XV Domingo del Tiempo Ordinario z AÑO/ A z Mt 13, 1-23 z Primera lectura nar la tierra”. z Salmo responsorial: “La semilla cayó en tierra buena, y dió fruto”. z Is 55, 10-11 z “La lluvia hace germi- z Segunda lectura z Rm 8, 18-23 z “La creación expectante está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios”. z Evangelio brar”. z Mt 13, 1-23 z “Salió el sembrador a sem- A quel día salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y la gente se quedó en pie a la orilla. Les habló mucho rato en parábolas: «Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano; unos, ciento; otros sesenta; otros treinta. El que tenga oídos que oiga». Se le acercaron los discípulos y le preguntaron: «¿Por qué les hablas en parábolas?» Él les contestó: «A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del Reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías: “Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver, porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo les cure”. °Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron. Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador. Si uno escucha la palabra del Reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado en el borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la Palabra y la entiende, ese dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno». L as parábolas son comparaciones a partir de hechos de la vida. El tema de las parábolas es siempre el Reino de Dios. Las parábolas son aportaciones propias de Jesús. El sentido más importante de esta parábola del sembrador es que a pesar de las dificultades del terreno, de las ma- las hierbas que amenazan con ahogar a la semilla la cosecha será abundante. A pesar del desprecio que experimenta la Palabra y la misión de Jesús el Reino se hará presente, el proyecto de Jesús tirará hacia delante. Por tanto es una parábola positiva para levantar el ánimo y mantener siempre la esperanza. El sembrador es Dios, lo que siembra es la Palabra de Dios y donde siembra son nuestras personas, que somos bastantes diferentes, los terrenos son variados. Pienso que no es que unos sean tierra buena y otros terrenos malos sino que todos somos a la vez las cuatro clases de tierras. En una ocasión somos camino, en otra tierra llena de hierbas, en otra tierra llena de piedras y otra tierra buena. Un día, en unas circunstancias somos una cosa y en otras otra. ¿Vale tanto esfuerzo cuando se constatan resultados tan pobres, pude pensar cualquier apóstol de Jesús? A esa pregunta Jesús nos está diciendo que lo nuestro es sembrar. Ciertamente no toda semilla llegará a germinar, pero ello no puede llevarnos al desaliento, al pesimismo pastoral. También hay tierra buena que produce el ciento por uno y no somos nosotros los que controlamos todo ello. El sembrador es muy especial. Está lleno de generosidad, siembra en toda clase de terreno, así es Dios. Todos tienen su oportunidad, a todos nos da lo que necesitamos, sólo falta el esfuerzo, la acogida personal a la Palabra, a la obra de Dios. O h Señor, envía tu Espíritu que renueve la faz de la tierra. Enséñanos a orar y Tú mismo ora dentro de nosotros. z ¿Qué es lo que Dios quiere decirnos con esta parábola? z ¿No nos estará animando a mantener nuestra esperanza? ¿No nos hace falta crecer en esperanza? z ¿Qué clase de tierra acostumbro a ser? z ¿Ejerzo con frecuencia el oficio de sembrador de Reino, de Jesús, del Evangelio? ¿Cuándo? ¿Soy generoso en la siembra? z Le pido perdón a Dios por que a veces no soy buena tierra. z Le doy gracias porque Dios y tantas personas que han sembrado buena semilla en mi vida. z Llamadas. Hablo de todo ello con el Señor. No puedo olvidar lo que Pablo VI dice de la Iglesia y por tanto también de mi propia persona: tiene necesidad de escuchar sin cesar lo que debe creer, las razones para esperar, el mandamiento nuevo del amor” * “Evangelizadora, la Iglesia comienza por evangelizarse a si misma. Comunidad de creyentes, comunidad de esperanza vivida y comunicada, comunidad de amor fraterno, Tan solo me resta decir: que así sea, Señor Jesús. * Evangelii nuntiandi nº 15 SALIÓ EL SEMBRADOR A SEMBRAR Todos somos sembradores y a la vez todos somos tierra donde la Palabra de Dios, a diario, es sembrada: “enviada y evangelizada, la Iglesia misma envía a los evangelizadores” [Evangelii nuntiandi nº 15]. Señor Jesús, veo en mi memoria que me lleva a tiempos pasados al sembrador que llevaba debajo del brazo medio saco de trigo de donde iba sacando puñados de semillas que iba esparciendo en el campo, para después volver a labrar la tierra sembrada de manera que los granos quedaran cubiertos por la tierra. ¿Cómo y cuándo realizo mi misión de sembrador? Señor Jesús, haz de mí, haz de nosotros unos sembradores permanentes de tu Palabra y de tu proyecto. Así sembraban antes, a veces, los labradores. Era esta una imagen que Tú, Señor Jesús habías contemplado mil veces en tu pueblo Nazaret. De ella te sirves para decirnos muchas cosas. °Cuánta verdad es lo que me trasmites en esta parábola! °Qué importante es sembrar para el labrador! Sembrar en la Iglesia es evangelizar, darte a conocer, proponer tu proyecto, ofrecer y construir tu Reino. °Que importante es sembrar, evangelizar para todo seguidor de Jesús! San Pablo lo decía: “Porque si evangelizo, no es para mi motivo de gloria, sino que se me impone como necesidad. °Ay de mi si no evangelizara! (1 Cor 9, 16) Siembro con mi palabra y con mis hechos, siembro con toda mi vida, con mi testimonio. Soy un sembrador, con lo que soy y con lo que hago. °Que sea, Señor Jesús, un buen sembrador tuyo! °Que tu Iglesia, Señor Jesús que nuestros grupos... sean sembradores tuyos! °Con cuanta facilidad cunde el desánimo entre tus sembradores porque no vemos los frutos, porque creemos que todo ha de ser tierra buena...! Tú nos estas hablando de paciencia, de constancia, de que siempre habrán tierras buenas que darán fruto abundante, más de lo que podríamos esperar. Soy tierra, somos tierra donde la semilla del Reino es depositada. ¿Qué tal es mi tierra? Soy tierra llamada a acoger la Palabra, tierra en la que generosamente Dios va depositando su semilla para que arraigue, crezca y dé mucho fruto. Y el papa Pablo VI nos recuerda de la Iglesia que: “La tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia; una tarea y misión que los cambios amplios y profundos de la sociedad actual hacen cada vez más urgentes. Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia”. [Evangelii nuntiandi nº 14] Ver z Juzgar z Actuar VER U na compañía energética ha lanzado una campaña publicitaria en la que destaca la siguiente frase: “Tenemos que volver a imaginarlo todo, reinventar nuestra manera de estar y vivir en el planeta”. Dejando aparte los intereses económicos que encierra esa campaña, lo cierto es que hoy tenemos una mayor conciencia de cómo el consumismo, sistema económico promovido por el capitalismo ateo, hace adoptar un estilo de vida que repercute negativamente no sólo en la mayor parte de la población mundial, sino en todo el planeta: en el clima, mares, ríos, bosques, manantiales, especies animales y vegetales... Y vamos entendiendo que no podemos demorar por más tiempo un cambio de hábitos de consumo, y adoptar un desarrollo sostenible, porque está en juego nuestro futuro y el de toda la tierra. Pero, ¿qué hacer, por dónde empezar? y “Sembrar ho mos” quere el futuro que JUZGAR E sta interdependencia entre el ser humano y el resto de la creación es lo que san Pablo ha reflejado en la 2ª lectura: hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto... la creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios. La semana pasada decíamos que el estilo de vida sencillo, humilde, austero, es un distintivo de los seguidores de Jesús, y que ese estilo se va adquiriendo progresivamente. Y para que sepamos por dónde empezar, Jesús nos propone la parábola del sembrador: Salió el sembrador a sembrar. “Sembrar”, además de “distribuir semillas en un terreno preparado para ello, con el fin de que germinen”, significa también “dar origen o motivo a algo con una determinada acción, comportamiento...”. Así hablamos de “sembrar el pánico”, “sembrar la paz...”. Jesús nos enseña el modo de comportarnos, las acciones que debemos llevar a cabo, para sembrar la Buena Noticia del Evangelio. Y el Evangelio lo debemos ofrecer como “semilla”, algo que cada uno debe acoger, cuidar y dejar crecer en su interior, progresivamente, de modo que demos origen y vayamos haciendo crecer ese “nuevo modo de estar y vivir en el planeta”. Y puesto que adquirir y sembrar ese estilo de vida produce “cansancio y agobio”, como veíamos la semana pasada, Jesús nos hace una llamada a no asumir más responsabilidades de las que nos corresponden: por eso nos propone la parábola del “sembrador”, y no la del “cosechador”. Nuestra misión es sembrar la Palabra, con la confianza puesta en que así será mi palabra... no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo, como escuchábamos en la 1ª lectura. Más aún, Jesús nos recuerda que no todo lo que sembremos dará fruto: un poco cayó al borde del camino... Otro poco cayó en terreno pedregoso... Otro poco cayó entre zarzas... La libertad humana es decisiva a la hora de aceptar la siembra de la Palabra, y habrá quienes miran sin ver y escuchan sin oír ni entender; hay que asumir que no debemos “sembrar la fuerza”, ya que sólo una parte de lo que sembremos caerá en tierra buena, y producirá ciento o sesenta o treinta por uno. No debemos buscar frutos, ni pensar en si merece la pena el esfuerzo a la vista de los resultados. Nuestra misión es sembrar el Evangelio, la Palabra de Vida, asumiendo el compromiso que esto supone, las renuncias y dificultades, el esfuerzo... porque los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá, como nos recordaba san Pablo. ACTUAR L a creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios. Llamarnos cristianos no es algo que afecta sólo a nuestra vida privada: repercute también en todo lo que forma parte de nuestra existencia. De nuestra “manifestación” como hijos de Dios, del modo en que mostramos y hacemos vida la fe en el Dios revelado en Jesús, depende que todo en nuestro mundo vaya cambiando de un modo positivo. Por eso, hoy debemos revisar qué tipo de tierra somos, cómo acogemos o rechazamos la semilla de la Palabra que recibimos de tantos modos. Y después, puesto que poseemos las primicias del Espíritu, respondamos con generosidad al Señor y “salgamos a sembrar” lo que hemos recibido, recordando que, aunque el fruto no depende de nosotros, si no sembramos es seguro que no habrá ningún fruto: El que tenga oído que oiga. Acción Católica General Alfonso XI, 4 5º 28014 - Madrid