We all have responsibilities, though we may think we are free and have none. We work; we have children; we have other family members; we go to church; we pay taxes; we have chores; we have bills; we have school and homework…the list goes on and on. In other words, we have people and things and ideas to which we are committed…that we serve. We may think that we are all individuals with all the seeming rights to act or not act that come with being an individual, but we delude ourselves if we stay in that mindset. Relationships impinge upon us from everywhere, by the mere fact that we are living, breathing human beings. We have a relationship to everyone and everything; we serve everyone and everything to one degree or another. The question for us to consider is one of priorities and demands. Does that which we serve deserve priority; does it demand from us a significant amount of relationship? These are the questions posed by the readings for today in the liturgy. Joshua, inheritor of the mantle of leadership after Moses, leads the people in a covenant-renewal ceremony asking them point blank about the demand and priority that the covenant (relationship) places upon them: “If it does not please you to serve the Lord, decide today whom you will serve…. As for me and my household we will serve the Lord.” Paul (or the one writing in his name) places before the community at Ephesus a penetrating metaphor about demands and priorities. One must be in service to and in relationship with the other, as Christ is to the Church: “Be subordinate to one another out of reverence for Christ.” As other translations say: “be subject to one another;” “defer to one another;” put the other first. (That’s the entire interpretive key to read, then, the rest of this passage. It has nothing to do about putting women in their supposed place. Everyone has his or her place, and it is in relationship to each other—serving each other—out of reverence for Christ.) Jesus, having concluded his long teaching on the Bread of Life (which we have read the last several weeks), asks the question about demands and priorities of the crowd: “Does this shock you?” In other words, can you believe and live what I have just been teaching? When many of them pull back, unable to affirm the demand and priority issued, he asks his closest followers, the Twelve: “Do you also want to leave?” Simon Peter, in language reminiscent of Joshua at Shechem, says, “Master to whom shall we go? You have the words of eternal life. We have come to believe and are convinced that you are the Holy One of God.” As for me and my household we will serve the Lord. The challenge laid before us then is one of demand and priority. What demands our attention, our service? What are our priorities? We cannot live without them; it is just a matter about what the demands and priorities in our lives are. If work is a priority, then other things in our life may suffer and wilt. If alcohol or drugs, then many things will suffer. If television or other entertainment, then our relational responsibilities may suffer. We all have a “god,” so to speak. The question then: is it an idol, a blemished image, or is it the Living God? Whom and what do we serve? Pope emeritus Benedict XVI, in his encyclical letter Deus Caritas Est puts it this way at the beginning: “We have come to believe in God's love: in these words the Christian can express the fundamental decision of his life. Being Christian is not the result of an ethical choice or a lofty idea, but the encounter with an event, a person, which gives life a new horizon and a decisive direction” (DCE, 1). We, you and I, have a decision to make daily, hourly, minute by minute. This decision can give direction to our lives and be the horizon by which we can live in this world. Whom do we serve? To whom shall we go? Many priorities and demands are placed in front of us, but only one has the words of eternal life: Jesus Christ. The encounter with him as The Event and as The Person of our lives can give our lives “…a new horizon and a decisive direction.” Todos nosotros tenemos responsabilidades, aún que pensemos que estemos libres y no tengamos nada. Trabajamos; tenemos niños; tenemos otros familiares; asistimos a Misa; pagamos impuestos; tenemos quehaceres; pagamos cuentas; tenemos que asistir a la escuela y hacer tarea…la lista nunca termina. En otras palabras, tenemos personas y cosas e ideas a los cuales somos comprometidos…a los cuales servimos. Pensamos que seamos todos individuos con todos los derechos para actuar o no actuar que acompañan el ser un individuo; pero, nos decepcionamos si creemos esto. Las relaciones tocan en nosotros de muchos lugares, porque somos seres humanos vivos. Tenemos relaciones a todos; servimos a todos. La pregunta que necesitamos darnos cuenta es una de prioridades y demandas. ¿Merece prioridad lo que servimos?; ¿Demanda de nosotros una cantidad significante de relación? Éstas son las preguntas que las lecturas de la liturgia de hoy nos proponen. Josué, heredero del manto de liderazgo de Moisés, conduce al pueblo en una ceremonia de la renovación de la alianza, pidiéndoles acerca de la demanda y la prioridad que la alianza (relación) pone sobre (en?) ellos: “Si no les agrada servir al Señor, digan aquí y ahora a quién quieren servir…. En cuanto a mí toca, mi familia y yo serviremos al Señor.” Pablo (o el que escribe en su nombre) propone ante la comunidad a Éfeso un ejemplo penetrante acerca de las demandas y prioridades. Se debe ser en servicio al otro y en relación con el otro, en la manera que Cristo es a la Iglesia: “Respétense unos a otros, por reverencia de Cristo.” Otras traducciones dicen: “sométanse unos a otros;” “sujétense unos a otros;” que el otro sea primero. (Ésa es la clave interpretativa para leer el resto del pasaje. No significa la sumisión de las mujeres en su lugar propio. Todos tienen su lugar propio, y es en relación unos a otros—servir unos a otros—por reverencia de Cristo.) Jesús, concluyendo su enseñanza larga acerca del Pan de Vida (la que hemos leído las semanas pasadas), pregunta sobre las demandas y prioridades de la muchedumbre: “¿Esto los escandaliza?” En otras palabras, ¿pueden creer y vivir lo que he enseñado? Cuando muchos comienzan a salir, incapaces de afirmar la demanda y prioridad que él dio, pregunta a sus discípulos más cercados, los Doce: “¿También ustedes quieren dejarme?” Simón Pedro, en palabras semejantes a Josué a Siquem, dice, “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.” En cuanto a mí toca, mi familia y yo serviremos al Señor. El desafío (reto) propuesto ante nosotros, entonces, es uno de demanda y prioridad. ¿Qué demanda nuestra atención, nuestro servicio? ¿Qué son nuestras prioridades? No podemos vivir sin ellas; simplemente importa lo que las demandas y prioridades en nuestras vidas son. Si trabajo es una prioridad, entonces, otras cosas en nuestras vidas sufran. Si alcohol o drogas, entonces muchas cosas sufrirán. Si televisión u otra diversión, entonces nuestras responsabilidades relacionales, quizá, sufran. Todos tenemos un “dios,” en un modo de hablar. La pregunta es: ¿es un ídolo, una imagen manchada, o es el Dios Vivo? ¿A quién y qué servimos? El Papa Benedicto, en su carta encíclica Deus Caritas Est (Dios Es Amor) dice esto en el comienzo: “Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (DCE, 1). Nosotros, usted y yo, tenemos una opción de escoger cada día, hora minuto por minuto. Esta opción puede darnos una orientación en nuestras vidas y puede ser el horizonte por medio de lo que podemos vivir en este mundo. ¿A quién servimos? ¿A quién iremos? Muchas prioridades y demandas se ponen al frente de nosotros, pero, hay solo uno que tiene palabras de vida eterna: Jesucristo. El encuentro con él como El Acontecimiento y como La Persona de nuestras vidas puede dar a nuestras vidas “…un nuevo horizonte y una orientación decisiva.”