La tristeza en los niños Lic. Vivian Saade Todo el mundo se pone triste a veces. Algunas personas sólo de vez en cuando, mientras que otras lo experimentan más a menudo. Si nos enfocamos en los niños y jóvenes, más de la mitad de los adolescentes atraviesan un periodo de tristeza por lo menos una vez al mes, y bastantes niños la viven más seguido de lo que quisieran. Cuando los niños se sienten tristes, tienen la sensación de que ese sentimiento les va a durar para siempre, aun cuando afortunadamente en uno o dos días se les llega a pasar. Sin embargo, hay un tipo de tristeza más profunda e intensa que sí dura más y que se clasifica como depresión. Ayudar a los niños a entender la tristeza, es de mucha ayuda para ellos: ¿Qué es la tristeza? Es importante hacerles saber que la tristeza es un estado de ánimo que todos llegamos a tener y que es una emoción como otras que él conoce y ha experimentado (alegría, enojo o miedo). ¿Qué la provoca? Explicarles que generalmente la sentimos cuando perdemos algo importante o nos decepcionamos de alguien o algo; cuando ocurre una desgracia (a nosotros o a otros que queremos), así como cuando nos sentimos solos o rechazados. Podemos explicarlo con ejemplos de situaciones por las que haya pasado el niño o nosotros mismos. ¿Cómo se manifiesta? Muchas veces nos provoca ganas de llorar, nos sentimos desganados, inapetentes o por el contrario muy ansiosos o con ganas de comer hasta reventar. A nosotros como padres nos duele ver que nuestros pequeños se encuentren tristes, por lo que generalmente los tratamos de distraer (“no llores, mejor te compro un helado”), de restarle importancia a lo que les pasa (“no te preocupes, no es para tanto”) o nos enojamos con ellos (“ya te dije que dejes de llorar, si sigues te voy a castigar”). Sin embargo, lo que realmente ayuda es validar sus sentimientos, aunque para nosotros el evento que los haya causado no sea tan grave o nos parezca intrascendente. Una manera de ayudarlos, es guiarlos para que verbalicen lo que pasó y expresen con palabras cómo se sienten y en qué parte de su cuerpo localiza la tristeza; ofrecerles compañía o apapacho, o respetar si lo que piden es un rato de soledad. Todos tenemos derecho a sentirnos enojados o tristes, lo que no debemos permitir es que eso sea una razón para tener actitudes agresivas u ofensivas con los demás: “nuestra libertad termina en donde empieza la del otro”. Como padres, podemos estar atentos a los cambios de conducta en nuestros hijos que pudieran demostrar si se encuentran en estado de tristeza, como: cambios drásticos de humor, apatía, falta de apetito, evadir hacer actividades que generalmente le entusiasman o permanecer callados cuando generalmente no lo hacen. 1 Lo primero es hablar con el niño e investigar si algo le preocupa o molesta. Pero a veces ni ellos mismos saben qué es lo que pasa, por lo que podemos entonces observar a su alrededor y ver si ha habido alguna pelea dentro del colegio, o si le está yendo mal académicamente (investigando con su maestra), si se produjo algún cambio en su medio (en el camión del colegio, en su dinámica del recreo, en sus clases extracurriculares), o algún cambio en la familia (nuevo hermanito, cambio de casa, separaciones, pérdidas). En conclusión, algunos consejos para acompañar a nuestros hijos en situaciones de tristeza son: Observar y escuchar a cada hijo con plena atención. Demostrarle que sus sentimientos son importantes. Permitir que se expresen de forma segura aún cuando sean emociones negativas. Crear un ambiente comprensivo, cómodo y abierto al diálogo. Hacer contacto visual mientras nos hablan y parafrasear lo que escuchamos. Permitir que nos cuenten lo que sienten sin interrumpir o terminar sus frases. En otras palabras, darles una dosis diaria de vitamina “A”: afecto, aliento y apoyo. 2