86 Daniel Antonio Villanueva Torregroza ‛Paisaje’ y ‛Carmen de Bolívar’ me hacen sen r que “yo soy Caribe y soy tropical, tengo esencia de sal marina; puedo llorar con una canción y palpitar con una oración” (‛Temperamento Sen mental’, Carlos Vidal y Víctor Mendoza, interpretación de Billos Caracas Boys). Así como también sé que “un verso bien su l y dirigido, delicado y sensi vo” (‛Señora’, Rafael Manjarrés, interpretación de Rafael Ricardo con la voz del médico O o Serge) acompañado de las notas de un acordeón me hacen sen r que “yo soy román co y soñador porque no puedo cambiar la fuerza de mi expresión” (‛Paisaje de Sol’, Gustavo Guérrez Cabello). CONCLUSIÓN Por úl mo, si del acordeón García Márquez dijo: “No sé qué ene el acordeón de comunica vo que cuando lo escucho se me arruga el sen miento” (El olor de la guayaba, 5a edición, Barcelona: Bruguera, 1983, p. 87), parafraseándolo, yo diría: “No sé qué enen el porro y el vallenato (román co) que cuando los escucho me invade la alegría y me impregno de nostalgia y añoranza”. ARTEAGA, José. Música del Caribe. Bogotá: Editorial Voluntad, 1994. Por cons tuir parte de su esencia, hecho de su historia, señal de su cultura, bien de su patrimonio, muestra de su talento, expresión de su ser, conocimiento de su saber y compañía de su hacer, el porro y el vallenato forman parte de la realidad existencial del ser humano, raizal del Caribe colombiano. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ABADÍA MORALES, Guillermo. Compendio general de folklor colombiano. 4ª edición. Bogotá: Biblioteca Banco Popular, 1984. Discos Fuentes. Música Tropical y Salsa en Colombia. Medellín: Editorial Universidad Pon ficia Bolivariana, 1992. TAFFUR, Pilar. Los mejores vallenatos. Antología. Bogotá: Editorial Norma, 1995. DE SERES INVISIBLES A LÍDERES DE LA SOCIEDAD Paula Carreño Correa* RESUMEN Dentro de la historia colombiana la mujer no ha jugado un papel protagónico; sin embargo ha logrado evolucionar y obtener un lugar en la sociedad. Pero este estatus no lo ha poseído desde el principio de los empos. Para alcanzarlo, el camino fue largo y arduo, lleno de discriminaciones y opresiones que le impedían mostrarse como un verdadero individuo social. El tradicionalismo, acompañado de las imposiciones realizadas en cabeza de la iglesia Católica hacían que la mujer fuera simplemente una compañía para el hombre, que su educación se limitara a las labores domés cas, lógicamente resultaba imposible y al mismo empo utópico pensar que podía trabajar o alcanzar algún cargo polí co. Por tal mo vo es de vital importancia recalcar esta lucha, debido a que la historia de la mujer en Colombia es un tema que ha quedado en el olvido, sin tener presente que merece la suficiente importancia, ya que gracias a estas luchas que fueron generadas por los some mientos sufridos, entre finales del siglo XIX y mediados del siglo XX, es que ella ha podido evolucionar en todos los ámbitos. Palabras clave: Mujer, Discriminación, Igualdad, Tradicionalismo, Iglesia, Exclusión. VALENCIA, Guillermo. Córdoba, su gente, su folklore. Montería: Publicaciones Casa de la Cultura, 1987. Recibido: Agosto 30 de 2011 * Revista ACADEMIA LIBRE, Universidad Libre - Barranquilla, Año 8, No. 9, 2011, 83-86 Aprobado: Noviembre 4 de 2011 Estudiante de tercer año del Programa de Derecho, de la Universidad Libre Seccional Barranquilla, ganadora del segundo puesto en la II Convocatoria de Ensayos, realizada en octubre de 2011. Revista ACADEMIA LIBRE, Universidad Libre - Barranquilla, Año 8, No. 9, 2011, 87-93 88 INTRODUCCIÓN La tajante división entre las ac vidades masculinas y femeninas, los criterios de valoración social de unas y otras y la asignación exclusiva al varón del ejercicio del poder en la vida social, económica, polí ca y familiar han conducido a que el quehacer de las mujeres brille por su ausencia en nuestro discurrir histórico; su no par cipación en la vida pública las ha hecho también invisibles para la historia, pero allí desde esa carencia las mujeres han podido levantarse y obtener cambios tan importantes como el sufragio, el cual representa la obtención de su verdadera ciudadanía colombiana. Indudablemente con el transcurrir del empo es notorio el cambio y poder social, polí co, cultural adquirido por la mujer en Colombia. Pese a un sin n de discriminaciones, opresiones sufridas por la excesiva influencia de la iglesia Católica, el machismo evidenciado en los siglos XIX y XX, la mujer colombiana ha logrado sobreponerse y formar parte en equidad de la sociedad y contribuir de manera posi va al desarrollo del conglomerado social, convir éndose en columna vertebral de esta. Nuestra cultura, heredera de un Estado social jerarquizado en el orden económico, polí co y racial, lo era también en el orden sexual. Ni siquiera dentro de las disntas clases o sectores sociales, la mujer podía tener aspiraciones igualitarias con los varones de su misma procedencia. Ella Paula Carreño Correa era considerada como un objeto, bien sagrado o de buen placer. En el primer caso, el modelo impuesto era el de la virgen-madre, en virtud de lo cual podía acceder a la vida religiosa en cuyo caso quedaba bajo la tutela de la comunidad, en calidad de esposa de Cristo y madre espiritual. La otra alterna va paradigmá ca que se le ofrecía a la mujer era el matrimonio, que suponía renunciar a las libertades y derechos mínimos que tenía, en beneficio de su esposo. La de ser objeto de placer, se reservaba generalmente a las mujeres de pueblo1. Uno de los aspectos que permite apreciar claramente la situación de la mujer en la sociedad colombiana es el relacionado con su condición civil, es decir, el papel que desempeña dentro de los roles de nuestro sistema jurídico, ya que estas eran evaluadas de acuerdo al estado civil en el que se encontraban; muestra clara de esto es que en las relaciones civiles se manifestaba palpablemente el estado de subordinación del hombre a la mujer, en la in midad de la vida familiar, como producto de las costumbres, la cultura y la ideología. Esta discriminación y opresión se logró evidenciar lógicamente en el campo de la educación, hasta muy avanzado el siglo XX, en Colombia se pensaba que la educación de la mujer debía circunscribirse a 1. Afirma la investigadora HERNÁNDEZ, Noema, en un artículo publicado en el libro Nuevo Identidades 9 Sociales. 2006, p. 238. Revista ACADEMIA LIBRE, Universidad Libre - Barranquilla, Año 8, No. 9, 2011, 87-93 89 DE SERES INVISIBLES A LÍDERES DE LA SOCIEDAD los rudimentos que colaboraran al desempeño de sus funciones naturales de madre y esposa. Para finales del siglo XIX y mediados del siglo XX y de acuerdo con las polí cas de los gobiernos conservadores, se concibió la educación femenina como la necesidad de instruir en asuntos “propios” de mujeres, como el cuidado de la casa, la alimentación, la salud, la higiene y otros conocimientos básicos en escritura, matemá cas y lectura, a lo que se denominó enseñanza sen mental. dieran atender estas necesidades; a connuación, podemos ver el programa de un curso general de las escuelas católicas de niñas. Estaban divididos de la siguiente forma: curso de menaje, costura y cocina. Diariamente escuchaban y se relacionaban con clases donde les enseñaban el correcto manejo del hogar: “tener tanto cuidado con los gastos pequeños como de los grandes… antes de comprar algo debe pensarse dos veces… nunca se compra una cosa simplemente porque es barata, sino porque se necesite”2. DESARROLLO Es de amplio conocimiento que desde épocas atrás, exis a una clara delimitación entre la educación masculina y la femenina, los hombres se les educaba en ciencias y artes, el propósito de la educación masculina era conver rlos en los futuros ciudadanos del país. A diferencia de la educación masculina, la educación femenina (que no pasaba del bachiller) su principal obje vo era ayudar al mejoramiento del rol que la naturaleza les había asignado: ser esposas, madres y administrar las labores del hogar. Diversas escuelas católicas formaban a la mujer desde niña, en diferentes materias –oficios de la casa– que eran la “base y fundamento” de la vida familiar que llevaría adelante. Entre las que se les enseñaban, eran indispensables la economía domés ca y las labores hogareñas, la primera con el fin de prepararlas en el manejo racional y medido de los dineros del hogar, y la segunda para que supieran coser, bordar, tejer con el fin de que pu- Por un Decreto de 1870 se estableció crear en cada capital de los Estados Federales una Normal. En el año de 1872 se fundó la primera de ellas en Bogotá, con 80 alumnas. La Ley 39 de 1903 dispuso la creación de una Escuela Normal para Varones y otra para Mujeres. Los gastos de la educación primaria masculina se incluían en los presupuestos departamentales, pero las escuelas de niñas debían sostenerse por los aportes de los habitantes de cada distrito (subdivisión administra va local). Otro hecho importante respecto a la educación de la mujer, fue la llegada desde el úl mo cuarto del siglo XX en adelante, de diversas comunidades religiosas femeninas que atendieron tanto a la capas adineradas de la población como a las menos afortunadas. La mujer podía realizar los estudios de magíster, que la capacitaban mínimamente para ejercer como maestra, profesión socialmente aceptada por ser 2. La mujer en la historia de Colombia. Tomo II. Capt. 7. p. 26. Bogotá, 1995. Revista ACADEMIA LIBRE, Universidad Libre - Barranquilla, Año 8, No. 9, 2011, 87-93 90 prolongación de las labores domés cas de atención y educación de los niños. En 1927 se inauguró el Ins tuto Pedagógico Nacional para Señoritas y a par r de este momento se hace un mayor énfasis en la educación del magisterio femenino. El acceso de la mujer a la educación comercial se dio principalmente a par r del proceso de industrialización. En los colegios femeninos se fue implantando, desde los años 20 además de la educación normalista, la educación comercial, esta úl ma obtuvo mucha demanda dentro de la población femenina. Desde esa industrialización en adelante empiezan a darse los primeros rastros de la mujer en la vida laboral. Con el desarrollo industrial del país, aparecieron las primeras mujeres obreras que se ocuparon, entre otras labores, del procesamiento de aliños o la confección de vestuario; también fueron contratadas en las trilladoras, en las fábricas de tejido y cigarrillos. Muchas fábricas preferían la mano de obra femenina ya que se les pagaba menos de la mitad de lo que devengaban los hombres. Pero aun así, la labor de la mujer fue ignorada durante siglos, el trabajo domés co no se reconocía como tal. Esta ac vidad en el hogar es lo que conocemos como “trabajo invisible” que se convierte visible cuando no se realiza. Efec vamente, las mujeres han llevado a cabo a lo largo de la historia no solo las tareas a nentes a la reproducción biológica de la especie, sino las rela vas a la reposición y repro- Paula Carreño Correa ducción diaria de la fuerza de trabajo; además de la socialización de los niños, que se traduce en inculcarles las normas y los valores básicos de la cultura, que les permitan luego adaptarse socialmente y garan zar la supervivencia del orden establecido. Son las amas de casa aquellas mujeres que fundamentan el hogar, en el cual las horas de trabajo no se miden, lo que conlleva a la invisibilidad a la doble (o a veces triple, cuádruple...) jornada de las mujeres. En el mercado laboral, los prejuicios sobre las capacidades de las mujeres abundan, hay que romper con el es gma de que algunos oficios o profesiones no pueden ser desarrollados por las mujeres. Un aspecto de la historia polí ca es el relacionado con la situación de las mujeres frente al Estado. La lucha por la democracia polí ca, económica y social ha sido un largo proceso en la historia de la humanidad, que aún se prolonga, porque una cosa es la declaratoria formal de esos derechos y otra es su ejercicio real para la mayoría de la población. Un colaborador del periódico Bogotá el pueblo, comenta sobre la norma de la región Vélez (primera provincia del mundo donde se otorgó cons tucionalmente el derecho al sufragio de la mujer): “Creemos que la disposición que hace a las mujeres electoras y elegibles, emanó más bien de un sen miento de galantería que de un pensamiento polí co. La mujer llevaría a la urna electoral la opinión de su Revista ACADEMIA LIBRE, Universidad Libre - Barranquilla, Año 8, No. 9, 2011, 87-93 91 DE SERES INVISIBLES A LÍDERES DE LA SOCIEDAD marido, de su padre, de su hermano o de su amante...” Estamos seguros que ellas de semejante derecho no harán uso, y si lo hicieran nada ganaría la polí ca y perdería mucho las costumbres”, luego explicaba la condición de las mujeres. [...] El Cris anismo les dio derechos, dignidad, virtud, esperanza, pero ellas siempre quedaron débiles en la presencia de la fuerza del hombre… De las costumbres que establecen los hombres, toca a las mujeres lo peor: desde niñas, es verdad, les dicen soberanas, no hay coplero que no las llame diosas, pero todas estas menras no impiden que se engañe su inocencia, se abuse de su debilidad y que en el interior de la casa su aparente soberanía se convierta a veces en insoportable esclavitud, la ley solo puede protegerlas hasta la puerta de su casa de allí para adentro es impotente3. José María Samper explicaba por qué no le otorgaba la ciudadanía al menor, al pobre y a la mujer, en la Cons tución de 1886, decía: “El Estado ha menester del concurso de aquellos de sus miembros que les ofrezcan ciertas garan as para confiarles el ejercicio de las funciones públicas […] “La experiencia de las cosas humanas induce a creer que el varón (ente que obedece principalmente a la razón) y no a la mujer (que obedece más al sen miento y ene poca independencia)”4. También afirmaba que Colombia estaba muy lejos de aceptar la ciudadanía de la mujer porque: “la mujer no ha nacido para gobernar la cosa pública y polí ca, precisamente porque ha nacido para obrar sobre la sociedad, por medios indirectos, gobernando el hogar domés co y contribuyendo incesante y poderosamente a las costumbres (generadoras de las leyes) y a servir de fundamento y modelo a todas las virtudes delicadas, suaves y profundas…”5. Además explicaba que “la ciudadanía femenina equivaldría a una transformación moral porque trocaría el papel de los sexos, deshaciendo la obra de la Providencia y haciendo des nos por enmendar a Dios la plana”6. También se observa que en el ordenamiento civil colombiano cómo confluyen elementos de las ins tuciones romanas, de la tradición judeo-cris ana, de las normas del derecho español y del derecho indiano, ins tuciones napoleónicas, todas estas poseen un carácter sexista, que ha determinado la formación de las normas rela vas a la mujer en Colombia. Sin importar las opiniones de la época y con el inicio de lo que se conoce en la historia como la Segunda República Liberal, en el año de 1930, se empezó a deba r 5. 6. 3. 4. La mujer en la historia de Colombia. Tomo I. Capítulo 5. Bogotá, 1995. p. 49. Constitución de 1886. Artículo 16. Enciclopedia Nueva Historia de Colombia. Tomo IV. Bogotá, 1989. Opinión de José María Samper acerca de la ciudadanía de la mujer. Expresada en el libro Las mujeres en la historia de Colombia. Tomo I. Capt. 8. Bogotá, 1995. p. 267. Revista ACADEMIA LIBRE, Universidad Libre - Barranquilla, Año 8, No. 9, 2011, 87-93 92 Paula Carreño Correa en el país la problemá ca de la mujer colombiana. La primera transformación importante se dio en 1932 con el reconocimiento de los derechos civiles de la mujer casada, y a par r de ahí empezó el largo reconocimiento de sus derechos polí cos. En consecuencia, durante el gobierno de Alfonso López Pumarejo, en el paquete de reformas a la Cons tución Nacional que consideró el Congreso, estaba incluida una que otorgaba el sufragio universal a los varones, sin discriminación patrimonial, ni de instrucción. El análisis de este Ar culo generó en la Cámara de Representantes la discusión sobre la conveniencia de conceder el sufragio a la mujer, que no se consideraba en la propuesta. A par r de este momento empezaron a expresarse las dis ntas corrientes de opinión a lo largo de todo el empo que duró el debate por los derechos polí cos de la mujer. En este proceso se hizo evidente lo que planteaba Simone de Beauvoir: “Siempre han sido ellos (los hombres) quienes han tenido entre sus manos la suerte de la mujer, y no han decidido de ella en función de su interés sino considerando sus propios proyectos, sus temores y necesidades”7. Ar culo 8 del Acto Legisla vo 1 de 1936 la autorizó, si era mayor de edad para “desempeñar empleos públicos que lleven anexa autoridad o jurisdicción, en las mismas condiciones que para desempeñarlos exige la ley a los ciudadanos”8. Después de esto se presenta la inicia va de 1944, luego la de 1945, las dos sin éxito alguno y sin el reconocimiento de lo que era más que lógico y merecido. Solo en 1957 se logra dar el reconocimiento pleno a los derechos polí cos de la mujer colombiana: aquella lucha incesante había llegado a su final, era el comienzo de un nuevo camino que había estado lleno de muchos obstáculos pero pese a todos, logra cons tuir sus derechos polí cos y en el año de 1958 se presenta el primer sufragio femenino donde un total del 42% de las mujeres sufragan y es precisamente en ese momento donde la historia colombiana cambió, pero lo anterior a esto muy pocas lo recuerdan y muchas ignoran. desde las cenizas logró levantarse y adquirir un lugar importante dentro de la sociedad. Hoy en día, mencionar o discriminar a una mujer por el simple hecho de serlo es aberrante e incluso improcedente, esto sin duda alguna se debe a la lucha social y polí ca realizada por las mujeres en los siglos XIX y XX, quienes con su entusiasmo, fortaleza, valen a y convencimiento, lograron dejar de ser una sombra en el pasado, oculta detrás de sus esposos o padres, para que en la actualidad la mujer colombiana, sea líder de la sociedad y su columna vertebral; hoy toda la población debe conocer qué pasó con la mujer, cómo evolucionó para generar en la comunidad el orgullo y valor que merece este tópico. ---------------. La mujer y la sociedad. Tomo II. Bogotá: Ed. Norma, 1995. 503 p. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS SAMPER, José María. Opinión acerca de la ciudadanía de la mujer. Expresada en el libro Las mujeres en la historia de Colombia. Tomo I. Capt. 8. Bogotá, 1995. p. 267. ACEVEDO, Darío. La mujer y la historia. Tomo I. Bogotá: Ed. Norma. 1995, 496 p. Ar culo 8 del Acto Legisla vo 1 de 1936. Biblioteca Virtual Luis Ángel Arango, h p://www.lablaa.org Cons tución de 1886. Ar culo 16. DE BEAUVOIR, Simone. El segundo sexo. Enciclopedia Nueva Historia de Colombia. Tomo IV. Bogotá, 1989. HERNÁNDEZ, Noema, en un ar culo publicado en el libro Nuevo IdenƟdades 9 Sociales. 2006, p. 238. CONCLUSIÓN Pero la propuesta no logró prosperar, el machismo o tal vez el temor de la época no permi ó que este ideal para algunos con intereses ocultos, para otros con la simple intención de reconocer lo justo pudiera llevarse a cabalidad. Pero en el Este asomo por el devenir histórico de la mujer, es necesario para que todas conozcan su historia, reconozcan lo que durante años pasaron sus antepasadas, para que así puedan valorar diariamente por mantener el estatus por el que ellas lucharon, es per nente que toda la población femenina de este país se sienta orgullosa de su género, de saber que durante años no contaba dentro de la pirámide social, que 7. 8. DE BEAUVOIR, Simone. El segundo sexo. 93 DE SERES INVISIBLES A LÍDERES DE LA SOCIEDAD Artículo 8 del Acto Legislativo 1 de 1936. Revista ACADEMIA LIBRE, Universidad Libre - Barranquilla, Año 8, No. 9, 2011, 87-93 Revista ACADEMIA LIBRE, Universidad Libre - Barranquilla, Año 8, No. 9, 2011, 87-93