JORNADA ARGENTINA PLURAL “ARGENTINA, MODELO DE CONSTRUCCION DE UNA SOCIEDAD DIVERSA E IGUALITARIA” 1. Los paradigmas: De la religión de estado a la libertad religiosa El elemento común más significativo entre los países de América Latina es el haber sido colonias de España o Portugal, entre el descubrimiento de América por parte de Europa a final del siglo XV y los comienzos del siglo XIX. La conquista española y portuguesa fue un hecho militar, político, económico, pero también y fundamentalmente religioso. Los reyes de España y Portugal legitimaron jurídicamente la conquista a partir de una decisión del Papa, que les reconoció derechos sobre el territorio americano, con la explícita misión y condición de implantar en ellos la fe católica. La Iglesia Católica acompañó a los conquistadores desde sus primeros viajes y estableció sus estructuras en América desde el comienzo. A. El primer paradigma lo constituye el monopolio religioso otorgado a la Iglesia Católica Romana, por los reyes de España desde la conquista de América, junto con la prohibición de establecerse en el Nuevo Mundo a otras expresiones religiosas (en particular, al Judaísmo, el Islam y el Protestantismo), y la estrechísima relación entre la Iglesia Católica y el poder civil, 1 expresada mediante el régimen de “Patronato”. Hay que tener en cuenta, asimismo, el reemplazo de las expresiones religiosas indígenas o de los pueblos originarios, por la religión católica. Esa desaparición fue sólo aparente o, mejor dicho, parcial; porque lo que en realidad ocurrió fue la conformación de formas religiosas sincréticas que subsisten hoy en día y que constituyen un desafío para su encuadre jurídico. La independencia, a partir del año 1810, tuvo motivaciones económicas y políticas, pero no religiosas. Los hombres de la independencia eran todos ellos católicos, muchos formados en universidades católicas y en la teología política de la escuela española del siglo XVI. Si bien los obispos, en general, fueron contrarios al movimiento independentista, muchos sacerdotes lo apoyaron con entusiasmo e incluso lo encabezaron en distintos lugares. En casi todas las asambleas constituyentes que dieron lugar a los nuevos estados, buena parte de los miembros o diputados eran sacerdotes o religiosos católicos. Por lo tanto, no es extraño que la República, en sus albores, mantuviera la confesionalidad católica en sus primeras leyes constitucionales, e incluso la prohibición de otras expresiones religiosas, al menos en público. Una de las excepciones fue el Tratado de Libre Comercio con el Reino Unido de 1825, que garantizaba, a su vez, el libre ejercicio de su culto a los súbditos británicos. Un paso importante fue la Constitución de 1853 que 2 proclama la libertad de cultos, pero el gobierno argentino continuaba una tradición de la colonia, adhiriendo oficialmente a la Religión Católica. El tránsito de la confesionalidad del Estado con monopolio religioso de la Iglesia Católica, a la neutralidad religiosa del Estado con admisión de la pluralidad religiosa, dominó la segunda parte del siglo XIX y la primera parte del siglo XX. La década del sesenta se abre a nuevas perspectivas, sociales, políticas, filosóficas, y también religiosas (desde el punto de vista de ver y relacionarse con ella). Desde la Santa Sede, su Santidad Juan XXIII al convocar al Concilio Ecuménico Vaticano II (1962-1965), invitó a observadores de otras confesiones religiosas, mostrando el camino por el cual marchaba la sociedad universal de entonces. En Argentina, la relación del Estado con las confesiones no católicas adquirió en estos últimos años una gran significación. No sólo por el crecimiento y desarrollo de ellas sino por la manera que en la comunidad argentina interactúan. Un gesto simbólico inicial desde el Estado fue, en 1958, quitarle a la Dirección de Cultos no Católicos y Disidentes esta última partícula denominativa a su nombre oficial, de cariz netamente prejuicioso y peyorativo. Se inicia un proceso en el país donde se empieza a aceptar el concepto de los no católicos. Y constituirán verdaderos paradigmas de la libertad religiosa y el diálogo interreligioso que se da en la República Argentina. 3 B. Un segundo paradigma está constituido por la “tolerancia religiosa” Una aproximación al otro que se da a través de verse, hablarse e intercambiar opiniones. Se comenzó con una tolerancia real (pues ya se contaba con ella en el texto constitucional), de gran valor en si misma. Cuando se habla en términos de tolerancia, la relación del Estado o grupo mayoritario con el resto de creencias consiste, principalmente, en un “permitir”, un progreso evidente con un régimen de intolerancia, en el que se prohíbe y un claro avance hacia la libertad religiosa Pero sin embargo, el progreso de los encuentros y la necesidad de profundizarlos hizo que con el tiempo se quisiera algo más que tolerarse, algo más que admitir algo del otro, así la tolerancia tiende a ser ampliada y enriquecida con más elementos de aproximación al otro, de cercanía más vital, de reconocimiento y valoración. C. Se inicia así el tercer paradigma, que lo constituye el “diálogo interreligioso”, el diálogo ya es entre pares, ya no hay un arriba y abajo, uno que da y uno que recibe lo que el otro le quiere dar. Pero como se señala el diálogo es entre pares, no necesariamente entre iguales. Una oportunidad igual para unos y otros, una búsqueda de lo que tiene el otro. Se parte de la base de que aquel con el cual dialogo tiene su verdad. 4 Las características de todo diálogo, y más el interreligioso, es que no será auténtico si no afirma su propia identidad y evita, al mismo tiempo, todo sincretismo que pretenda conciliar lo inconciliable. D. El cuarto paradigma lo constituye la “convivencia interreligiosa”, que se da en esta última década en la Argentina, cuando en el resto del progresista mundo se continúa hablando “tolerancia”, aquí se brega por convivencia. En la práctica no puede ser más amplia la libertad religiosa en la República Argentina: se trata de una convivencia que es real entre las diferentes comunidades o confesiones. Libertad y convivencia que todavía, en el plano mundial, muestra dificultad. Nos estamos refiriendo a la expresión de la libertad religiosa en relación con el Estado o la autoridad civil, por un lado, y en especial a la actuación pacífica de la sociedad. Conocer al otro en su diversidad, sin renunciar a la propia identidad, y apreciar sus valores, es indispensable para la sana convivencia, y para desmentir la naturaleza religiosa de enfrentamientos políticos o de otra índole, que algunos desearían convertir en enfrentamientos entre religiones. (Huntington – “El choque de civilizaciones”) De ahí el estar juntos, rezando, pero no rezar juntos: esto sería sincretismo o multiculturalismo. Si estar juntos, rezando, trabajando, ayudando, aportando, desde lo que cada uno es, según 5 su tradición. Es más bien una voluntad que tiende a generar la asociación de energías en un sentido amplio y de objetivos comunes en pos del bien común. Es importante percibir, en el campo de la convivencia interreligiosa, la creación de puentes en los lugares en que se puede conservar lo propio, sin desdibujarlo, sin renunciar a la propia identidad, pero descubriendo dimensiones en común, áreas de encuentro. Las identidades así expresadas ya no portan la dimensión de lo total. Son totales en cuanto fundamento de una propia tradición o creencia, pero en esa calidad de fundamentales no se hacen fundamentalistas. Esa pluralidad en la diversidad, no es relativismo, es convivir, es decir, vivir con el otro en su propia verdad, sin fundamentalismos ni sectarismos. 2. La Secretaría de Culto El área de Culto está integrada, desde 1898, en el ámbito del Ministerio de Relaciones Exteriores. Su función es entender en la formulación de políticas, tanto nacionales como internacionales, relacionadas con la materia religiosa y de culto. a. En el ámbito internacional Tiene responsabilidad sobre las relaciones de la República 6 con la Santa Sede y lo inherente a la negociación y celebración de instrumentos internacionales, participación en reuniones, congresos y conferencias internacionales y misiones especiales ante gobiernos extranjeros y entidades internacionales relacionados con la temática religiosa. También es de destacar la actividad de seguimiento y actualización del fenómeno religioso internacional, que adquiere una magnitud e importancia cada vez más significativa en la agenda de las relaciones internacionales. b. En el ámbito nacional Debe actuar en todo lo atinente a las relaciones con la Iglesia Católica Apostólica Romana y con las Iglesias cristianas no católicas y las demás organizaciones religiosas que funcionen en el país “a efectos de garantizar la libre profesión de su culto a todos los habitantes de la Nación”. A tal fin, cuenta con las áreas específicas, con sus propias responsabilidades primarias: La Dirección General de Culto Católico y la Dirección General del Registro Nacional de Cultos. c. Otras actividades Más allá de las funciones antes mencionadas, la Secretaría de Culto constituye el ámbito de interlocución institucional entre el Estado y el mundo religioso, estableciendo políticas públicas relacionadas con el diálogo y la cooperación en el marco de la 7 inclusión, la pluralidad y la convivencia. Esto comienza a plasmarse en los Censos Nacionales de la República Argentina de 1895, 1947 y 1960 mostraron un contraste entre el primer censo y los dos últimos. Ya que en 1895 la la población que pertenecía al culto católico constituía el 99 %; en 1947 el 93% y en 1960 el 90 %; producto de las oleadas migratorias posteriores a las Guerras Mundiales. En estos censos se puede observar como en el mapa poblacional de la Argentina comienzan a perfilarse nuevos grupos religiosos, que si bien son minoritarios generaran la base del diálogo interreligioso de hoy en día. Es importante destacar, que dichos grupos religiosos lograron afincarse en la República Argentina y alcanzaron reconocimientos en ámbitos políticos, económicos y sobre todo culturales. . Este 10% de población que en 1960 no profesaba la fe católica estaba formado por protestantes, judíos, católicos ortodoxos e islámicos. En el año 2008, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) realizó la primera encuesta poblacional sobre Creencias y Actitudes Religiosas en Argentina, lo que arrojó que el 91,1 % de la población cree en Dios y que el 76,5 % pertenece a la fe católica y el 11, 3 % dice ser ateo, agnóstico o no tener religión; mientras que el porcentaje restante se divide de la siguiente manera: 9% comunidades evangélicas, 1,2 % Testigos de Jehová, 0,9% mormones, 1,2 % otras religiones 8 (entre ellas islámicas y judías principalmente). Allí también se plasmó que la población consideraba que además de las actividades fundamentalmente religiosas, era importante que las comunidades religiosas se ocuparan de actividades educativas a los jóvenes, defensa de los derechos humanos, compromiso con los pobres, toma de posición sobre cuestiones sociales, promover la paz entre las naciones y diálogo con otras religiones. Teniendo en cuenta que la población Argentina asciende a 40.091.359 habitante de acuerdo al censo poblacional del año 2010, 36.523.228 habitantes se manifiestan ser creyentes. Los datos de dicha encuesta destacan el pluralismo y la diversidad presente el campo religioso, junto con la continuidad de una cultura cristiana. La Secretaría es también un ámbito propicio para el encuentro entre iglesias y confesiones, y fomenta que los actores asuman un rol participativo y comprometido con el diálogo ecuménico e interreligioso. En ese sentido, se realizan sistemáticamente una serie de iniciativas que promueven el diálogo interreligioso y la articulación solidaria entre los distintos credos, y que permiten la cohabitación de las instituciones y actores religiosos. Por otra parte, se realiza una tarea preventiva a fin de evitar toda actividad que tienda a generar focos de enfrentamiento o de discriminación para aquel que adscribe a una doctrina religiosa diferente, contribuyéndose, así, a la consolidación de un clima de armonía en el plano religioso. Es decir, la Secretaría se constituye 9 en una plataforma estatal desde la cual se contiene, estimula, alienta y protege la convivencia. Evidentemente, todo ello conlleva a la consolidación de una sociedad más democrática y plural. Un ejemplo representativo de esa línea programática es la firma, el 25 de julio de 2006, por parte de las máximas autoridades en Argentina del judaísmo, el catolicismo y el Islam, y la Secretaría de Culto, de un documento por la paz, en momentos en que arreciaba la crisis de Medio Oriente. La Declaración “La vocación de paz y el diálogo entre las comunidades” es un documento que tiene escasos antecedentes a nivel mundial, por la oportunidad en la que se llevo adelante y por la representatividad de los actores. Esa significativa declaración, promovida por la Secretaría de Culto y firmada en las dependencias del Ministerio de Relaciones Exteriores, ha sido resultado de la madurez y el coraje de los actores involucrados, pero también del encuentro de un espacio donde canalizar estas iniciativas. La Secretaría se esfuerza en promover que la actividad de cada creencia y sus instituciones se desarrolle en el país con la más amplia libertad. Fruto visible de esto son los periódicos encuentros interreligiosos que, en el ámbito de la Cancillería, se realizan con asistencia de dirigentes de todas las confesiones religiosas. Y otro claro ejemplo, destinado a la comunidad, son las Jornadas Deportivas Interreligiosas, que se desarrollan anualmente, en las que participan en más de diez deportes, estudiantes de colegios religiosos de diversos cultos, católicos, judíos, musulmanes y 10 evangélicos. Una política pública que aúna lo educativo con lo lúdico y que fomenta el respeto mutuo en quienes serán los dirigentes de mañana; y nuestro reconocimiento a líderes y comunidades religiosas por su compromiso con la justicia socialy los derechos humanos y su labor solidaria con la comunidad en la que habitan. En este aspecto, se trata de ser siempre un estímulo a toda actividad y alentar dichas iniciativas como valiosas para la sociedad toda, pero sin inmiscuirse en el orden espiritual. Un estilo de vinculación entre el Estado y todas las confesiones religiosas en el que priman la autonomía y la cooperación. El respeto mutuo y la dignidad de las instituciones (religiosas y civiles) exigen esa prudencia y esa sana distancia que no dificulta, sino que acrecienta las líneas vigorosas y saludables que separan pero no enfrentan lo estatal de lo eclesial, marcando un principio clave en lo relacional: “distinguir para unir”. 11