La industria editorial iberoamericana frente al desafío digital VIERNES 28 DE AGOSTO DE 2009 Javier Machicado* Los actores de la cadena del libro en Iberoamérica viven hoy una situación de cambio acelerado. Muchos factores inciden en ello: las tecnologías digitales traen tantas oportunidades como incertidumbres para los actores de la cadena de producción en una región donde la brecha digital no ha podido ser superada; ciertos procesos de producción y distribución son todavía ineficientes y las exigencias de inversión de capital para la reconversión tecnológica son altas; mientras que la demanda por productos editoriales crece muy lentamente en nuestros países. La industria editorial iberoamericana a grandes rasgos Según la información que ofrece la publicación El espacio iberoamericano del libro 2008, editada por el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina, el Caribe, España y Portugal, CERLALC, y la Fundación Grupo Iberoamericano de Editores (GIE), el primer hecho a destacar en el eslabón de la edición es el crecimiento reciente en el número de editores de América Latina y la reciente aparición de asociaciones gremiales en varios países. Los editores se pueden clasificar según su naturaleza jurídica. En 2006, un total de 16.561 agentes de la industria editorial fueron registrados en agencias ISBN en Iberoamérica, una cifra similar a la de 2005. Editores, libreros, distribuidores y otros actores de la cadena productiva del libro en América Latina se están asociando en gremios como las cámaras del libro o las redes de editores y libreros independientes. El documento también realiza una aproximación a los datos estadísticos sobre la producción editorial, a través del cálculo del número de títulos y ejemplares registrados bajo el sistema ISBN, que explica bien la producción industrial y comercial de los editores, pero es pobre a la hora de explicar la producción del estado, aquella que se hace sin ánimo de lucro y sobre todo aquella que se genera en ámbitos digitales. Año tras año, ha aumentado el número de registros en el sistema ISBN en América Latina. Esto es porque el sistema es cada vez más conocido y porque los editores han visto la necesidad de obtener la identificación de códigos de barras para sus libros. Entre 2001 y 2006, el registro de novedades y reediciones en América Latina pasó de 64.640 a 99.566 títulos, es decir, aumentó un 54%. Las razones del gran aumento son el incremento real de la cantidad de títulos que se producen en la región, así como el hecho de que el registro de títulos en el sistema ISBN es cada vez más generalizado. Entre tanto, se estima que la producción total de títulos iberoamericana en 2006 fue de 176.334, con un aumento del 5,5% respecto a 2005. América Latina aumentó un 8,2% y 1% en España. Una de las evidencias más palpables en la industria regional es la oferta creciente de títulos nuevos que llegan cada año al mercado, que inundan y sobrepasan la capacidad de manejo de unos canales de distribución que no se han adaptado todavía a las posibilidades que ofrece el ámbito digital. Para muchos es posible anticipar que esta oferta de novedades seguirá creciendo en el futuro y su consecuencia lógica parece ser la reducción de las tiradas promedio de cada título, lo que puede aumentar los costos asociados al libro impreso si los modelos de producción de los editores iberoamericanos no logran adaptarse posibilidades de las tecnologías digitales tales como la impresión bajo demanda. La realidad en la región es que el 50% de las editoriales no imprime todavía ningún título bajo demanda, mientras el 25.5% imprime tan sólo entre el 0.1% y el 10% de los títulos, de acuerdo con los resultados del estudio Percepción sobre el clima empresarial editorial en el 2007, CERLALC. En España Publidisa estimó una producción de 5,28 millones de ejemplares para 2007 bajo el método de impresión digital por demanda. Según la empresa esta cifra representa el 1,48% de la producción total. En Estados Unidos, la Asociación de Editores ha calculado un crecimiento exponencial y sostenido de las ventas de libros electrónicos durante los últimos tres años. Si en el primer semestre del año 2006 los ingresos llegaron a más de USD 4 millones en ese país, durante el primer semestre de este año esa cifra representó más de USD 25 millones. Considerando los principales productores en América Latina hispanohablante podemos agruparlos en cuatro conjuntos de países según el volumen de producción de títulos. El primero está conformado por Argentina, México y Colombia, donde hay industrias gráfica y editorial desarrolladas y el nivel de exportación de libros es alto. El segundo grupo, conformado por Chile, Venezuela y Perú, tiene una producción media, a pesar de aumentos significativos en los últimos años. Y el tercero está formado por Costa Rica, Ecuador y Cuba que tienen un menor rendimiento en número de títulos. El resto está en el cuarto grupo, cuya producción es menor. En este último grupo se produjo un aumento en la producción de títulos en Guatemala, Nicaragua y El Salvador entre 2005 y 2006. El documento del CERLALC observa también que el 5% de todos los títulos registrados en Iberoamérica se producen en soportes diferentes al papel, mostrando que la edición de libros en formatos digitales gana lentamente importancia. Sin embargo esta estadística no refleja la enorme producción de otros tipos de contenidos editoriales en la Web como la que hacen las revistas, la prensa diaria, o las publicaciones individuales en bitácoras digitales, por ejemplo, sobre lo cual no existen estadísticas confiables. En cuanto a la cadena de distribución del libro, ésta presenta cambios en cada uno de sus eslabones. La modificación de los formatos físicos del libro hacia los formatos digitales ha abierto la posibilidad de encontrar nuevos métodos de distribución, aunque hasta ahora, las librerías siguen siendo el principal canal para la comercialización de textos impresos. Tanto en América como en España se observa un aumento en el número de grandes librerías, por lo general incrustadas en las grandes superficies de comercialización, mientras que el número de aquellas medianas y pequeñas observa un descenso apreciable. En cuanto a los canales de distribución preferidos por los consumidores, las librerías son todavía el canal más frecuentado para la adquisición de libros en América Latina, seguido por los grandes almacenes (hipermercados) y las ferias del libro. Entre tanto, pocos datos duros existen para determinar cómo las tecnologías digitales se están aprovechando para la distribución de contenidos editoriales cuyo formato es diferente a los libros impresos. En cuanto a la lectura de libros, los porcentajes de la población que por lo menos lee un libro al año sobre la población total de los países encuestados son: Argentina (72%), República Dominicana (68%), Uruguay (57%), México (56%), Portugal (56,5%), España (55,5%), Perú (55,2%), Brasil (59%), Chile (41,5%) y Colombia (37%). En la mayoría de las mediciones realizadas en la región aún no se ha investigado directamente sobre la lectura que se hace a través de otros medios diferentes al impreso, sin embargo, a través de estudios sobre el uso de Internet se puede tener un acercamiento a este tipo de lectura. En general, se encuentra que la lectura de libros en soportes distintos del papel todavía no es significativa. Aunque se desconoce la creciente lectura de otro tipo de contenidos en soportes digitales. ¿Cómo están afectando las tecnologías digitales la dinámica de la cadena? Quienes conocen y analizan la prospectiva futura del sector editorial en el ámbito iberoamericano consideran que son cuatro los principales efectos del crecimiento del uso de las tecnologías digitales sobre la dinámica de la cadena de producción en el sector. En primer lugar, hay una proliferación de contenidos y de la producción intelectual. Como consecuencia de la implantación de las tecnologías digitales y la masificación del uso del Internet el número de autores potenciales y reales, así como la cantidad y variedad de contenidos que pueden generar cada uno de ellos, han aumentado significativamente el número de títulos producidos en la región iberoamericana, como se mostró anteriormente, y en el mundo en general. El desarrollo tecnológico ha posibilitado una mayor cercanía entre lectores y autores de contenidos, desplazando el papel tradicional de los editores y de las casas editoriales. Al tiempo, se crean nuevas formas de expresión como la generación descentralizada de contenidos y producción intelectual en tiempo real en la Web. Estos cambios tienen importantes implicaciones para la industria editorial. Hay un crecimiento del número de textos que pueden ser publicados, lo que obliga a los editores a ser más selectivos; a tomar en cuenta la infraestructura de comunicaciones, pues de ella dependen sus nuevos modelos de negocio; a dar gran importancia a la revisión de contenidos; y a evaluar la calidad de la información de los textos que van a publicar y su situación en términos de respecto por los derechos de autor. Además, la masificación de las tecnologías digitales replantea las relaciones entre autores y editores. Algunos de los primeros, especialmente los más reconocidos, tienen acceso a canales directos de comunicación con sus lectores y consumidores sin necesidad de que una casa editora intermedie entre ellos. En segundo término, hay una mayor diversidad de medios para expresar las creaciones literarias. Innovaciones como el hipertexto, vínculos a las páginas Web incorporados en los textos o los dispositivos para leer textos electrónicos, replantean el concepto tradicional de lo que es un libro, y lo convierte en un instrumento que incorpora o se asocia con diversos formatos electrónicos, digitales y también audiovisuales. Los libros electrónicos agrupan una serie de dispositivos y programas que reproducen, imitan y amplían las características de los libros convencionales, pero aprovechando las nuevas funciones y capacidades dispuestas por las nuevas tecnologías. Sin embargo, no existe todavía un modelo de libro electrónico que se haya consolidado en el mercado como alternativa para reemplazar al libro impreso. Por el momento es más apropiado hablar de dispositivos electrónicos para la lectura de textos literarios que coexisten con el libro impreso. Los libros electrónicos representan actualmente una parte pequeña del mercado de las publicaciones. Todavía existen limitaciones en cuanto a la escasa versatilidad de las interfaces para el usuario. Sin embargo, es probable que estos obstáculos se superen en el futuro próximo y con ello empiece a crecer el consumo del libro electrónico. Además el acervo de contenidos electrónicos está ampliando rápidamente facilitando el acceso de millones de personas a los libros depositados en las bibliotecas. En tercer término, las tecnologías digitales replantean las modalidades de producción y distribución de contenidos literarios. Tradicionalmente, la producción de libros se ha realizado por cuenta y riesgo de las casas editoras, las cuales negocian con el autor un pago de derechos, definen un tiraje inicial de acuerdo con una demanda estimada y con unos costos de producción, y comercializan libros a través de distribuidores, directamente o por medio de otros esquemas. Este modelo de negocios se emplea para la mayoría de los libros producidos en la actualidad, pero ha venido cambiando debido a la difusión de las tecnologías de impresión digital a distancia y a bajo costo, que han facilitado la impresión de libros sobre demanda. Los ejemplos que se han nombrado atrás son muestra de ello. En el caso de la impresión por demanda el ejemplar de un libro no se imprime hasta tener una orden de compra, lo que es muy atractivo para las pequeñas casas editoras. Además, este método de producción comporta menor riesgo financiero, evita costos de almacenamiento, y reduce pérdidas por devoluciones. Permite, por otra parte, reimprimir textos con frecuencia y a bajo costo, graduar el tiraje de acuerdo con la demanda, corregir errores sin costos mayores, probar la aceptabilidad de un libro en diversos mercados e idiomas, entre otras ventajas. En el eslabón de la distribución también los cambios tecnológicos han propiciado cambios sustanciales. La lógica, los mecanismos y los puntos de distribución del libro se han venido modificando significativamente como consecuencia de la facilidad de transmitir información digital. Hace más de un decenio librerías digitales como Amazon.com crearon un modelo de negocio en el cual obtienen publicaciones de una amplia gama de editores, las publicitan a través de su página Web, el comprador paga los libros en línea, y la empresa hace llegar los libros directamente a sus usuarios por medio de un servicio de correo físico. Esto reduce sustancialmente los costos de distribución al eliminar el papel de intermediación que despeñan las librerías tradicionales y al disminuir costos de inventarios. Sin embargo la transformación y adaptación de los distribuidores en América Latina a las tecnologías digitales es todavía lenta, de tal forma que las librerías tradicionales siguen siendo el principal canal de distribución. En cuarto y último lugar, la implantación de tecnologías digitales también trasforma los hábitos de consumo y uso de contenidos escritos. Normalmente, el trabajo intelectual llega al lector a través de medios de expresión impresos o electrónicos a través de los canales de producción y distribución con una gran diversidad de usos. Los lectores buscan acceso a información general o específica, opiniones y puntos de vista, entretenimiento, recreación, medios de enseñanza y aprendizaje, textos de referencia, entre varias posibilidades. Aunque los textos impresos siguen dominando el mercado de los contenidos de lectura, los hábitos de los lectores han ido evolucionando a la par de la proliferación de medios audiovisuales que propician un comportamiento más interactivo por parte de los usuarios, especialmente de los niños y jóvenes. Cada vez más lectores de textos impresos buscan información y referencias complementarias sobre el tema o el autor de una obra, opinan sobre sus lecturas, valoran las reseñas de críticos, recomiendan un texto o comparten sus experiencias con otros lectores. Todo lo anterior se hace principalmente a través de medios virtuales y en formatos digitales. La interacción entre hábitos de lectura y el uso de dispositivos que permiten acceder a textos electrónicos es compleja, con lo cual es poco probable que éstos se difundan en forma masiva en el futuro próximo. Para que esto suceda es necesario que los dispositivos para lectura de textos electrónicos sean mucho más amigables que los que hay ahora y que logren la combinación de diseño, versatilidad y practicidad todavía insuperable que permite el libro impreso. La teoría de la larga estela y la brecha digital en la región La democratización de la información propiciada por Internet y el auge en las ventas a través de este mecanismo de distribución ha traído como consecuencia la fortificación de nichos y la desmembración de la demanda. El mercado editorial ya no corresponde a mercados masivos e homogéneos. Los consumidores agrupan clientelas segmentadas, especializadas, que deben ser tenidas en cuenta por los editores para el diseño de su modelo de negocio. El desarrollo de la impresión sobre demanda seguirá tomando gran importancia para editoriales que ven en muchos pequeños consumidores un negocio rentable. Los libros permanecen ahora en archivos digitales hasta que algún consumidor pide una copia de un título determinado, momento en el cual es enviado en formato digital a una imprenta cercana al lugar donde se ubica el cliente, disminuyendo así en buena medida los costos de distribución. Al tener cómo alcanzar una demanda especializada y poder enfocar esfuerzos de mercadeo para abarcar una demanda segmentada, la industria editorial tiene la oportunidad de concentrarse en espacios más reducidos y ofrecer nuevas opciones al consumidor. Con el uso masivo de nuevas tecnologías en el sector editorial los compradores adquieren más poder para determinar qué se publica y qué se deja de publicar. Este hecho puede transformar al esquema tradicional en el que las ganancias de un título comercial cubren las pérdidas generadas por muchos títulos de circulación reducida. Las impresiones de bajos volúmenes justifican una producción sectorizada, dedicada a demandas limitadas, lo cual necesariamente vigoriza la diversidad bibliográfica. Este cambio de paradigma, no totalmente asimilado por los agentes de la cadena editorial de la región iberoamericana, resume la teoría de la larga estela en la industria. Sin embargo, el limitante más claro para la actualización de la industria editorial en la región es la desigualdad en el acceso de los productores y la población a las tecnologías digitales de la información y la comunicación. Existe una brecha digital todavía importante que determina que la población se encuentre discriminada por el acceso que tienen o no a Internet y a otras tecnologías, a conexiones banda ancha, a la formación necesaria para utilizar creativa y activamente estas tecnologías, a su capacidad para producir y no solamente consumir contenidos, y a la libertad para emplear estos recursos sin restricciones. La brecha retarda inevitablemente la capacidad de adaptación de los agentes de la industria editorial y de sus consumidores a nuevos modelos de negocio en la era digital y a un uso renovado de los contenidos editoriales * Asesor económico de ODAI