Tribuna Roja La lucha independe José Fernando Ocampo Colombia logró su independencia de España el 7 de agosto de 1819. Habían transcurrido casi diez años de lucha desde el Grito GHO GH MXOLR GH /RV ¿Umantes del Memorial de agravios no se planteaban liberarse de la metrópoli, ni de la monarquía, ni de la opresión económica. Camilo Torres le decía en él al monarca español, en ese momento destituido por el ejército napoleónico: “Se trata de reformar abusos, mejorar las instituciones, quitar trabas, proporcionar fomentos y establecer relaciones de la metrópoli y las colonias sobre las verdaderas bases de justicia”. Nada más. A pesar de ello, surgió todo un movimiento de masas que superó las solicitudes respetuosas del Memorial. Y se dieron las condiciones mundiales y regionales para que ese movimiento incipiente y confuso se fuera convirtiendo en una lucha sin atenuantes, que logró la victoria. Hubo una dirección que nunca cedió en su objetivo. Hubo propósitos estratégicos, nunca los atenuaron por dádivas. Hubo programa, tenía que ser el de independencia total y soberanía. Hubo lucha denodada, sin retrocesos ni vacilaciones. Para que triunfara el movimiento se tuvieron que unir las distintas tendencias ideológicas y políticas en un programa de liberación nacional; fue necesario superar a los enemigos internos unidos a la colonia: se impuso la organización de un ejército que enfrentara al español de 15.000 hombres al mando de Pablo Morillo. Sin los diULJHQWHVTXHGH¿QLHUDQHOUXPER\ cohesionaran las fuerzas hubiera sido un fracaso, pero sin los ciudadanos del común y los criollos descontentos y los indígenas anticolonialistas y los esclavos contra la opresión, el movimiento hubiera abortado. Todo se fue dando en el transcurso de diez años. Y lograda la victoria, la amenaza de otra reconquista no desapareció de improviso. Se unieron, primero, las potencias europeas feudales para apoyar a España y, después, todas en un solo propósito de retomar las colonias perdidas. La culminación de la libertad del sur de América no llegó hasta casi veinte años después de haberse dado el primer grito en Chuquisaca, Bolivia, en 1809, y veinticinco desde la independencia de Haití en 1804. La lucha ideológica Es necesario tener en cuenta que los dirigentes de la revolución no pensaban igual. Pedro Fermín de Vargas había leído a los enciclopedistas franceses contra el dominio religioso de la sociedad; Antonio Nariño había traducido La declaración de los derechos del hombre y el ciudadano, base ideológica de la Revolución Francesa; Francisco José de Caldas era discípulo de la ciencia de Mutis, contradictoria con las enseñanzas de la Iglesia Católica; Camilo Torres venía de los colegios religiosos de Santafé, inmersos en la escolástica tomista; Bolívar había bebido enseñanzas de Bello, entre escolásticas y enciclopedistas; Santander había seguido el proceso de Washington y Franklin en la revolución estadounidense y su democracia federal; y había curas en escuelas y parroquias que habían aprendido que los jesuitas Suárez y Mariana defendían el tiranicidio y el regicidio, en teología escolástica. Y así los demás. Pero lo que regía en la sociedad era la teología católica fundamentalista. Habían acusado a Mutis ante el tribunal de la Inquisición por defender a Galileo y a Copérnico contra las enseñanzas de la Iglesia; habían enviado preso a Nariño a Cádiz por publicar Los derechos del hombre, después de quemar todos los ejemplares; KDEtDQSHUVHJXLGRDORVFLHQWt¿cos de la Expedición Botánica que se habían incorporado a la lucha independendista, a algunos de los cuales les costaría su vida. No permitían atacar al rey, sin importar que hubiera sido destronado por las fuerzas napoleónicas. No se podía mancillar la aristocracia comprometida con el gobierno colonial. Las creencias eclesiásticas eran intocables y también su jerarquía. Todo esto tenía que ser derrumbado. Bolívar surgió en la historia de la independencia de América SRUTXHVHSURSXVR\ORJUyXQL¿FDU todas las tendencias e intereses en uno solo, el de la liberación del dominio español. Unió a los /D-XQWD6XSUHPDGH*RELHUQR¿UPDHO$FWDGH,QGHSHQGHQFLD enciclopedistas, a los demócratas radicales, a los monárquicos independentistas, a los escolásticos UHOLJLRVRV )XH XQ XQL¿FDGRU < mantuvo la unidad hasta lograr el objetivo fundamental. La lucha política que siguió después de 1819 entre las distintas tendencias ideológicas y políticas no empaña su obra magna, la de la independencia de España. La lucha política Dos problemas fundamentales se les presentaban a los dirigentes de la revolución de independencia para forjar un nuevo país: el tipo de gobierno y la organización del Estado, principalmente en relación con la Iglesia Católica. Bolívar había establecido en Bolivia un gobierno hereditario, algo así como una monarquía sin rey, y en Perú había impuesto una dictadura mientras Santander lo reemplazaba en Bogotá con un gobierno democrático en formación. En América se establecieron dos monarquías, la de México y la de Brasil. Después del fracaso de la Convención de Ocaña, Bolívar cayó en la tentación dictatorial, lo que exasperó a los partidarios de un gobierno liberal e intentaron derrocarlo. Le perdonó la vida a Santander y lo extraditó. Muchos de los dirigentes de la revolución independentista contra España y Portugal eran monárquicos. El Libertador buscó por diferentes caminos la instauración de un príncipe inglés y para ello estableció correspondencia con el primer ministro Canning. De allí surgió una tendencia monárquica entre un sector de los bolivarianos dirigidos por el general Rafael Urdaneta, quienes se embarcaron en esa aventura a la muerte de Bolívar. Su intentona produjo casi una guerra civil. Urdaneta fue derrotado y con su derrota murió la tendencia monárquica en Colombia. La dictadura de Bolívar y sus intentos monárquicos en Colombia produjeron una reacción contra el centralismo de parte de los seguidores de una república libeUDO ,QÀXLGRV SRU OD &RQVWLWXFLyQ estadounidense, defendieron una organización federal del Estado. Ya en 1812 se había presentado la contradicción entre Nariño y Torres sobre la organización estatal en la que se llamó la Patria Boba y que produjo la primera guerra civil, con el triunfo del centralismo. Nariño era consciente del desorden producido por la proliferación de Constituciones en un territorio que todavía ni siquiera había GH¿QLGRVXVIURQWHUDVUD]yQSRU la cual se oponía al desorden anárquico existente en una región sin entidad nacional. No había Estado-nación y Nariño era partidario de conformarlo. Esa fue su contradicción con Torres. Él fue enviado preso a España y Torres al cadalso. Al morir Bolívar resurgió la tensión entre centralistas y federalistas. Los liberales defendieron la organización federal del Estado por reacción contra Bolívar y llevaron su posición hasta la Constitución de Rionegro con un federalismo extremo. Su fracaso dio piso para que surgiera Rafael Núñez con el centralismo que gobernó el país cuatro períodos y que le abrió paso a la dictadura GH0LJXHO$QWRQLR&DURDO¿QDOGHO siglo XIX. Durante la lucha de independencia la Iglesia Católica se dividió entre los defensores acérrimos de la Colonia y la monarquía española y los partidarios de la revolución de independencia. La jerarquía era colonialista y el bajo clero, independentista. Pero al nacer la república, el sector católico más fundamentalista que había apoyado a Bolívar y a la revolución y que se había organizado en el Partido Conservador defendió a rabiar un Estado confesional. Se trataba de la unión de la Iglesia y el Estado. Era un punto fundamental, porque la esencia de la posición liberal, heredera de la Revolución Francesa y la norteamericana, defendía un Estado laico. Colombia tuvo que sufrir una lucha insensata de los católicos inspirados por los papas, que habían sido despojados de VXWHUULWRULRHQ,WDOLD\FRQ¿QDGRV al Vaticano por la revolución liberal italiana. Las principales guerras civiles tuvieron ese fondo religioso, que ocultaba el poder económico de los terratenientes feudales, entre los que se contaba la misma Iglesia colombiana. La lucha por la soberanía Soberanía nacional significa la no20injerencia Julio de 2010 extranjera en las LQVWLWXFLRQHV\GH¿QLFLRQHVHVWUD- entista de Colombia %DWDOODGH%R\DFiÏOHRVREUHOLHQ]RGH-RVp0DUtD(VSLQRVD tégicas de una nación. Por eso no hay independencia nacional sin soberanía. La lucha que se inició el 20 de julio de 1810 fue dejando FODURHQXQSURFHVRGHFRQÀLFWR y confrontación interna y externa, que liberarse de la Colonia sigQL¿FDED FRQTXLVWDU OD VREHUDQtD nacional, y no simplemente el reconocimiento de las colonias en igualdad de condiciones con las provincias de la metrópoli, como insinuaba el Memorial de agravios. Existe una condición necesaria para la defensa de la soberanía nacional, la existencia del Estado-nación. Y para ello se requiere establecer los linderos GHOSDtVRUJDQL]DUXQWLSRGH¿QLGR de gobierno, darle entidad a la conciencia de nación, estructurar una economía propia, impulsar una educación de carácter nacional. Eso fue lo que se propuso Francisco de Paula Santander en sus dos gobiernos. Constituir un tipo de gobierno y estructurar una economía propia produjeron en Colombia cinco guerras civiles de carácter nacional en el siglo XIX: las de 1848, 1861, 1876, 1885 y 1899 o de los Mil Días, pues se LQWHQVL¿FDURQODVFRQWUDGLFFLRQHV que se habían mantenido ocultas durante la lucha por la independencia. En todas ellas estuvo incluido el elemento religioso, y en algunas fue determinante. A todos los liberales, radicales y moderados de esas décadas, un tipo de gobierno centralizado los retrotraía a la dictadura de Bolívar. Para los conservadores, el tipo federal conducía a la desintegración nacional y a la diversidad anárquica sin control ideológico y político. Dos procesos políticos SXVLHURQ SXQWR ¿QDO KLVWyULFR D esta lucha: el triunfo de Rafael Núñez con sus cuatro gobiernos y la Guerra de los Mil Días, que le dio el triunfo a los conservadores por veintisiete años. Se anuló GH¿QLWLYDPHQWHODUHIRUPDDJUDULD de Mosquera, se le entregó la educación a la Iglesia, se defendió la economía artesanal y se fortaleció el régimen feudal terrateniente de la tenencia de la tierra. (OVLJQLÀFDGRGH El robo de Panamá, en 1903, VLJQL¿Fy XQ KHFKR KLVWyULFR IXQdamental en la historia contemporánea: evidenció que Estados Unidos se había convertido en una potencia imperialista después de haber sido vanguardia de la revolución democrática. Estados Unidos intervendría en este continente con su ejército más de veinte veces en la primera mitad del siglo XX y propiciaría a todo lo largo del siglo dictaduras militares para defender sus intereses de dominación en una zona que convirtió en su patio trasero. Estados Unidos tuvo en América Latina el campo necesario para su expansión imperialista, en un momento en que se había agotado el espacio a la dominación directa colonial. No fue fácil abrirse camino en Colombia, en donde se desarrolló una oposición al robo de Panamá durante casi tres décadas, hasta que fue aceptado el Tratado Urrutia-Thompson de 1914 con Estados Unidos en 1921 y se ¿UPyHOWUDWDGRGHUHFRQRFLPLHQWR del Estado de Panamá en 1924. Durante este período Estados Unidos se fue abriendo campo en nuestra economía. Llegó la Misión Kemmerer para organizar HOVHFWRU¿QDQFLHUR6HLQVWDOyHO Banco Mercantil Americano, cuyo primer gerente fue Alfonso López Pumarejo, después presidente por dos períodos presidenciales. Él mismo firmó el tratado de comercio de 1935 con el país del Norte, que dejaba sin piso la naciente industria nacional. A las multinacionales se les entregó el petróleo durante los gobiernos de Suárez, Olaya, Santos y el mismo López. El primer endeudamiento FRQHOVHFWRU¿QDQFLHURHVWDGRXQLdense de los años veinte terminó en una moratoria en 1929, que puso el país al borde de una invasión. Rafael Uribe Uribe había traicionado la soberanía nacional en el Congreso Panamericano de 1906 en lugar de defender los derechos del país sobre Panamá. A su juicio, los delegados de Estados Unidos “se habían hecho amar irresistiblemente aun de sus peores enemigos”. Y Marco Fidel 6XiUH]XQRGHORV¿UPDQWHVGHOD entrega de Panamá, defendía que nuestro futuro dependía de Estados Unidos, la Estrella Polar hacia la que debíamos orientarnos. Desde la Segunda Guerra Mundial, la economía colombiana ha Tribuna sido estructurada de acuerdo con los intereses imperialistas mundiales y continentales de Estados Unidos, bajo créditos, agencias internacionales, condicionamientos políticos, planes continentales, “ayudas” económicas, injerencia directa y alineamiento político. El primer plan de desarrollo económico denominado Plan Currie de 1951 y auspiciado por el recién formado Banco de Reconstrucción y Fomento, más tarde Banco Mundial, no fue sino el principio de una estrategia estadounidense de adecuación del país a los intereses del capital financiero internacional. Ningún gobierno ha defendido en el último siglo los intereses nacionales. Ahora, 2010, un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos se cierne sobre el país, sin comparación, mucho peor para la economía colombiana que el firmado por López Pumarejo en 1935, limitado aquél sólo al comercio de manufacturas y no a todas las ramas de una economía moderna como el actual. Uno semejante ya ha sido aprobado con Canadá, y otro con la Unión Europea espera aprobación de ese parlamento. Sin embargo, ningún hecho tan atentatorio contra la soberanía y la independencia de la Nación como el acuerdo sobre la entrega de las bases militares y puertos estratégicos a las fuerzas del Comando 6XU ¿UPDGR SRU HO JRELHUQR GH Uribe Vélez con Estados Unidos. Es como el paso de una dominación indirecta a una directa de tipo colonial, semejante al periodo del imperio español. Lo que toca hacer Colombia conquistó su independencia, la mantuvo durante el siglo XIX y ha sufrido por un siglo su pérdida progresiva. Este ha sido un elemento determinante del subdesarrollo económico. Lo que había que lograr con el movimiento de 1810 era la independencia política y económica. Se obtuvo en una lucha sin cuartel contra el colonialismo español. Ninguna potencia extranjera controló, doPLQyRGH¿QLyODVFRQGLFLRQHVGHO desarrollo de Colombia en el siglo XIX. Si fracasamos entonces, fue por culpa propia, no por dominación externa. Muy distinto lo que ha sucedido en el país desde la pérdida de Panamá. Colombia se volvió parte de la estrategia continental de dominación de Estados Roja Unidos, convertido en potencia imperialista. Dos grandes atentados directos de dominación ha sufrido el país, el de Panamá y el establecimiento de las bases militares gringas. Ambos al servicio de la adecuación de la economía y la política para la recolonización estadounidense. La pérdida de Panamá signó nuestra historia. Así como fue denodada la lucha independentista que triunfó en 1819, las luchas contra la dominación extranjera no han cesado durante el siglo XX y lo corrido del actual: quienes se opusieron a la entrega de Panamá contra el gobierno de Marroquín; los estudiantes que forzaron la renuncia de Reyes por el intento de entrega del Istmo; los que persiguieron a lo largo del río Magdalena a los firmantes del Tratado UrrutiaThompson en 1914; los trabajadores de las bananeras inmolados por la United Fruit Company; los campesinos que se organizaron en la década del treinta contra el régimen terrateniente; el pueblo que se rebeló el 9 de abril de 1948 por el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán; los sindicatos que obtuvieron con su lucha la creación de Ecopetrol; la juventud levantada contra la dominación imperialista después de la Revolución Cubana; las luchas campesinas de la década del setenta; el movimiento estudiantil de 1971 contra la reforma imperialista de la educación superior; los distintos sectores rebelados contra las políticas neoliberales; los maestros, bancarios, mineros y demás asalariados organizados por lograr mejores condiciones de trabajo. Y en la lucha política, los intentos y realizaciones de un movimiento como el Polo Democrático Alternativo, hacen parte de esa denodada lucha independentista. Todos son herederos de la gesta gloriosa que comenzó en los albores del siglo XIX. Todos, en una u otra forma, hacen parte del mismo ideal por el que combatieron Torres, Carbonell, Vargas, Caldas, Policarpa, Antonia Santos, Nariño, Córdova, Bolívar, Santander y tantos otros renombrados o no, inolvidables para nuestra historia. Julio 20 de 2010 7