por culpa a uno de
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separaci—n-remedio. De ah’ que en la regulaci—n jur’dica se omita toda referencia a la
idea de culpa en cualquiera de los c—nyuges. Pero, no obstante, estimo que en
determinadas causales sigue persistiendo esa idea y, como tal, aflora al exterior. No
hay duda que, si uno de los esposos infringe alguno de los deberes que le imponen los
art’culos 67 y 68 del C—digo Civil, el otro esposo estar‡ legitimado para instar la
separaci—n, por lo que no puede hablarse solamente de separaci—n-remedio en
nuestro sistema jur’dico-matrimonial, sino tambiŽn, aunque la norma no lo indique, de
separaci—n-sanci—n, pues ser‡, en estos supuestos, el c—nyuge ÇinocenteÈ el
legitimado para instarla.
En l’neas generales, podemos concluir afirmando que la regulaci—n jur’dica de la
separaci—n matrimonial en nuestro Ordenamiento es bastante acertada y positiva, si
bien hay que tener en cuenta que el legislador podr’a haber matizado m‡s a la hora
de establecer las causales respectivas, al objeto de que se hubiera eliminado, por fin,
cualquier referencia a culpabilidad o inocencia de uno de los c—nyuges. En cualquier
caso, hay que recordar que, al haberse introducido en nuestro Ordenamiento Jur’dico
el divorcio vincular, la separaci—n conyugal ha dejado de ser la œnica soluci—n jur’dica
que se le plantea a un c—nyuge para escapar de una situaci—n de crisis, siendo loable,
adem‡s, que los c—nyuges puedan valerse del instituto de la separaci—n como escal—n
o puente hacia el divorcio.
----------------------------------------------------------NOTAS
[1] L—pez Alarc—n, Mariano, ÇLa separaci—n judicial por culpa y su conexi—n con el
divorcioÈ, en la Revista La Ley, a–o 111, 9 de febrero de 1982.
[2] Entrena Klett, Carlos Mar’a, Matrimonio, separaci—n y divorcio, Madrid, 1981.
[3] Romero Coloma, Aurelia Mar’a, El matrimonio y sus crisis jur’dicas: problem‡tica
civil y procesal, Barcelona, 1990.
[4] Pons Gonz‡lez, Manuel y Del Arco Torres, Miguel angel, Separaci—n, divorcio y
nulidad matrimonial: rŽgimen jur’dico, Granada, 1985.
[5] V‡zquez Iruzubieta, Carlos, RŽgimen jur’dico de la celebraci—n y disoluci—n del
matrimonio, Madrid, 1981.
[6] Fosar Benlloch, Enrique, ÇLa separaci—n y el divorcio en el Derecho espa–ol
vigenteÈ, en Estudios de Derecho de Familia, Barcelona, 1981.
[7] L—pez Alarc—n, Mariano, ÇLa separaci—n personal de los c—nyuges como
presupuesto del divorcioÈ, en la Revista La Ley, a–o 11, diciembre de 1981.
[8] L—pez Mu–iz Co–i, La ley de divorcio. Experiencias en su aplicaci—n, Madrid, 1982.
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[9] V‡zquez Iruzubieta, Carlos, obra citada en nota 5.
[10] L—pez Alarc—n, Mariano, ÇLa separaci—n judicial por culpa y su conexi—n con el
divorcioÈ, citado.
[11] Romero Coloma, Aurelia Mar’a, obra citada en nota 3.
[12] Vega Sala, F., S’ntesis pr‡ctica sobre la regulaci—n del divorcio en Espa–a,
Barcelona, 1981.
[13] Rey Huidobro, F., ÇProyecci—n de los estupefacientes en el ‡mbito del Derecho
CivilÈ, en Bolet’n de informaci—n del Ministerio de Justicia, 5 de febrero de 1984.
[14] Romero Coloma, Aurelia Mar’a, ÇLa separaci—n matrimonial por causa de
perturbaciones ps’quicas en el Ordenamiento Civil espa–olÈ, en Actualidad y Derecho,
21 al 27 de marzo de 1994.
[15] Doral, JosŽ Antonio, Matrimonio y divorcio. Comentarios al nuevo T’tulo IV del
Libro Primero del C—digo Civil, Madrid, 1982.
[16] Vega Sala, S’ntesis pr‡ctica de la regulaci—n del divorcio en Espa–a, citado.
[17] Romero Coloma, Aurelia Mar’a, ÇLa separaci—n matrimonial por causa de
perturbaciones ps’quicas...È, citado.
[18] L—pez-Mu–iz Go–i, La Ley de divorcio..., citado.
[19] L—pez Alarc—n, Mariano, ÇLa separaci—n judicial por culpa y su conexi—n con el
divorcioÈ, citado.
[20] Pons Gonz‡lez, Manuel, y Del Arco Torres, Miguel angel, Separaci—n, divorcio y
nulidad matrimonial..., citado.
[21] Garc’a Cantero, Gabriel, El v’nculo del matrimonio civil en el Derecho espa–ol,
Consejo Superior de Investigaciones Cient’ficas, Roma-Madrid, 1959.
[22] Lacruz Berdeio, JosŽ Luis y Sancho Rebullida, Derecho de Familia, fasc’culo
segundo, Barcelona, 1982.
[23] Fosar Benlloch, Enrique, La separaci—n y el divorcio en el Derecho espa–ol
vigente, citado.
[24] Lacruz Berdejo, JosŽ Luis y otros, El nuevo rŽgimen de la familia. I. Matrimonio y
divorcio, Madrid, 1982.
[25] Reina, V’ctor, Culpabilidad conyugal y separaci—n, divorcio o nulidad, Barcelona,
1984.
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[26] Pons Gonz‡lez, Manuel, y Del Arco Torres, Miguel angel, Separaci—n, divorcio y
nulidad matrimonial: rŽgimen jur’dico, citado.
[27] Entrena Klett, Carlos Mar’a, Matrimonio, separaci—n y divorcio, citado.
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