Max Weber: la “consideración intermedia” de los Ensayos sobre sociología de la religión (…) III. La diferenciación de las ‘esferas de la vida’ Estas consideraciones sobre el politeísmo de los valores están situadas en Weber dentro de su exposición sobre el proceso de racionalización en Occidente, que puede ser considerado como el gran tema de las investigaciones de Weber. Al comienzo de sus Ensayos sobre sociología de la religión (1920) se hacía la pregunta de qué cadena de circunstancias había conducido a que en Occidente, y sólo aquí, hayan aparecido fenómenos culturales de una significación y validez universal. En concreto se refiere a la ciencia basada en el experimento, al arte occidental (la música armónica, o la solución técnica dada por el gótico al arco de bóveda), al derecho (tal como lo formuló el pensamiento jurídico romano), al Estado racional con un funcionariado especializado y al capitalismo –“el poder más determinante de nuestra vida moderna”, fenómenos todos ellos que han presentado en occidente un carácter específico como no ha sido conocido en otros lugares. A Weber le interesa esta singularidad de la modernidad occidental, y le interesa especialmente qué consecuencias tiene esta racionalización para el modo de vida del individuo. Su tratamiento del racionalismo occidental descansa en dos columnas: en el capitalismo –el poder más determinante del destino del hombre- y en la religión. Mientras la religión ha sido desplazada y convertida en un poder de carácter no racional o antirracional, el capitalismo junto con la ciencia y la técnica, la organización burocrática y el trabajo especializado ha dado su sello a la sociedad contemporánea. En el proceso de diferenciación social en que ha consistido la racionalización occidental, la religión se ha convertido en una de las esferas de la vida junto a las otras restantes, que compiten con ella desde una “legalidad” interna específica. Las otras esferas –la economía, la política, el arte, la vida sexual, el conocimiento científico- se afirman sin la religión e incluso aspiran a una “sacralidad” secular. Cada esfera se caracteriza por sus 1 propios valores y se organiza institucionalmente de manera diferenciada. Cada esfera tiene su propia lógica, lo cual conduce a una una lucha inevitable entre los valores de las distintas esferas. Esta diferenciación de las esferas de la vida y sus inevitables conflictos forman el núcleo de un significativo escrito de Max Weber, publicado dentro de sus Ensayos sobre sociología de la religión y titulado Consideración intermedia: teoría de los estadios y direcciones del rechazo religioso del mundo (1915, 1920). Pero antes de exponer las diferencias y los conflictos entre las distintas ‘esferas de la vida’ creo conveniente hacer las cinco observaciones siguientes: a) En la exposición de estas ‘esferas de la vida’ no hay que perder de vista que Max Weber construye ‘tipos ideales”, lo cual quiere decir que se trata de conceptos construidos para la investigación y el análisis, que no pretenden ser una copia de la realidad histórica concreta. Los principios organizativos y los valores de cada una de las ‘esferas de la vida’ tienen el carácter de construcción mental de los conceptos de la ciencia social con los que opera Max Weber. Estos conceptos, o tipos ideales, son una construcción mental, en la que, organizados con una coherencia interna, se recogen y resaltan algunos aspectos de fenómenos históricos o sociales reales con la finalidad de poder comparar con ella la realidad, comparación que permitirá guiar la investigación empírica al hacer que el investigador indague las causas de que una realidad concreta esté más próxima o más alejada de ese tipo ideal construido. En ese sentido, el tipo ideal es, literalmente, una “utopía”, es decir, algo construido, ficticio, que no existe como tal en la realidad empírica; es “una imagen mental” que no es la realidad (Weber, Objetividad, 145 y ss.). b) Con religión redentora (Erlösungsreligion) denomina Weber a aquellas religiones que han superado el tipo de religión natural y que no unen sus promesas a la práctica de rituales de carácter “mágico” o extraordinario, sino que, por el contrario, desarrollan un concepto moral de la salvación. Esta concepción de la salvación implica una concepción de Dios como un ser no natural sino como un ser que está por encima del mundo y exige del creyente un determinado modo de vida para poder alcanzar la 2 salvación. Este modo de vida significa una configuración de toda la vida desde premisas religiosas, es un modo de vida “racionalizado”, en la terminología de Weber, por cuanto responde a criterios “sistematizados” y no recurre a elementos de carácter extraordinario o “mágico” para obtener la salvación. La religión redentora, en la tipología de Hermann Siebeck, a quien Max Weber sigue (Lehrbuch der Religionsphilosophie 1893), aspira a liberar o redimir al individuo de su sufrimiento dentro de una comunidad de hermanos y hermanas, y esta aspiración religiosa plantea exigencias que se encuentran en una tensión “estructural” con las otras “esferas de la vida”: la política, la economía, el arte, la vida sexual o el conocimiento racional-empírico. En cuanto al cómo para conseguir la redención, Weber habla de dos modos de vida: un modo de vida activo - de transformación del mundo, en el que el mundo se presenta para el creyente como el escenario en donde se acredita la salvación-, o un modo de vida basado en la huída del mundo, es decir, un modo de vida místico-contemplativo. Por ello, Max Weber habla de religión redentora ascética y de religión redentora mística. Dentro del primer grupo está el judaísmo, el cristianismo y el Islam primitivo, y entre las religiones redentoras místicas están las religiones de la India, especialmente el budismo antiguo, el jainismo, pero también las doctrinas del Oriente Próximo del maniqueísmo, la gnosis y el neoplatonismo. En pocas palabras, religión redentora significa una religión que se encuentra en un nivel por encima de la religión natural, que quiere redimir o liberar del sufrimiento y de la imperfección del mundo, a través de un modo de vida ascético o místico. c) El proceso de racionalización –secularización- que desplaza a la religión a ser una esfera entre otras no significa que la religión no haya conocido igualmente un proceso de “racionalización”. Para Max Weber la religión redentora ha racionalizado sus ideas sobre dios, sobre el mundo y sobre 3 las exigencias morales al creyente, situándose a un nivel superior al de la religión que utiliza medios o instrumentos de carácter extraordinario para la obtención de los bienes religiosos que promete. Pero esto no ha evitado la tensión y conflicto con las otras ‘esferas de la vida’. d) La diferencias y conflictos entre las distintas ‘esferas de la vida’, expuestas como ‘tipos ideales’ compactos y coherentes no excluye que el individuo y las sociedades lleguen a “compromisos” concretos en sus vidas entre los distintos valores en lucha, como se menciona más adelante. e) Y, por último, el tipo ideal de religión redentora al que Max Weber se refiere en esta exposición de su Consideración intermedia suele ser predominantemente el cristianismo. Y se trata de una exposición del conflicto entre la religión redentora y las otras ‘esferas de la vida’. El conflicto entre las ‘esferas de la vida’ El principio en el que Max Weber ve condensada la religión redentora es el del amor fraterno universal. Es una religión, por ello, cuyo tipo de comunidad de creyentes implica desde el primer momento un conflicto con el tipo de comunidad humana basada en el parentesco. La exigencia religiosa que está a la base de este conflicto la encuentra Weber formulada en un pasaje del Evangelio de San Mateo (10, 34), donde Jesús dice: “quien no deje a su padre o a su madre, no puede ser mi discípulo; no he venido a traer la paz sino la espada”. Esta exigencia religiosa significaba un reto para la comunidad existente por cuanto desvalorizaba o menospreciaba las relaciones sociales existentes al establecer un vínculo de unión distinto y más elevado: la exigencia de un amor fraterno universal. En las religiones redentoras el creyente tiene que considerar más próximo al hermano en la fe que a sus parientes 4 naturales y la idea del amor fraternal a todos le impelía a amar no sólo al prójimo, sino también expresamente al enemigo (Weber, GARS I, 542). Este principio del amor fraterno y sus exigencias es el que guía la contraposición que Max Weber analiza entre la ‘esfera’ de la religión redentora y las otras restantes ‘esferas de la vida en su Consideración intermedia: 1) El ámbito de la economía, de la economía capitalista racionalizada, se presenta como un ámbito cerrado para la fraternidad, que es el principio dinamizador de la religión. La dinámica de la economía basada en el dinero –lo más abstracto e impersonal que existe en la vida humana, dice Weber- y en una organización racional e impersonal choca con las exigencias de fraternidad de la religión redentora. Y Weber afirma que cuanto más fuerte es el desarrollo de la propia “legalidad” interna de la economía capitalista, más inaccesible resulta para una ética de la fraternidad (Weber, GARS I, 544). Max Weber observa en este punto, de todos modos, que las respuestas de la religión redentora y de la ética del amor fraternal respecto al trabajo lucrativo han sido distintas. El cristianismo católico había desconfiado profundamente de la actividad de enriquecimiento, enemiga de la hermandad entre todos los hombres. La expresión católica de que esa actividad “no podía agradar a Dios” abarcaba desde la advertencia de que los creyentes no se quedaran prendados de los bienes materiales hasta el rechazo más radical de los mismos, pasando por la prohibición del préstamo con interés. Este rechazo se manifestaba en el ascetismo de los monjes, con la prohibición de poseer bienes individualmente y con la obligación de atender con su trabajo las necesidades mínimas para la supervivencia. Se manifestaba igualmente en la huida del mundo por parte del místico, que se sacrifica y ofrece por los demás, sin limitarse a 5 hacerlo por alguien en concreto: convierte la hermandad con todos los seres humanos en un bien que representa el amor universal a todos. Otra respuesta cristiana distinta, a la que Weber había dedicado su atención en su famoso libro sobre la Ética protestante y el espíritu capitalista (190405), es la ética calvinista del trabajo, con la que se encuentra una salida a esta tensión entre la riqueza y el amor fraterno. Esta ética del trabajo entiende la acción en el mundo como un servicio a la voluntad de Dios, y entiende el mundo como un espacio para acreditar la “gracia”, como el campo donde cumplir el deber de manifestar la salvación decidida por Dios. Es, sin embargo, observa Weber, una ética que implica, en realidad, una renuncia al mandamiento del amor fraterno universal, pues acepta el mundo corrupto como querido por Dios y se basa en la aceptación de que unos hombres se salvan y otros se condenan porque Dios así lo ha decidido. 2) La ética religiosa de la fraternidad está en una relación tirante con la esfera de la política, especialmente cuando el Estado se ha organizado con una racionalidad objetiva e impersonal, cuando se ha institucionalizado y despersonalizado el ejercicio del poder. "La política, escribe Weber, tiene que parecerle a la ética del amor fraterno tanto más alejada de la fraternidad cuanto más "objetiva" y calculadora sea, cuanto más desprovista esté de sentimientos y pasiones, de la cólera y del amor" (Weber, GARS I, 548). La tensión máxima entre la política y la religión redentora se hace evidente cuando uno se pregunta por la legitimidad del poder. La enseñanza básica del cristianismo, en este punto, es no oponerse al mal con el mal, renunciar al ‘ojo por ojo, diente por diente’, poner la otra mejilla si alguien te pega en la mejilla derecha. Estas exigencias se oponen a la pretensión por parte del Estado de usar una violencia 6 legítima, cuyo uso conduce a resultados que no se desarrollan necesariamente según principios de justicia sino según la dinámica de acontecimientos de la propia realidad. La oposición más fuerte entre la ética religiosa de la fraternidad y la esfera política se produce cuando ésta última compite directamente con la exigencia de la fraternidad. Es lo que ocurre en el caso de la guerra. La guerra, que es la forma extrema del monopolio del poder estatal, genera desde sí misma un amor al necesitado, la disponibilidad al sacrificio, da sentido a la muerte del soldado, de la misma manera que la religión ofrece un sentido a la vida y a la muerte. Lo que antes estaba reservado a la religión, ahora lo reclama la política para sí misma. En ese sentido, escribe Weber, a la fraternidad de carácter religioso tiene que parecerle la fraternidad de los que hacen la guerra como el reflejo de una lucha brutal entre hermanos, como una glorificación del asesinato entre hermanos. Y por eso la competencia entre religión y política es aquí enorme (Weber, GARS I, 549). Esta oposición entre las dos esferas la desarrolla en la segunda parte de su conocida conferencia La política como profesión (1919). Aquí se contrapone la política como el ámbito del poder y la violencia al ámbito del “dios del amor” cristiano. Frente a la violencia con la que opera la política y al compromiso con los “poderes diabólicos” que acechan tras toda acción de poder, Weber destaca que los profetas religiosos Buda o Jesús no se guiaban por la violencia, ni buscaban la salvación con medios políticos, pues “su reino no es de este mundo”. Mientras que en la política la experiencia muestra que no es verdad que del bien sólo salga el bien y del mal sólo el mal, pues es un hecho la irracionalidad moral del mundo, la religión, por el contrario, elabora una “ética de convicciones” que se exige a todos y no puede aceptar que de un mal pueda derivarse un bien. 7 Pero Max Weber vuelve a señalar que también en esta oposición entre estas dos esferas se han buscado compromisos y soluciones para dar una salida a la tensión. En el cristianismo ha habido un reconocimiento del poder, aunque con diferencias entre las distintas confesiones cristianas. Weber menciona, por ejemplo, que cuando la religión redentora cristiana se organizó históricamente como una institución universal también utilizó el poder y la violencia para difundir sus promesas redentoras. El hinduismo aceptaba también el Dharma del guerrero, que le permitía por tanto el uso de la violencia como algo propio de su estamento. Tanto el catolicismo como el protestantismo han aprobado las guerras justas, que diferenciaban claramente de las guerras injustas. La tesis luterana sobre el poder político, recogida en su ‘doctrina de los dos reinos’, liberaba al individuo de la responsabilidad del uso de la violencia, porque era la autoridad competente quien cargaba con ella. Pero, a su vez, en la autoridad se distinguía también entre el cargo y la persona, por lo que un cristiano podía –y debía- desempeñar con tranquilidad de conciencia un cargo de poder con todas sus consecuencias, de la misma manera que el catolicismo permitía incluso que determinados monjes pudieran portar simultáneamente la cruz y la espada. 3) El ámbito de la estética también choca con la religión redentora. Religión y arte habían sido compatibles y habían llevado una relación armoniosa cuando la religión natural, de tipo mágico, integraba sin dificultad en su propio ámbito elementos artísticos, como la música o la danza ritual como medio para llegar al éxtasis. Pero cuando la religión alcanza el nivel de una religión redentora desvaloriza el ámbito del arte. Ambas esferas entran en una competencia directa cuando el arte se presenta como una alternativa, como una redención dentro del mundo, como una liberación de la presión del racionalismo teórico y práctico. Y “contra esta redención irracional intramundana tiene que volverse 8 cualquier ética religiosa racional como contra el reino de un placer irresponsable -visto desde la ética- y de una secreta ausencia de amor", apunta Weber (GARS I, 555). 4) La religión redentora presenta exigencias que chocan con los principios con los que se estructura y rige la esfera de la vida sexual. Al igual que con la esfera de la estética, la tensión con la religión redentora es máxima cuando la sexualidad se presenta como una liberación de la rutina racionalizada, lo cual se da cuando aparece como una esfera transformada, refinada, desgajada de lo natural, diferente de su presencia y función en la vida del campesino (Weber, GARS I, 557). Con otro tipo de religión diferente sí había podido coincidir la sexualidad, con una religión que utilizaba medios orgiásticos para la obtención de sus fines sacrales. Pero la tensión entre las dos esferas se manifiesta cuando la vida sexual es confrontada con principios derivados de la moral cristiana, por ejemplo, con el amor cortés o con la concepción protestante del trabajo. La religión redentora exige un modo de vida que implica una desvalorización de la vida sexual: el ascetismo del trabajo era enemigo de la sexualidad por el carácter irracional de ésta; el ascetismo del monje católico rechaza la sexualidad como un peligro para la salvación; el matrimonio es reconocido para fines definidos racionalmente (reproducción y educación de los niños), y en la ética cuáquera es entendido como una "responsabilidad ética recíproca", que supera claramente la idea de una esfera autónoma de la sexualidad. La tensión máxima se alcanza cuando la sexualidad se presenta, dentro de una vida cotidiana racionalmente organizada, como el último vínculo del hombre con la vida natural, como el último vínculo que unía al ser humano -arrancado de la simple existencia natural del campesino- con las fuentes naturales de la vida (Weber, GARS I, 560). La competencia directa entre ambas esferas se presenta cuando la sexualidad promete una liberación de la rutina racional en el 9 mundo, pues por mucho que la vida sexual se presente como una sublimación de la vida natural, para la religión redentora la sexualidad es pasión, algo accidental y opuesto al amor fraterno y a la servidumbre con Dios. Aun la vida sexual más refinada y sublime sigue siendo para la religión redentora una relación que necesariamente tiene un carácter de exclusividad y de subjetividad, que es el polo opuesto del amor fraterno guiado por la religión (Weber, GARS I, 562). 5) El ámbito de la ciencia se encuentra igualmente en una tensa relación con la religión, pues "al aumentar el racionalismo de la ciencia empírica, la religión es expulsada del reino de lo racional a lo irracional, convirtiéndose entonces en el poder suprapersonal irracional o antirracional por antonomasia" (Weber, GARS I, 564). El grado máximo de tensión entre la religión con esta otra esfera del “mundo” tiene lugar cuando el conocimiento racional empírico ha realizado la “desmagificación” o racionalización (Entzauberung) del mundo y ha transformado al mundo en un mecanismo susceptible de ser explicado causalmente. La ciencia se considera a sí misma como el único modo de conocimiento verdadero y no le interesa la explicación redentora del mundo que pueda ofrecer la religión. Por ello la tensión con la religión es máxima porque la religión ofrece un sentido para el mundo - un cosmos ordenado por Dios, del que se derivan exigencias y deberes morales para los hombres-, algo que la ciencia no acepta, pues el sentido de la vida y del mundo no se puede fundamentar científicamente. Cuando la interpretación del mundo había sido de tipo mitológico o mágico, la interpretación religiosa no marcaba ninguna separación respecto a aquélla, pues ambas coincidían en ofrecer una interpretación no racional del mundo. Cuando la religión se elevó por encima de la religión natural y mágica, fue construyendo una doctrina para dar una explicación y sentido a la injusticia y sufrimiento reales de los hombres en el mundo. Pero la explicación científico10 racionalista del mundo finalmente desplazó a la religión, y la interpretación religiosa no pudo dejar de aparecer ante la ciencia como un sacrificio de la inteligencia. En resumen, la relación entre la religión redentora y el “mundo” –el conjunto de las otras ‘esferas de la vida’- no podía dejar de ser tensa. En su análisis Weber destaca que, vistas desde la perspectiva religiosa, todas las realizaciones del “mundo” aparecen lastradas por la culpa, pues la civilización genera una forma de vida humana que no se puede corresponder con los postulados de la ética del amor fraterno. Todas las creaciones de la civilización cargan con la culpa de no lograr la fraternidad entre los hombres ni de redimir a los hombres del sufrimiento: el orden económico capitalista, que racionaliza la actividad económica, está marcado por su falta de amor; el orden político quiere realizar la justicia y sólo lo hace nominalmente o mediante la violencia, que genera a su vez más violencia; el ámbito del arte y de la vida sexual no desembocan tampoco en una forma de fraternidad universal; y la ciencia, que pretende ser la única forma intelectual de tratamiento del “mundo”, requiere para su cultivo una desigualdad entre las personas . La civilización moderna, en definitiva, implica unas formas de vida humana contradictorias con los postulados del amor fraterno universal (Weber, GARS I, 567-568). De todos modos, Weber piensa que ha habido tres soluciones religiosas coherentes para escapar de esta tensión entre la religión redentora y el “mundo”. Se refiere a la religión de Zoroastro, a la religión del Karma en la India –para la que el objetivo final del creyente era precisamente escapar del mundo, es decir, de la rueda de las reencarnaciones- y, finalmente, al cristianismo calvinista, porque su ética del trabajo significaba aceptar el mundo como el único escenario para cumplir los deberes religiosos. 11 Referencias bibliográficas -Abellán, Joaquín, “Isaiah Berlin y Max Weber: más allá del liberalismo”, en: Pablo Badillo/Enrique Bocardo (eds.), Isaiah Berlin. La mirada despierta de la historia. Madrid, Tecnos, 1999, 133-152. -Badillo, Pablo, “Pluralismo, libertad, decencia. Consideraciones en torno a la filosofía política de Isaiah Berlin”, en: P. Badillo/E. Bocardo (eds.), Isaiah Berlin. La mirada despierta de la historia. Madrid, Tecnos, 1999, 153-193. -Berlin, I. /B. 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