SOLEMNIDAD DE LA VIRGEN DE MONTSERRAT Homilía de Mons. Lluís Martínez Sistach, cardenal de Barcelona 27 de abril de 2011 En la solemnidad de la Virgen de Montserrat nos hemos reunido en su entrañable santuario para celebrar la Eucaristía dentro de la octava de Pascua. Llevamos en nuestro corazón la alegría de la resurrección del Señor que la queremos vivir siempre pero especialmente en los cincuenta días del tiempo pascual. Nos unimos íntimamente en esta solemnidad de nuestra querida Patrona a la alegría y la felicidad que tuvo la Madre de nuestro Salvador al recibir la visita del Hijo de sus entrañas virginales resucitado. La Virgen de Montserrat es la Patrona de Cataluña. Los cristianos de nuestro país hemos de amar Cataluña como parte y forma del amor al prójimo. Se trata de la solidaridad básica con las personas de nuestro entorno, no sólo en su dimensión individual, sino también en su dimensión social, como la familia, el país, etc. Nuestro amor a Cataluña nos lleva a querer ofrecerle lo mejor que nosotros tenemos y lo que sólo nosotros cristianos podemos darle. Y podemos aplicarnos con toda propiedad estas palabras que el Siervo de Dios Juan Pablo II nos dijo a los cristianos respecto de Europa: "La Iglesia debe ofrecer a Europa el bien más precioso y que nadie más puede darle: la fe en Jesucristo, fuente de la esperanza que no defrauda, don que está en el origen de la unidad espiritual y cultural de los pueblos europeos y que todavía hoy y en el futuro puede ser una contribución esencial a su desarrollo y a su integración" (EE n. 18). La fuente de la esperanza, para Cataluña y el mundo entero, es Cristo. La Iglesia está presente en nuestro país con el mismo anuncio de siempre, que constituye su único tesoro: Jesucristo es el Señor y la Salvación no se encuentra en nadie más que en Él (cf. Hch 4, 12). La realidad religiosa y cultural de nuestro país como la de nuestra Europa occidental, puede incluirse entre aquellas regiones del mundo que Benedicto XVI ha dicho que "el Evangelio ha arraigado desde hace mucho tiempo, dando lugar a una verdadera tradición cristiana, pero en los últimos siglos -por dinámicas complejas- el proceso de secularización ha producido una grave crisis del sentido de la fe cristiana y de la pertenencia a la Iglesia "(Homilía, 06/28/2010). En este sentido, los obispos de Cataluña, en un documento del año 2007, decíamos que "nuestra sociedad se va situando globalmente fuera de la vida de la Iglesia y también, en formas y grados diversos, de la fe en Jesucristo" (Creer en el evangelio y anunciarlo con nuevo ardor, n. 4). Seguramente que una parte de esta crisis religiosa no hace más que evidenciar la poca consistencia de lo que parecía una vivencia religiosa ampliamente mayoritaria. Estamos ante un alejamiento cada vez más radical de la fe y de la antropología cristiana. Por ello, los obispos de Cataluña hemos dicho que todos los fieles han de asumir plenamente que nuestra situación, en este comienzo del siglo XXI, es de misión (cf. n. 8). El sentido de la misión encomendada por Jesús proyecta nuestras comunidades cristianas hacia adelante. Tenemos el reto de la evangelización aquí y en todas partes. Benedicto XVI, además de crear un nuevo dicasterio en la Curia Romana, -el "Consejo Pontificio para la promoción de la nueva evangelización-, ha escogido como tema de la próxima Asamblea General Ordinaria del Sínodo Episcopal de 2012, "La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana". En la visita de María a su pariente Isabel podemos ver como un paradigma de cómo llevar a Jesús a los hermanos. Isabel llena del Espíritu Santo al oir el saludo de María le dijo: "¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?". Aquella visita llena de amor y servicialidad motivó la primera proclamación hecha por Isabel de que María era la Madre del Mesías, del Hijo de Dios (cf. RM, n. 12). El Santo Padre Benedicto XVI en su inolvidable visita apostólica a Barcelona, en los días 6 y 7 del pasado mes de noviembre, visita que ha sido auténticamente histórica para nuestra Iglesia y para nuestro país, explicando la simbología de la Basílica de la Sagrada Familia, nos ha recordado de nuevo la centralidad de Jesucristo en la vida de la Iglesia y del mundo. Recordemos que nos dijo: "El Señor Jesús es la piedra que soporta el peso del mundo, que mantiene la cohesión de la Iglesia y que recoge en unidad final todas las conquistas de la humanidad ... La Iglesia no tiene consistencia por sí misma, está llamada a ser signo e instrumento de Cristo "(Homilía, 11/07/2010). El Papa nos dijo también que "es una tragedia que en Europa, sobre todo en el siglo XIX, se afirmara y se divulgara la convicción de que Dios es el antagonista del hombre enemigo de su libertad". Esto ha ido llevando a nuestras sociedades a que haya muchas personas que viven como si Dios no existiera, con todas las consecuencias negativas y dolorosas para las personas y para la misma sociedad. Benedicto XVI a la Sagrada Familia nos ha manifestado la gozosa tarea evangelizadora que tenemos hoy los cristianos en Cataluña y que consiste en "mostrar a todos que Dios es Dios de paz y no de violencia, de libertad y no de coacción, de concordia y no de discordia". En este sentido, el Papa continúa diciéndonos: "Pienso que la dedicación de este templo de la Sagrada Familia, en una época en que el hombre pretende edificar su vida de espaldas a Dios, como si ya no tuviera nada a decirle, resulta un hecho de gran significado. Gaudí, con su obra, nos muestra que Dios es la verdadera medida del hombre, que el secreto de la auténtica originalidad radica, como decía él, en volver al origen, que es Dios”. Los obispos de Cataluña -en el reciente documento Al servicio de nuestro pueblo, con motivo de los veinticinco años del documento Raíces cristianas de Cataluña- como pastores de la Iglesia manifestamos nuestro profundo amor por el país y nos ponemos a su servicio porque sentimos la urgencia de anunciarle la persona de Jesucristo y su Reino, que son para nosotros el tesoro más grande que tenemos (cf. n. 4). Además de ratificar y continuar lo que entonces nuestros hermanos obispos ofrecíamos en ese documento a la comunidad católica y a toda la sociedad catalana, los obispos deseamos que la fe cristiana pueda seguir siendo para Cataluña una verdadera fuente de vida que fecunde con nuevo vigor la sociedad catalana en el contexto cultural y socioeconómico actual. Nuestra historia está impregnada de cristianismo. En la Obra del Niño Dios, el Papa dijo que en Cataluña el Evangelio "ha impulsado a muchos hijos de la Iglesia a dedicar sus vidas a la enseñanza, a la beneficencia o al cuidado de los enfermos o discapacitados. Inspirados en su ejemplo -dice aún el Papa- os pido que continuéis socorriendo a los más pequeños y necesitados, dándoles lo mejor de vosotros mismos". Es la actitud y actuación de María que al enterarse de que su prima Isabel esperaba un hijo fue decididamente a la montaña a ayudarla durante tres meses hasta que Isabel tuvo al hijo. En el trabajo de anunciar el Evangelio con nuevo ardor en nuestra sociedad catalana tarea que gozosamente Jesús nos confía a todos los cristianos- Benedicto XVI al pie del avión nos dijo estas entrañables palabras que iluminan nuestro presente y nuestro futuro arraigadas en nuestra propia historia. Hablando de la dedicación de la Basílica de la Sagrada Familia y de la visita a la Obra del Niño Dios, nos dijo: "Son como dos símbolos en la Barcelona de hoy de la fecundidad de esta misma fe, que marcó también las entrañas de este pueblo y que, a través de la caridad y de la belleza del misterio de Dios, contribuye a crear una sociedad más digna del hombre. En efecto, la belleza, la santidad y el amor de Dios llevan al hombre a vivir en el mundo con esperanza”. A los pies de la Virgen de Montserrat, en nombre de todos los hombres y mujeres de Cataluña, le dirijo esta súplica del Virolai: "Rosa de abril, morena de la sierra, de Montserrat estrella: ilumina la tierra catalana, guíanos hacia el Cielo ".