25 EL PAÍS, miércoles 22 de abril de 2009 OPINIÓN El ocaso de la doctrina Monroe L a V Cumbre de las Américas recién celebrada en Trinidad y Tobago tuvo un desarrollo convencional y una conclusión disonante, pero un alcance eventualmente alentador. La clausura del encuentro fue el cierre simbólico de tres procesos históricos diferentes. En primer lugar, parece que se acentúa el ocaso de la doctrina Monroe. En efecto, el retraimiento de Washington respecto a Latinoamérica en el comienzo del siglo XXI fue notorio, mientras el avance de China en América Latina es elocuente. Rusia parece dispuesta a retornar al área, al tiempo que Irán, India y Suráfrica se proyectan activamente hacia la región. Los cinco —Pekín, Moscú, Teherán, Preto- juan gabriel tokatlian Con su actitud en Trinidad y Tobago, Obama confirma la emancipación de América Latina ria y Nueva Delhi— procuran, como proveedores en unos casos y consumidores en otros, reforzar los lazos en materia energética y alimenticia en el marco de la revalorización de las pugnas estratégicas en torno a los recursos vitales. Cabe añadir que, en medio de la languidez de las cumbres iberoamericanas y de aquellas entre Latinoamérica y el Caribe y la Unión Europea, desde 2005 se han llevado a cabo dos cumbres Suramérica-Países Árabes y una cumbre Suramérica-África. Al interés en la región de estos actores estatales hay que sumar la variedad e intensidad de lazos de actores no gubernamentales (partidos políticos, organizaciones civiles de diversa índole, movimien- tos antiglobalización, comunidades religiosas, grupos transnacionales criminales, entre otros) con Latinoamérica. Adicionalmente, han crecido los cuestionamientos frontales a Estados Unidos y han surgido Gobiernos manifiestamente críticos con Washington. Frente a lo anterior, la Casa Blanca durante el Gobierno de George W. Bush no pudo hacer mucho por imposibilitar, neutralizar o revertir ese despliegue de actores extrahemisféricos, así como los gestos de distanciamiento o desafío provenientes de la región. En ese contexto, la Administración de Barack Obama no parece inclinada a reconstruir a la fuerza la maltrecha doctrina Monroe. En segundo lugar, la cumbre explicitó la decidida urgencia (de la región) y la relativa voluntad (de Washington) de terminar la vieja guerra fría y no iniciar una nueva. En efecto, la guerra fría concluyó en gran parte del mundo y difícilmente va a reanudarse: Rusia es un actor insatisfecho, pero no revisionista, mientras China, como lo demuestra su comportamiento ante la actual crisis económica, continúa su ascenso como un poder moderado y pragmático. El único lugar donde sobrevive la guerra fría, y puede aún recalentarse, es América Latina. El embargo impuesto por Estados Unidos a Cuba y la persistencia de una obsesión geopolítica con la isla no pueden preservarse más por razones éticas y Pasa a la página siguiente Israel y los sueños de Tony Blair T ony Blair, ex primer ministro británico y ahora enviado del Cuarteto en Oriente Próximo, declaró a la revista Time el pasado 8 de abril que ha llegado a la conclusión de que la vuelta al poder del recién elegido primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu —que todo el mundo considera un revés casi fatal para las perspectivas de que el conflicto palestino-israelí se solucione mediante el establecimiento de dos Estados—, podría ser más bien una bendición. Blair nos informa de que en la conversación que ha mantenido con Netanyahu le ha quedado claro que, lejos de descartar el establecimiento de un Estado palestino, el nuevo primer ministro pretende convertirse en el padre de la nación palestina. Parece que Blair, al igual que su amigo George W. Bush, miró en el alma de su interlocutor y llegó a la conclusión de que ese hombre aspira ni más ni menos que a “construir el Estado desde la raíz”. Evidentemente, hay que pensar en la molesta cuestión de que Netanyahu se niega a dar su apoyo a la solución de los dos Estados. En realidad, para él, un Estado palestino es más bien una plaga que hay que evitar. Sin embargo, a Blair le gustaría que comprendiéramos que, antes de que Netanyahu pueda revelarle al mundo su secreta pasión por la construcción nacional palestina, “deben darse las circunstancias adecuadas”. Con el debido respeto, cabe preguntarse si Blair ha perdido completamente el contacto con las realidades de Oriente Próximo. Es verdad que, por lo menos, el ex primer ministro sí ha advertido en repetidas ocasiones de que la constante ocupación de tierras palestinas, la expansión de los asentamientos y el daño causado a la economía y la sociedad palestinas por los más de 600 controles militares israelíes están destruyendo la esperanza que queda aún de materializar una solución basada en henry siegman Nada en el pasado o en el presente de Netanyahu indica que piense consentir un Estado palestino FORGES la existencia de dos Estados. ¿Pero acaso piensa realmente que Netanyahu y su Gobierno pondrán fin a esas prácticas mientras emprenden la reconstrucción del Estado palestino “desde la raíz”, signifique eso lo que signifique? Es especialmente asombroso que Blair comprenda la renuencia de Netanyahu a proclamar su apoyo al Estado palestino hasta que “se den las circunstancias adecuadas”. Blair no ha dado muestras de estar dispuesto a mostrar esa misma tolerancia con Hamás, por su negativa a reconocer el Estado de Israel hasta que “se den las circunstancias adecuadas”. ¿Acaso no estamos ante una manera flagrantemente sectaria de abordar la mediación? ¿No debería el Cuarteto aplicar al Gobierno de Netanyahu las mismas sanciones por incumplimiento de acuerdos anteriores que sufre Hamás por esa misma razón? Siendo justos, hay que reconocer que Blair no está de acuerdo con todos los aspectos de la política del Cuarteto y de Estados Unidos en Gaza. Ha declarado que no funciona y que a él le gustaría que se permitiera la entrada de ayuda humanitaria, entendida ésta “en su sentido más amplio”. Ha subrayado que, para él, ésta no sólo consiste en alimentos y combustibles, sino en lo necesario para reconstruir infraestructuras y viviendas. Pero todo esto no entra en absoluto a valorar el doble rasero que, en materia de violaciones israelíes y palestinas de los acuerdos pasados y del derecho internacional, ha venido aplicando el Cuarteto, por no hablar del Gobierno de Bush, durante los últimos ocho años. No cabe duda de que los propios palestinos se han quedado deprimentemente cortos en sus iniciativas de construcción na- cional y en la creación de la cohesión interna imprescindible para acometer su lucha por un Estado. Pero las difíciles medidas que deben tomar para poner en orden su casa seguirán fuera de su alcance mientras no reciban el compromiso creíble de que podrán desarrollar un Estado viable colindante con Israel. En consecuencia, un Gobierno israelí que abiertamente se niegue a comprometerse en ese sentido no será ni el que ponga fin al conflicto ni mucho menos el que construya el Estado palestino “desde la raíz”. El Gobierno israelí puede plantear condiciones razonables para el establecimiento de un Estado palestino, pero sólo después de reconocer abiertamente la legitimidad del derecho de los palestinos a la autodeterminación, un reconocimiento que sólo tendrá sentido si Israel asume igualmente un requisito de la hoja de ruta: la imposibilidad de realizar cambios unilaterales en las fronteras anteriores a 1967. Esos ajustes sólo podrían producirse después de un acuerdo negociado entre las partes. Nada en el pasado de Netanyahu, ni tampoco en sus pronunciamientos actuales, indica que vaya a prestar la más mínima atención a esa disposición. En la misma entrevista publicada en la revista Time, Blair mencionaba tres elementos necesarios para la resolución del conflicto: una negociación política creíble para una solución basada en la existencia de dos Estados; un programa de cambios profundos en Cisjordania, y una relajación del bloqueo de Gaza. “Si los conseguimos, estaremos de nuevo en marcha”. Netanyahu ha dejado claro que, sea cual sea el futuro que prevé para los palestinos, no incluye ninguno de esos tres elementos. Henry Siegman, presidente del US / Middle East Project, es investigador no residente en FRIDE. Traducción de Jesús Cuéllar Menezo.