Una carta fatal propició la muerte del mariscal Jorge Robledo.

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Una carta fatal propició la muerte del mariscal Jorge Robledo.
En los 470 años de la fundación de Anserma, Caldas
Alfonso Gómez Echeverri*
La intriga y deslealtad fue un fenómeno característico del espíritu aventurero
que observaron los conquistadores en nuestro medio. Ellos se mostraron
renuentes a la sujeción de leyes, normas, fórmulas o reglamentos, quizás
como respuesta circunstancial al entorno en que se movían, desarrollando
un carácter dubitativo en su comportamiento, que se hacía particularmente
ostensible en el tratamiento con sus congéneres de ultramar. El aforismo
popular “Se obedece pero no se cumple” quedo como una impronta en
nuestro carácter y se debió a la reacción que tuvo Belalcázar cuando a su
paso por Cali, le entregaron un documento proveniente de Cartagena de
Indias en que el visitador Armendáriz comunicaba su misión y le remitía las
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“Leyes Nuevas” para su publicación y cumplimiento, propiciando su cólera y
exclamando delante de sus capitanes la expresión tradicional: “Se obedece
pero no se cumple.”
Robledo, tuvo que desenvolverse en un mundo en que los temidos Jueces de
Residencia hacían de las suyas, hasta el punto de no saberse realmente
quien perseguía a quien; demandaban que se les otorgase el mando de lo
conquistado y otra persona venía a substituirlo con orden de residenciarlo. El
juez asumía el mando hasta la llegada de otro encargado de residenciarlo y
así continuaba esa gran cadena de intriga: Juan de Badillo, licenciado oidor
de la Real Audiencia de Santo Domingo le toma residencia a Don Pedro de
Heredia; Antonio de Santa Cruz, licenciado oidor de la Real Audiencia de
Santo Domingo le toma Residencia a Juan de Badillo; Lorenzo de Aldana es
delegado por el marqués Francisco Pizarro como juez de comisión de
Sebastián de Belalcázar; Pascual de Andagoya exhibe títulos a Aldana quien
al no poder objetarlos, se retira al Perú y le renueva y confirma a Jorge
Robledo todos los títulos de que había sido investido por Aldana; Miguel Díaz
de Armendáriz es residenciado por el licenciado Juan de Montaño.
La última etapa de la vida del mariscal Robledo, presenta con particularidad
esta característica de comportamiento dubitativo. Estando en Antioquia en
enero de 1542, Robledo planea seguir a España para pedir el gobierno de las
tierras conquistadas, pues estimaba que ya había hecho méritos suficientes
para desligarse de la férula de Sebastián de Belalcázar. Fray Pedro Simón
anota: “Ya parece que con estas conquistas y poblaciones de Anserma,
Cartago y Antiochia se le había llegado el tiempo en poner en ejecución sus
intentos, con que días andaba Jorge Robledo, de pedir al Rey le diese en
gobierno lo conquistado y poblado por él, sin dependencia de otro gobierno,
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estimándose por de tan lúcidos méritos como otros con quien se había hecho
la misma merced…”
Robledo decide desplazarse a la Gobernación de Popayán para entrevistarse
con Belalcázar, explicar su conducta y de paso visitar a sus muy queridas
Santa Ana y Cartago, y así se lo hizo saber al ayuntamiento de la incipiente
Antioquia, quien le aconsejó tomar la vía de Cartagena pasando por Panamá
para entrar por Buenaventura a la Gobernación de Popayán. Advirtió en esta
alternativa la oportunidad de presentarse ante la Real Audiencia de Panamá
para dar cuenta pormenorizada de sus conquistas. Emprende su viaje y al
llegar a San Sebastián de Urabá, se encuentran con Don Alonso de Heredia
quién fungía como teniente de su hermano Pedro, y en el afán de codicia y
sabedor de que traían oro, redujo a prisión a Robledo y sus compañeros.
Pocos días después se hizo presente Pedro de Heredia quien bajo el
pretexto de usurpación en jurisdicción ajena, lo despoja del oro, le sigue un
proceso y lo remite a España en calidad de reo para responder ante el
Consejo de Indias. Robledo presenta sus quejas y probanzas, logrando que
el proceso hecho y sentenciado por Heredia fuese revocado; los soberanos
lo invistieron con el título de Mariscal y le dieron escudo de armas, pero no le
otorgaron ninguna jurisdicción sobre lo conquistado. Robledo regresa a
Cartagena en agosto de 1545, en compañía de
Don Miguel Díaz de
Armendáriz - según don Juan de Castellanos: “Aqueste se llamaba Miguel
Díaz, Varon de grandes letras y loables;…Porque vinieron de Castilla juntos,
El Robledo por Mariscal nombrado”- quien había sido nombrado por la
Corona visitador y Juez de Residencia de los gobernadores de Cartagena,
Santa Marta, Popayán y Rio de San Juán. Armendáriz tomándose
atribuciones que no le correspondían nombra a Robledo gobernador de
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Anserma, Antioquia, Cartago y la villa de Arma y lo hace su teniente con
independencia de Belalcázar.
Robledo decide restablecer el orden en sus confines e imbuido de los
poderes que le otorgara Díaz de Armendáriz, decide recuperar su autoridad.
En Antioquia debido a los despachos previos de Armendáriz y a sucesos
políticos locales favorables a sus pretensiones, es acogido sin reticencias. En
la villa de Arma el cabildo se niega a aceptar su autoridad y Robledo rompe
indignado el bastón de mando del teniente Soria. En Cartago es bien recibido
por Pedro López Patiño quien gobernaba la ciudad, pero el Cabildo mostró
sus reservas al no encontrar claras las facultades de Armendáriz para
subrogar el gobierno a Robledo, dejando constancia en el acta del día en que
se presentó el mariscal. En Anserma violenta la Caja Real y toma el dinero
en recaudo para atender los gastos requeridos que demandaba su
confrontación con Belalcázar.
Mediante carta, Armendáriz insta a Belalcázar para que no salga de la
ciudad de Cali sin antes tomarle residencia, amonestándole además para
que deje a Robledo en libertad de tomar posesión pacífica del gobierno que
le confiere, bajo pena de mil ducados. Robledo desde Cartago envía
requerimiento a Belalcázar “protestando que sería responsable al Rey de los
daños que siguieran por no dar cumplimiento a las órdenes de Armendáriz”.
La situación llega a su punto álgido y Belalcázar decide salir en busca de
Robledo con ciento cincuenta soldados y en la loma de Pozo donde se
hallaba el campamento de Robledo,
no encuentra resistencia, dada la
desigualdad numérica y lo sorpresivo del encuentro ocurrido a primeras
horas del amanecer. Belalcázar asume una actitud de conciliación, pero al
hallar en el cofre del Mariscal entre otras una carta que tenía escrita para el
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juez Miguel Días de Armendáriz, cambia su parecer y exacerbado propicia
los hechos que le acarrearon su
muerte a garrotazos y su posterior
decapitación, incluyendo la muerte del Comendador Félix Hernán Rodríguez
de Sosa, Baltazar de Ledezma y Juan Márquez de Sanabria, el cinco de
octubre de 1546, en el mismo lugar en que seis años atrás recibiera mortal
herida en la recia batalla contra los indios de Pozo.
La ejecución de los españoles y el incendio del sitio para borrar todo vestigio
del crimen, fue contemplado por los indígenas desde las colinas cercanas,
quienes habían estado observando complacientes como se peleaban entre sí
sus consuetudinarios avasalladores (Yomaracas); pero la conflagración no
evitó que pasados los hechos, se sirvieran un fino asado con los vestigios
del conquistador y sus infortunados compañeros. Uno de los apartes de
aquella carta fatal dirigida a Armendáriz decía así según lo relata Fray Pedro
Simón: ““Y si Vuesamerced hubiere de venir a este Gobierno, será necesario
que traiga horca y cuchillo, porque no está la tierra para menos”. Y
mostrándosela a Robledo para que la reconociera, dijo ser suya y que
escribiría otras cuatro de aquéllas si fuesen menester…”
En uno de los
apartes del interrogatorio judicial practicado en Sevilla el 30 de junio de 1547
al testigo presencial de los hechos Pedro Santos quien recién llegaba de las
Indias contestó: “…y porque le hallaron en su poder del dicho Jorge de
Robledo ciertas cartas misivas y escripturas en que por ellas decía que era el
dicho adelantado Benalcázar traidor al Rey…”
Miguel Díaz de Armendáriz aun no había iniciado su tarea de juez de
residencia contra Belalcázar y por lo tanto no se había tomado ninguna
determinación en cuanto a su poder legítimo sobre la gobernación de
Popayán, por tal razón los territorios que Robledo había conquistado seguían
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perteneciendo a su jurisdicción; el título honorífico de mariscal de nada le
servía para reclamar derechos y solo lo amparaba la alta investidura de
Armendáriz quien se extralimitó en sus funciones y condujo sin proponérselo
a la muerte ignominiosa de Robledo.
Armendáriz sería sometido a juicio de residencia en Santa fe de Bogotá y en
la más absoluta pobreza, tuvo que desprenderse de parte de su menaje
personal para pagar las costas decretadas en el proceso, constitutivo de un
expediente que ocupó 12 legajos con 78 piezas y más de 10.000 hojas
escritas por ambos lados. Armendáriz, perseguidor del capitán Lanchero, fue
auxiliado por éste quien le suministro vestidos y dinero para trasladarse a
España en donde consiguió justificarse. Recibió mas tarde las órdenes
sacerdotales y murió siendo canónigo de la catedral de Sigüenza.
Anserma, Caldas, una de las diez poblaciones más antiguas de Colombia,
reflejaría en sus diferentes apelativos, ese carácter dubitativo legado por
aquellos españoles que hoyaron su territorio: Aldana, Badillo, Belalcázar,
Robledo y Andagoya la llamaron Santa Ana, Santa Ana de los Caballeros,
Santa Ana de los Caballeros de Anserma, Santa Ana de Anserma, Anserma,
Villa de Anserma, Santa María de Anserma, San Juan de Anserma, San Juan
y San Juan de los Caballeros.
*alfonsogomez@etb.net.co
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