DEONTOLOGIA PRACTICA (I) Miguel Albertí Amengual Presidente de la Comisión Deontológica. Introducción.- La presente es la primera de varias entregas que analizarán de forma somera diversas actuaciones que vienen siendo reiteradamente objeto de queja ante la Comisión Deontológica; y ello con la exclusiva finalidad de, en la medida de lo posible, intentar humildemente ayudar al Colegiado en el cumplimiento de las normas deontológicas que rigen la profesión, en no pocas ocasiones insuficientemente conocidas y susceptibles de diversas interpretaciones. Este es nuestro propósito que, con la ayuda de todos los Compañeros, esperamos conseguir, ya que el mejor expediente disciplinario es el que nunca llegó a incoarse. Retención indebida de documentos.- De entre las normas que tratan la relación del Abogado con su cliente, el art. 13.12 del vigente Código Deontológico de la Abogacía Española señala: “La documentación recibida del cliente estará siempre a disposición del mismo, no pudiendo en ningún caso el abogado retenerla, ni siquiera bajo pretexto de tener pendiente cobro de honorarios”. Se está en el supuesto de una norma deontológica realmente restrictiva de derechos, toda vez que excluye al Abogado del derecho de retención o autotutela al modo previsto en los arts. 1730 ó 1.780 del Código Civil, obligando en consecuencia al Letrado a devolver sin dilación la documentación recibida del cliente en cuanto sea requerido por el mismo y sin someter dicha devolución a condición alguna, ni siquiera en el caso de resultarle adeudados los honorarios. Con ello, se otorga preponderancia al derecho de defensa del justiciable y a los principios de integridad y lealtad frente a los intereses del propio Abogado, lo cual no deja de generar en la práctica diaria situaciones realmente injustas para nuestro colectivo. Lógicamente, la retención presupone que, con carácter previo, el cliente haya requerido de entrega al Abogado, puesto que sin dicha intimación -cuya prueba plena corresponde al primero- no nace la obligación de devolución. Tienen la cualidad de documentos a los efectos de dicho precepto tanto los de carácter público como privado, entendiéndose comprendidos así los originales como las simples copias. Ahora bien, ¿qué debemos entender por “documentación recibida del cliente” ?. En opinión de quien suscribe, la dicción del precepto analizado es clara, por lo que, en principio, dicha obligación, de carácter absoluto e incondicional, alcanza únicamente a los documentos recibidos del cliente “estricto sensu”, lógicamente siempre que se hallen en nuestro poder, lo que excluye la documentación que, en el momento de ser requeridos, haya sido ya entregada al Juzgado o a cualquier archivo público, la cual deberá ser recabada por el propio interesado si a su Derecho conviene, ya que el Letrado no tiene el deber de solicitar su desglose. Por consiguiente, tanto los documentos elaborados personalmente por el Letrado (v.g. demandas, contratos, informes…), como los recopilados por el mismo con su trabajo y a su cargo (v.g. plano catastral…), así como los meramente procesales (excepción hecha de las resoluciones trascendentes, siempre de preceptiva notificación al cliente conforme dispone el art. 13.8.e del citado Código Deontológico) quedan al margen de dicha obligación, lo que equivale a decir que si el Abogado no ha percibido los correspondientes honorarios como contraprestación a su trabajo no tiene obligación de proceder a su entrega. En cuanto al lugar del cumplimiento de la obligación de entrega, el Abogado tiene derecho a efectuarlo en su propio despacho, salvo que otras circunstancias aconsejen lo contrario, restándole siempre la posibilidad de llevar a término el ofrecimiento a través de los servicios del Colegio. A la vista de tales consideraciones, sería conveniente dejar constancia escrita de la recepción de los documentos que, bien al principio de la relación, bien en un postrer momento, nos entrega el cliente (v.g. en la hoja de encargo o con un simple recibo). Y, para el caso de sernos requerida la documentación en cualquier estadio de la relación profesional, hacer firmar siempre al cliente el correspondiente recibí, evitando de esta forma que nos sorprendiesen en la buena fe. En los supuestos en que la solicitud de devolución tenga lugar por primera vez mediante la interposición de queja formal ante el Colegio -hecho éste muy frecuente-, o de requerimientos inopinados o sorpresivos seguidos de forma cuasi inmediata de la formalización de denuncia, resulta obvio decir que la entrega de la documentación por parte del Compañero en un tiempo prudencial dejará inane la queja efectuada. Por el contrario, la indebida retención de documentos, tras mediar el preceptivo requerimiento, constituirá una infracción deontológica dolosa de tracto permanente (no prescribe hasta tanto no cese dicha retención), siendo que, de ordinario y sin perjuicio de considerarse circunstancias excepcionales que aconsejen su degradación a leve, viene siendo sancionada en la práctica como falta grave, calificación ésta que se mantiene en el nuevo Estatuto General de la Abogacía Española, aprobado en el Pleno celebrado el 12 de junio de 2013 y actualmente en trámite legislativo, concretamente en su art. 124.a (VI), al tipificar como falta grave “La retención de documentación de un cliente contra sus expresas instrucciones”.