¡¡¡CRISIS!!! DEBEMOS MARCAR DIFERENCIAS Por OSCAR NARANJO (Rosario/ Argentina) Usado con permiso ¿Qué tal? ¿Cómo están, mis queridos hermanos? Pensaba que hoy más que nunca, mientras afrontamos la tremenda crisis de nuestro país, debemos tomarnos firmemente de la mano del SEÑOR y mostrar que somos diferentes. No se puede negar que quienes tienen rígidas normas de separación del mundo, juzgan fácilmente a los demás y se consideran superiores. Es cierto también, que algunos son ilógicos o inconstantes en sus normas. En algunas circunstancias, algunas de éstas son, en realidad, opiniones personales que posiblemente no estén basadas en un principio bíblico. Algunas normas de separación tienen que ver con la cultura de cierta región (aunque debemos tomar en cuenta que la cultura debe adaptarse a la Biblia, y no viceversa). Incluso hay quienes piensan que, mientras más larga sea su lista de prohibiciones, más espirituales son. Algunos de los que promueven normas de separación del mundo enfatizan lo exterior, y tienden a pasar por alto lo interior. Algunos cristianos son los más limpios en cuanto a la apariencia exterior, pero están inmundos por dentro. En realidad, los que logran diferenciarse del mundo nunca pueden satisfacer a todos. Pero, ¡un momento! ¿Significa esto que debemos darnos por vencidos y fingir que no era la voluntad de Dios incluir Romanos 12:1-2 en la Biblia, y que todos debemos hacer lo que nos plazca? ¡DE NINGUNA MANERA! Estamos viviendo en una generación en la cual los cristianos piensan como el mundo, actúan como el mundo, se visten como el mundo, hablan como el mundo y aun huelen como él. Es probable que usted haya oído la aseveración: “Lo que hacemos en moderación, nuestros hijos harán con exceso”. Yo encuentro que esto es cierto en por lo menos el 95 por ciento de los caos. Seamos honestos. Pensamos que somos muy espirituales, pero somos carnales. Pensamos que somos muy santos, pero en realidad somos muy mundanos. Adquirimos nuestras filosofías del mundo; adoptamos el sistema de valores del mundo y pensamos en términos de las costumbres del mundo, en lugar de preguntarnos: "¿Qué dicen las Escrituras?". Que Dios tenga misericordia de nosotros. El problema en nuestras iglesias no es que haya demasiados que llegan a extremos en su deseo de ser santos, sino que ellas están colmadas de impiedad. Las bancas y los púlpitos están llenos de aquellos que intentan ver cuánto pueden acercarse al mundo, sin dejar de ser vistos como cristianos. Muchos cristianos reconocen que hacen cosas que son indignas, pero simplemente no están dispuestos a abandonar sus pecados favoritos. Aunque el salvador entregó todo por ellos, ellos no están dispuestos a poner todo a los pies de Cristo. ¡Qué demostración tan triste del cristianismo de nuestra generación! A menudo, y como si esto fuera poco, los que toman una decisión firme de santificarse son hostigados y considerados un problema. Como aun los que tienen convicciones profundas pueden fallar, los demonizan para que otros puedan justificar su mentalidad mundana. Con frecuencia, son criticados fuertemente para que los que no toman posiciones firmes de separación, puedan aliviar su conciencia. Muchos de los que ven a estas normas como algo ridículo, ignoran el mandamiento bíblico de evitar lo que puede ofender o causar tropiezo a otro hermano (1 Corintios 8). Quizás se han olvidado que 1 Corintios 10.23 todavía está en la Biblia: "Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica". Algunos tildan a los cristianos que enfatizan la santidad con descripciones coloridas como: "sin perdón, orgullosos, altivos, amargos, llenos de justicia propia, faltos de amor, chismosos", etc. Admito que conozco algunos con normas muy rígidas que son así. Pero de todos modos, esto no significa que todos son iguales, o se convierta en una excusa para no obedecer la Palabra de Dios, haciendo una diferencia con este mundo tan lleno de tinieblas. Una de las cosas que he aprendido en mis años en el ministerio es que las personas, con frecuencia, terminan no haciendo lo que uno espera de ellas. Por esa razón, los pastores y líderes de diferentes ministerios necesitan tener normas para los líderes que los asisten, que incluyan la santidad. Esto es en parte porque cada líder dará cuenta a Dios por su ministerio; él lo representa, y debe tener una conciencia clara y limpia en cuanto a cómo debe conducirlo. Recuerdo las palabras de un pastor que me contó su experiencia con respecto a este tema. El hermano pertenece a una iglesia Bautista: “Nunca voy a olvidarme de una mujer, miembro de la iglesia, que cantó en un día especial. Vestida inapropiadamente, cantó una canción acerca de que debemos amar a todos, incluyendo a los que tienen sida (la letra en sí no tenía nada de malo, pero no era una canción cristiana, y por eso no era adecuada). Una de las primeras cosas que realicé cuando me hice cargo de la iglesia, fue distribuir una hoja con ciertas pautas que tenían que ser seguidas por los que deseaban participar en el ministerio de música de la iglesia. No tendría la conciencia limpia si pastoreara una iglesia en la cual no pudiese hacer algo cuando las mujeres o los hombres deseasen cantar cualquier cosa, vestidos de manera inadecuada. “Al principio, a poco de hacerme cargo tuve un problema serio con otra mujer, miembro de la congregación, que solía venir a las reuniones de culto vestida impúdicamente. Como resultado de predicar acerca de que mujeres deben vestirse "con pudor y modestia" (1 Timoteo 2.9), una familia dejó la iglesia, y ya no tenemos un coro. Tomar esa posición firme no fue fácil–y tuvo un precio–; pero considero que lo que hice fue bíblico y necesario.” A veces un líder impone normas que no entendemos. Algo que tenemos que machacar en nuestras duras cabezas es que no siempre comprenderemos las reglas que tenemos que obedecer, sea en el ministerio, o reglas y leyes seculares en la vida cotidiana. Para ilustrar esto, piense qué ocurre cuando uno viaja en un vuelo comercial: lo obligan a ponerse el cinturón de seguridad. Uno puede argumentar todo lo que quiera, diciendo: "¿De qué me va a servir el cinturón si chocamos y nos quemamos, o si el avión cae a pique en el mar? No tiene sentido. No, no me pondré el cinturón". ¿Qué sucedería, entonces? Si aún está en tierra, le pedirán que abandone el avión. Lo que quiero decir es que, aunque no comprenda y no esté de acuerdo con esa regla, para lograr viajar de un punto a otro, uno se somete. En la obra del Señor, debemos hacer lo mismo. Hermanos, hay áreas en las que debemos ser muy prudentes cuando tomamos una posición firme contra el pecado. Tenemos que tener cuidado con el ESPÍRITU en el cual lo hacemos. No debemos hacerlo con un sentido de altivez ni arrogancia, sino con un corazón quebrantado. Nuestra denuncia del pecado no debe hacerse con la intención de elevarnos a nosotros mismos, como para aparentar ser más espirituales que los demás hermanos. La Biblia nos advierte que: “... el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Corintios 10.12), y también: “... considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado” (Gálatas 6.1). Debemos ser muy cautelosos cuando proclamamos nuestras convicciones personales y opiniones. No estoy en contra de COMPARTIR convicciones personales desde el púlpito (yo lo hago); pero no se deben predicar convicciones personales en forma dogmática, como si fueran un mandato o un principio claramente delineado en las Escrituras. He oído predicación contra el café, la coca cola, el jamón, los deportes, etc., que fueron hechas de tal forma que pareciera que estaban basadas en algún principio bíblico o un mandamiento directo de las Escrituras. La Biblia nos advierte sobre esto en Mateo 15:9: “Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres”; y en varios otros pasajes. En cuanto a las normas de separación del mundo, debemos aproximarnos a cada situación preguntándonos, ¿es esto pecado? Ahí está la raíz del asunto. Si hay dudas en cuanto a algo, debemos abstenernos de hacerlo (Romanos 14.23), hasta poder investigar el tema y llegar a una determinación. Si es pecado, apartémonos y advirtamos a otros. Si es una opinión que no podemos cotejar claramente con principios en las Escrituras, seamos honestos y declaremos que es simplemente nuestra opinión. 2 Los predicadores deben volver a predicar contra el pecado. Debemos predicar que el pecado es tinieblas, el infierno es caliente y la eternidad es larga. Dios aborrece vehementemente el pecado. Debe haber repugnancia en cuanto al pecado, mas no para el pecador. Los pecadores son almas preciosas por las cuales Cristo murió. Los predicadores deben predicar más en contra del pecado, pero sin reemplazar la predicación del evangelio. El tema central de nuestra predicación debe ser el Señor Jesucristo. Mucho se dice acerca de la importancia del amor. Por supuesto, es importante. La Biblia nos dice, en 1 Corintios 13, que si no obramos con amor, nos engañamos a nosotros mismos. Pero acusar a los que toman una posición firme en cuanto a la santidad de falta de amor, es el ejercicio más antiguo de futilidad. El apóstol Pablo fue acusado de falta de amor (2 Corintios 11.11). He predicado en muchas ocasiones que la razón más grande por la cual personas van al infierno, es por causa de cristianos. No sólo no comparten el evangelio con otros, sino que muchos cristianos en nuestros días son hipócritas y apestan de pecado. Esta clase de cristianismo es repugnante a los inconversos, especialmente si el Espíritu Santo ha estado obrando con el pecador en cuanto a su condición. Un cristianismo que demanda y demuestra santidad y amor, probablemente no atraerá al inconverso que no siente convicción acerca de su pecado, pero atraerá a los que están cansados de vivir en pecado y están contemplando venir a los brazos del Salvador. “Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, y confiarán en Jehová” (Salmo 40:23). “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente. Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti” (Salmo 51.10-13). ¡Sí! Vale la pena tener normas de santidad. Que Dios nos ayude a agradarle en todo y a acercarnos más a él cada día. La Revista Cristiana Evangélica "Momento de Decisión", es un ministerio sin fines de lucro, fundado en 1985, cuyo único objetivo es el de la edificación de los creyentes y la extensión del evangelio, para gloria del Señor Jesucristo. momentodedecision@argentina.com ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda. 3