68 San Lorenzo Diario del AltoAragón - Viernes, 10 de agosto de 2012 PERSONAJES Viene de la página anterior gresa a Barcelona, a la antigua estación del Norte (donde llegaban los trenes procedentes de Aragón), y entonces empezaron sus problemas. Vuelve al frente en mayo. El paisaje ha cambiado, la primavera está en su apogeo, y los lugares del frente son reconocibles: Monflorite, La Granja, el río Flumen, etc. Orwell resulta herido en el cuello, y después de una breve estancia en Siétamo, es trasladado a Barbastro, Monzón, Lérida, Tarragona y Barcelona. La situación en Barcelona se vuelve muy peligrosa para los miembros del POUM. Orwell decide dar por finalizada su participación en la guerra y pide un certificado de licencia basándose en su baja médica. Cuando consigue la licencia emprende un recorrido prácticamente turístico por Barbastro y Lérida. Casal cree que por primera vez Orwell “ve” España, un lugar mitificado por la literatura de viajes. Las tensiones de la guerra desaparecen, y se encuentra con la realidad de nuestro país más allá de las circunstancias. Orwell vuelve de nuevo a Barcelona. Su mujer le está esperando en el hotel y le avisa de que es muy peligroso quedarse allí, ya que está lleno de agentes soviéticos. Durante los días hace de turista extranjero, y come en los restaurantes, pero las noches son angustiosas, ya que no puede alojarse en ningún hotel por miedo a ser denunciado a la policía, y duerme en los descampados, entre iglesias quemadas, y en refugios antiaéreos. Finalmente consiguió salir con su esposa de Barcelona, el 23 de junio de 1937. Orwell se llevó de España las impresiones del ambiente de persecución, delación y sospecha de la Barcelona de la época. Pero sobre todo se llevó sensaciones, nostalgias y recuerdos, como podemos apreciar en sus palabras: Esta guerra, en la que desempeñé un papel tan irrelevante, me ha dejado sobre todo malos recuerdos, y sin embargo, no me hubiera gustado perdérmela. Cuando se asiste a un desastre semejante -e independientemente de quien salga victorioso, estoy convencido de que la Guerra de España demostrará haber sido un desastre terrible más allá de los heridos y los muertosno hay por qué acabar sumido en la desilusión y el cinismo. Es curioso, pero estas vivencias no han disminuido sino aumentado mi fe en la decencia del ser humano. Casal dice que, aunque parezca mentira, Orwell, cuando se ha instalado en Francia, hecha de menos lo que ha vivido en España. Lo expone en una postal de época: El olor de las trincheras, los amaneceres en las montañas que se divisaban a gran distancia; el gélido chasquido de las balas ... las banderas rojas y negras, y las caras de los milicianos españoles, sobre todo caras, hombres a quienes conocí en el frente. Los últimos de Jánovas (En memoria de Emilio Garcés) Por Javier ORTEGA Periodista y escritor E N EL libro El último cartero trato de meterme en la piel de quienes se vieron obligados a abandonar su pueblo. Uno de los motivos más dramáticos es, sin duda, por la construcción de algún pantano. Su pasado quedará para siempre sepultado bajo las aguas. Mi vivencia personal transcurrió en Acrijos, un pueblo soriano de la Sierra de la Alcarama, que fue expropiado por el Patrimonio Forestal para repoblarlo de pinos, unos pinos que todavía no dan sombra. Éramos los carteros y fuimos los últimos en marcharnos, en cerrarle los ojos al pueblo muerto. Mi padre fue el último vecino en morir en Acrijos. Cuando nos fuimos mi madre cogió puñados de tierra del cementerio, de la tumba de los abuelos, del huerto y de cada uno de los caminos. La guarda en una caja y siempre me recuerda que no me olvide de echársela en la sepultura. Han pasado muchos años pero no hay día en que no sueñe con volver. La sequía ha puesto en pie el esquelético fantasma del caserío. Hemos regresado y recorrido las calles de barro mientras recordamos los días felices de la infancia en el pueblo. Han venido desde diferentes puntos y la jornada de convivencia se ha convertido en un homenaje a los pueblos abandonados: Tiermas, Aniello y su lluvia amarilla, Mediano y su simbólica torre, Fayón, Mequinenza, La Tranquera, Saqués, Barasona, Sigués, Jánovas y un largo ecétera. Uno a uno se van nombrando todos. -¡¡¡Jánovas!!!, grita el mantenedor. -¡¡¡Preseeente!!!, contestan todos a coro. -Están con nosotros Emilio Garcés y Francisca Castillo, los últimos de Jánovas. Resistieron solos en el pueblo durante más de 20 años. - Sois un símbolo y un ejemplo para nosotros. -Os merecéis el cariño y el reconocimiento de todo el mundo. El aplauso es interminable. Hay mucha emoción y rabia contenida. Muchas lágrimas. Su historia es la historia de todos aquellos que se vieron obligados a dejar su tierra. Su historia es todavía más cruel. -Tanto sacrificio para nada. Ni siquiera se construyó el pantano para lo que fueron expropiadas las tierras, dice Emilio. Antes del pantano, Jánovas tenía 40 casas habitadas y era un pueblo próspero, con comercio y muchas tierras de regadío. Emilio Garcés era zapatero, culti- vaba tierras y tenía ganado. Así vivía la familia con seis niños pequeños. Todo comenzó en 1951 cuando se le transfiere a Iberduero la concesión para la explotación hidroeléctrica del río Ara. Se aprueba el plan de aprovechamiento y el plan de construcción, proyectándose embalses en Fiscal, Jánovas, Boltaña y Escalona. La actuación se declara de utilidad pública, lo que conlleva posibles expropiaciones forzosas. -Y tan forzosas que fueron, sentencia Francisca. En 1960 se recoge en el boletín de Huesca la relación de propietarios y fincas que van a ser expropiadas. Luego, entre 1963 y 1965, comenzó el éxodo. Casi todos los vecinos se marcharon obligados, unos pocos vendieron las posesiones y al resto se las expropiaron en un ambiente de fuerte presión. -Las casas de la gente que se marchaba las marcaban con una cruz roja y las llenaban de dinamita. Después les pegaban fuego. -Incluida la escuela con la maestra y los niños dentro. -Nuestros hijos perdieron tres cursos. Eso no se lo perdonaremos jamás de los jamases. Podemos perdonar lo mucho que nos hicieron sufrir mientras estuvimos solos, pero eso, jamás. -Aguantasteis como unos jabatos. -Hasta que ya no pudimos más. Hasta que nos sacó la Guardia Civil. Nos marchamos el 20 de enero de 1984 a las siete y media de la tarde. Había una nevada de casi medio metro. Aquel día llegaron a Jánovas 14 guardias civiles, el gobernador civil y un mandado de Iberduero y cumplieron su amenaza de desalojarnos tantas veces repetida. Cuando llegamos a Campodarbe vimos que la casa que nos habían asignado estaba destrozada y que las tierras que nos habían prometido ya estaban arrendadas. A la mañana siguiente volvimos a Jánovas y habían tirado nuestra casa. Les faltó tiempo para hacerlo. -¡Hace falta tener mala leche! -Tanto sacrificio para nada. Con motivo del desalojo, José Antonio Labordeta escribió una carta a Emilio Garcés: “Nos encontramos ante otra derrota de la razón bajo la fuerza: lo han destruido todo y lo peor es que ahora pienso que nosotros hemos sido los más cobardes contigo y que tenías razón la otra noche, por la radio, al decir que te habíamos dejado solo”. Durante su lucha, Emilio Garcés presentó decenas de escritos, solo o con otros vecinos, para poner trabas a la construcción del pantano. -En 1992 hasta llegaron a incluir el embalse en el Pacto del Agua, cuando sabían que nunca se iba a hacer. - Como dijimos entonces: Los que hoy abandonamos, dentro de unos años clamaremos por volver. En 2001 se descartó definitiva- > Antes del pantano, Jánovas tenía 40 casas habitadas y era un pueblo próspero, con comercio y muchas tierras de regadío Jánovas quiere recuperar las sensaciones que se perdieron con el tiempo mente el embalse por el impacto medioambiental negativo. -¡Cincuenta años después! Cuando le dieron la noticia Emilio Garcés aseguró que fue el día más feliz de su vida. Había terminado la pesadilla y su resistencia había tenido al fin su fruto. Comenzó entonces el largo y tortuoso proceso para conseguir la reversión de las tierras y casas a los 125 afectados. Endesa quería cobrarles entre 30 y 34 veces la cantidad que en su día recibieron. Se pagó entre 600 y 844 euros hectárea, según regadío y calidad, y por los inmuebles entre 550 y 700 euros. -Pedimos unos servicios mínimos. Nos devuelven ruinas. Nos devuelven hogares y tierras derruidas. Lo primero que tendrían que hacer es pedir perdón antes de pedirnos dinero. Tony Garcés, hijo de Francisca y Emilio, fue el último niño en nacer en Jánovas. Es contundente: “Les dimos las llaves y la casa intacta. Así queremos recibirla. El embalse no está y nosotros tampoco. Queremos volver y estar”. Muchos de los expropiados fallecieron hace años y son sus hijos los que podrán regresar. Antes del homenaje se ha proyectado el documental de Eugenio Monesma sobre la historia de Jánovas a través de la mirada de Emilio y Francisca, que son los protagonistas. En la escena final, la cámara se va acercando y se les enfoca a los dos bailando al son de una orquestina que entona el “Adiós con el corazón que con el alma no puedo/ al despedirme de ti de sentimiento me muero”. Pasa de mano en mano el libro de Mari Sancho Menjón “Jánovas, víctimas de un pantano de papel”. En medio de un clima de gran emoción y lágrimas, la Ronda de Boltaña culmina la fiesta y entona su “Habanera triste”. “Mi casa era un barco velero/ cada vez que madre hacía la colada/ con velas de sábanas blancas/ tendidas a los vientos de estas montañas/ Un barco de piedra en el valle/ anclado hace siglos a orillas del Ara/ frente a la isla de Lavelilla/ y entre las cosas de Fiscal y Boltaña”. Y todos corean el estribillo: “Quien me iba a decir a mí/ que soñaba con el mar/ que en un maldito pantano, ayayay/ mi casa iba a naufragar”. El 12 de septiembre de 2011 las campanas mudas de Jánovas rasgaron el silencio en memoria de Emilio Garcés. Cuentan que en los últimos años olvidó el nombre de los montes, los caminos, los pájaros, los chopos del río, pero en cuanto le decían de ir a Jánovas, contestaba: “Vamos”. Sus restos reposan en Boltaña, lejos-cerca de su tierra. Serán sus seis hijos, sus catorce nietos y sus biznietos los que regresen un día por él a Jánovas, donde nació, vivió, resistió y sembró montañas de esperanza y dignidad.