Causas de defunción en mujeres atendidas en el Hospital de San Pedro de la ciudad de Puebla de los Ángeles, 1813-1823 José Gaspar Rodolfo Cortés Riveroll1 A principios del siglo XIX el Real Hospital de San Pedro de la ciudad de Puebla, se había consolidado como una de las mejores instituciones hospitalarias de todo el virreinato. Fundado desde 15442 y funcionando hasta el mes de mayo de 1917,3 se le considera entre los más antiguos y de más larga vida proporcionando no sólo el cuidado y la salud de sus enfermos, sino también el sitio ideal para el desarrollo y cultivo de las ciencias médicas. Desde su fundación y hasta el año de 1643, éste hospital solo recibió pacientes masculinos, pero a partir de esta fecha y por indicaciones del obispo Juan de Palafox y Mendoza, se le incorporaron las pocas pacientes femeninas que existían en el Hospital de San Juan de Letrán. Parece ser que la explicación más lógica de esta concentración de pacientes se debe a que tres años antes, se había concluido un proyecto de remodelación. El nuevo hospital de San Pedro de "planta cruciforme" con su gran arquería, su fuente y sus enfermerías principales, fue considerado tan lujoso que incluso hubo una acusación al cabildo por malgastar el dinero que estaba destinado a pobres y enfermos.4 No obstante, durante casi todo este siglo el hospital siguió en construcción: se cambiaron los techos de vigas por bóvedas de piedra; se construyeron salas para enfermos gálicos en la planta alta, lo que permitió nuevamente que se incorporaran los pacientes del Hospital de Bubas que había decaído por malos manejos administrativos y se agregaron viviendas, bodegas y nuevas enfermerías, denominación que se daba a cada sala o servicio hospitalario: –––––––––––––– 1 Facultad de Medicina, BUAP. Mariano Fernández Echeverría y Veitia, Historia de la fundación de la Ciudad de la Puebla de los Angeles, Gobierno del Estado de Puebla, Edición Facsimilar, 1990, p. 606. 3 José Joaquín Izquierdo, Raudón, cirujano poblano de 1810, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Edición Facsimilar, 1999, p. 34. 4 Beatriz Mackenzie, Antiguo Hospital de San Pedro, Gobierno del Estado de Puebla, 1999, p. 26. 2 Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 28 Es una gran fábrica con un explayado patio cuadrado claustrado de arcos sostenidos de columnas y en lo alto sus correspondientes corredores de igual arquitectura y en ellos la entrada a los grandes salones en que están de uno y otro lado las camas de los enfermos con sus divisiones de una a otra y separación de piezas para las diferentes enfermedades, de suerte que los heridos están separados de los atabardillados o infectos de calenturas malignas, que puedan contagiarlos y del mismo modo están enteramente separadas las enfermerías de las mujeres, con sirvientas de su sexo que las medicinen y asistan.5 Había en total catorce enfermerías de cirugía y medicina, nueve para hombres y cinco para mujeres; dos enfermerías "de unción", una para hombres y otra para mujeres; una para enfermos de distinción y otra para los sacerdotes. Al respecto, en una petición al rey en 1795 se decía: El Hospital Real de Puebla, ciudad subalterna pero de primer orden después de su capital, es tan general, que en él se reciben indistintamente enfermos de todo estado, condición y calidad, y de cualquiera Provincia o Reyno extranjero... unos seis mil al año, con corta diferencia... distingue y atiende con prolixidad a la tropa de Vuestra Magestad; mantiene una sala para sacerdotes y otra para sujetos distinguidos; cura toda especie de enfermedad, menos la locura, y son admirables la caridad, el orden, la economía, la puntualidad de los socorros espirituales y corporales de los enfermos, y la limpieza de todos sus dependientes.6 Contaba con una botica, rebotica,7 herbario, cuarto de alambiques y almacén, que estaba abastecida con todo lo necesario: medidas, espátulas, cazos, salvillas,8 tarros, coladeras y morteros de plata y latón. Su servicio rebasaba el ambiente hospitalario y ayudaba a los menesterosos dando las medicinas a una tercera parte del costo que tenían en otras boticas. Tenía además una gran cocina, panadería, cuarto de molienda de tortillas, lavandería, una cisterna y baños para hombres y mujeres. El número de pacientes que se atendieron hasta mediados del siglo XVIII, oscilaba entre 2 mil y 2 mil 500 por año con una letalidad alrededor del 10%. Pero como se menciona en la solicitud anterior, a finales del siglo y principios del XIX, las cifras se han duplicado y/o triplicado para algunos años y a pesar de esto la letalidad hospitalaria se mantuvo relativamente baja. –––––––––––––– 5 Echeverría y Veytia, Historia de la fundación…, p. 607. Izquierdo, Raudón, cirujano poblano…, p. 41. 7 Habitación que está después de la botica principal y le sirve de desahogo. Véase Vicente Salvá, Nuevo Diccionario de la Lengua Castellana, París, Librería de Garnier Hermanos, 1857, p. 918. 8 Pieza de plata de figura redonda con uno o más pies, que sirve para colocar vasos. Ibíd.., p. 977. 6 96 Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 28 Los profesores de medicina y las autoridades del hospital se sentían orgullosos de encontrarse en condiciones parecidas al Hospital de los Padres de San Juan de Dios y en condiciones superiores al Hôtel Dieu donde la letalidad alcanzaba el 25%, ambos hospitales de la ciudad de París.9 Desde luego que este indicador, por sí solo, no puede traducirse en "calidad de la atención hospitalaria", pues las condiciones de salud de la población, las características biológicas y sociales de los pacientes y el tipo de enfermedades, deberían ser semejantes para poder comparar la letalidad. Para atender a tal cantidad de pacientes, se requería como es lógico gran cantidad de recursos materiales y económicos, además de un gran contingente humano que realizaba diversos menesteres. La cuestión económica que en este caso no tocaremos, se solucionaba con las rentas de las casas que pertenecían al hospital, con los diezmos de la iglesia Catedral y con la mitad de los ingresos de la Real Lotería. El personal que requerían las cuatrocientas camas del hospital, estaba integrado por un rector, cuatro capellanes, un administrador, un proveedor, un contador, dos médicos, dos cirujanos, cuatro practicantes, un barbero sangrador, dos uncioneros,10 diez enfermeros, ocho enfermeras y treinta y siete auxiliares, que en total sumaban setenta y cuatro personas y cuyos sueldos ascendían a 15 mil 95 pesos anuales. El departamento de mujeres contaba con seis salas, cinco para medicina y cirugía y una de unción en las que se atendían entre 2 mil 500 y 3 mil mujeres anualmente. Los datos de que se dispone y que pertenecieron al Archivo de este Hospital, hoy día se encuentran en el Archivo del Gobierno del Estado de Puebla, con sede en el que fue el Colegio Jesuita de San Xavier y que durante los primeros treinta años del siglo XIX, funcionó como lazareto durante las diferentes epidemias que se presentaron en este tiempo, pero con dependencia administrativa del Hospital de San Pedro. Los registros de pacientes son de ingreso y egreso al mismo tiempo, en ellos se consigna: el nombre del paciente, su casta, su estado civil y su origen; en ocasiones el nombre del cónyuge o de los padres cuando es menor de edad. Al margen izquierdo se anota un número progresivo y el diagnóstico; cuando el paciente fallecía por esta enfermedad, abajo del diagnóstico se dibujaba una cruz y la fecha de la defunción. Al margen derecho y en columnas se colocaba el nombre de la sala en que era hospitalizado, el número de la cama y finalmente el día y turno –––––––––––––– 9 Izquierdo, Raudón, cirujano poblano…, p. 49. Nombre asignado al personal que realiza las unturas con mercurio al que está enfermo de mal gálico para su curación. Uncturae morbo venereo medendo. Salvá, Nuevo Diccionario…, p. 1086. 10 Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 28 97 durante el que ingresó. Estos registros se realizaban en libros de 200 fojas y eran continuos, esto es, cada vez que iniciaba un nuevo mes o año, se ponía el nombre del mimo entre los dos registros de pacientes. De igual manera, aunque no siempre, al final de cada año se hacía un cuadro resumen de los pacientes que habían ingresado, los que habían egresado, los fallecidos y los que quedaban para el siguiente año. Los libros que existen, abarcan desde 1703 hasta 1862; existen libros para ingresos de hombres y mujeres, de ingresos para medicina y para cirugía, a partir de 1821, libros especiales para los enfermos militares, pues el costo de atención de estos pacientes era solicitado al gobierno del Estado de Puebla, y, por último, libros que concentran las defunciones por sexo. Desgraciadamente sólo existe un libro de fallecimientos de mujeres, que va de enero de 1813 a mayo de 1823 y que es el que nos ocupa en esta ocasión. Como se puede observar en la tabla uno, el número de defunciones es variable, aunque destacan: 1813, pues en este libro no se encuentran registradas las defunciones por la epidemia de "fiebres" que como ya mencionamos, los epidemiados11 fueron hospitalizados en el Hospital Provisional de San Xavier; el 31 de octubre de 1813, la Junta de Sanidad informó que en total se enfermaron por esta causa del 7 de diciembre de 1812 al 7 de agosto de 1813, un total de 48,726 habitantes y fallecieron de éstos 7 mil 125.12 El año de 1815 sobresale por la poca cantidad de fallecimientos y los años de 1821, 1822 y 1823 tienen incrementos de casi el doble, que se explican por otro brote epidémico de "fiebres" aunque no de tal magnitud como el de 1813, ya que en este caso no fue necesaria la instalación del lazareto de San Xavier. Como podemos observar en la tabla dos, las defunciones por esta causa casi igualan el resto de las demás. Con respecto de la casta de las pacientes, el porcentaje más alto lo obtuvieron las mestizas con un 41.5% y le siguieron las indias con un 29.0%, las españolas con un 24.7% y finalmente agrupadas las mulatas y negras con un 4.8%. (tabla cuatro) En la tabla tres se presentan las primeras trece causas de defunción por grupo etáreo y que ocurrieron en el periodo antes mencionado; desde luego, ocupa el primer lugar el diagnóstico "fiebres", que aunque no se presentaron –––––––––––––– 11 Nombre común durante el siglo XVIII que se da a los sujetos que adquirieron una enfermedad que por una temporada aflige a una población, que ataca a un gran número de personal y que proviene de una causa común. 12 Jesús M. de la Fuente, Efemérides Sanitarias de la Ciudad de Puebla, México, edición facsimilar BUAP, 1999, p. 51. 98 Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 28 con tanta frecuencia como en épocas de epidemia, no dejaron de presentarse a lo largo de todo el periodo, lo que nos obliga a pensar que no se trataba de una sola enfermedad, sino de un grupo de enfermedades infectocontagiosas cuya característica principal era el síndrome febril. El Dr. Miguel Angel Cuenya, en su estudio sobre ésta epidemia en la ciudad de Puebla durante el siglo XVIII, hace una comparación de diversos autores médicos y concluye que, aunque se le conocía con diferentes nombres como: tabardete, tabardillo, causón, fiebre petequial, fiebre pútrida e incluso matlazahuatl, todas corresponden al tifo exantemático.13 La Junta de Sanidad que se habìa instalado expresamente para hacer frente a esta epidemia en 1813, solicitó a los facultativos José María Barros y Manuel Méndez, para que examinaran y observaran las características de la epidemia concluyendo: Despues de un duro examen y exacta observación para averiguar el carácter de la fiebre que tratamos; hemos encontrado ser esta un verdadero tifo nervioso por el conocimiento de los síntomas siguientes: estos desde su principio son producidos por una debilidad manifestándose por la languidez abatimiento y suma postración de fuerzas, siguiendose a estos la anorexia, nauseas, vomito y una sed extremada; permanecen en este estado el primero y segundo día; pasados estos, los sintomas aumentan, el delirio es penetrante acompañado de un acerbo dolor de cabeza el que igualmente se comunica al estomago y extremidades, la respiración es pequeña y frecuente acompañada de ansiedad, el pulso es pequeño y contraido, a estos sintomas se presentan otros mas graves como son los de la putrefaccion por la forma diátesis astenica incrementada hasta el extremo de causarles la muerte en cinco y siete dias.14 Las causas a las que se atribuía la epidemia en opinión de estos médicos eran: una "astenia" considerable, debida a los malos alimentos y su "mal carácter"; lesiones "depresivas del espíritu"; la falta de abrigo; las mutaciones de la atmósfera a consecuencia de los vientos del sur y del norte que variaban frecuentemente; la suciedad de sus habitaciones; la promiscuidad y el uso de ropa que había sido utilizada previamente por un enfermo que había fallecido a causa de la epidemia.15 Efectivamente, la salubridad de la ciudad de Puebla era lamentable, los hábitos personales, el hacinamiento, la contaminación del agua y los alimentos, la promiscuidad, la defecación al aire libre con la consecuente acumulación de desechos orgánicos en la vía pública, aunado a –––––––––––––– 13 Miguel Angel Cuenya Mateos, Puebla de los Ángeles en tiempos de una peste colonial, El Colegio de Michoacán, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 1999, p. 147. 14 Archivo del Ayuntamiento de Puebla, Expedientes Sanidad, Libro 78, ff. 265 v. y 266. 15 Ibíd., f. 266. Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 28 99 los cementerios en el interior de las iglesias, fueron factores condicionantes para el desarrollo de esta enfermedad,16 que a diferencia de otras epidemias como la de viruela, el tifo se mantenía endémico y sólo cuando rebasaba la capacidad de atención del Hospital de San Pedro, se declaraba la epidemia. La segunda causa de muerte la ocupó la diarrea, síndrome que pudo ser producido por una gran cantidad de agentes biológicos y que sin duda, la deshidratación y el desequilibrio hidroelectrolítico subsecuentes, fueron realmente la causa de las defunciones. Ya Juan de Esteyneffer en su Florilegio Medicinal,17 a mediados del siglo XVIII, describía dos tipos de diarrea: la "crítica", que aliviaba al enfermo cuando aparecía después de otra enfermedad sin debilitar al enfermo y que generalmente no duraban más de siete días y la "sintomática", que postraba y debilitaba mucho al paciente, acompañada a veces de "dolores y retortijones" y otras con "calenturas que consumen y secan a las personas". Estas diarreas se caracterizaban por la ausencia de sangre y moco que característicamente acompaña a la disentería que ocupó el quinto lugar; además de las evacuaciones frecuentes se acompañaba de "calentura, desvelo, sed y desgana de comer". El pronóstico de estas enfermedades en conjunto, era considerado como peligroso, sobretodo cuando el paciente tenía "flaqueza" y sólo había esperanza de salud, cuando el enfermo era algo robusto. Vale la pena mencionar que al cólera morbo lo diferenciaban no sólo por su aparición epidémica, sino por las características de las evacuaciones: "humor blanquizco, como atole unido al modo del quilo". Hasta la década de los ochenta del siglo XX, las muertes por deshidratación en las enfermedades intestinales infecciosas y parasitarias, ocupaban la primera causa de defunción en nuestro País18 y no fue sino hasta la introducción sistemática del Suero de Hidratación Oral, cuando se pudo abatir el número de muertes por esta causa. ¿Qué se podía, entonces, esperar del manejo de estos pacientes a principios del siglo XIX? Aunque el tratamiento consistía principalmente en la reposición de líquidos, las características de éstos no eran suficientes, por ejemplo: para Esteyneffer, las "ayudas" o –––––––––––––– 16 La decadencia urbana estuvo relacionada con una pérdida económica significativa para la ciudad: se perdieron los mercados del comercio de los cereales, del jabón, las ceras y del vidrio; se perdió el control del azogue y de las mercancías europeas y el comercio con el Perú afecto también al sector textil, afectando no sólo a las clases bajas, sino a toda la ciudadanía. Cuenya Mateos, Puebla de los Ángeles…, pp. 253-254. 17 Juan de Esteyneffer, Florilegio Medicinal, México, edición facsimilar de la Academia Nacional de Medicina, 1978, Tomo I, p. 371. 18 Organización Panamericana de la Salud, Las Condiciones de Salud en las Américas, 1981-1984, EUA, Publicación científica núm. 500, 1986, Volumen II, p. 186. 100 Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 28 lavativas eran muy importantes, "se han de echar algo más frescas que tibias, porque así menos mueven el vientre que estando calientes".19 Estas "ayudas" podían ser: "abstersiva",20 elaborada de cebada y salvado, con rosa seca, unas pasas, un terrón de azúcar y una yema de huevo; "para el humor acre", compuesta de leche acerada,21 azúcar y yemas de huevo, pudiendo cambiar la leche por atole de cebada tostada; "para la disentería", medio cuartillo de leche, medio cuartillo de zumo de llanten,22 una yema de huevo y una o dos onzas de azúcar; "de substancia", elaborada con caldo en el que se haya cocido carnero o gallina con arroz y garbanzos, se le agregan dos yemas y un terrón de azúcar. A falta de caldo se podía utilizar atole con una o dos yemas de huevo. Se puede comprender ahora, por qué había una atolera contratada expresamente para esta función. Con respecto de las bebidas para estos enfermos, se pueden agrupar de la siguiente manera: Caldos de ternera y de pollo; tisanas23; apocemas;24 infusiones;25 hidromieles;26 emulsiones;27 limonadas y naranjadas; suero y aguas azucaradas. En general sea cual fuere el remedio prescrito era recomendable darlo cada media hora a dosis de media taza ya fuera caliente o frío, según lo mandara el médico. Si el paciente se quejaba de que la bebida le “caía pesada”, se recomendaba hacerla más ligera añadiendo una tercera o cuarta parte de agua y segundo alargando el intervalo entre bebida y bebida. Si bien todas estas bebidas podían ser buenas para la mayoría de los enfermos, en el caso de la deshidratación severa era prácticamente nula su eficacia. La tercera causa de mortalidad fue la hidropesía, enfermedad causada por exceso de agua en cualquier parte del cuerpo. Según las lecciones de Desault y la nueva clasificación de los tejidos de Bichat,28 consiste esencialmente en una –––––––––––––– 19 Esteyneffer, Florilegio Medicinal…, p. 374. Lo que tiene virtud para absterger o limpiar. Salvá, Nuevo Diccionario…, p. 7. 21 "Apagar en ella acero o hierro o pedernales encendidos", Esteyneffer, Florilegio Medicinal…, p. 888. 22 Planta de tallo herbáceo, con espigas de flores muy pequeñas. La planta se usa en cocimiento y es de sabor amargo. Ibíd., p. 842. 23 Bebida medicinal que resulta del cocimiento ligero de varias yerbas y otros ingredientes en agua. Salvá, Nuevo Diccionario…, p. 1053. 24 Voz anticuada de pócima. Ibíd., p. 86. 25 Permanencia de algún simple o medicamento en algún licor. Ibíd., p. 616. 26 Aguamiel. Ibíd., p. 584. 27 Bebida parecida a la leche, que se extrae de varias simientes, majándolas en un mortero y echando agua en él poco a poco; vulgarmente se conoce como Horchata. Ibíd., p. 436. 28 J.J.J. Cassius, Cours Théorique et Practique de Clinique Externe par Ph. J. Desault, París, Librería Delaplace, 1803, p. 110. 20 Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 28 101 acumulación de fluido seroso dentro de los organismos celulares, de las grandes cavidades del cuerpo o bien de alguna cavidad que se formara accidentalmente y que entonces recibía el nombre de quiste. La hidropesía por lo tanto, se conocía con diferentes nombres dependiendo de las partes afectadas: cuando afectaba a todo el cuerpo se llamaba anasarca y que fue la cuarta causa de defunción; si se producía en la cabeza, recibía el nombre de hidrocefalia; cuando se acumulaba en el bajo vientre se denominaba ascitis y que correspondió a la causa número catorce y, finalmente, si el líquido se acumulaba en el escroto, la enfermedad se conocía como hidrocele. Se pensaba que el origen de estas enfermedades era la obstrucción del hígado o del bazo y que generalmente era secundaria a otras enfermedades antiguas como las fiebres "cuartanas"29 o los sangrados crónicos; el pronóstico era desfavorable y los tratamientos de poco servían, pues se concretaban a los purgantes, prohibiendo terminantemente las sangrías y las ventosas sajadas.30 En el caso específico de la anasarca, se utilizaba un sudorífico para evacuar el humor: "cociendo el mijo limpio dos onzas en un cuartillo de agua que quede la mitad, lo cual colado por un paño, añadiéndole una cucharada de vino de uvas, se bebe caliente; y abrigado se procurará sudar".31 La quinta causa de defunción fue ocupada por la "tisis" nombre que desde la antigüedad recibió la tuberculosis. En esa época se distinguían dos tipos: la hereditaria y la accidental, y de acuerdo con su sintomatología, se clasificaba en seca y húmeda. La tisis no afectaba a menores de quince años y quienes la padecían generalmente eran altos y delgados, con los hombros arqueados o "subidos" y el pecho encorvado, oprimido y de mala conformación. El cuadro clínico se describía de la forma siguiente: Arrojan algunas veces esputos de sangre, y tienen al mismo tiempo un dolor fijo en el pecho. La respiración es fatigosa, pero se hace mucho mas difícil y trabajosa a medida que prograsa la enfermedad. El color de la cara es ceniciento, pero se anima después de comer, y sus mejillas toman un color rojo purpúreo: otras veces tienen –––––––––––––– 29 La primavera y el otoño eran las estaciones en que con más frecuencia se presentaban estas calenturas intermitentes, que sin ceder, presentaban aumentos cada tres o cuatro días por lo que se denominaban comúnmente tercianas o cuartanas. Hoy sabemos que el paludismo puede ser producido por cuatro variedades de Plasmodium y que su ciclo de reproducción en el eritrocito, puede durar 48 o 72 horas. 30 Vaso, por lo regular de vidrio, angosto de boca y ancho de barriga, que calentándole con estopa encendida, se aplica a algunas partes del cuerpo, para atraer con violencia los humores al exterior, cortando parte de la piel para realizar mejor la operación. Salvá, Nuevo Diccionario…, p. 1104. 31 Esteyneffer, Florilegio Medicinal…, p. 342. 102 Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 28 manchas blancas y de color de almendra. Sienten dolores en las espaldas y en los lomos. Rara vez duermen como no sea echándose de un lado, y si quieren luego reposar sobre el otro, se aumenta la tos ó les sobreviene repentinamente y les interrumpe el sueño. Tienen las palmas de las manos muy ardientes, el pulso pequeño, duro e intermitente. Sobreviene la fiebre, que se aumenta todas las noches, y estos recargos van siempre precedidos de algunos calofrios. La desgana hace aun su estado mas insoportable. Comen por fuerza y las digestiones, que no tardan en viciarse, aceleran pronto el estado de enflaquecimiento y debilidad.32 Esta clara descripción del cuadro clínico, nos muestra lo bien que conocían la enfermedad debido, desde luego, a su gran incidencia; el mismo autor señala, por ejemplo, que en Francia, del total de muertes el 12% ocurrían sólo por esta causa. La tisis hereditaria era causada por una obstrucción de las "glándulas linfáticas del pulmón" motivada, a su vez, por un jugo producto del "virus escrufuloso". Ante el inminente desenlace de la enfermedad, es lógico que la atención y tratamiento se centrara en la prevención o en la enfermedad en fase temprana. Las sangrías cortas, la quina como tónico y el uso de diluentes y emolientes, detendrían los progresos de la acrimonia,33 fortificaban los pulmones y darían a los humores un carácter dulce y balsámico. También tenían buen efecto los baños de vapores de agua dulce, las bebidas atemperantes,34 la leche y los diaforéticos ligeros como la cebolla albarrana o sándalos cocidos con un poco de vino, cuyo objetivo era variar la alteración de los humores y dar al principio vital un movimiento opuesto al que tenía el modo tísico. Se conocía el modo de transmisión de persona a persona, al cohabitar con un enfermo, dormir con él o incluso poniéndose las ropas del paciente. Una cura que tuvo gran impacto en Francia aunque desconozco su utilización en el Hospital de San Pedro, fue publicada en el Diario de París el 2 de octubre de 1783 por el médico Cailleas: "Habiendo probado todos los remedios para la curación de la tisis pulmonaria y no logrando ningun efecto ventajoso, me determiné á hacer respirar el aire verdaderamente puro, llamado de otra manera desflogisticado y en el dia oxígeno, á un tísico que estaba al fin del segundo grado. Le ví como por un milagro volver poco a poco en sí y restablecerse en poco tiempo".35 La gangrena ocupó el lugar número siete y se consideraba como un inicio de la "corrupción de las partes carnosas" que se iniciaba con entumecimiento y –––––––––––––– 32 Juan R. Navarro, Enciclopedia Doméstica, México, Imprenta de J.R.n., 1853, p. 500. Proceso de aspereza o ardor, Nuevo Diccionario…, p. 17. 34 Bebidas que calman la irritación y en particular los que moderan la actividad de la circulación, Ídem., p. 1038. 35 Navarro, Enciclopedia Doméstica…, p. 503. 33 Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 28 103 disminución del pulso, así como diminución de la sensibilidad que se probaba mediante el piquete de una aguja. El color de la piel cambiaba al "flavo",36 al plomo o al "morado que tira al negro" y se acompañaba de calenturas, desvaríos, espasmos y en ocasiones síncopes. El siguiente grado de la gangrena se denominaba "esfacelo" o "estiómeno", en el que ya no existía sensibilidad incluso si se "sajaba" o cauterizaba la región y de donde drenaba un humor "aguoso y hediondo". Entre las causas de la gangrena se encontraban los fríos y las heladas, la mordedura de animales ponzoñosos, la abundancia de humores en las apostemas37 que no se podían resolver, las úlceras y heridas y también las ataduras o ligaduras fuertes. El tratamiento consistía en una resección quirúrgica y por cirujano bien entrenado; sólo en etapas tempranas y que afectara brazos o piernas, pues en el caso del pecho o vientre "no admite cura".38 La octava causa de fallecimientos fue el “insulto”, palabra que significa “acometimiento o asalto repentino y violento”39 y que también es sinónimo de accidente en el caso de enfermedad. Insulto se refería, pues, a un ataque epiléptico y no a la epilepsia misma, pues ésta ocupó el lugar dieciocho con trece defunciones. El insulto o también llamado parasismo epiléptico, era precedido generalmente por tristeza o cólera del paciente, lagrimeo e inflamación de los párpados, además de una “comezón, picor o cosquillas” en la pierna, el muslo o el brazo, lo que era muy útil para prevenirlo mediante una ligadura muy apretada un poco abajo del lugar donde se percibía la sensación o aplicando un vejigatorio cuando la parte no era susceptible de ligadura, como la espalda o las “asentaderas”. En el caso de la ligadura, recordemos que ésta podía ser una causa de gangrena por lo que el “remedio podía ser peor que la enfermedad” y con respecto al vejigatorio, se aplicaba de la manera siguiente: se afeitaba el vello del lugar donde se había de aplicar y se frotaba con un lienzo mojado en vinagre caliente hasta que la piel se irritara y se colocaba entonces un emplasto suministrado por boticario, una compresa encima y una venda para sujetarlo.40 Cuando aparecía el insulto: hace generalmente el enfermo un ruido extraordinario; encorva los dedos pulgares ácia la palma de la mano; echa espumarajo por la boca; dobla, encorva y tuerce de –––––––––––––– 36 Color entre amarillo y rojo, como el de la miel, Ibíd., p. 522. Tumor inflamatorio que contiene materia capaz de supurarse, Ibíd., p. 87. 38 Esteyneffer, Florilegio Medicinal…, p. 561. 39 Salvá, Nuevo Diccionario…, p. 621. 40 Navarro, Enciclopedia Doméstica…, p. 69. 37 104 Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 28 diferentes maneras sus brazos y piernas; arroja no pocas veces involuntariamente el semen, la orina y excrementos: queda absolutamente privado de los sentidos y la razon.41 Las causas de la muerte, debieron ser los accidentes que se sucedían mientras ocurría la crisis epiléptica, caídas, golpes, contusiones, heridas, fracturas e incluso la broncoaspiración. En el noveno lugar encontramos a la inflamación de la pleura conocida vulgarmente como "pleuresía verdadera" y que se confundía frecuentemente con la plerineumonía, que además de la inflación pleurítica se acompañaba de expectoraciones sanguíneas y dolor de costado alrededor de la sexta o séptima costilla y en algunas ocasiones sobre el esternón. La tos era frecuente y la respiración corta e irregular y el paciente sufría de gran inquietud. Existía otra variedad que se conocía como pleuresía húmeda, en la que la tos era violenta y la expectoración se acompañaba de gran cantidad de materias mucosas y que era común entre los jóvenes.42 En nuestro caso, la enfermedad se presentó en mayores de 25 años y posiblemente durante los meses fríos. El tratamiento en general consistía en decocciones emolientes,43 cataplasmas, narcóticos para el dolor y la ansiedad y finalmente la incisión con bisturí, para abrir la cavidad torácica cuando la enfermedad lo requiriera. Las heridas ocuparon la décima causa de muerte y eran causadas por cualquier instrumento cortante o contundente; si la causa era interna, entonces se les denominaba úlceras y de éstas hablaremos más adelante. Las heridas se clasificaban en simples, cuando lo único que había que hacer era "procurar la pronta reunion de las partes divididas" y en las que desde luego, no existía ninguna complicación. Cuando una herida se acompañaba de hemorragia o de un cuerpo extraño que había de extraerse, entonces se denominaban compuestas, pero las que seguramente fueron causa de muerte se denominaban complicadas por interesar partes vitales para la vida, acompañadas o no de fracturas y que generalmente estaban causadas por arma de fuego.44 El mal gálico ocupó el lugar once con 30 defunciones y ya habíamos comentado que existía una sala de unción para hombres y una para mujeres con sus respectivos uncioneros. En ésta época se reconocía que las formas más simples de introducir el mercurio en el cuerpo eran las más eficaces: las –––––––––––––– 41 Guillermo Buchan, Medicina Doméstica, segunda edición, tomo III, Madrid, Imprenta Real, 1792, p. 265. 42 Cassius, Curso teórico y práctico…, pp. 308-311. 43 Planta medicinal previamente cocida que servía para ablandar un tumor. Salvá, Nuevo Diccionario…, p. 431. 44 Navarro, Enciclopedia Doméstica…, p. 144. Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 28 105 píldoras y el ungüento. De preferencia se utilizaba el mercurio indisoluble en píldoras; se preparaban catorce píldoras con un dracma y bastante conserva de rosas, administrando dos por la mañana y dos por la tarde, las que suspendían cuando las encías empezaban a inflamarse. Antes de cualquier aplicación mercurial a un enfermo, era necesario realizarle una sangría, tomar cocción de zarzaparrilla, purgarle dos veces y tomar algunos baños.45 En el caso de las unciones y después de prepararse al igual que para las píldoras, se administraba la primera unción con dos dracmas de ungüento mercurial, que previamente se había preparado a partes iguales de mercurio, trementina y grasa. Las unciones se realizaban cada tercer día y se iniciaba con el tobillo de un pie, la segunda con el otro pie, la tercera desde el tobillo a la pantorrilla, la cuarta era igual pero en la otra pierna y así sucesivamente subiendo por los muslos, asentaderas, espalda, lomos, hombros y cambiando de un lado a otro. Si al término de las unciones el paciente no se había curado, se volvía a empezar por los tobillos, cuidando de no aplicar la unción en el pecho y el vientre.46 La causa doce la obtuvo el asma, caracterizada por "una respiración difícil, laboriosa, algunas veces acompañada de silbidos y de una pequeña tos". El asma era considerada una enfermedad crónica, sin fiebre con accesos periódicos e intervalos libres de sintomatología; podía o no acompañarse de expectoraciones y aunque afectaba principalmente a los jóvenes, éstos podían vivir mucho tiempo, aunque las complicaciones como la caquexia, la anasarca y la hidropesía del pulmón, podían causar la muerte al enfermo. Se consideraba que la causa del asma, eran los "humores de la pituita47 expulsados por los poros de las arterias y que se coagulan por el frio del aire respirado".48 El tratamiento, por lo tanto, estaba encaminado primero a reducir el humor que iba a ser expectorado y, segundo, a provocar la expectoración. Lo primero se lograba con los calmantes y los emolientes ligeros, y lo segundo, con las bebidas aromáticas calientes sin acrimonia, y las balsámicas que tuviesen propiedades atenuantes. Cuando se abría un cadáver, se encontraban los pulmones edematosos e hipertrofiados y abscesos, quistes, tubérculos y otras enfermedades agregadas. La traquea, la pleura, el corazón y el pericardio, al estar sometidos a una extraordinaria presión, mostraban signos de hemorragia y de inflamación crónica.49 –––––––––––––– 45 Buchan, Medicina Doméstica…, tomo IV, p. 42. Buchan, Medicina Doméstica…, p. 44. 47 Corresponde al humor de la flema. Salvá, Nuevo Diccionario…, p. 851. 48 Cassius, Curso teórico y práctico…, p. 315. 49 Ibíd., pp. 316-317. 46 106 Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 28 Finalmente, las úlceras ocuparon el último lugar de esta tabla y que, como ya se mencionó, corresponde a las soluciones de continuidad de las partes blandas cuya causa interna es la "destilación de un humor". La úlcera podía afectar sólo la piel, incluir el tejido adiposo, las glándulas e incluso los músculos. Por su causa, podía clasificarse en venérea, cancerosa o pestilencial. Las úlceras también podían suceder a tumores, inflamaciones, heridas, contusiones, fracturas, luxaciones, etc., cuyo origen entonces, era el "estancamiento de sangre y en seguida su corrupción". Podemos apreciar que en realidad las enfermedades crónicas como el cáncer, que se acompañaba de úlceras, eran en realidad la causa de la muerte, y que la úlcera, por ser el signo que requería de la atención inmediata, desviaba la atención del médico o cirujano. Hemos encontrado, por lo tanto, causas directas de la defunción y causas colaterales a ella. Si consideramos las condiciones sanitarias de la ciudad que antes mencionamos, las fiebres pútridas no serían las únicas en aparecer; las enfermedades infecciosas gastrointestinales y pulmonares deberían ocupar un lugar importante en la mortalidad como ya pudimos constatar, sin pasar por alto las enfermedades crónicas y degenerativas propias de la tercera edad con sus respectivas complicaciones. La importancia de la patología que se presentaba en el Hospital de San Pedro con respecto a su variedad, el número de pacientes atendidas y su regularidad durante los años revisados y la diversidad de edades de las pacientes, sumada a las investigaciones realizadas tras la búsqueda de un tratamiento contra la rabia o los efectos de la vacunación sobre las enfermedades dermatológicas y los esfuerzos por consolidar cátedras de cirugía, de partear y de medicina, consolidaron al principios del siglo XIX, un gran Hospital General de gran calidad e importancia tanto a nivel local como regional, y que sirvió de pesebre para ver nacer, en 1831, a nuestra Escuela de Medicina. Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 28 107 Tabla I: Causas de defunción en mujeres por edad, atendidas en el Real Hospital de San Pedro de la ciudad de Puebla, de 1813 a 1823 CAUSA DE DEFUNCIÓN 1. Fiebres 2. Diarrea 3. Hidropesía 4. Anasarca 5. Disentería 6. Tisis 7. Gangrena 8. Insulto 9. Pleuresía 10. Herida 11. Mal Gálico 12. Asma 13. Ulcera 14. Ascitis 15. Uterina 0-4 5 6 0 0 1 0 1 0 0 1 0 0 0 0 0 5 - 14 43 14 7 3 3 2 1 0 0 3 0 1 2 2 0 15 - 24 170 60 11 11 10 21 14 5 0 3 11 4 4 2 1 25 - 34 258 120 27 23 22 32 8 4 7 11 6 10 13 5 6 35 - 44 127 137 54 22 21 23 8 13 12 7 7 7 2 8 3 45 - 64 106 147 96 53 44 24 4 14 15 5 6 8 7 2 8 65 - + 40 75 19 33 12 8 6 5 4 2 0 0 0 2 0 TOTAL 749 559 214 145 113 110 42 41 38 32 30 30 28 21 18 Fuente: AGEP, Fondo San Pedro, Caja 23, Libro 80, Fallecimientos de mujeres 1813-1823, 198 fojas. 108 Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 28 (CONT.) Causas de defunción en mujeres por edad, atendidas en el Real Hospital de San Pedro de la ciudad de Puebla, de 1813 a 1823 CAUSA DE DEFUNCIÓN 16. Apoplejia 17. Cólico 18. Epilepsia 19. Pulmonía 20. Parto-Sobreparto 21. Erisipela 22. Etica 23. Tifo 24. Dolor 25. Pecho 26. Hepática 27. Vejez 28. Anginas 29. Demencia 30. Hinchazón 0-4 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 5 - 14 0 0 0 0 0 0 1 1 0 0 0 0 0 0 0 15 - 24 2 4 4 1 1 0 2 2 0 2 0 0 2 0 0 25 - 34 5 1 5 5 6 9 0 3 3 1 4 0 0 1 4 35 - 44 4 4 2 4 2 0 0 2 2 2 2 0 4 1 0 45 - 64 6 4 2 2 1 0 3 0 1 0 1 2 1 2 1 65 - + 1 1 0 1 0 0 3 1 1 2 0 5 0 2 0 TOTAL 18 14 13 13 10 9 9 9 7 7 7 7 7 6 5 Fuente: AGEP, Fondo San Pedro, Caja 23, Libro 80, Fallecimientos de mujeres 1813-1823, 198 fojas. Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 28 109 (CONT.) Causas de defunción en mujeres por edad, atendidas en el Real Hospital de San Pedro de la ciudad de Puebla, de 1813 a 1823 CAUSA DE DEFUNCIÓN 31. Absceso 32. Viruela 33. Hidrofobia 34. Vómica 35. Parálisis 36. Cáncer 37. Cólera Morbo 38. Apostema 39. Gastritis 40. Malaria 41. Hidrotórax 42. Dispepsia 43. Espasmo TOTAL 0-4 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 17 5 - 14 0 1 1 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 89 15 - 24 1 1 0 2 0 0 1 1 0 0 0 1 0 359 25 - 34 4 2 1 1 0 0 1 0 1 1 0 1 1 621 35 - 44 0 0 0 0 1 3 1 1 1 0 1 0 0 497 45 - 64 0 0 1 0 1 0 0 0 0 1 0 0 0 583 65 - + 0 0 1 1 2 0 0 0 0 0 1 0 1 234 TOTAL 5 4 4 4 4 3 3 2 2 2 2 2 2 2,400 Fuente: AGEP, Fondo San Pedro, Caja 23, Libro 80, Fallecimientos de mujeres 1813-1823, 198 fojas. 110 Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 28 AÑO 1813 1814 1815 1816 1817 1818 1819 1820 1821 1822 1823 TOTAL Tabla II: Defunciones de mujeres por mes y año, atendidas en el Real Hospital de San Pedro de la ciudad de Puebla, de 1813 a 1823 ENE FEB MAR ABR MAY JUN JUL AGO SEP OCT NOV DIC 19 23 23 27 20 26 10 19 15 4 9 15 13 15 29 25 28 22 22 22 9 17 20 16 17 18 11 10 12 8 13 13 6 16 3 10 12 13 4 7 14 14 15 14 20 16 11 19 19 19 13 12 15 16 16 14 13 14 15 15 17 8 13 11 13 16 12 14 22 18 7 20 20 16 26 18 26 18 18 13 25 24 14 10 11 11 14 17 12 14 14 12 14 22 15 17 30 19 27 21 23 31 27 28 28 33 32 33 32 34 53 27 29 23 38 27 27 42 35 41 42 34 38 31 18 ND ND ND ND ND ND ND 232 220 261 216 215 188 185 176 179 206 161 196 TOTAL 215 238 137 159 181 171 228 173 332 408 163 2,400 Fuente: AGEP, Fondo San Pedro, Caja 23, Libro 80, Fallecimientos de mujeres 1813-1823, 198 fojas. ND = No Disponible Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 28 111 TABLA III: defunciones de mujeres por diagnóstico "fiebres" y por todas las demás causas de 1821 a 1823 atendidas en el Real Hospital de San Pedro de la ciudad de Puebla AÑO 1821Fiebres 1821Todas 1822Fiebres 1822Todas 1823Fiebres 1823Todas ENE FEB MAR ABR MAY JUN 9 3 4 7 5 16 30 19 27 21 23 31 16 27 33 12 17 12 32 34 53 27 29 23 27 18 23 13 9 ND 42 34 38 31 18 ND JUL 10 27 21 38 ND ND AGO 10 28 13 27 ND ND SEP 15 28 13 27 ND ND OCT NOV 16 14 33 32 18 20 42 35 ND ND ND ND DIC 19 33 24 41 ND ND TOTAL 128 332 226 408 90 163 Fuente: AGEP, Fondo San Pedro, Caja 23, Libro 80, Fallecimientos de mujeres 1813-1823, 198 fojas. ND = No Disponible 112 Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 28 Tabla IV: Defunciones ocurridas en mujeres por casta de 1821 a 1823 atendidas en el Real Hospital de San Pedro de la ciudad de Puebla Casta Número Porcentaje India 696 29.0 Española 593 24.7 Mestiza 996 41.5 Mulata y negra 115 4.8 Total 2,400 100.0 Fuente: AGEP, Fondo San Pedro, Caja 23, Libro 80, Fallecimientos de mujeres 1813-1823, 198 fojas. Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 28 113