La esclavitud, estamos todos invitados: Miguel Lancho. El Jueves 16 de Abril nos reunimos en torno al libro de Etienne de la Boëtie, ” Discurso de la servidumbre voluntaria o el Contra uno”. Miguel Lancho nos presenta el texto que preparó para la celebración de la velada. Eva Trigo Colchero TEXTO Eva nos convocó el pasado otoño a un encuentro multidisciplinar sobre la “Esclavitud”. Planteado así, el tema da para mucho y tiene múltiples aproximaciones. Esa es su ventaja. Pero, por el contrario, la generalidad y vastedad del asunto puede conducir a excesiva dispersión. Esa es su desventaja. Quisiera, por ello, centrar el debate limitándome a un solo autor, que plantea unas cuestiones también muy concretas. Abarcar una “historia” de la esclavitud, desde la Antigüedad hasta nuestros días, en las múltiples formas en que se produce, huelga decirlo, está fuera de lugar. Pero sí se puede “entrar” en el tema y comenzar una reflexión por medio de un autor (que plantea unas cuantas cuestiones) como forma de conducirnos más allá de los estrictos límites del texto comentado. Nada más tropezarnos con el tema “esclavitud” aparece una inmediata conclusión: se trata de un sometimiento injusto de unos hombres por otros. Dicho así, parecería que el sometido a esclavitud es una víctima “pura” (y así es, en cierto modo). Víctima a la que su condición deshumanizada le viene impuesta “desde fuera”, en la que su envilecimiento le viene provocado por “otros” y donde su condición de sometido anula toda responsabilidad propia en su situación. No niego que este planteamiento sea aplicable a los millones que han padecido esta explotación desde los imperios de la antigüedad hasta bien entrado el siglo XIX con el trafico de esclavos. Pero, ¿y si el propio esclavo no está exento de responsabilidad respecto de su situación? ¿Y si los “amos” que someten y sojuzgan se amparan secretamente en la dejación de sí del sometido? Es esta segunda posibilidad la que me condujo a optar y presentar el texto de Etienne de La Boëtie, cuyo título ya dice mucho con respecto a esta posibilidad: “De la servidumbre voluntaria o contra uno”. (Utilizaré la traducción de José María Hernández-Rubio, en Tecnos, 1986. La paginación de las citas corresponderán a esta edición, aunque hay una edición más reciente en Trotta). Un texto del siglo XVI pero que plantea cuestiones que son hoy, tantos siglos después, plenamente pertinentes. Lo manifiesta este autor ya en las primeras páginas de su breve escrito: Por ahora no deseo sino comprender, si es posible, cómo puede ocurrir que tantos hombres, tantas aldeas, tantas ciudades, tantas naciones, sufran de cuando en cuando un tirano solo, que no tiene más poder que el que se da él mismo; que no tiene más poder que su causar daño, y en tanto que aquellos han de querer sufrirle… (pg. 6) De la Boëtie, que había nacido en 1530 en Sarlat, vivió de primera mano los conflictos religiosos que empezaban a surgir en la católica Francia y se indignó con la represión que afectó a los “hugonotes” (protestantes franceses) ordenada por Enrique III. A pesar de que él mismo permaneció católico toda su vida e incluso ocupó cargos oficiales como jurista, no pudo dejar de manifestar su amargura por la existencia de esta “servidumbre voluntaria” en forma de breve manifiesto. A su profesor en la universidad de Orleáns, Dubourg, dedicó este texto, escrito cuando tan sólo tenía 22 o 23 años. Un escrito vehemente, directo y lúcido, ardiente, como es propio en un autor joven, y no exento de cierta “imprudencia”, pero valeroso en todo caso. Un manifiesto que se cuestiona la complacencia con la que nos postramos ante los tiranos, es decir, que cuestiona las relaciones de poder que se establecen entre los hombres que pueden llegar a envilecerles. ¿Qué desgracia es, o qué vicio, o más bien, qué desgraciado vicio es éste de ver a un número infinito no obedecer sino servir; no ser gobernados sino tiranizados, no teniendo bienes, parientes, ni hijos, ni la misma vida que sea de ellos? (pg. Vicio desgraciado es cómo califica este mal que permite el establecimiento de relaciones serviles entre nosotros. Sufrir el pillaje, las concupiscencias, las crueldades, no de un ejercito, no de una banda de bárbaros contra la cual y ante la cual podrían derramar su sangre y dejar la vida, ¡sino de uno solo!, y no de un Hércules o un Sansón, sino de un homúnculo y, con frecuencia, del más vil y afeminado de la nación… (pg. Esta es una de las “imprudencias” del texto, puesto que muchos ven en ella una alusión al propio Rey de Francia. Sea como fuere, es la indignación que siente La Boëtie la que le conduce a esta forma de expresarse. Y esa indignación nace de que – según concluye - la responsabilidad por esta situación recae inexcusablemente en los tiranizados: Son, pues, los mismos pueblos lo que se dejan, o más bien, se hacen someter, pues cesando de servir serían por esto mismo, libres. Es el pueblo el que se esclaviza, el que se corta el cuello ya que teniendo en sus manos el elegir estar sujeto o libre, abandona su independencia y toma el yugo, consiente en su mal o, más bien, lo persigue. (Pg. 10-11) Incluso llega a considerar la hipótesis de que, siendo el hombre “naturalmente” libre, no obstante se revele incapaz de desear su realización en la vida política: Este anhelo, esta voluntad para desear las cosas que, siendo valiosas, los hacen dichosos y alegres, es común a los sabios y a los indiscretos, a los valientes y a los cobardes. SOLO HAY UNA, se puede decir, en la cual no sé por qué la naturaleza ha hecho imperfectos a los hombres para desearla: es la libertad… (pg. 13) La libertad solo no la desean los hombres por la sencilla razón, a mi entender, de que si la desearan la tendrían. (pg. 13) Porque la ruptura de la situación de igualdad natural entre los hombres sólo puede proceder de los poderes que los propios sometidos otorgan al tirano que les somete: Este que os domina tanto no tiene más que dos ojos, no tiene más que dos manos, no tiene más que un cuerpo y no tiene ni una cosa más de las que posee el último hombre de entre los infinitos que habitan en vuestras ciudades. Lo que tiene de más sobre todos vosotros son las prerrogativas que le habéis otorgado para que os destruya. (pg. 14) Y sin embargo, el modo de quebrar esta relación de sumisión no conlleva necesariamente violencia. Es más, La Boëtie considera más útil algo que hoy conocemos bien: la resistencia no-violenta: Estad resueltos a no servir más y seréis libres. NO DESEO QUE LE FORCEIS, ni le hagáis descender de su puesto; sino únicamente no sostenerlo más, y le veréis como a un gran coloso al que se ha quitado la base… (pg. 15) No en vano ha sido reconocido como unos de los inspiradores de la no –violencia. Su influjo llegará hasta Ghandi a través de Tolstoi, gran admirador de La Boëtie. No obstante, tras esta primera tesis expuesta con tanto ardor como arropada por múltiples referencias a la antigüedad greco-latina – mundo al que La Boëtie profesaba una rendida admiración – las aporías comienzan a aparecer en el desarrollo de su discurso. La Boëtie trata de fundamentar en la “naturaleza” del hombre las tendencias que habrá que desarrollar social y políticamente, pero este tipo de argumentos no carecen de problemas. Buscamos, pues, encontrar el fundamento de cómo está enraizada esta pertinaz voluntad de servir, de tal manera que parece ahora que el mismo amor a la libertad no es ni siquiera natural. (pg. 15) En primer lugar esto es debido, creo yo, indudablemente a que, si viviéramos con los derechos que la naturaleza nos ha dado y las enseñanzas que nos comunica, seríamos naturalmente obedientes a los padres, sujetos a la razón y no seríamos siervos de nadie. (pg. 16) Es decir, tanto nuestra naturaleza individualmente considerada como nuestra “naturaleza” social conducirían espontáneamente a un orden político garante de la libertad. Luego, si de hecho esto no ocurre así y si hay tiranía y servidumbre es porque el orden social se ha apartado de sus tendencias naturales, tendencias que conducen a la fraternidad: Pero sin duda no hay nada tan claro y aparente en la naturaleza, y ante lo cual no está permitido hacerse el ciego, como esto: que la naturaleza – ministro de Dios y gobernadora de los hombres – nos ha hecho a todos de la misma forma y, al parecer, en el mismo molde, a fin de que nos reconozcamos mutuamente todos como compañeros, o más bien, como hermanos… (pg. 16) Es más, esta fraternidad sería incluso compatible con la igualdad natural de los hombres puesto que no excluye diferencias entre ellos. Estas diferencias son, antes bien, ocasiones para ejercer la fraternidad y la solidaridad: … hay que creer más bien, por el contrario, que creando así a unos con unas cualidades más grandes y a otros con otras más pequeñas, quiso dar ocasión al afecto fraternal y que este tenga donde emplearse, teniendo unos posibilidad de dar ayuda y otros necesidad de recibirla. (pg. 17) Y si la igualdad y la fraternidad están en nuestra naturaleza también lo estará la libertad y la vida en comunidad: (si la naturaleza) ha procurado por todos los medios el apretar y estrechar más fuertemente el nudo de nuestra alianza y sociedad; si ha mostrado en todas las cosas que lo que más quería era unirnos y que fuéramos uno, no hay duda de que somos todos libres porque todos somos compañeros, y no puede caber en la mente de nadie que la naturaleza haya colocado a algunos en esclavitud, habiéndonos colocado a todos en comunidad. (pg. 17) Pero si ello es así, queda sin explicar coherentemente la causa de la tiranía y la servidumbre, que aparece como una pertinaz voluntad (por nuestra parte) de contradecir nuestro ser “natural”. Obviamente, La Boëtie parece darse cuenta de la insuficiencia de estos argumentos “esencialistas” cuando dice: Pero, en verdad, es inútil discutir si la libertad es natural, puesto que no se puede tener a ninguno en servidumbre sin hacerle agravio, y no hay nada en el mundo tan contrario a la naturaleza (siendo tan racional) como la injuria. (pg. 17) Es decir: resulta inútil pretender fundar la libertad en una “naturaleza” como si esta libertad se equiparara a una característica física o fisiológica de nuestro ser. Lo importante es el imperativo moral que hace de la libertad un fin en sí mismo. Sin embargo, La Boëtie no abandona del todo el recurso a una “naturaleza” viciada por el orden político injusto y brutal. Para ello introduce dos nuevos factores que explican la “caída” desde un orden natural fraterno, igualitario y libre a uno injusto y tiránico: la educación y la costumbre. LEGITIMIDAD DEL PODER Un aspecto llamativo del pensamiento de La Boëtie es su escepticismo respecto de las formas de legitimar el poder: Hay tres clases de tiranos: unos poseen su reino por elección de su pueblo; otros por la fuerza de las armas, y otros por sucesión de su estirpe. (pg. 20) Parecería que el que posee su reino por elección de su pueblo sería “mejor” que los otros modos de alcanzarlo, pero La Boëtie no ve en ellos sustanciales diferencias. Lo que justifica la bondad o maldad de un soberano es el ejercicio justo o injusto de su poder, no su origen: Aquel a quien el pueblo ha dado el Estado debería ser, me parece, más soportable; y lo sería, creo yo, pero desde que se ve elevado por encima de los otros en este puesto y adulado por eso que se denomina la grandeza, decide no moverse más de su puesto; y comúnmente hace situación propia del poder que el pueblo le ha entregado para dejárselo a sus hijos. (pg. 20) Mas para decir verdad, estimo que hay entre ellos alguna diferencia; pero de mejor no veo nada, y siendo diversos los medios de llegar al reinado, siempre la forma de gobernar es la misma. (pg. 21) LA FUERZA DE LA COSTUMBRE Por ello, es la educación y la costumbre lo que explicaría la persistencia de las tiranías y la servidumbre de los sometidos. Si el tirano accede al poder por la fuerza conseguirá someter a los demás por la fuerza, pero para las siguientes generaciones nacidas ya bajo ese régimen coercitivo no habrá noticia de un estado anterior y en consecuencia no aspirarán a un orden de libertad: Es verdad que al principio se le sirve coaccionado y vencido por la fuerza; pero los que vienen después, no habiendo conocido nunca la libertad y no conociendo más que esta situación, sirven sin pena y hacen voluntariamente lo que sus predecesores habían hecho por coacción. Esto es, los hombres nacen bajo el yugo y después, nutridos y educados en la servidumbre, sin mirar atrás, se contentan con vivir como han nacido… (pg. 22) Pero ciertamente, la costumbre, que tiene un gran poder sobre nosotros en todos los asuntos, no tiene en ningún otro tan grande influjo como en el de enseñarnos a servir… (pg 23) Me permito señalar aquí dos problemas que harían incurrir en incoherencia, cuando no en contradicción. Si, como asegura La Boëtie, la libertad está en nuestra naturaleza, podrá ser violentada por la fuerza y la coacción, pero de ningún modo “olvidada” o “ignorada” por el mero paso del tiempo y la acomodación a unas costumbres “viciadas” por la tiranía. Si nuestra naturaleza aspira a la libertad, dicha aspiración es una tendencia necesaria y no contingente, podrá ser sofocada por la fuerza del tirano pero no “extirpada” de nuestra natural condición. La segunda incoherencia es que, como dice La Boëtie, el tirano vence por la fuerza, es decir, llega al poder utilizando la violencia y la coacción, luego no es cierto que el modo de acceder al mismo sea indiferente. Si bien es cierto que tenemos ejemplos recientes de tiranos que han accedido al poder por medios democráticos, no es menos cierto que la tiranía comienza incluso antes del acceso y toma del poder. A pesar de ello, La Boëtie se da cuenta de que el recurso a la fuerza para mantener una tiranía no siempre es el recurso más evidente. Hay otros mecanismos de permanencia de los poderes que no deben dejar de ser considerados. Es lo que La Boëtie denomina la “bestialización” de los sometidos. Pero este ardid de los tiranos de bestializar a sus súbditos no puede conocerse mejor que por lo que Ciro hizo a los lidios… Estableció burdeles, tabernas y juegos públicos y hace publicar la orden de que los habitantes deben tomar estado. Se encontró tan bien con esta guarnición que nunca le hizo falta después dirigir un golpe de espada contra los lidios. (pg. 34-35) Es decir, no toda represión es necesariamente violenta, también existe represión y sometimiento mediante la intoxicación de los sentidos, mediante la paralización de los afectos y la proliferación de placeres inmediatos que adormecen nuestro deseo de libertad. Pero aún hay más en esta exposición de las causas y sostenimiento de las tiranías. A la represión brutal y a la coacción, a la educación y adoctrinamiento en la ausencia de libertad que conlleva el entorpecimiento de la natural aspiración a la misma; a la bestialización y adormecimiento de los sentidos mediante placeres fáciles; La Boëtie cree que aún falta un mecanismo para explicar la existencia de la tiranía: Pero ahora llego a un punto en que, en mi concepto, se encuentra el secreto y el procedimiento oculto de dominación, el sostén y fundamento de la tiranía. El que piense que las alabardas de los guardias, la vigilancia del espía guarda a los tiranos, a mi juicio, se engaña totalmente. Ellos se sirven más bien de los formulismos y de los espantajos que producen miedo… No son las escuadras de caballería, no son las compañías de infantes, no son las armas las que defienden al tirano y, aunque no se crea a primera vista, no obstante es verdad, son siempre cuatro o cinco los que mantienen al tirano. (pg. 44) … desde el momento en que un rey se ha declarado tirano, todos los malvados, toda la hez del reino – y no hablo de un conjunto de ladronzuelos y de “desorejados” que apenas pueden hacer mal ni bien, sino de aquellos que son tachados de una ambición ardiente y de una avaricia notable. (Estos) se agrupan alrededor de él (del tirano), le sostienen para tener parte en el botín y ser, bajo el tirano, tiranuelos ellos mismos. (pg.46) Es esta pretensión de reproducir la tiranía bajo cobertura de un tirano la que impulsa a estos “imitadores” a ser cómplices del opresor. Pretensión vana, en todo caso, puesto que La Boëtie advierte que la crueldad del tirano se dirige contra todos, incluyendo a estos supuestos “colaboradores” y que si creen poder hacer acopio de bienes y riquezas al amparo del tirano, deben saber que no hay verdadero respeto por la propiedad bajo la tiranía, pues sólo el tirano es verdadero y único propietario. En consecuencia, y para finalizar, creo que podemos condensar el texto en las siguientes tesis: 1) Junto a la concepción de la esclavitud como algo ajeno y exterior a nuestro ser, producto de unas circunstancias coactivas que nos destinan a ese estado de falta de libertad, La Boëtie nos recuerda la responsabilidad propia, incluso la complicidad de cada uno, en el advenimiento y sostén de la tiranía. Esa es la servidumbre voluntaria. 2) Que existen distintos modos de convertirse y perpetuarse en la tiranía y que no siempre esos mecanismos recurren necesariamente a la fuerza. 3) que el modo de hacer frente a la tiranía y liberarse de la esclavitud no tiene por qué recurrir, tampoco ella, a acciones violentas: bastará con tomar una decisión conjunta de desobedecer al tirano en una resistencia no-violenta. MIGUEL LANCHO 14 de abril de 2009