VERSIÓN ÍNTEGRA Lyman Frank Baum Versión íntegra no adaptada ni abreviada Dirección editorial: Raquel López Varela Coordinación editorial: Ana Rodríguez Vega Maquetación: Eduardo García Ablanedo Diseño de cubierta: Francisco Morais Ilustraciones de interior y cubierta: W. W. Denslow Título original: The Wonderful Wizard of Oz Traducción: Antonio Quevedo Reservados todos los derechos de uso de este ejemplar. Su infracción puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual. Prohibida su reproducción total o parcial, distribución, comunicación pública, puesta a disposición, tratamiento informático, transformación en sus más amplios términos o transmisión sin permiso previo y por escrito. Para fotocopiar o escanear algún fragmento, debe solicitarse autorización a EVEREST (info@everest.es) como titular de la obra, o a la entidad de gestión de derechos CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org). © EDITORIAL EVEREST, S. A. Carretera León-La Coruña, km 5 LEÓN ISBN: 978-84-441-1119-3 Depósito Legal: LE: 81-2013 Printed in Spain - Impreso en España EDITORIAL EVERGRÁFICAS, S. L. Carretera León-La Coruña, km 5 LEÓN (ESPAÑA) Atención al Cliente: 902 123 400 ÍNDICE Introducción 7 Prólogo 19 I El ciclón 21 II Encuentro con los Munchkins 29 III Dorothy socorre al Espantapájaros 41 IV El camino a través del bosque 55 V El rescate del Leñador de Hojalata 64 VI El León Cobarde 76 VII Prosiguen el viaje 86 VIII Un campo de amapolas mortal 97 IX La Reina de los Ratones 109 X El Guardián de las Puertas 118 XI La Ciudad de las Esmeraldas de Oz 130 XII La búsqueda de la Bruja Malvada 149 XIII El salvamento 170 XIV Los Monos Alados 178 XV Desenmascaramiento de Oz el Terrible 190 XVI El arte mágico del Gran Farsante 206 XVII De cómo ascendió el globo 213 XVIII En marcha hacia el sur 219 XIX Atacados por los árboles guerreros 228 XX El delicado país de porcelana 236 XXI El león se convierte en el Rey de la Selva 246 XXII El País de los Quadlings 251 XXIII Glinda satisface el deseo de Dorothy 258 XXIV De nuevo en casa 267 introducción Lyman Frank Baum nació en Chittenango (Nueva York) el 15 de mayo de 1856, hijo de Benjamin Ward y de Cynthia Baum. Su figura aparece como la del norteamericano medio que cambia de oficio, aunque encamine todos sus esfuerzos a una meta. No es la suya, al parecer, una biografía trepidante como la de Jack London o rica en matices humanos, entre la aventura y el posterior sosiego, como la de Mark Twain. L. Frank Baum estudió en Syracusa; y a los veinticuatro años era reporter en Nueva York, la ciudad que empieza a crecer y convertirse en la gran metrópolis. Un reporter, un caza-noticias. De 1880 a 1890 es director del Dakota Pioner de Aberdeen (S.D.). Y por entonces se casa con Maude Gage. De 1897 a 1902 aparece como director del Chicago Show Window. Hasta su muerte en 1919 la vida de L. Frank Baum, así como sus oscuras peripecias se hubieran sumido en el olvido de 7 no haber publicado en 1900 El maravilloso Mago de Oz. Un periodista oscuro, que vivió los momentos decisivos de la expansión de los Estados Unidos y que pensó posiblemente con alegría en la guerra de su potente país contra España con el pretexto de liberar a Cuba y a Filipinas, ya que entonces la única voz responsable que protestó fue la de Mark Twain con palabras que aún hoy se pueden aplicar como actuales y vigentes a posteriores experiencias norteamericanas. Imbuido, sin duda, de sentido práctico, era además de periodista, viajante, vendedor de artículos de cristal y porcelana, llamador de puertas que no siempre se abrían; fundó la asociación nacional de escaparatistas con sede en Chicago y por su oficio periodístico fue director del boletín oficial de la misma, The Show Window. 8 EL MARAVILLOSO MAGO DE OZ INTRODUCCIÓN Baum hizo sus pinitos literarios tanto en verso como en prosa, pero sin resultados prometedores. Posiblemente intentase reflejar sus experiencias de viaje, su vida profesional, tendiendo a ese autobiografismo de los escritores de su país. Hay un interés por crear una obra, pero también la conciencia de que esta obra tiene que venderse. El país es inmenso, solamente tiene algunos focos de cultura que irradian a todos los estados. Contar la propia experiencia como Sherwond Anderson en su inolvidable Winesburgo Ohio, es lo que a su modo hará después Hemingway con sus historias de Nick Adams y los escritores de su generación, aunque lleguen a formas expresivas distintas; contar su vida, sus experiencias, sigue haciéndolo hoy el aristado Mailer. Baum, en 1897, publicó un libro en el que se va perfilando su estilo de escritor, Mother Goose in Prose (Cuentos de Mamá Oca), veintidós relatos infantiles, que en 1899 tendrán su continuación con Father Goose: His Book (El libro de Papá Oca), un 9 intento de fábulas e historias en verso, dirigido a los niños. Se ha dicho que es una serie de disparates, cuando realmente es un intento de aprehender los resortes de la fantasía infantil. Este libro apareció ilustrado por William Wallace Denslow. La simbiosis de estos dos libros se traduce en el éxito de El maravilloso Mago de Oz. En Cuentos de Mamá Oca aparece la figura de Dorothy, la protagonista que llenará el relato de su libro más famoso, y en El libro de Papá Oca las ilustraciones de W. W. Denslow obtienen un gran éxito. Denslow ilustrará solamente dos libros de Baum, y su ruptura, tras una amistad que parece haber sido intensa, habrá que relacionarla con la forma de entender escritor e ilustrador la explotación de un mito que había nacido de forma casi espóntanea y en el que se habían compenetrado. El maravilloso Mago de Oz (The Wonderful Wizard of Oz), editado en 1900, fue un éxito. Escribiría Baum otros trece libros sobre el tema de Oz, incluida una versión teatral, comedia musical aplaudida en Chicago y en Broadway, y más tarde adaptada al cine. Ruth Plumy Thompson, tras la muerte de Baum en 1919, escribió diecinueve libros sobre el mito de Oz; Rachel Cosgrove, otro; dos más, Jack Snow, y, por último, el hijo de 10 Baum, el coronel Frank Joslyn Baum, cerró la serie con The Laughing Dragon of Oz. Cuarenta textos sobre el mundo de Oz son el índice de la degradación progresiva de un mito, del intento por seguir explotando inercialmente un éxito. En suma, un desarrollo industrial, en cadena, de lo que inicialmente había sido literatura y había nacido en la soledad creadora de un oscuro periodista. Martin Gardner ha establecido la bibliografía de Baum, destacando algunos libros como Dot and Tot of Merryland (1901), The Lije and Adventures of Santa Claus (1902), unos sesenta libros para niños, muchos con su nombre y otros con seudónimo. Baum, como expresó el 15 de octubre de 1900 en The Show Window (la publicación de la asociación nacional de escaparistas): «La generosa acogida que los americanos han dispensado a mis libros infantiles en los dos últimos años me exige tanto tiempo, que, de aquí en adelante, pienso dedicar toda mi actividad a esa labor», pero unos meses antes, en abril, en la introducción a El maravilloso Mago de Oz, había aclarado sus propósitos: «los viejos cuentos de hadas, después de prestar su servicio a muchas generaciones, pueden ser clasificados ahora como «históricos» en las bibliotecas infantiles; ha llegado la hora 11 de una serie de «cuentos» en los que se eliminan los estereotipos del genio, del enano y del hada junto con todos los horribles y espeluznantes incidentes inventados por sus autores para inculcar una terrible moral en cada cuento...» 12 MITO Y REALIDAD DEL MAGO DE OZ Se trata de un cuento fantástico, con dos hadas buenas y dos hadas malas. Un libro sorprendente, que ha resistido la prueba del tiempo oscureciendo el resto de la obra de Baum, incluso sus prolongaciones, que, como ya he indicado, no hicieron sino alterar el mito inicial, degradándolo, desgastándolo, dejándolo vacío de todo significado. Pero, ¿cuáles fueron las causas de su éxito inicial? ¿Cómo fue posible que, pese a las declaraciones del propio Baum, sin duda interesadas en no descubrir la clave de su libro, quedase constancia de las preocupaciones sociopolíticas del momento, tamizadas de tal manera, que el futuro lector no lo advierte y sigue siendo válido para los niños de cualquier tiempo? Es muy posible que los primeros niños lectores, inconscientemente, encontrasen en la aventura de la pequeña granjera Dorothy un eco de las preocupaciones de sus padres, algo que, casi sin advertirlo, les identificaba con su mundo y sus problemas. Dorothy ha sido arrancada por un ciclón desde sus tierras de Mansas y está perdida en el inmenso país de Oz sin otra compañía que su perrito, y emprende una larga marcha, un 13 rodeo por el país hasta poder volver a su tierra. Serán sus compañeros un espantapájaros, que desea tener sesos, entendimiento; un leñador de hojalata, que aspira a sentir un corazón en el interior de su cuerpo, y un león cobarde, que quiere perder el miedo. Caminarán por una senda dorada hasta la ciudad de las Esmeraldas, donde habita y reina el Mago de Oz, el terrible y cambiante Mago de Oz, que puede solucionarles sus problemas. Ratones, monos voladores, figuras de porcelana, son los personajes con los que se toparán, así como con la brujas y con seres sometidos a la esclavitud, para los que irá llegando la libertad, gracias a la peregrinación de la niña y de sus amigos. Henry Littlefield explicó ya en en 1964 que El maravilloso Mago de Oz no era sino una parábola política. Claro que Frank Baum dejó que todo se desarrollase en un mundo mítico, infantil y, sin embargo, dentro de toda la mitología introduciría unos elementos desmitificadores que sorprenden al lector adulto. Cuando Baum escribe su libro, el Movimiento Populista ha llegado a su final en los Estados Unidos, a un fracaso que quizá sea el motivo del surgimiento de tendencias más radicales, que luego sería tragado por 14 el sistema presidencialista y el desarrollo de los grandes monopolios. El Movimiento Populista estuvo integrado por pequeños granjeros del Medio-Oeste y obreros urbanos, que abogaron por la nacionalización de los ferrocarriles, teléfonos y telégrafos. Hay que tener presente que estos medios técnicos de progreso se impusieron a base de serias exigencias, expropiaciones, enconadas luchas de las que se ha nutrido continuamente el más genuino cine americano, el western, presentando el problema como una lucha de intereses en la que los poderosos concluían por imponer el progreso. Otra petición de los populistas incluía la imposición del patrón plata para la moneda, tema que ha interesado a los economistas y está suficientemente estudiado. Jacob S. Coxey vendía maderas en el estado de Ohio y como líder del Populismo dirigió en 1894 una marcha de trabajadores en paro hasta Washington, siendo disueltos por las tropas federales obedientes a la decisión del presidente Grover Cleveland, que estaba ya bastante preocupado por la huelga nacional de los trabajadores ferroviarios de coches-cama, posiblemente la más larga huelga que hayan conocido los Esta15 dos Unidos y que dañaba en forma directa a los detentadores del nuevo poder económico de los monopolios. En las elecciones de 1896, el candidato populista-demócrata William Jennings Bryan fue derrotado por el senador de Nebraska, William Mc Kinley, que sería reelegido en 1900. De Mac Kinley la historia española tiene un claro recuerdo por las guerras de Cuba y Filipinas. El Populismo había muerto. El camino dorado (el patrón oro), la ciudad de las Esmeraldas (la Casa Blanca), que es verde y feliz porque así se ve a través de las gafas que Oz obliga a usar a todos sus súbditos. Es fácil la identificación del Espantapájaros con el campesino y granjero. El Leñador de hojalata es quizá la figura más dramática, presentando ya la primera víctima de los tiempos modernos. Que la magia todo lo arregle y haga sonreír es un gesto equivalente al de Charlot en Tiempos modernos, pero está claro el proceso de destrucción del hombre por el trabajo, que termina siendo una especie de robot, que sueña con tener un corazón y que será, en la larga aventura, el más esforzado y generoso de todos. El León cobarde fue identificado como el 16 derrotado candidato Bryan, el león rugiente pero cobarde, que al fin se quedará como un rey en la selva en la que no hay más leones que él. El más enigmático personaje es el propio Mago de Oz. «Soy solo un hombre corriente», confiesa. «Eres un farsante», le dirá el Espantapájaros y él acepta que es un farsante, por eso huirá dejando como sustituto al hombre de paja, al Espantapájaros. Convertir tan demoledora fábula, implacable crítica de su tiempo, en un cuento infantil en el que ya no puede importar el pasado ni las motivaciones de toda su anécdota, es una lección de cómo escribir de verdad un cuento para niños sin haber abandonado para ello las ideas y los problemas del tiempo. La raíz de los mitos es siempre la misma: se pierde, tal vez, la explicación y queda solo la belleza de la obra lograda. EMILIO SALCEDO 17 PRÓLOGO Folclore, leyendas, mitos y cuentos de hadas han acompañado a la niñez a través de los siglos, pues todo niño sano tiene un natural e instintivo cariño a las historias fantásticas, maravillosas y claramente irreales. Las hadas aladas de Grimm y Andersen han aportado más felicidad a los corazones infantiles, que todas las demás creaciones humanas. Mas los viejos cuentos de hadas, después de prestar su servicio a muchas generaciones, pueden ser clasificados ahora como «históricos» en las bibliotecas infantiles; ha llegado la hora de una serie de «cuentos» en los que se eliminan los estereotipos del genio, del enano y del hada junto con todos los horribles y espeluznantes incidentes inventados por sus autores para inculcar una terrible moral en cada cuento. Educación moderna incluye moralidad; por eso el niño moderno solamente busca en sus cuentos entretenimiento, 19 y prescinde con mucho gusto de todos los incidentes desagradables. Con este pensamiento en mi mente, la historia de El Maravilloso Mago de Oz ha sido escrita únicamente para complacer a los niños de hoy. Aspira a ser un cuento de hadas modernizado, que conserva el prodigio y la alegría y abandona angustias y pesadillas. L. FRANK BAUM Chicago, abril del año 1900 ste libro está dedicado a MI MUJER, tan buena amiE ga como compañera. L. F. B. 20 capítulo 1 El ciclón orothy vivía en medio de las grandes llanuras de Kansas, con tío Henry, que era granjero, y tía Em, su mujer. Su casa era pequeña, pues los maderos para construirla hubo que traerlos en carreta desde muy lejos. Tenía cuatro paredes, el piso y el techo, lo que es una habitación. Y esta habitación contenía un hornillo para cocinar de aspecto herrumbroso, una alacena para los platos, una mesa, tres o cuatro sillas y las camas. Tío Henry y tía Em tenían una cama grande en un rincón y Dorothy, una camita en otro. No había desván, ni sótano; excepto un pequeño hoyo excavado en tierra, al que llamaban refugio del ciclón, donde la familia podía meterse en caso de que se produjera uno de esos enormes torbellinos suficientemente poderosos como para aplastar cualquier edificio a su paso. Se entraba en él por 21 una trampilla situada en medio del piso, de la que descendía una escalera hasta el hoyo oscuro. Si Dorothy, de pie en la puerta, miraba alrededor, no veía más que la gran llanura gris por todos lados. Ni un árbol, ni una casa rompían la vasta extensión del paisaje llano que se perdía en el horizonte. El sol había endurecido el terreno arado convirtiéndolo en una masa gris, surcada por pequeñas grietas. Ni siquiera la hierba era verde, porque el sol había quemado las puntas de las largas briznas hasta que fueron del mismo color gris que se veía por todas partes. En una ocasión, pintaron la casa, pero el sol descascarilló la pintura y las lluvias la hicieron desaparecer; ahora estaba tan deslustrada y gris como todo lo demás. Cuando tía Em vino a vivir aquí, era una joven y bonita esposa. El sol y el viento la habían hecho cambiar también a ella. Se habían llevado la viveza de sus ojos y dejado en ella un gris sereno; se habían llevado el rojo de sus mejillas y labios, y también eran grises. Era delgada y adusta, ya que nunca sonreía. Cuando Dorothy, que era huérfana, se vino con ella, tía Em se sobresaltó tanto con la risa de la niña, que pegó un grito y tuvo que echarse mano al corazón cuando la alegre 22 voz de Dorothy llegó a sus oídos; y todavía miraba a la pequeña asombrada de que encontrara algo de que reír. Tío Henry no se reía nunca. Trabajaba duro de la mañana a la noche y no conocía la alegría. También él era gris, desde su larga barba hasta sus toscas botas; tenía un aspecto austero y solemne y rara vez hablaba. Toto era el que hacía reír a Dorothy y le impedía crecer tan gris como todo lo que le rodeaba. Toto no era gris; era un perrito negro, con largo pelo sedoso y pequeños ojos negros, que brillaban alegremente a ambos lados de su divertida y diminuta nariz. Toto jugaba durante todo el día y Dorothy jugaba con él; lo quería muchísimo. Hoy, sin embargo, no jugaban. Tío Henry estaba sentado en el umbral y miraba con inquietud al cielo, aún más gris que de costumbre. Dorothy estaba de pie en la puerta con Toto en brazos y también miraba al cielo. Tía Em lavaba los platos. Oían a lo lejos, del norte, un débil lamento del viento, y tío Henry y Dorothy podían ver cómo la larga hierba se inclinaba formando ondas ante la tormenta que se avecinaba. Se oyó un agudo silbido en el aire procedente del sur y, cuando 23 volvieron la vista hacia esa parte, vieron ondas en la hierba viniendo también de esa dirección. De pronto, tío Henry se levantó. —Se acerca un ciclón, Em —gritó a su mujer—. Voy a ocuparme del ganado—. Y corrió hacia los cobertizos donde encerraban las vacas y los caballos. Tía Em abandonó su trabajo y se acercó a la puerta. Una mirada le bastó para saber que el peligro estaba muy cerca. —¡Rápido, Dorothy! —gritó—. ¡Corre al refugio! Toto saltó de los brazos de Dorothy y se escondió debajo de la cama, y la niña fue a cogerlo. Tía Em, muy asustada, tiró de la trampilla del suelo y bajó por la escalera al hoyo pequeño y oscuro. Dorothy alcanzó por fin a Toto y se dispuso a seguir a su tía. Cuando estaba a medio camino por la habitación, se produjo un gran rugido del viento y la casa tembló tan fuerte, que Dorothy perdió pie y cayó al suelo. Luego sucedió algo extraño. La casa giró rápidamente dos o tres veces y se elevó despacio por los aires. Dorothy sintió como si fuera en un globo, hacia arriba. 24 Los vientos del norte y del sur se encontraron donde estaba situada la casa e hizo de ella el centro exacto del ciclón. En el centro de un ciclón el aire está generalmente inmóvil, pero la gran presión del viento sobre cada lado de la casa la elevó cada vez más alto, hasta que estuvo en la cima misma del ciclón; allí permaneció y fue llevada a través de millas y millas tan fácilmente como si de una pluma se tratara. Estaba muy oscuro y el viento aullaba horriblemente a su alrededor, pero Dorothy descubrió que viajaba con facilidad. Después de los primeros giros y de otra ocasión en que la casa se ladeó peligrosamente, sentía como si la mecieran suavemente, como a un niño en su cuna. Toto no se sentía igual. Corría por la habitación, de aquí para allá, ladrando ruidosamente; en cambio Dorothy se sentó, muy quieta, en el suelo y esperó a ver qué sucedía. En una ocasión, Toto se acercó demasiado a la trampilla abierta y cayó; en un primer momento, la pequeña pensó que lo había perdido. Pero enseguida vio una de sus orejas sobresaliendo del boquete, porque la fuerte presión del aire lo mantenía arriba, de forma que no podía caer. Ella fue a gatas hasta el boquete, agarró a Toto 25 por la oreja y lo arrastró de nuevo dentro de la habitación, después cerró la trampilla para que no ocurrieran más accidentes. Pasó una hora tras otra y, poco a poco, Dorothy venció el miedo; pero se sentía muy sola, y el viento aullaba tan fuerte en torno suyo, que casi se vuelve sorda. Al principio, se había preguntado si se haría pedazos cuando la casa volviera a caer; pero como las horas pasaban y no sucedía nada terrible, dejó de preocuparse y decidió esperar con calma a ver lo que el futuro le deparaba. Finalmente, se arrastró por el tambaleante piso hasta su cama y se dejó caer en ella. Toto la siguió y se echó a su lado. A pesar del balanceo de la casa y del rugido del viento, pronto Dorothy cerró sus ojos y se quedó dormida. 26