Copia para clase Art. LL - Violencia de género y patrones

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LA VIOLENCIA DE GÉNERO CONTRA LAS MUJERES Y LA INFLUENCIA DE LOS
PATRONES SOCIOCULTURALES1
Carlos Gabriel Del Mazo
La división entre los sexos parece estar “en el orden de las cosas”, como se dice a
veces para referirse a lo que es normal y natural, hasta el punto de ser inevitable: se
presenta a un tiempo, en su estado objetivo, tanto en las cosas como en el mundo
social y, en estado incorporado, en los cuerpos y en los hábitos de sus agentes, que
funcionan como sistemas de esquemas de percepciones, tanto de pensamiento
como de acción
Pierre Bourdieu
2
I. INTRODUCCIÓN
Históricamente las mujeres han constituido un grupo especialmente vulnerado, que ha
debido padecer y sobrellevar graves violaciones a sus derechos humanos. Particularmente
han sido y son víctimas de las peores formas de violencia, sin que hasta el momento los
esfuerzos legislativos y los cambios en las políticas públicas, hayan logrado reducirla de
manera sostenida. Más aún, hay fenómenos como la trata de mujeres, que han tenido un
crecimiento alarmante en los últimos tiempos.
Nos preguntamos cómo es posible que sea tan difícil lograr avances significativos en
esta materia, y nos parece que entre los elementos para elaborar algún tipo de respuesta,
necesariamente hay que considerar aspectos culturales muy arraigados, que entran en juego y
que inhiben que se le de a los actos violentos, la trascendencia que realmente tienen. En
efecto, este conjunto de patrones socioculturales determinan una asignación estereotipada y
dicotómica de roles para hombres y mujeres que coloca a estas últimas en una situación de
inferioridad y de notoria vulnerabilidad.
La violencia psicológica, la violencia simbólica, la violencia económica y la violencia
mediática, son algunas de las áreas donde estos aspectos tienen una fuerte influencia. Lo
grave de esta situación es que, como veremos, sobre la base de algunas diferencias
biológicas, se ha construido a lo largo de la historia una situación de sometimiento respecto de
las mujeres que si no avala, al menos disimula, lo que como se ha dicho son graves
violaciones a sus derechos humanos.
Tal como se establece en los fundamentos del decreto reglamentario 1011/20103, si
bien se evidencian en nuestra sociedad cambios graduales vinculados a transformaciones
socioculturales, que tienden a eliminar algunas diferencias de género, persisten, sin embargo,
las inequidades basadas en un sistema jerárquico de relaciones sociales, políticas y
1
Trabajo Publicado en la Rev. La Ley de Derecho de Familia y de las Personas, Año 4, número 1, mes de enero/febrero de
2012, pág. 8/23.
2
“La dominación masculina”, Editorial Anagrama, Barcelona, 5ta. Ed. 2007, p.21
1
económicas que, desde roles estereotipados de género y con la excusa de la diferencia
biológica, fija las características de la masculinidad como parámetro de las concepciones
humanas y así institucionaliza la desigualdad en perjuicio de las mujeres.
Nos parece que el análisis de la relación entre violencia y patrones socioculturales
merece una atención prioritaria, no sólo porque como ha quedado dicho impregna todas las
formas de violencia, sino porque la superación de este tipo de maltrato, sólo será posible si,
más allá de su reconocimiento normativo, comienza a ser planteada con determinación por los
profesionales e incorporada decididamente por los jueces en sus fallos.
En primer término efectuaremos una breve descripción del marco normativo aplicable a
la violencia contra las mujeres, para luego adentrarnos en el análisis de las normas específicas
referidas al tema y a las obligaciones contraídas por el Estado. El trabajo se completa con una
mirada basada en aspectos sociológicos y antropológicos respecto de lo que significan las
cuestiones de género y como se materializan en algunas formas particulares de violencia
como la violencia simbólica y la violencia mediática. Vale la pena aclarar que este no es más
que el recorte de algunos aspectos de este fenómeno y que específicamente se ha excluido
cierto tipo de violencia de género como es la trata de personas, que por sus especiales
características merece un abordaje específico.
II. MARCO NORMATIVO
Desde el punto de vista normativo, la problemática de la violencia contra las mujeres
recién en las últimas décadas se ha transformado en un tema importante en la agenda de la
comunidad internacional. En este sentido, se ha ido desarrollando un proceso creciente de
elaboración y redefinición de normas en la materia, hasta configurar un interesante nivel de
reconocimiento y protección de los derechos de las mujeres.
En diciembre de, 1979, la Asamblea General de las Naciones Unidas, aprobó la
"Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer"
(CEDAW), la cual entró en vigencia el 3 de septiembre de 19814.
Conforme surge de sus fundamentos, este importante documento internacional en
materia de derechos humanos, hunde sus raíces en dos antecedentes de enorme importancia.
En primer lugar, la Carta de las Naciones Unidas, que reafirma la fe en los derechos
fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana y en la igualdad de
los derechos del hombre y de la mujer. El segundo documento de enorme valor es la
Declaración Universal de Derechos Humanos, que reafirma el principio de la no discriminación
y proclama que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y que
3
El decreto es de fecha 19/7/2010 y se publicó en el Boletín Oficial el día 20/7/2010.
Se incorpora a nuestro derecho interno, a través de la ley 23.179 Sancionada el 8/5/1985, promulgada el 27/5/1985 y publicada
en el B.O. el 3/6/1985.
Define la discriminación contra la mujer como: "Toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo, que tenga por objeto
o por resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce y ejercicio por la mujer, independientemente de su estado civil,
sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer, de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas
política, económica, social, cultural y civil o en cualquier otra esfera" (art. 1°).
4
2
toda persona puede invocar todos los derechos y libertades proclamados en esa declaración,
sin distinción alguna y, por ende, sin distinción de sexo.
Nos parece importante en este punto mencionar la Recomendación General Nº 19 del
Comité de la CEDAW, “La violencia contra la mujer”5, aprobada en el año 1992, en la cual se
llama la atención a los Estados sobre la relación entre violencia y discriminación, debido a que
el texto de la CEDAW no incluyó explícitamente en su articulado el tema de la violencia.
Con posterioridad se suscribieron otros importantes documentos en la materia, como la
Declaración y Plataforma de Acción de Viena, adoptada en 1993, en el marco de la "II
Conferencia Mundial sobre los Derechos Humanos"6, la cual fue el punto de partida para que
en diciembre de ese mismo año se aprobara en la Asamblea General de las Naciones Unidas,
la "Declaración Sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer"7. Un año después, en
1994, se aprueba la "Convención Internacional para Prevenir, Sancionar y Erradicar la
Violencia contra la Mujer", denominada "Convención de Belém do Pará"8.
Dentro de este proceso, no podemos soslayar la creación en el año 1994, por parte de la
Comisión de Derechos Humanos de la ONU, del cargo de Relator Especial sobre la violencia
contra la mujer. Ese mismo año, también la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
creó este cargo y en 1998 hizo lo propio la Comisión Africana de Derechos Humanos de los
Pueblos9.
También en esta breve reseña de los instrumentos suscriptos en la materia, debemos
mencionar la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing10-, de 1995 y la "Cuarta
Conferencia Mundial sobre la Mujer",11 del año 2000 -
5
Entre otros aspectos, esta Recomendación enfatiza que la definición de discriminación contenida en el artículo 1º, debe incluir
la violencia basada en el sexo, es decir, la violencia dirigida contra la mujer porque es mujer, o que le afecta en forma
desproporcionada. Incluye también actos que infligen daño o sufrimientos de índole física, mental o sexual, amenazas de
cometer esos actos, coacción y otras formas de privación de libertad. Finalmente aclara que la violencia contra la mujer puede
contravenir disposiciones de la Convención, sin perjuicio si ésta expresamente se refiere a la violencia.
6
En esta “II Conferencia …”, los Estados resolvieron adoptar medidas para luchar contra la violencia contra la mujer en todo el
mundo.
7
Entre otros aspectos, esta Declaración reconoce la relación entre violencia y discriminación, reconociendo que la violencia de
género es una forma de discriminación, la cual a su vez provoca situaciones estructurales de violencia de género. Se reconoce la
historicidad de este fenómeno que refleja las desigualdades de poder entre los géneros. También que la discriminación
constituye un mecanismo para mantener a las mujeres en una situación de subordinación y opresión. También se destaca la
necesidad de definir de manera clara y comprensiva lo que significa la violencia contra las mujeres
8
Existe una clara vinculación entre este instrumento y la declaración de la ONU aprobada un año antes. Aquí finalmente se
define la violencia contra las mujeres (art. 1º) y se establece el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia tanto en el
ámbito público como privado (art. 3º). Resulta interesante que en Preámbulo reconoce en la violencia, “una manifestación de las
relaciones de poder históricamente desiguales entre mujeres y hombres” (…) que “trasciende todos los sectores de la sociedad,
independientemente de clase, raza, grupo étnico, nivel de ingresos, cultura, nivel educacional, edad, o religión …”.
Durante ese mismo año 1994, se realiza la "Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo" -Programa de Acción del
Cairo-.
9
Las tres Relatoras Especiales, se reunieron el 28 de febrero y el 1º de marzo del 2002, en Montreal y formularon una
declaración conjunta, en la que, entre otras cosas reconocieron: Que la violencia contra la mujer es una manifestación de
discriminación basada en el sexo; que los Estados no deben invocar ninguna costumbre, tradición o consideración religiosa para
eludir sus obligaciones con respecto a la eliminación de la violencia y discriminación contra la mujer; que los Estados está
obligados a obrar con la diligencia debida para prevenir la violencia contra la mujer, enjuiciar y sancionar a quienes cometan
actos de esta índole, y a tomar medidas para erradicar permanentemente la violencia contra las mujeres en sus sociedades.
10
En la Plataforma de Acción de Beijing se define un conjunto de objetivos estratégicos y se explican las medidas que deben
adoptar a más tardar para el año 2000 los gobiernos, la comunidad internacional, las organizaciones no gubernamentales y el
sector privado para eliminar los obstáculos que entorpecen el adelanto de la mujer. Las 12 esferas de especial preocupación que
3
En el ámbito latinoamericano, se destaca la realización de la "X Conferencia Regional
sobre la Mujer de América Latina y el Caribe", que se llevó a cabo en Quito, Ecuador, en la
que suscribió un documento conocido como el “Consenso de Quito” y que incluyó un
importante número de medidas dirigidas a intensificar la participación pública de las mujeres.
En lo que respecta estrictamente a nuestro derecho interno, debemos señalar que sin
perjuicio de que la "Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación
contra la Mujer", adquirió a partir de la reforma del año 1994 jerarquía constitucional (art. 75,
inc. 22 de la Constitución Nacional), nuestra carta magna incorporó también una norma de
suma importancia para la protección de los derechos de las mujeres. En efecto, el artículo 75,
inc. 23, establece que corresponde al Congreso: 23. Legislar y promover medidas de acción
positiva que garanticen la igualdad real de oportunidades y de trato, y el pleno goce y ejercicio
de los derechos reconocidos por esta Constitución y por los tratados internacionales vigentes
sobre derechos humanos, en particular respecto de los niños, las mujeres, los ancianos y las
personas con discapacidad.
Por último, debemos incluir también a la ley 26.485, de “Protección Integral para
Prevenir, Sancionar y Erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que
desarrollen sus relaciones interpersonales”, sancionada el 11 de marzo de 2009 y promulgada
de hecho el 1° de abril del mismo año. El dictado d e esta ley se corresponde con lo dispuesto
por el artículo 7° Convención Americana para Preve nir, Sancionar y Erradicar la Violencia
contra la Mujer en cuanto establece que los Estados Partes condenan todas las formas de
violencia contra la mujer y convienen (…), inc. c), Incluir en su legislación interna normas
penales, civiles y administrativas, así como las de otra naturaleza que sean necesarias para
prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer y adoptar las medidas
administrativas apropiadas que sean del caso.
III. LOS PATRONES SOCIOCULTURALES Y LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER
La influencia de los patrones socio culturales en la violencia de género contra las
mujeres, ha estado presente en la consideración de la comunidad internacional y por eso fue
específicamente incluida en la redacción de la Convención
se identificaron en el documento, consideradas representativas de los principales obstáculos para el adelanto de la mujer, son: la
mujer y la pobreza; la educación y la capacitación de la mujer; la mujer y la salud; la violencia contra la mujer; la mujer y los
conflictos armados; la mujer y la economía; la participación de la mujer en el poder y la adopción de decisiones; los mecanismos
institucionales para el adelanto de la mujer; los erechos humanos de la mujer; la mujer y los medios de comunicación; la mujer y
el medio ambiente; y, la niña.
11
Período extraordinario de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas: "Igualdad entre los géneros, desarrollo y
paz en el siglo XXI", Nueva York, 5 a 9 de junio de 2000.
En esa oportunidad, el Secretario General de las Naciones Unidas Kofi Annan señaló: " Los compromisos contraídos por los
gobiernos en Beijing reflejan la comprensión de que la igualdad de la mujer debe ser un componente central de cualquier
intento de resolver los problemas sociales, económicos y políticos del mundo. En consecuencia, si en el pasado las mujeres
lucharon para que la igualdad entre los géneros formara parte del temario de la comunidad internacional, la igualdad entre los
géneros es hoy uno de los principales factores que conforman ese temario."
Para mayor información puede consultarse: http://www.un.org/spanish/conferences/Beijing/mujer2021.htm
4
Así, ya desde su prólogo, la Convención se hace cargo del tema: “Reconociendo que
para lograr la plena igualdad entre el hombre y la mujer es necesario modificar el papel
tradicional tanto del hombre como de la mujer en la sociedad y la familia”. Luego, el artículo 5
de la Convención prevé: Los Estados partes tomarán todas las medidas apropiadas para: a)
Modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres con miras a alcanzar
la eliminación de los prejuicios y las prácticas consuetudinarias y de cualquier otra índole que
estén basados en la idea de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos o en
funciones estereotipadas de hombres y mujeres. Finalmente , el artículo 10 prescribe que “Los
Estados partes adoptarán todas las medidas apropiadas para eliminar la discriminación contra
la mujer, con el fin de asegurarle la igualdad de derechos con el hombre en la esfera de la
educación y en particular para asegurar en condiciones de igualdad entre hombres y mujeres:
(…) c) La eliminación de todo concepto estereotipado de los papeles masculino y femenino en
todos los niveles y en todas las formas de enseñanza mediante el estímulo de la educación
mixta y de otros tipos de educación que contribuyan a lograr este objetivo y, en particular,
mediante la modificación de los libros y programas escolares y la adaptación de los métodos
de enseñanza”.
Esta consideración hecha por la Convención, fue uno de sus grandes aciertos y abrió el
camino a su consideración en los documentos suscriptos con posterioridad. En este sentido, la
Convención de “Belém do Pará” ya desde su prólogo señala la preocupación porque “la
violencia contra la mujer es una ofensa a la dignidad humana y una manifestación de las
relaciones de poder históricamente desiguales entre mujeres y hombres”. Más adelante, en su
Artículo 6°, explicita que “el derecho de toda mujer a una vida libre de violencia incluye, entre
otros: (…) b. el derecho de la mujer a ser valorada y educada libre de patrones estereotipados
de comportamiento y prácticas sociales y culturales basadas en conceptos de inferioridad o
subordinación”. Por último, en su artículo 8° establece que “Los Estados Partes convienen en
adoptar, en forma progresiva, medidas específicas, inclusive programas para: (…) b. modificar
los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, incluyendo el diseño de
programas de educación formales y no formales apropiados a todo nivel del proceso
educativo, para contrarrestar prejuicios y costumbres y todo otro tipo de prácticas que se
basen en la premisa de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los géneros o en los
papeles estereotipados para el hombre y la mujer que legitimizan o exacerban la violencia
contra la mujer”.
En el ámbito interno, la ley 26.485, retoma y profundiza esta línea. Así, en su artículo 2°
al determinar el objeto de la ley, incluye “… promover y garantizar: (…) c) Las condiciones
aptas para sensibilizar y prevenir, sancionar y erradicar la discriminación y la violencia contra
las mujeres en cualquiera de sus manifestaciones y ámbitos (…); e) La remoción de patrones
5
socioculturales que promueven y sostienen la desigualdad de género y las relaciones de poder
sobre las mujeres”.
Con particular relación al inciso e) de la ley, el decreto reglamentario … dispone que: “Se
consideran patrones socioculturales que promueven y sostienen la desigualdad de género, las
prácticas, costumbres y modelos de conductas sociales y culturales, expresadas a través de
normas, mensajes, discursos, símbolos, imágenes, o cualquier otro medio de expresión que
aliente la violencia contra las mujeres o que tienda a: 1) Perpetuar la idea de inferioridad o
superioridad de uno de los géneros; 2) Promover o mantener funciones estereotipadas
asignadas a varones y mujeres, tanto en lo relativo a tareas productivas como reproductivas;
3) Desvalorizar o sobrevalorar las tareas desarrolladas mayoritariamente por alguno de los
géneros; 4) Utilizar imágenes desvalorizadas de las mujeres, o con carácter vejatorio o
discriminatorio; 5) Referirse a las mujeres como objetos”.
Asimismo, al definir lo que debe entenderse por violencia contra las mujeres, el artículo
4° de la ley, se refiere a “toda conducta, acción u omisión, que de manera directa o indirecta,
tanto en el ámbito público como en el privado, basada en una relación desigual de poder,
afecte su vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual, económica o
patrimonial, como así también su seguridad personal. Quedan comprendidas las perpetradas
desde el Estado o por sus agentes. Se considera violencia indirecta, a los efectos de la
presente ley, toda conducta, acción u omisión, disposición, criterio o práctica discriminatoria
que ponga a la mujer en desventaja con respecto al varón”.
Conforme los términos del decreto 1011/2010 que reglamentó la ley, debe entenderse
por relación desigual de poder, “la que se configura por prácticas socioculturales históricas
basadas en la idea de la inferioridad de las mujeres o la superioridad de los varones, o en
conductas estereotipadas de hombres y mujeres, que limitan total o parcialmente el
reconocimiento o goce de los derechos de éstas, en cualquier ámbito en que desarrollen sus
relaciones interpersonales”.
También cuando la ley en el artículo 5° se ocupa de describir los diferentes tipos de
violencia12, incluye consideraciones que desde nuestra perspectiva tienen una profunda
12
El artículo 5° dispone: “Quedan especialmente comprendidos en la definición del artículo precedente, los siguientes tipos de
violencia contra la mujer: 1.- Física: La que se emplea contra el cuerpo de la mujer produciendo dolor, daño o riesgo de
producirlo y cualquier otra forma de maltrato o agresión que afecte su integridad física. 2.- Psicológica: La que causa daño
emocional y disminución de la autoestima o perjudica y perturba el pleno desarrollo personal o que busca degradar o controlar
sus acciones, comportamientos, creencias y decisiones, mediante amenaza, acoso, hostigamiento, restricción, humillación,
deshonra, descrédito, manipulación o aislamiento. Incluye también la culpabilización, vigilancia constante, exigencia de
obediencia o sumisión, coerción verbal, persecución, insulto, indiferencia, abandono, celos excesivos, chantaje, ridiculización,
explotación y limitación del derecho de circulación o cualquier otro medio que cause perjuicio a su salud psicológica y a la
autodeterminación. 3.- Sexual: Cualquier acción que implique la vulneración en todas sus formas, con o sin acceso genital, del
derecho de la mujer de decidir voluntariamente acerca de su vida sexual o reproductiva a través de amenazas, coerción, uso de
la fuerza o intimidación, incluyendo la violación dentro del matrimonio o de otras relaciones vinculares o de parentesco, exista
o no convivencia, así como la prostitución forzada, explotación, esclavitud, acoso, abuso sexual y trata de mujeres. 4.Económica y patrimonial: La que se dirige a ocasionar un menoscabo en los recursos económicos o patrimoniales de la mujer,
a través de: a) La perturbación de la posesión, tenencia o propiedad de sus bienes; b) La pérdida, sustracción, destrucción,
retención o distracción indebida de objetos, instrumentos de trabajo, documentos personales, bienes, valores y derechos
patrimoniales; c) La limitación de los recursos económicos destinados a satisfacer sus necesidades o privación de los medios
indispensables para vivir una vida digna; d) La limitación o control de sus ingresos, así como la percepción de un salario
6
vinculación con patrones socioculturales y prácticas discriminatorias contra las mujeres.
Vinculado específicamente con el tema que estamos analizando, nos parece particularmente
importante el apartado dedicado a la violencia simbólica, entendida como “La que a través de
patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmita y reproduzca
dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la
subordinación de la mujer en la sociedad”
Finalmente, también debemos señalar que a la hora de establecer las modalidades que
puede adquirir la violencia, la ley ha efectuado valiosas incorporaciones. Así, el artículo 6° al
referirse a las modalidades de violencia, incluye además de la violencia doméstica13,
institucional, laboral, contra la libertad reproductiva y obstétrica, incluye una modalidad de
violencia muy vinculada a los patrones socio culturales: “f) Violencia mediática contra las
mujeres: aquella publicación o difusión de mensajes e imágenes estereotipados a través de
cualquier medio masivo de comunicación, que de manera directa o indirecta promueva la
explotación de mujeres o sus imágenes, injurie, difame, discrimine, deshonre, humille o atente
contra la dignidad de las mujeres, como así también la utilización de mujeres, adolescentes y
niñas en mensajes e imágenes pornográficas, legitimando la desigualdad de trato o construya
patrones socioculturales reproductores de la desigualdad o generadores de violencia contra las
mujeres”.14
Se advierte así como la ley avanza fuertemente en la condena a todo tipo de
comportamiento que bajo la justificación de patrones de género que justifican la desigualdad
de derechos entre hombres y mujeres, implique la afectación de los derechos fundamentales
de las mujeres, en el caso el derecho básico a vivir en condiciones de igualdad y libres de
violencia.
En este sentido, compartimos las expresiones de Andrés Domingo en el sentido de que
la ley asume la tesis de que la agresión a una mujer constituye una violencia estructural que
encuentra su fundamento en las relaciones desiguales y jerarquizadas entre los sexos15.
IV. LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES COMO FENÓMENO ESTRUCTURAL
menor por igual tarea, dentro de un mismo lugar de trabajo. 5.- Simbólica: La que a través de patrones estereotipados,
mensajes, valores, íconos o signos transmita y reproduzca dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales,
naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad”.
13
Resulta sumamente interesante que en este punto al referirse al grupo familiar incluye el originado en el parentesco sea por
consanguinidad o por afinidad, el matrimonio, las uniones de hecho y las parejas o noviazgos, pero además agrega que se trata
de “las relaciones vigentes o finalizadas, no siendo requisito la convivencia”.
14
Respecto de esta modalidad de violencia en particular, el decreto reglamentario … dispone “Inciso f).- Conforme las
atribuciones conferidas por el artículo 9º incisos b) y r) de la Ley Nº 26.485, el CONSEJO NACIONAL DE LAS MUJERES
dispondrá coordinadamente con las áreas del ámbito nacional y de las jurisdicciones locales que correspondan, las acciones
necesarias para prevenir, sancionar y erradicar la difusión de mensajes o imágenes que: 1) Inciten a la violencia, el odio o la
discriminación contra las mujeres. 2) Tiendan a perpetuar patrones sexistas de dominación masculina o alienten la exhibición
de hechos aberrantes como la intimidación, el acoso y la violación. 3) Estimulen o fomenten la explotación sexual de las
mujeres.4) Contengan prácticas injuriosas, difamatorias, discriminatorias o humillantes a través de expresiones, juegos,
competencias o avisos publicitarios. A los efectos de la presente reglamentación se entiende por medios masivos de
comunicación todos aquellos medios de difusión, gráficos y audiovisuales, de acceso y alcance público.
15
ANDRES DOMINGO, P., “Violencia contra las mujeres. Violencia de género”, en Ruiz Jarabo, C., y Blanco P., “La violencia
contra las mujeres. Prevención y detección”, Díaz de Santos, Madrid, 2004, pgs. 30-33.
7
La violencia contra la mujer no es un fenómeno aislado sino el producto de una
violencia estructural que impregna todo el tejido social, en cualquier tiempo y en cualquier
situación. Invisibilizar esto es negar las graves consecuencias que la violencia y la
discriminación tienen en la vida de las mujeres y la responsabilidad de la Comunidad
Internacional y los Estados en su ámbito interno para su prevención, sanción y erradicación.
La violación, el incesto, el abuso físico y emocional, el acoso sexual, el uso de las
mujeres en la pornografía, la explotación sexual, la esterilización o la maternidad forzada, la
violencia simbólica, la violencia mediática, la negligencia contra las niñas, violencia sexual en
contextos de guerra, etc., son todas expresiones distintas de un mismo fenómeno y no hechos
inconexos.
Es necesario hablar de una violencia sistémica porque se encuentra en todo el tejido
social y por supuesto en las diferentes manifestaciones de la producción del saber humano: la
medicina, la política, la filosofía, la antropología, el derecho, los derechos humanos, etc. y en
toda la cotidianidad de las relaciones humanas y de estas con su entorno social, natural, en
todas estas se evidencia un sesgo sexista que impacta sobre la vida de las mujeres y su
derecho a la ciudadanía plena16.
En estas últimas semanas asistimos con dolor a la desaparición, cautiverio y muerte de
una niña de 11 años que movilizó a todo el país, primero en su búsqueda y luego en un
reclamo de justicia. Ahora bien, ¿por qué es necesario que se produzca un hecho de estas
características para que la sociedad reaccione, cuando constituye un hecho notorio que desde
hace tiempo ha un número creciente de mujeres que desaparecen sin dejar rastro y respecto
de las cuales, las mayores dudas apuntan a que han sido secuestradas por bandas de
tratantes de personas para utilizarlas en la prostitución? Hay familias que mientras la sociedad
omite ocuparse del tema, saben que una mujer de su familia esta siendo utilizada sexualmente
en condiciones infrahumanas, por hombres que no pueden desconocer que se trata de
mujeres privadas de su libertad17.
Si cuesta tanto que el conjunto de la sociedad se revele contra esta forma ancestral de
esclavitud, cuánto más difícil es lograr que exista un necesario repudio de otras formas más
veladas de violencia contra las mujeres, como por ejemplo el abuso psicológico y la violencia
simbólica, pese al enorme daño que provocan en quienes las padecen.
No es posible avanzar significativamente en este tema sin una comprensión de la
violencia desde una perspectiva de género que incluya la consideración de la violencia contra
las mujeres como un fenómeno estructural.
16
ARROYO VARGAS, Roxana “Violencia estructural de género – Una categoría necesaria de análisis para los
Derechos Humanos de las mujeres”, julio de 2009
17
En este aspecto, vale la pena recordar que de acuerdo al Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional - Aprobado el 17 de
julio de 1998, entre los delitos de lesa humanidad se encuentran: La “violación, esclavitud sexual, prostitución forzada,
embarazo forzado, esterilización forzada u otros abusos sexuales de gravedad comparable”, (art. 7, 1, g). Como expresa Lola
Valladares Tayupanta, el Estatuto de Roma marca una ruptura con la concepción clásica del bien jurídico protegido en el ámbito
del Derecho Penal Internacional al tipificar a estos delitos como crímenes de lesa humanidad. Además, establece normas
específicas para la protección de las víctimas y testigos (“La violencia sexual contra las mujeres”, 2004).
8
De allí que no basta condenar la violencia en sus múltiples formas, sino que es
necesario que existan obligaciones concretas a cargo de los Estados, a los efectos de que
adopten todas las medidas necesarias para promover relaciones más democráticas entre
hombres y mujeres y remover las condiciones que permiten la reproducción de distintas formas
de violencia de género contra las mujeres. Sólo una acción política que tome realmente en
consideración todos los efectos de dominación que se ejercen a través de la complicidad
objetiva entre las estructuras asimiladas y las estructuras de las grandes instituciones en las
que se realiza y se reproduce no sólo el orden masculino, sino también todo el orden social
(…) podrá, sin duda a largo plazo, y amparándose en las contradicciones inherentes a los
diferentes mecanismos o instituciones implicadas, contribuir a la extinción progresiva de la
dominación masculina18.
Compartimos lo expresado por Rodolfo Jáuregui19, en el sentido de que las políticas
públicas en materia de violencia familiar son una cuestión netamente constitucional. Implican la
responsabilidad indelegable de incorporar la cuestión de género a las mismas, integrando con
recursos adecuados programas sustentables de prevención, asistencia y sancionando a los
autores de episodios de violencia familiar con leyes ajustadas a la Constitución y con
funcionarios y Magistrados entrenados y preparados para aplicarlas. Debe formar parte de la
agenda pública e involucrar a los tres poderes del Estado.
V. LAS OBLIGACIONES DEL ESTADO EN LA REMOCIÓN DE LOS PATRONES
SOCIOCULTURALES
Son amplias las obligaciones de los Estado en la materia20. En esta oportunidad,
haremos especial referencia a aquellas que se vinculan específicamente con la remoción de
patrones socio-culturales que sostienen la desigualdad de género.
En este sentido, el artículo 8 de la CEDAW dispone la obligación de los Estados de
“adoptar, en forma progresiva, medidas específicas, inclusive programas para: (…) b. modificar
los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, incluyendo el diseño de
programas de educación formales y no formales apropiados a todo nivel del proceso
educativo, para contrarrestar prejuicios y costumbres y todo otro tipo de prácticas que se
basen en la premisa de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los géneros o en los
papeles estereotipados para el hombre y la mujer que legitimizan o exacerban la violencia
contra la mujer; c. fomentar la educación y capacitación del personal en la administración de
justicia, policial y demás funcionarios encargados de la aplicación de la ley, así como del
personal a cuyo cargo esté la aplicación de las políticas de prevención, sanción y eliminación
de la violencia contra la mujer; (…)”.
18
BOURDIEU, Pierre “La dominación masculina”, cit., p.141
JAUREGUI, Rodolfo G., “Encuadre constitucional de los casos de violencia familiar y panorama jurisprudencial actual”, en
La Ley on line.
20
El artículo 2 de la CEDAW requiere que los Estados partes adopten e implementen "por todos los medios apropiados y sin
dilaciones, una política encaminada a eliminar la discriminación contra la mujer", que incluye el deber de "abstenerse de
incurrir en todo acto o práctica de discriminación contra la mujer y velar por que las autoridades e instituciones públicas
19
9
Por su parte, la Convención de “Belem do Pará” prescribe en su artículo 8° que “Los
Estados Partes convienen en adoptar, en forma progresiva, medidas específicas, inclusive
programas para: (…) b. modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y
mujeres, incluyendo el diseño de programas de educación formales y no formales apropiados
a todo nivel del proceso educativo, para contrarrestar prejuicios y costumbres y todo otro tipo
de prácticas que se basen en la premisa de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los
géneros o en los papeles estereotipados para el hombre y la mujer que legitimizan o
exacerban la violencia contra la mujer”.
En el ámbito interno, la ley 26.485 dispone en su artículo 7°: “Los tres poderes del
Estado, sean del ámbito nacional o provincial, adoptarán las medidas necesarias y ratificarán
en cada una de sus actuaciones el respeto irrestricto del derecho constitucional a la igualdad
entre mujeres y varones. Para el cumplimiento de los fines de la presente ley deberán
garantizar los siguientes preceptos rectores: a) La eliminación de la discriminación y las
desiguales relaciones de poder sobre las mujeres; b) La adopción de medidas tendientes a
sensibilizar a la sociedad, promoviendo valores de igualdad y deslegitimación de la violencia
contra las mujeres”.
Asimismo, el artículo 11 establece: “Políticas públicas. El Estado nacional implementará
el desarrollo de las siguientes acciones prioritarias, promoviendo su articulación y coordinación
con los distintos Ministerios y Secretarías del Poder Ejecutivo nacional, jurisdicciones
provinciales y municipales, universidades y organizaciones de la sociedad civil con
competencia en la materia: (…) 3.- Ministerio de Educación de la Nación: a) Articular en el
marco del Consejo Federal de Educación la inclusión en los contenidos mínimos curriculares
de la perspectiva de género, el ejercicio de la tolerancia, el respeto y la libertad en las
relaciones interpersonales, la igualdad entre los sexos, la democratización de las relaciones
familiares, la vigencia de los derechos humanos y la deslegitimación de modelos violentos de
resolución de conflictos; (…) e) Promover la revisión y actualización de los libros de texto y
materiales didácticos con la finalidad de eliminar los estereotipos de género y los criterios
discriminatorios, fomentando la igualdad de derechos, oportunidades y trato entre mujeres y
varones; (…) 4.- Ministerio de Salud de la Nación: (…) h) Alentar la formación continua del
personal médico sanitario con el fin de mejorar el diagnóstico precoz y la atención médica con
perspectiva de género; (…) 5.- Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la
Nación: 5.1. Secretaría de Justicia: (…) h) Fomentar las investigaciones sobre las causas, la
naturaleza, la gravedad y las consecuencias de la violencia contra las mujeres, así como de la
eficacia de las medidas aplicadas para impedirla y reparar sus efectos, difundiendo
periódicamente los resultados; (…) 5.2. Secretaría de Seguridad: (…) e) Incluir en los
programas de formación de las fuerzas policial y de seguridad asignaturas y/o contenidos
curriculares específicos sobre los derechos humanos de las mujeres y en especial sobre
violencia con perspectiva de género. (…) 7.- Ministerio de Defensa de la Nación: (…) d) Incluir
actúen de conformidad con esta obligación", así como el deber de adoptar medidas adecuadas, legislativas y de otro carácter,
"para modificar o derogar leyes, reglamentos, usos y prácticas que constituyan discriminación contra la mujer".
10
en los programas de formación asignaturas y/o contenidos específicos sobre los derechos
humanos de las mujeres y la violencia con perspectiva de género. (…) 8.- Secretaría de
Medios de Comunicación de la Nación: (…) b) Promover en los medios masivos de
comunicación el respeto por los derechos humanos de las mujeres y el tratamiento de la
violencia desde la perspectiva de género”.
Como vemos, la ley decididamente ha avanzado en esta problemática de los patrones
socioculturales, cuya inclusión es uno de los aspectos que da sentido a la ley.
Si bien desde los distintos poderes del Estado se está intentando avanzar en el diseño
e implementación de políticas públicas en esta materia, nos parece importante destacar en
esta oportunidad la labor que viene desarrollando el Poder Judicial de la Nación, a través de la
creación de la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) y la Oficina de la Mujer (OM) que
funcionan en el ámbito de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. En el primer caso, bajo la
dirección de la Dra. Elena Higthon, la OVD atiende de manera ininterrumpida a las víctimas de
violencia intrafamiliar, mediante equipos de profesionales abogados, médicos, psicólogos y
trabajadores sociales especialmente capacitados al efecto y que actúan en diferentes turnos
para brindar un servicio permanente. En segundo lugar, a partir del impulso de la Dra. Carmen
Argibay, se creo la Oficina de la Mujer, que impulsa activamente la incorporación de la
perspectiva de género tanto en quienes utilizan el sistema de justicia como para todos/as
quienes allí se desempeñan. Con este objetivo ha efectuado un amplio relevamiento para
elaborar un mapa de género dentro del Poder Judicial y está trabajando con mucho éxito en la
implementación de talleres para incorporar la perspectiva de género, del cual participan todos
los operadores de la justicia (a la fecha ya son más de 10.000 personas los que han hecho el
taller), a lo que se suma actualmente la elaboración de un protocolo para dictar junto con el
Ministerio Público talleres referidos a la problemática de la trata de personas con fines de
explotación sexual21. Puede consultarse mayor información en www.csjn.gov.ar/ovd y
www.csjn.gov.ar/om .
Hemos visto como los principales instrumentos en la materia –CEDAW, “Belém do
Pará” y ley 26.485-, otorgan a los patrones socio-culturales que generan desigualdades
basadas en el género, un lugar central entre las condiciones que propician y favorecen la
aparición de hechos violentos. También como a partir de esta premisa se imponen distintas
obligaciones al Estado, que incluyen sus diferentes ámbitos de intervención.
Corresponde ahora, efectuar algunas consideraciones respecto del concepto de género
y el contenido de los patrones socio-culturales y cómo se construyen, teniendo en cuenta para
ello aspectos antropológicos y sociológicos.
VI. EL CONCEPTO DE GÉNERO
21
Para obtener mayor información sobre la organización, fines, funcionamiento y estadísticas elaboradas por estas
dos oficinas, puede consultarse en www.csjn.gov.ar/ovd y www.csjn.gov.ar/om .
11
Como expresa la célebre frase de Simone de Beauvoir22, “no se nace mujer; se llega a
serlo. Ningún destino biológico, psíquico o económico define la figura que reviste en el seno de
la sociedad la hembra humana; es el conjunto de la civilización el que elabora ese producto…”
En efecto, el concepto de género –comprensivo de ambos sexos- consiste en una
construcción social que se genera, se mantiene y se reproduce, fundamentalmente, en los
ámbitos simbólicos del lenguaje y de la cultura.
Alda Facio23 define el concepto de género en el sentido de “gender” o género sexual,
como aquellas características, roles, actitudes, valores y símbolos que son impuestos
dicotómicamente a cada sexo a través de la socialización y que nos hacen creer que los sexos
son diametralmente opuestos. En definitiva, se trata de una construcción social.
Es así que a partir de una exagerada importancia que se da a las diferencias biológicas
reales, se construyen características, actitudes y roles para cada sexo que son dicotómicas: a
los bebés con genitales masculinos se les asignan unas características y a los bebés con
genitales femeninos, las características contrarias. En el primer caso se espera que sean
activos, racionales, fuertes, autónomos e incluso con cierta cuota de agresividad, mientras que
de las niñas se espera lo contrario, es decir, que sean más pasivas, emocionales, dulces,
hogareñas y sumisas. Por supuesto de de acuerdo a cada sociedad en particular, este
principio podrá estar más o menos marcado, pero constituye el “molde” social básico en cuanto
a lo que se espera de los hombres y las mujeres.
Como señalan Morales y López24, se construye así un estereotipo de género, es decir
una
generalización sobre una persona en razón de su pertenencia a un grupo o a una
categoría social determinada, en este caso, por el hecho de ser mujer u hombre.
Esta generalización no permite individualidad ni juicio crítico, y trae aparejada una
distinta valoración de la conducta, según se trate de un hombre o una mujer. Así, cuando una
persona es insistente, si es mujer decimos que es terca pero si es hombre nos parece tenaz; si
es desinhibida, la consideramos desvergonzada en caso de ser mujer y espontánea si es
hombre; si es obediente, será dócil en caso de ser mujer y débil si se trata de un hombre; si
una persona se comporta de manera emotiva, nos parecerá sentimental si es mujer y llorón si
se trata de un hombre.
En palabras
de Pierre Bourdieu,
las
apariencias
biológicas
y
los
efectos
indudablemente reales que ha producido, en los cuerpos y en las mentes, un prolongado
trabajo colectivo de socialización de lo biológico y de biologización de lo social, se conjugan
para invertir la relación entre las causas y los efectos y hacer aparecer una construcción social
naturalizada (los géneros en cuanto que hábitos sexuados) como el fundamento natural de la
22
BEAUVOIR, Simone de “El segundo sexo”, Aguilar, Madrid, 1981, p. 247
FACIO, Alda “Antología Módulo 1. Aspectos básicos género y violencia”. Material entregado por gentileza de la autora en un
curso sobre perspectiva de género.
24
MORALES, F y M. LOPEZ (1993). “Bases para la construcción de un sistema de indicadores sociales de estereotipia de
género”, en Psicothema, vol 5, pp 123-132.
23
12
división arbitraria que está en el principio tanto de la realidad como de la representación de la
realidad que se impone a veces a la propia investigación25.
Esta construcción simbólica que en las ciencias sociales se denomina género,
reglamenta y condiciona la conducta objetiva y subjetiva de las personas. O sea, mediante el
proceso de constitución del género, la sociedad fabrica las ideas de lo que deben ser los
hombres y las mujeres, de lo que se supone es "propio" de cada sexo. Un desarrollo más
equitativo y democrático del conjunto de la sociedad requiere la eliminación de los tratos
discriminatorios contra las mujeres, sometidas a condicionantes que no son causados por la
biología, sino por las ideas y prejuicios sociales, que están entretejidas en el género. Es decir,
por el aprendizaje social26.
Ahora bien, como expresa Diana Maffía27, la atribución de características dicotómicas a
cada uno de los sexos podría no ser un problema de discriminación contra las mujeres, si las
características con que se define actualmente a uno y otro sexo no gozaran de distinto valor,
no legitimaran la subordinación del sexo femenino, y no construyeran lo masculino como el
referente de todo lo humano. Señala en este sentido Alda Facio28, que a los hombres se les
asignan las características, actitudes y roles que la sociedad más valora y que además son las
que se asocian con lo humano, mientras que a las mujeres se le asignan las características,
actitudes y roles menos valorados y que además son los más asociados con la vida animal.
Estas diferencias en las relaciones de género, se hacen más visibles en la modernidad,
a partir de una clara diferenciación entre el ámbito público y el ámbito privado. Así, la actividad
laboral marca el ámbito de lo público y el espacio de lo privado queda limitado a las funciones
reproductivas, sin que sea necesario aclarar a qué sexo le fue adjudicado cada uno de estos
espacios. Como expresa Dora Barranco29, la figura de “la madre”, con sus máximas virtudes,
constituye una construcción propia de la edad moderna. Se construye una idea respecto de la
importancia y las características atribuidas a la maternidad, que va a implicar la entronización
de un prototipo de madre, que se extenderá luego en e tiempo, pero que implica ni más ni
menos que la preocupación exclusiva por los hijos, el marido y el hogar..
La interiorización de esta división y la coexistencia de ambos dominios –público y
privado- están tan arraigadas que ha contribuido a que la sociedad en general acepte tácita y
explícitamente la superioridad del varón sobre la mujer y la necesidad de dependencia de las
mujeres, es decir, la asimetría de la posición de los sujetos30.
La fuerza del orden masculino –como expone Bourdieu- se descubre en el hecho de
que prescinde de cualquier justificación: la visión androcéntrica se impone como neutra y no
siente la necesidad de enunciarse en unos discursos capaces de legitimarla. El orden social
25
BOURDIEU, Pierre “La dominación masculina”, cit., p.13 y 14.
LAMAS, Marta, "La perspectiva de género" en "Revista de Educación y Cultura", en el sitio http://www.latarea.com.mex.
27
Extractado de la exposición de la Dra. Mafia, incluida en el material elaborado por la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema
de Justicia de la Nación, para la realización de los “Talleres para una Justicia con Perspectiva de Género”.
28
Ob. Cit., nota 23
29
Extractado de la exposición de la Dra. Barranco, incluida en el material elaborado por la Oficina de la Mujer de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, para la realización de los “Talleres para una Justicia con Perspectiva de Género”.
30
BOIX REIG, Javier y MARTINEZ GARCÍA, Elena “La nueva ley contra la violencia de género”, Madrid, Ed. Iustel, 1998,
ps. 35 y 36.
26
13
funciona como una enorme máquina simbólica que tiende a ratificar la dominación masculina
en la que se apoya: es la división sexual del trabajo, distribución muy estricta de las
actividades asignadas
a cada uno de los dos sexos, de su espacio, su momento, sus
instrumentos; es la estructura del espacio, con la oposición entre el lugar de reunión o el
mercado, reservados a los hombres, y la casa, reservada a las mujeres, o , en el interior de
ésta, entre la parte masculina, como el hogar, y la parte femenina, como el establo, el agua y
los vegetales; es la estructura del tiempo, jornada, año agrario, o ciclo de vida, con los
momentos de ruptura, masculinos, y los largos períodos de gestación, femeninos31.
Compartimos con Diana Maffía32 que el problema del patriarcado no son los varones,
son las relaciones de poder. Tanto varones como mujeres pueden tener una concepción
patriarcal del poder y en función de ella, ejercer relaciones de subordinación, de sometimiento;
las va a naturalizar y va a ser rígido en los roles sociales. Eso no tiene que ver con cuestiones
biológicas. Hombres y mujeres pueden tener o no tener mentalidad patriarcal. De allí que si
queremos tener relaciones sociales más justas y equitativas; en definitiva, si pretendemos
incorporar una perspectiva de género, debemos entrenarnos para esa nueva situación.
VII. LA PERSPECTIVA DE GÉNERO
Justamente, uno de los cambios necesarios es incluir en nuestro análisis la perspectiva
de género, lo cual implica poner las relaciones históricas de poder entre hombres y mujeres en
el centro de cualquier análisis e interpretación de la realidad. Y para ello es imprescindible
conocer y entender cómo y qué efectos tiene en nuestras vidas y en nuestra manera de
entender el mundo, la construcción social del género y la forma como esto nos hace ver la
realidad.
No debemos olvidar que la gran mayoría de los mecanismos que fueron concebidos
para la defensa y promoción de los derechos humanos fueron creados a partir de
descripciones de la realidad que no incluyen a las mujeres ni las relaciones de poder entre
éstas y los hombres, que las violaciones cotidianas a sus derechos humanos son invisibles y
hasta las más atroces violaciones consideradas triviales. De ahí la necesidad de incorporar la
perspectiva de genero en todos las interpretaciones y análisis de la realidad33.
Entre las acciones que debemos llevar a cabo para incorporar la perspectiva de género
Alda Facio señala:
- Tomar conciencia de que en toda descripción de la realidad hay una perspectiva
presente y que lo más probable es que esta sea una perspectiva androcéntrica, es decir, una
perspectiva que parte de la visión de un hombre adulto, blanco, adinerado, sin una
discapacidad, heterosexual, de la religión dominante, etc.
- Tomar conciencia de que aunque se pertenezca al género femenino, y/o a una clase,
edad o grupo discriminado, es muy probable que también la mirada de la realidad sea
31
32
33
BOURDIEU, Pierre “La dominación masculina”, cit., p.22
MAFFÍA, Diana , ob. cit. Nota 26
FACIO, Alda “La Perspectiva de Género”, julio de 2009, texto inédito.
14
androcéntrica y que por ende, para hacer una descripción género sensitiva, se tenga que
hacer un esfuerzo consciente de no caer en ninguna de las manifestaciones de sexismo.
- Visibilizar a las mujeres de todos las edades, clases, razas, etc., de no ser posible,
especificar que mujeres se está visibilizando y desde quien se esta mirando.
- Identificar las barreras que se erigen contra la participación y productividad de las
mujeres en las esferas política, económica, cultural, religiosa, legal, artística, ideológica, etc.
- Tomar en cuenta lo que piensan y sienten las mujeres sobre el tema que se está
describiendo o analizando.
- Sugerir formas de superar la discriminación que sufren todos las mujeres.
Un aspecto que no podemos descuidar si queremos incorporar una perspectiva de
género es el uso del lenguaje. Como expresa Maffia34, aunque los símbolos no tienen una
relación necesaria con lo que representan, no son arbitrarios sino que para su funcionamiento
requieren un consenso. No usamos cualquier sonido o cualquier grafismo como palabra, o
sería imposible comunicarnos. Saber si quienes cooperan en la constitución cultural y
lingüística son un grupo restringido y hegemónico que impone sus condiciones, permite hacer
visibles los grupos subalternos que aceptan un producto en cuya construcción no participaron.
Nacemos en una lengua, que condiciona nuestra percepción del mundo y de las otras
personas, y que nos constituye como sujetos en una red de significados. Pero no nos
determina, tenemos posibilidades de modificarla y ampliarla si tenemos acceso a la
construcción colectiva de la cultura35.
En esta línea, la utilización de lenguaje no sexista importa un elemento más a tener en
cuenta si pretendemos incorporar una perspectiva de género. Para saber cuando utilizamos un
lenguaje sexista basta realizar la prueba de inversión que consiste en sustituir la palabra
marcada con un determinado género por su correspondiente del género opuesto. Si la
segunda formulación ha perdido su sentido inicial y/o resulta ofensiva para uno de los dos
sexos, entonces quiere decir que la utilización anterior de esta palabra es sexista. Ejemplo: “a
la reunión podrán acudir acompañados de sus mujeres”; “a la reunión podrán acudir
acompañadas de sus hombres”.
Debemos hacer un esfuerzo por emplear palabras con las cuales las mujeres se
puedan identificar y ello no implica necesariamente tener que utilizar siempre “las y los”. Por
ejemplo, en lugar de decir “las mujeres y los hombres jóvenes” se puede utilizar “las personas
jóvenes”; en lugar de decir “el juez decidirá”, “se decidirá judicialmente”; en lugar de “los que
firman”, “quienes firman”36.
VIII. LA FAMILIA Y LAS RELACIONES DE GÉNERO
34
MAFFIA, Diana “Lenguaje, visiones del mundo y construcción democrática de la ciudadanía plural”, gentileza
de la autora.
35
MAFFÍA, Diana “Lenguaje …” cit.
36
Material extraído del Protocolo de trabajo en talleres para una Justicia con perspectiva de género, de la OM de la
CSJN.
15
Son muchas las instituciones a través de las cuales el patriarcado se mantiene a lo
largo de la historia, y sin lugar a dudas la familia ocupa entre ellas un lugar importantísimo. La
familia es considerada el espacio por excelencia en donde se reproduce el patriarcado.
Puede ser que muchos de nosotros consideremos que provenimos de familias en las
cuales el padre y la madre tenían iguales derechos, e incluso podemos pensar que desde
nuestra mirada, era nuestra madre la que tomaba la mayoría de las decisiones, pero si
analizamos esa relación en el contexto legal, cultural y político en que estaban incluidas
podremos ver que nuestra percepción no necesariamente era correcta. Es altamente probable
que nuestra familia respondiera también al ideal de la época, en el cual el padre proveía en lo
económico y la madre en lo emocional. El primero salía a la calle y la madre se quedaba en el
hogar. Los niños no sólo perciben esta situación como “natural”, sino que, como ya señalamos,
se los entrena según su sexo para determinadas competencias, lo cual contribuye a mantener
esa separación dicotómica, que seguramente reproducirán al conformar sus propias familias.
Como expresan Laverde y Sánchez37, a través del proceso de socialización, se
internaliza un modelo dado por la ideología partriarcal, modelo que lleva a una dicotomía entre
el espacio público y el espacio privado, el primero asignado fundamentalmente a los hombres;
el papel de la mujer ha sido considerado históricamente como secundario, concepción que
necesariamente se refleja en todos los ámbitos de la vida cotidiana de hombres y mujeres …
se sustenta a través de normas, valores, pautas de crianza y mitos y se explicita en forma
descarnada en el machismo.
Si bien hay una serie de condicionantes económicos, sociales y también jurídicos que
han ido generando cambios en esta realidad, todavía queda mucho por hacer en esta materia.
En este sentido, nos parece valioso destacar lo expuesto en el prólogo de la CEDAW,
en el sentido de que “para lograr la plena igualdad entre el hombre y la mujer es necesario
modificar el papel tradicional tanto del hombre como de la mujer en la sociedad y en la
familia38. También allí se “el gran aporte de la mujer al bienestar de la familia y al desarrollo de
la sociedad, hasta ahora no plenamente reconocido, la importancia social de la maternidad y la
función tanto del padre como de la madre en la familia y en la educación de los hijos” y que “el
papel de la mujer en la procreación no debe ser causa de discriminación, sino que la
educación de los niños exige la responsabilidad compartida entre hombres y mujeres y la
sociedad en su conjunto” (párrafos 12 y 13)
De más está decir que para poder lograr la igualdad entre hombres y mujeres dentro de
la familia es necesario también revisar todas las instituciones que favorecen a los hombres y
por ende le dan más poder dentro de la familia. Ello implica revisar las leyes y prácticas sobre
responsabilidades familiares, herencia, acceso y protección laboral, carga tributaria, etc. Y en
lo que tiene que ver con el objeto de este trabajo, estos cambios son necesarios para avanzar
fuertemente contra la violencia de género, facilitando también el acceso a la justicia y los
medios de prueba.
37
38
LAVERDE, María Cristina y SANCHEZ, Luz Helena “Voces Insurgentes”, Editora Guadalupe, Colombia, 1986
Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la Mujer (CEDAW), Prólogo, párrafo 13.
16
También hay que considerar que, como expresa Bourdieu39, si bien la unidad
doméstica es uno de los lugares en los que la dominación masculina se manifiesta de manera
más indiscutible y más visible (y no sólo a través del recurso a la violencia física), el principio
de la perpetuación de las relaciones de fuerza materiales y simbólicas que allí se ejercen, se
sitúa en lo esencial fuera de esta unidad, en unas instancias como la Iglesia, la Escuela o el
Estado y en sus acciones propiamente políticas, manifiestas u ocultas, oficiales u oficiosas.
IX. VIOLENCIA SIMBÓLICA, VIOLENCIA MEDIÁTICA Y EL OBSERVATORIO DE
VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES.
La violencia simbólica quizás sea el tipo de violencia de mayor impacto, porque actúa a
nivel inconsciente y al difundirse a través de todas las expresiones culturales, se incorpora al
lenguaje cotidiano manteniendo en vigencia la discriminación y los roles sociales
estereotipados. Los medios legitiman lo grotesco; el vocabulario de onda, aunque sea vulgar y
distorsione el idioma; las perversiones; el consumo de drogas y alcohol, la infidelidad; y toleran
la corrupción y la traición en nombre de la imperfección humana como algo inevitable;
burlándose de los valores humanos tradicionales considerándolos como una debilidad frente a
la osadía trasgresora. La violencia simbólica muestra como natural lo anti natural y celebra la
falta de respeto por las reglas; considerando a las mujeres como objetos descartables para ser
usadas y desechadas.
Sin duda ha sido Pierre Bourdieu40, una de las mayores referencias -si no la mayor- en
materia de violencia simbólica. Justamente, este autor advierte que algunos suponen que
hacer hincapié en la violencia simbólica es minimizar el papel de la violencia física y (hacer)
olvidar que existen mujeres golpeadas, violadas, explotadas, o, peor aún, querer disculpar a
los hombres de tal forma de violencia. Cosa que, evidentemente, no es cierta41. Es que
justamente, lo que caracteriza a este tipo de violencia es que opera sobre la conciencia y
coloca a quien la sufre en una situación de dominación frente a la cual es muy difícil revelarse.
En palabras del propio Bourdieu, “la violencia simbólica se instituye a través de la
adhesión que el dominado se siente obligado a conceder al dominador (por consiguiente a la
dominación) cuando no dispone, para imaginarla o para imaginarse a sí mismo o, mejor dicho,
para imaginar la relación que tiene con él, de otro instrumento de conocimiento que aquél que
comparte con el dominador y que, al no ser más que la forma asimilada de la relación de
dominación, hacen que esa relación parezca natural42”
El Plan Nacional contra la Discriminación43 consigna que “La discriminación basada en
el género se refiere a aquella que se ejerce en función de una construcción simbólica sociohistórica que asigna determinados roles y atributos socio-culturales a las personas a partir del
sexo biológico y que convierte la diferencia sexual en desigualdad social, estableciendo una
39
BOURDIEU, Pierre “La dominación masculina”, cit., p.140.
Sociólogo francés (1930-2002), considerado por muchos el creador del concepto de la violencia simbólica.
41
BOURDIEU, Pierre “La dominación masculina”, cit., p.50.
42
BOURDIEU, Pierre “La dominación masculina”, cit., p.51.
40
17
jerarquía en la cual todo lo masculino es valorado como superior respecto a aquellos atributos
considerados femeninos. Esto implica que varones y mujeres no ocupan el mismo lugar, ni son
valorados de la misma manera, ni tienen las mismas oportunidades, ni un trato igualitario en
nuestra sociedad, relegando a las mujeres a una situación de subordinación”.
La violencia simbólica que se ejerce sobre el género femenino, es una práctica que
tiene las siguientes características44:
• se reconoce y establece como normal, natural o cotidiana moldeando la subjetividad y
objetividad genérica. Se manifiesta a través de los signos y sentidos que se especifican de
acuerdo con las posiciones y las disposiciones entre los géneros.
• aparece “como una aplicación más de un sistema de relaciones de sentido perfectamente
independiente de las relaciones de fuerza.”
• logra determinar a través de la socialización de género y de una práctica continua, la
subordinación de las mujeres, lo femenino y lo feminizante al dominio de los hombres, lo
masculino y lo masculinizante.
• constituye una subordinación genérica, que se liga a otros órdenes socioculturales.
• impone y reproduce jerarquías, significados y valores simbólicos, que producen:
invisibilización,
discriminación,
minimización,
negación,
diferenciación,
desvalorización,
autoridad simbólica, desligitimación, coerción simbólica, dominación sexual, inferiorización y
principalmente subordinación simbólica.
Sin duda la violencia simbólica tiene enormes puntos de conexión con la llamada
violencia mediática. No en vano, Bourdieu45 describe que “Siembre he visto en la dominación
masculina, y en la manera como se ha impuesto y soportado, el mejor ejemplo de aquella
sumisión paradójica, consecuencia de lo que llamo la violencia simbólica, violencia
amortiguada, insensible, e invisible para sus propias víctimas, que se ejerce esencialmente a
través de los caminos puramente simbólicos de la comunicación y del conocimiento o, más
exactamente, del desconocimiento, del reconocimiento o, en último término, del sentimiento”.
Justamente respecto de la violencia mediática, vale la pena destacar la labor que se ha
propuesto el Consejo Nacional de la Mujer a través del Observatorio Nacional de Violencia
Contra las Mujeres46. Mediante un convenio celebrado con la Universidad Nacional de
43
En Plan Nacional contra la Discriminación, Género. Definición y tratados internacionales. El plan completo puede consultarse
en: http://inadi.gob.ar/institucional/plan-nacional/
44
AGUILAR CRUZ, Vera “La violencia simbólica entretejida en la enseñanza del derecho penal en la Universidad de Costa
Rica” en: http://www2.edc.org/GDI/publications_SR/publications/CRicaPub/AguilarSpanish.pdf
45
BOURDIEU, PIERRE “La dominación masculina”, Editorial Anagrama, Barcelona, 5ta. Ed. 2007, p.11 y 12.
46
El Observatorio Nacional de Violencia contra las Mujeres es una instancia política, técnica y científica, creada dentro del
ámbito del Consejo Nacional de las Mujeres mediante la Ley Nº 26.485. Su misión es desarrollar un sistema de información
permanente que brinde insumos para el diseño, implementación y gestión de políticas públicas tendientes a la prevención y
erradicación de la violencia contra las mujeres. Su objetivo general, el de relevar, registrar, procesar, analizar, publicar y difundir
información periódica y sistemática, comparable diacrónica y sincrónicamente, sobre violencia contra las mujeres. Está
compuesto por un equipo interdisciplinario de profesionales provenientes de distintos campos: Antropología, Derecho,
Metodología de la Investigación, Psicología, Sociología y Trabajo Social. (http://www.cnm.gov.ar/ovcm/).
18
Quilmes47, se llevó a cabo la propuesta crear un Índice de Violencia de Género en
Publicidades Televisivas (IVGPT) que resumía un conjunto de indicadores cuyo objetivo era
captar la violencia simbólica que transmitían las publicidades emitidas en emisoras nacionales.
El trabajo, con modificaciones y ajustes posteriores, permitió la elaboración de dos informes
que mostraron la aplicación del índice en las publicidades captadas con esa metodología entre
los meses de enero a marzo de 201148.
Como se señala en dichos informes, “este trabajo nos permite constatar la violencia
simbólica que se teje entre las propagandas y la construcción que se hace en ella de las
mujeres y el modo en que expresan, definen y refuerzan relaciones de género. Asimismo, las
definiciones de lo que se entiende por violencia –en general- han ido cambiando y,
puntualmente, la violencia simbólica –dimensión de más reciente conceptualización- nos
coloca frente a un desafío en su definición operativa y resulta de creciente interés en una
sociedad en la que las representaciones sobre la realidad saturan el universo social a partir de
la multiplicación de los medios de comunicación y el acceso más amplio que los sujetos tienen
a ellos”.
“El punto es, en este caso, que la violencia que se produce en ese campo resulta
menos evidente, difícil de elucidar como tal, pero que a través de distintos mecanismos va
siendo internalizada, incluso, por quienes son pensados desde lugares de otredad y
minusvalía. En los últimos años, las investigaciones sobre violencia simbólica han tenido
especial interés en la relación género y medios de comunicación (Mattelart, 1982) y, dentro de
ella, ha cobrado especial significación el análisis de los espacios publicitarios. La violencia
simbólica contra las mujeres a través de las tecnologías de género que conforman las
publicidades y propagandas de los espacios publicitarios imponen un modelo estereotipado y
lesionan derechos. Los estereotipos, promueven una lesión de derechos al encasillar a las
personas en ciertos roles. Esa lesión de derechos se configura a través de distintos
mecanismos. Entre otros, los que establecen ideales de belleza o de feminidad que no
representan la variedad humana de cuerpos, estéticas y gustos, así como tampoco el paso del
tiempo exacerbando la presencia en las publicidades de mujeres jóvenes”.
A continuación se transcriben algunas de las conclusiones del informe realizado
durante el mes de mayo del corriente año, que nos permite apreciar con mucha claridad los
elementos que entran en juego en este tipo de violencia y a su vez, como pueden asimilarse
estos principios a las relaciones familiares en general49:
Dentro del informe, se señalan también los indicadores que muestran violencia
simbólica, estereotipos de género, los que se refieren a la belleza como mercancía y los que
establecen una subordinación en razón del género.
47
Se retoma la tarea de un grupo de estudiantes y docentes de la UNQ coordinados por el profesor Guillermo de Martinelli y la
Lic. Marina Martinez quienes fueron galardonados en noviembre del 2009 en el Concurso “Otra vida es posible”, organizado en
el marco de la “Campaña argentina por la equidad de género y contra la violencia”.
48
El informe se llama “Análisis y monitoreo de la violencia simbólica en las pautas publicitarias de la Televisión Argentina.
2011” y puede consultarse en la página del Observatorio Nacional de Violencia contra las Mujeres http://www.cnm.gov.ar/
ovcm/index.php?option=com_content&view=article&id=15&Itemid=16.
49
Ver nota N° 41
19
Con relación a la violencia simbólica, se muestra a la mujer asociada al espacio
doméstico; es representada por mujeres jóvenes; asume el doble rol: doméstica y
extradoméstica; es puesta en ridículo o es humillada; es considerada un objeto sexual; es
explícita o implícitamente omitida sin que esta omisión venga justificada por la naturaleza del
producto o servicio ofrecido; se la relaciona con aspectos emocionales (amor, imaginación,
felicidad, y sus opuestos); y, la voz masculina representa el conocimiento.
Respecto de la subordinación en razón de género, se destaca como algunas
publicidades sitúan a los personajes femeninos en una posición de inferioridad y dependencia
respecto a los personajes masculinos; valorizan de forma diferencial el producto del trabajo y
el esfuerzo de los hombres, invisibilizando el trabajo y el esfuerzo de las mujeres dada su
disponibilidad permanente hacia la atención y el cuidado de los demás; representan una
división rígida de ámbitos y tareas entre hombres y mujeres de un modo tradicional,
adjudicándoles a ellos la responsabilidad y el control sobre el ámbito público y a ellas sobre el
ámbito privado, excluyendo a las mujeres de las tareas de provisión, control y poder sobre la
“cosa pública”; y, representan distintos tipos y/o modalidades de violencia ejercida por parte de
los hombres sobre las mujeres.
X. CONCLUSIONES
Hemos procurado en este trabajo analizar el fenómeno de la violencia contra las
mujeres desde una mirada particular, desde los patrones socio-culturales, que justifican una
adjudicación de roles desigual entre hombres y mujeres, y que dejan a éstas últimas,
expuestas a situaciones de dominación.
Mediante la reseña de las normas específicas aplicables a la materia, hemos mostrado
que existe un vasto reconocimiento en la comunidad internacional acerca del derecho de las
mujeres a vivir una vida libre de violencia y que la propia comunidad internacional expone que
ello no será posible sin remover los patrones estereotipados que naturalizan la situación de
subordinación de la mujer en el ámbito familiar, laboral y social.
Es fundamental tener claro que el sexo es lo que entendemos como biológicamente
determinado, mientras que el género es una construcción social, cultual e histórica. Esta
distinción nos permite entender que “ser” hombre o mujer, más allá de las características
biológicas, es una construcción social y no una condición natural.
La asignación dicotómica de características, actitudes, aptitudes, roles y valores es
bastante compleja y requiere de una gran variedad de instituciones o de todo un sistema de
estructuras mentales, sociales, culturales, políticas y económicas. De allí que las estrategias
que apunten a modificarlas, deben también tener un carácter integral, que tenga en cuenta
todos estos factores.
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Aunque ello no implique considerar que sea el único elemento a tener en cuenta50,
estamos convencidos que la perspectiva de género en el análisis y abordaje de la violencia
familiar en general y en particular en el caso de las mujeres, resulta imprescindible. Es decir,
que tenemos que analizar la realidad sobre la base de la existencia de condiciones históricas
de desigualdad entre hombres y mujeres.
Como hemos visto, se ha avanzado enormemente en lo que tiene que ver con la
consideración legal de este fenómeno estructural que es la violencia contra las mujeres, y esto
es un avance que debe ser valorado ya que como expresa Carol Smart, “el género tiene una
influencia en el derecho y, al mismo tiempo, el derecho contribuye a crear género”.
De todos modos, también es cierto que este avance legislativo todavía no se ha
traducido en transformaciones culturales y prácticas generalizadas. Es necesaria la
elaboración de políticas públicas claras, con asignación de recursos suficientes, para lograr
cambios institucionales que a mediano y largo plazo modifiquen los patrones socioculturales
que permiten situaciones de dominación. Como en muchos otros temas, se requiere también
de abogados dispuestos a plantear estas cosas y de jueces que las tengan en cuenta al
momento de decidir.
La remoción de patrones socio-culturales requiere un firme y sostenido proceso de
transformación, en la familia, en la escuela, en el barrio, en los efectores de salud, en las
fuerzas de seguridad, en la Justicia, en los programas de gobierno, etc. El cambio debe
sostenerse en una praxis constante, basada en el convencimiento de que somos capaces de
construir nuevas representaciones sociales más igualitarias. Aunque algunos puedan no
creerlo, no sólo las mujeres se beneficiarán con este cambio.
“¿Dónde, después de todo, comienzan los derechos humanos? En lugares pequeños,
cercanos al hogar –tan pequeños que no figuran en ningún mapa del mundo–. A menos que
estos derechos tengan un significado en esos lugares, tienen escaso significado en todas
partes. Si no hay una acción cívica concertada para defender esos derechos cerca del hogar,
procuraremos en vano lograr progresos en el mundo en general” Eleanor Roosevelt51:
50
Como expresan Grosman y Mesterman, la violencia acontece en un campo ecológico, en el que participan distintos ámbitos
tales como el hospital, la justicia, la psicoterapia, la iglesia, la escuela, el lugar de trabajo y la comunidad entre otros
(.“Violencia en la pareja”, citado por GIL DOMINGUEZ, Andrés – FAMA, María Victoria – HERRERA, Marisa “Derecho
constitucional de Familia”, Ediar, Buenos Aires, 2006, T. 1, pág. 410.
51
Your Hands: A Guide for Community Action for the Tenth Anniversary of the Universal Declaration of Human Rights.
1958.Nueva York: Naciones Unidas.
21
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