Casi la totalidad de los investigadores y analistas económicos de este país, coinciden en que las asimetrías regionales y la desigualdad (concentración) en el ingreso de las familias mexicanas han abonado brutalmente a ralentizar el crecimiento económico, y por ende a cerrar espacios y oportunidades para los jóvenes que se incorporan al mercado laboral; Después de 1980, los límites de sobrevivencia de millones de mexicanos quedaron drásticamente vulnerados con percepciones de salarios inferiores a 15 pesos por día, en las tres últimas décadas la línea de la pobreza se trasgredió en niveles alarmantes; sin duda período de mediocre crecimiento y de exacerbada inseguridad y violencia. Años qué sólo han servido para acumular inconformidad, resentimiento y desaliento entre la población. Ante, la debacle económica y la ausencia de políticas públicas fiscales, monetarias y comerciales formuladas para mantener y acrecentar la dinámica de las actividades productivas, así como el vertiginoso ascenso social logrado en los años 60 y 70, previos al cambio del paradigma económico. Las formas y canales que encontró gran parte de la sociedad, particularmente la población joven, para medio sobrevivir en medio de las prolongadas crisis, fueron el ejercicio de la economía informal en actividades lícitas e ilícitas, la migración hacia los Estados Unidos y el abandono paulatino de la fuerza laboral del sector rural hacia las ciudades, incorporándose a empleos urbanos poco productivos y mal pagados. Una forma de constatar las apreciaciones cualitativas mencionadas con anterioridad, se puede hacer considerando el desempeño durante el período de 2003 a 2013 de tres indicadores: 1) La inversión productiva, 2) Los fondos (recursos por participaciones) federales destinados a las entidades de la república, y 3) El crecimiento del PIB estatal percápita, no es ocioso decir, que han sido claves para impulsar el desarrollo regional en México. El primer indicador, históricamente ha sido el responsable de generar los proyectos productivos; mientras el segundo contribuye y aspira, con el logro del desarrollo social de la población en el mediano plazo; pero de ambos, va a depender el tercer factor, es decir el crecimiento y desarrollo de las entidades y regiones del territorio nacional. Las participaciones federales en los estados del país. Cuando se revisan las aportaciones federales a los estados se pone en evidencia, algo que era de dominio popular entre los académicos universitarios, las políticas públicas implementadas lejos de disminuir las brechas socioeconómicas entre regiones las han acrecentado. De enero a octubre de 2003, el Distrito Federal, el Estado de México, Jalisco, Veracruz, Nuevo León y Puebla, recibieron 22.5 mmdp, 21.4 mmdp, 11.3 mmdp, 11.0 mmdp, 8.4 mmdp, y 7.4 mmdp, respectivamente (Fuente: INEGI); y ocuparon los primeros seis lugares del ranking nacional por el monto de recursos obtenidos. Diez años después (2013) elevaron la cifra percibida en más de dos veces en el mismo período. Los cuatro primeros estados señalados, siguen liderando las mayores percepciones federales captadas, en cambio las entidades del sur (Guerrero, Oaxaca y Chiapas) se mantienen en los últimos sitios, por la inversión pública entregada, en ambos períodos 2003 y 2013, lo que de manera notable influyó en el paupérrimo ingreso y crecimiento de sus economías. En la región sur, la mayoría de los programas federales se han concentrado en asignar recursos para la asistencia social, desde desayunos calientes escolares a los niños, pasando por paquetes de materiales para construcción, hasta becas educativas en los niveles de primaria y secundaria. Crecimiento económico regional y prospectiva. De 2003 a 2013, las 4 regiones del país: Norte, Centro Norte, Centro y Sur, en promedio su tasa de crecimiento fue de 2.63 por ciento; y sólo la región sur, estuvo por debajo de esa media (1.11 %). La región norte fue la que más creció, llegó a 3.32 por ciento. Si la revisión del crecimiento económico se hace por PIB per-cápita en 2013, el Distrito Federal encabeza la lista con 28,020 dólares, le sigue Nuevo León, con 21330 dólares; Chiapas y Oaxaca aparecen con 4 340 y 5 180 dólares por habitante, respectivamente (Fuente: INEGI). Por entidad federativa, esto es considerando sólo la economía de cada estado, la región como conjunto pierde preponderancia, y aparecen otros factores que la marginan, los más relevantes han sido de carácter natural, geográfico y político, muchos de ellos, intrínsecos a la propia entidad federativa; en un período de 10 años (2003-2013), las entidades que más crecieron fueron: Baja California Sur (5.12 %), Querétaro (5.04 %), Quintana Roo ( 4.78 %) y Sonora (4.25 %). Si se revisan las tendencias de crecimiento regional para el mediano plazo, es probable que los estados del centro de la república rebasen en crecimiento, y por la derecha, a la región norte, poniendo en evidencia y duda las ventajas de la localización, como un “plus”, para atraer inversión extranjera. ¿El porqué del subdesarrollo regional? Las explicaciones que surgen en torno a las divergencias regionales, se centran en las orientaciones de las economías; las de las regiones norte y centro norte, industrializadas con vocación exportadora, y más cercanas geográficamente al mercado estadounidense, en cambio las del sur, siguen dependiendo de los recursos naturales y de las economías de autoconsumo con técnicas de labranza obsoletas y poco productivas. Desde el punto de vista antropológico-histórico, la percepción del atraso del sur de México, se asocia más con factores políticos, culturales y étnicos, y su dificultad para incorporarlos a la dinámica capitalista, más intensa e incluyente en el norte del territorio nacional. Los “feudos” económicos y políticos pre-capitalistas no han terminado de desaparecer, aprovechándose de la baja escolaridad y pobreza de la población sureña, y en ocasiones formando temerarias alianzas con el crimen organizado para imponerse y lograr sobrevivir.