EL QUEJIGO (Quercus faginea Lam.): El quejigo es un árbol de tamaño medio que puede llegar a medir 20 metros de altura si crece en condiciones ecológicas adecuadas, pero en algunas ocasiones, aparece con aspecto de arbolillo o de arbusto. Sus hojas, a pesar de ser de naturaleza caduca, permanecen una vez secas en el árbol durante buena parte del invierno, por lo que se denominan marcescentes. La forma de la copa es redondeada, irregular y con follaje poco denso. Las hojas, que tienen tamaño variable entre los 4 y 10 centímetros, presentan formas oblongas, ovadas, obovadas o elípticas de margen desde dentado a lobulado, muy rara vez dentado-punzantes, con frecuencia algo acorazonadas en la base. Muy variables también en pelosidad, por lo general cubiertas de vello al nacer, posteriormente lo pierden por el haz (glabrescentes) pero lo conservan en mayor o menor medida por el envés. Pecíolo de 5-20 mm con bordes aserrados. Lamarck le dio este nombre especifico por el parecido de su hoja con la del haya (Fagus). El tronco es recto en los ejemplares adecuadamente conservados y aparece cubierto por una corteza rugosa, agrietada y de color pardo oscuro. Las raíces suelen producir renuevos frecuentes, que en la juventud de los ejemplares, les confieren un aspecto de matas más o menos densas. Las ramillas de los individuos de ésta especie presentan numerosas agallas producidas por la picadura de un insecto sobre brotes jóvenes para realizar la puesta, que forma una especie de bolas marrones de tejido tumoral donde crece la larva. El nombre común de ésta especie, procede de cecidium: agalla. La flores masculinas, de 20 a 70 mm, presentan perigonio velloso y número variable de estambres. Las femeninas aparecen sobre cortos pedicelos o subsentadas, lo mismo que las bellotas, con cúpula tomentosa de escamas aplicadas. La floración tiene lugar antes que la de la encina, por lo que las masa mixtas de estas dos especies consiguen alargar el periodo de montanera. Las bellotas tienen forma elíptico-cilíndrica y están sujetas sobre pedúnculos cortos; su maduración no tiene lugar hasta los meses de septiembre y octubre. Estos frutos, constituyen uno de los alimentos más apreciados para el ganado porcino. A pesar de que el quejigo se considera una especie versátil adaptada a una gran amplitud térmica y altitudinal, encuentra su óptimo en terrenos situados entre los y los 1200 m, aunque aparece a partir de los 300 hasta los 1900 m., en el famoso quejigal de Tolox (Málaga). Se trata de una especie de media luz, que se reproduce con facilidad por semilla, mediante brotes de cepa y de raíz. Aparece en todo tipo de suelos, pero se adapta mejor a los calizos, profundos y frescos. Es frecuente encontrarlo asociado a encinas, melojos, alcornoques...(López, 1998). En cuanto a sus requerimientos térmicos, el quejigo es una especie resistente a los climas continentales, con contrastes extremos de temperatura y humedad, especialmente alguna de sus razas. A nivel mundial, su distribución se extiende por la región Mediterránea Occidental (España, Portugal y Norte de Africa). Es frecuente encontrarlo en la mayor parte de la Península Ibérica, a excepción de la zona Noroccidental. Existen 3 subespecies en la Península Ibérica ( Ruiz et al. ,1979) : - Quercus faginea subsp. faginea: presenta una hoja más pequeña y esclerófila. Generalmente se distribuye por el territorio central de la Península en ubicaciones más continentales con terrenos calcáreos. - Quercus faginea subsp. broteroi: las hojas de ésta subespecie son más grandes y los dientes menos agudos. Prefiere temperaturas más suaves y requiere mayor humedad. Aparece generalmente en el cuadrante Suroccidental de la Península. - Quercus faginea subsp. alpestris: Esta es la subespecie más rara de las tres. Sólo es posible encontrarla diseminada en las sierras del Sur de la Península. En Zamora encontramos la subespecie faginea en la mayor parte de la provincia. No obstante, la subespecie broteroi aparece en barrancos frescos de las umbrías de la comarca de Sayago, sobre todo en los barrancos afluentes del Duero. El nombre de quejigo deriva de su nombre en latín, cecidium, que corresponde a un diminutivo del griego kekis, kekidos, la agalla, debido a que, tomándolo en sentido amplio, es el roble agallero por excelencia (Font Quer, 1990). El valor del quejigo como regenerador de suelos, protector de suelo frente a la insolación, regulador de la escorrentía y de la infiltración, es muy interesante. Es un elemento fundamental en los ecosistemas que aporta refugio y alimento a numerosas especies de animales, a la vez que presenta un elevado valor paisajístico y estético. Los montes medios densos de esta especie constituyen un hábitat muy adecuado para ciervos, jabalíes, corzos y gamos.