REBOSANTE DE ALEGRÍA

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CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA
REBOSANTE
DE ALEGRÍA
Beber de la Fuente
Me hace ilusión
que llegue el lunes
¿Será posible?
La lección del té
Placeres sencillos
Año 15, número 7
A N U E S T RO S A M IG O S
E n b u s c a de l a f e l ic i da d
La felicidad tiene la mala costumbre de eludirnos
cuando la buscamos ciega y afanosamente. Diríase
que cuanto más la perseguimos, más se oculta en
los entretelones de nuestra existencia. Repasando las
definiciones de felicidad que han circulado durante
milenios, pareciera que la dificultad se debe paradójicamente a su natural sencillez desprovista de todo
artilugio. ¿Cómo es que luego de tantos intentos de teólogos y filósofos por
dilucidar el problema y de los incontables libros de autoayuda que se publican
cada año sobre el tema todavía no damos con la fórmula?
¿Realmente es fácil ser feliz?
Reflexionemos sobre las palabras de Abderramán III, emir y posteriormente
califa de Córdoba en el siglo x: «Llevo más de cincuenta años reinando, en
victoria o paz, amado por mis súbditos, temido por mis enemigos y respetado
por mis aliados. Riquezas y honores, poder y placeres, han aguardado mi
llamada para acudir de inmediato. No existe terrena bendición que me haya
sido esquiva. Y en todo este tiempo, he anotado diligentemente los días de pura
y auténtica felicidad que he vivido: suman catorce».
¿Solo catorce? Si un hombre de su categoría apenas encontró motivos para
ser feliz, ¿qué esperanza nos queda a nosotros, vulgares plebeyos? Dicen, no
obstante, que en una casa pequeña cabe tanta felicidad como en una grande,
y que la felicidad no se puede asir con las manos, sino que se lleva en el alma.
Quizá por ahí va el agua al molino.
Dios desea que los creyentes seamos felices: «Feliz el pueblo cuyo Dios es el
Señor»1, proclamó el rey David con confianza. De todos modos, la desdicha a
veces nos embarga, y no acertamos a saber por qué.
Quizás el problema radica en que asociamos la felicidad con un destino, una
estación a la que arribaremos cuando cumplamos determinado objetivo, nos
tomemos esa anhelada vacación, adquiramos esa casa de ensueño o consigamos
ese codiciado puesto de trabajo, o incluso cuando nos saquemos la lotería. La
verdad simple y desnuda, sin embargo, es que la felicidad se encuentra en las
experiencias que tenemos a lo largo del camino a medida que vamos acercándonos a Dios y tendemos una mano amiga a los demás. Más que ser una meta
en sí, la felicidad es consecuencia de vivir en armonía con Dios y el prójimo.
Gabriel García V.
Director
1. Salmo 144:15 (dhh)
2
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Director
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Diseño
Gentian Suçi
Producción Samuel Keating
© Aurora Production AG, 2014
www.auroraproduction.com
Es propiedad. Impreso en Taiwán por Ji Yi Co., Ltd.
A menos que se indique otra cosa, los versículos citados
provienen de la versión RV, revisión de 1960, © 1960
Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado
1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.
L a l e c c ió n
del té
Curtis Peter van Gorder
Algo que disfruté mucho
en los años que viví en
Japón fue la habilidad de los
japoneses para tornar actividades
cotidianas en expresiones de arte.
Han transformado tareas de todos
los días —como la preparación del
té, la confección de arreglos florales,
la jardinería y el rastrillado de
piedras— en experiencias culturales
y espirituales. Admiro su capacidad
para preservar y valorar la belleza de
los quehaceres sencillos de la vida.
Se dice que la ceremonia del té es
la culminación de todas las artes. En
el pueblo donde vivía yo se celebraba
una ceremonia anual del té en un
salón especialmente construido
para ese fin dentro del castillo de
la localidad. Es una experiencia
imperdible. Se lleva a cabo de la
siguiente manera:
Al entrar en el silencioso salón,
nos quitamos el calzado, y una mujer
vestida con el tradicional kimono
nos da la bienvenida. Su aspecto
distendido, sus gráciles movimientos
y la ausencia de enseres innecesarios
en la sala tienen un efecto tranquilizante. Los tatamis de paja nos
frotan suavemente las plantas de los
pies. La sala de té cuenta con unas
puertas grandes de papel de arroz
que están abiertas, para permitirnos
ver un jardín exuberante con una
fuente. El sonido del agua que cae
aplaca los nervios. De la pared
pende un poema que exalta las
bondades de la magnolia. Debajo de
él hay un arreglo floral que asombra
por su austera sencillez. El ángulo
en que se encuentra colocada cada
flor tiene su significado; juntas
ilustran la relación entre el cielo y
la tierra.
Nuestra anfitriona prepara el té
con la destreza de una bailarina.
Cada movimiento —desde la forma
en que cuelga la servilleta de su
cinto hasta el batido del té y los
remolinos que forma la infusión
caliente en el bol— ha sido cuidadosamente coreografiado y refinado
a lo largo de miles de años por los
maestros del té. Nuestra anfitriona ha
practicado su ejecución desde niña.
Tomamos los tazones artesanales,
intencionadamente rústicos, y hacemos los habituales cumplidos sobre
su belleza. Tienen una parte anterior
y una posterior, y deben girarse en
un sentido y de una forma particulares. Las tartas se sirven en hojas.
Intercambiamos con nuestra anfitriona las cortesías de rigor acerca de
cosas sencillas, y al terminar partimos
con el mismo silencio y respeto con
que llegamos. Por alguna misteriosa
razón, nos sentimos distintos.
Lo que los maestros japoneses del
té y otras personas de su talante han
descubierto es que las tareas más
sencillas pueden derivar en momentos
gozosos, que dejan huella.
Curtis Peter van Gor der es
guionista e instructor de
pantomima (http://elixir mime.
com/). Vive en Bombay (India)
y está afiliado a La Fa milia
Inter nacional. ■
3
DE IMPROVISO
Iris Richard
Nuestro jeep avanzaba a trompicones por
un rústico camino que desembocaba en la carretera
principal que conducía a Nairobi. Volvíamos de una
provechosa misión humanitaria en una recóndita zona
rural de Kenia. Mentalmente repasé la ajetreada semana
que tenía por delante. Faltaban pocos días para la puesta
en marcha del siguiente proyecto, y había mucho que
planificar y organizar. Parecía que las horas no alcanzaban para todo.
Desde hacía unos días tenía una molestia en una rodilla, que a la postre derivó en un dolor no agudo, pero sí
constante. Hasta entonces no le había prestado atención,
aunque sabía que en algún momento me iba a tener que
revisar la rodilla. Pero como no lograba encontrar el
momento, lo fui postergando.
Al llegar a casa me fui a la cama temprano, exhausta
y adolorida. En la noche me despertaron unas punzadas.
Descubrí que tenía una inflamación alrededor de la
rodilla. Me tomé unos calmantes y traté de dormir
un rato más. Por la mañana el dolor era más intenso
aún. Llamé a mi médico, que me citó en su consulta de
inmediato. Un exhaustivo examen, complementado con
un análisis de sangre y una placa, confirmaron que tenía
una infección profunda en la pierna, la cual amenazaba
con extenderse.
El médico frunció el ceño al ver los resultados.
4
—Tenemos que hospitalizarte ya mismo.
—Pero tengo reuniones programadas y un montón de
cosas que hacer esta semana —repliqué.
—Tu trabajo tendrá que esperar —insistió el
médico—. Hay que detener esa infección, de lo contrario
hasta podrías perder la pierna.
Cojeando y a regañadientes me dirigí a la clínica
adyacente para hacer el ingreso. Una enfermera se
acercó con una silla de ruedas y me llevó a una pequeña
habitación. El silencio me envolvió apenas me quedé sola.
Por fin asumí que iba a estar unos días fuera de circulación. La habitación era blanca y estéril. Las ventanas,
que daban a un patio arbolado, lucían unas cortinas de
flores. Había un pequeño televisor adosado a la pared,
un lavamanos con un espejito y una cama de metal. Me
sumergí en las sábanas invadida por sentimientos de afán
y exasperación.
Enseguida se abrió la puerta, y entró una enfermera
para colocarme un goteo.
—No te preocupes, mi amor —me dijo tranquilizadoramente—. Pronto estarás mejor.
Y salió con una sonrisa. Me quedé otra vez sola.
Entendí que tenía dos opciones. Podía dejarme abrumar por la situación y aborrecer cada minuto que tuviera
que pasar allí. Pero también podía tratar de descubrir lo
positivo de aquel trance, que debía estar oculto en alguna
¡SONRÍE!
El corazón alegre hermosea el rostro. Proverbios 15:13
El mundo es como un espejo: si le muestras mala cara, te
pondrá mala cara; sonríele, y te sonreirá. Anónimo
parte. Opté por lo segundo y recé para que Dios me
ayudara a encontrar alegría en aquellas circunstancias
imprevistas y potencialmente deprimentes.
Un llamado a la puerta me sacó de mi ensueño.
Era una colega, que me traía un ramo de flores. Acto
seguido recibí varios llamados de mis seres queridos
deseándome una pronta recuperación. Comencé a
recobrar la alegría.
Cuando me trajeron un té y un pastelito a media
tarde no pude menos que sonreír. Caí en la cuenta
de que hacía mucho tiempo que no me servían la
comida en la cama. Luego descansé, leí y vi una película. Me hizo mucho bien distenderme y disfrutar de
ese reposo inesperado que tanta falta me hacía.
Al cabo de pocos días se me curó la rodilla y pude
volver a casa. Mientras tanto, mis compañeros se las
habían arreglado para llevar a cabo la labor programada sin inconvenientes.
Me alegro de haber optado por tener una actitud
alegre, que me trajo paz y me ayudó a recuperarme
rápidamente.
Ir is R ichar d es consejer a. Vive en K enia,
donde ha participado activa mente en
labor es comunitar ias y de voluntar iado
desde 1995. ■
En casi todos los casos, una sonrisa es producto de otra.
Frank Clark (1911–1990)
La sonrisa es el dispositivo de iluminación del rostro y el
sistema de calefacción del corazón. Anónimo
Si luces una sonrisa, tendrás amigos. En cambio, si andas
con el ceño fruncido, no tendrás más que arrugas. ¿Para
qué estamos si no para hacer la vida más llevadera a
nuestros semejantes? George Eliot (1819–1880)
Sonríe. Es una terapia gratuita. Doug Horton (1891–1968)
Si sonríes descubrirás que la vida vale la pena.
John Turner (n. 1932) y Geoffrey Parsons (1910–1987)
Las arrugas deberían ser simplemente la huella de las
sonrisas. Mark Twain (1835–1910)
Sonríanse unos a otros. Sonrían a su mujer, a su marido,
a sus hijos, a quien sea. Así se agrandará el amor que hay
entre ustedes. Madre Teresa (1910–1997)
Aunque en el mundo hay cientos de idiomas, una sonrisa
los habla todos. Anónimo ■
5
AFI C I Ó N
pOR los
colorEs
Anna Perlini
Uno de los primeros regalos que recuerdo haber recibido
fue un pequeño juego de témperas.
Más tarde me dieron un estuche de
pinturas al óleo, un caballete y varios
bastidores. Recuerdo mi primera
obra maestra, que pinté cuando tenía
11 años en unas vacaciones veraniegas en las montañas. Me tomó días,
y el resultado no fue nada extraordinario. No obstante, la satisfacción
que sentí fue inmensa.
Mi adolescencia fue un revolú
de aficiones, arte, música, política,
de todo un poco. Luego me case
y comencé a viajar. Era engorroso
andar cargando un juego de óleos.
En todo caso, ¿cuándo iba a encontrar tiempo para pintar? El último
cuadro que hice fue una puesta de
sol en Sicilia cuando estaba embarazada de mi primer hijo.
Después de eso, nada durante
muchos años.
Cuando mis hijos eran pequeños,
los estimulaba para que dibujaran.
Mark mostró una particular inclinación por el arte y a la larga llegó a
6
ser caricaturista. Con frecuencia me
preguntaba: «Mamá, ¿por qué no
vuelves a dibujar y pintar?»
En cierta ocasión, al final de
una visita que me hizo, me volvió
a pedir que le pintara algo. Aquella
vez accedí, a pesar de que me sentía
como si hubieran pasado siglos
desde aquella puesta de sol en Sicilia.
Estaba muy fuera de forma. Casi no
lograba controlar el pincel. Me llevó
un rato recordar las técnicas más
elementales de sombreado.
Si bien terminé el cuadro
—mayormente para complacer a
mi hijo—, mi intención era volver
a guardar mis útiles de pintura.
No obstante, apenas dos meses
después unos amigos me pidieron
que les ayudara a pintar un mural
de 6 x 8 metros. Una empresa
monumental. Para colmo, tenía que
trabajar parada sobre una plataforma articulada. La obra tuvo una
alentadora acogida. De ahí surgió
una nueva afición: la de pintar murales en colegios, hospitales, centros
juveniles y casas particulares.
Ahora disfruto mucho transformando un espacio gris y deslucido
en un festival de colores y figuras
radiantes. En una ocasión, un
anciano que estaba en un hospital
me comentó que desde que tenía en
la pared, frente a su cama, a niños
felices que le «sonreían constantemente», ya no se sentía tan solo.
Aquellos niños felices habían sido
creados con nuestros pinceles.
Estoy convencida de que todo el
mundo tiene muy dentro de sí alguna
afición olvidada que está allí latente,
a la espera de que la reaviven. Desde
luego, la reacción de la gente al ver
transformado su espacio volvió a
despertar en mí la pasión por el arte.
Ahora siempre tengo las pinturas
listas para el siguiente muro gris.
Anna Per lini es cofundador a de Per un mondo miglior e
(http://w w w.perunmondomiglior e.org/), organización
humanitar ia que desde 1995
lleva a cabo labor es en la ex
Yugoslavia. ■
Adivina,
adivinanza
Keith Phillips
Nehemías dijo que era la
fuente de la fortaleza1.
David, el salmista, lo descubrió en
la presencia de Dios y se lo devolvió
como ofrenda de amor2. Jeremías lo
halló en la Palabra de Dios3. El rey
Salomón afirmó que Dios premia con
él a quien se conduce con honradez
y rectitud4. Jesús se lo prometió a
Sus seguidores y manifestó que es
consecuencia de creer y hacer lo que
Él nos dice5.
El apóstol Pablo lo mencionó como
uno de los frutos del Espíritu Santo
y uno de los sellos distintivos de que
el reino de los Cielos se ha instalado
en nuestro interior6. ¡Cómo no iba a
saberlo! Al fin y al cabo, fue lo que lo
sostuvo durante los encarcelamientos,
las persecuciones y otros múltiples peligros que sufrió7. El apóstol Pedro dijo
1. V. Nehemías 8:10
que no se podía describir con palabras,
pero lo calificó de «glorioso»8.
Me refiero al gozo del Señor.
Lo mejor de todo es que no es
patrimonio exclusivo de profetas, salmistas, reyes y apóstoles. Millones de
creyentes de toda edad y de todas las
épocas lo han conocido y disfrutado.
Está además a tu entera disposición.
Es gratuito, y puedes contar con él
a partir de este instante si haces una
sencilla oración y le pides a Jesús que
te llene del «gozo inefable» del Espíritu
Santo. Él prometió: «Pidan, y se les
dará. […] Si ustedes saben dar cosas
buenas a sus hijos, ¡cuánto más el
Padre celestial dará el Espíritu Santo a
quienes se lo pidan!»9 Cuando lo recibas, no te sorprendas si te sientes más
feliz que nunca y si tu gozo y alegría
se contagian a los demás. El gozo del
Señor, como todo lo bueno de la vida,
se intensifica cuando se comparte.
2. V. Salmo 16:11
3. V. Jeremías 15:16
4. V. Eclesiastés 2:26
5. V. Juan 15:11
6. V. Gálatas 5:22; Romanos 14:17
7. V. 2 Corintios 11:23; Hechos 20:24
8. V. 1 Pedro 1:8
9. Lucas 11:9,13
Keith Phillips fue jefe de
redacción de la revista
Activated, la versión en inglés
de Conéctate, durante 14 años,
entre 1999 y 2013. Hoy él y su
esposa Caryn ayudan a personas
sin hogar en los EE.UU. ■
Buenos días, Señor, a Ti el primero
encuentra la mirada
del corazón, apenas nace el día:
Tú eres la luz y el sol de mi jornada.
Buenos días, Señor resucitado,
que traes la alegría
al corazón que va por Tus caminos,
¡vencedor de Tu muerte y de la mía!
Liturgia de las Horas, Miércoles I,
Laudes
Hazme oír gozo y alegría, y se
recrearán los huesos que has
abatido. Crea en mí, oh Dios, un
corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. Vuélveme
el gozo de Tu salvación, y espíritu
noble me sustente.
Salmo 51:8,10,12
7
REBOSANTE
DE ALEGRÍA
Adaptación de un artículo
de María Fontaine
El gozo que Dios nos
ofrece nos permite ser felices
aunque nuestra situación terrenal
no sea perfecta, porque se trata de
un gozo trascendente. Dios promete
resolverlo todo en el futuro y nos
proporciona fuerzas en el presente.
Quiere hacernos felices aunque
todavía no gocemos de una
situación ideal y las circunstancias
físicas no nos sean propicias. La
dicha que Él nos ofrece nos permite
estar alegres y tener una actitud de
alabanza y despreocupación aunque
nuestra vida esté llena de afanes.
Proviene del más alto cielo y está
muy por encima de todo ahogo
terrenal. Jesús es el puente, la puerta
de acceso a ese mundo de felicidad.
Dios nos ama aunque nos
portemos mal, lleguemos tarde,
nos rezaguemos, pequemos, seamos
poco amorosos o decepcionemos a
8
alguien. Él nunca deja de amarnos
y, lo que es más importante, nunca
deja de creer que la victoria está a
la vuelta de la esquina, porque así
es. La confianza que Él tiene en
cada uno de nosotros nos permite
vivir dichosos aun cuando todo se
vea bastante negro, porque estamos
convencidos de que lo mejor está
por venir.
Para contar con ese gozo, es
imprescindible ver el presente en
el contexto de la eternidad, y no
permitir que detallitos por aquí y
por allá influyan tanto en nuestra
felicidad y sosiego. Los problemas
que ahora nos agobian se empequeñecen al compararlos con la
eternidad de bienestar con Jesús
que nos aguarda. Miremos, pues,
hacia el futuro con fe; así nuestro
presente también será mucho
mejor.
A veces nos parece que no
podemos estar gozosos a menos
que desaparezcan todos nuestros
problemas. En cuanto surge algo
negativo, se nos pincha el globo de la
felicidad y concluimos que esta nos
ha abandonado. Sin embargo, el gozo
espiritual que nos da Dios reposa en
una base bien firme. Podemos ser
felices durante las tormentas de la
vida porque sabemos que el sol sigue
brillando por encima de las nubes.
Comienza por fijarte en los
detalles que Dios dispone cada día
para hacerte feliz, para proporcionarte placer, satisfacción o dicha.
Dios quiere que disfrutes de esos
obsequios y te deleites con cada
bendición que te concede. Pero
también quiere inculcarte un gozo
más perdurable, una felicidad más
duradera que no dependa exclusivamente de lo terrenal.
Si todavía no conoces el gozo del
Señor, pruébalo ahora mismo
haciendo la siguiente oración:
Jesús, me han dicho que Tú puedes
darme una alegría que ninguna
circunstancia podrá robarme: ni
el dolor, ni la tristeza, ni tragedia
alguna. Si de veras es así, quiero
que me ayudes. Sé mi amigo,
acompáñame y dame un propósito
para vivir cada día. Muchas gracias.
La felicidad que Dios nos proporciona se basa
en la fe; trasciende el presente y se deleita en la
naturaleza eterna de Su amor. Tienes permiso para
ser feliz. Tienes permiso para albergar esperanzas
de cara al futuro por mucho que hayas arruinado
el presente. Tienes permiso para creer que Dios te
ama aunque te parezca que lo has desilusionado.
Tienes permiso para comunicar y compartir
grandes dosis de amor porque el amor nunca se te
acabará. Tienes permiso para divertirte y relajarte
porque eso es bueno y saludable, y a Él le encanta
verte disfrutar.
El caso es que Dios quiere que seas feliz. Y para
ello no hace falta que cambie nada en tus circunstancias. Basta con que aceptes el gozo, el alivio
y el aliento que Él quiere darte, que aceptes Sus
promesas, las invoques y cambies de perspectiva.
Es algo que puede ocurrir de un momento a otro;
basta con que des el paso de creer.
M ar ía Fontaine y su esposo, Peter
A mster da m, dir igen el movimiento
cr istiano La Fa milia Inter nacional. ■
DIOS NOS OFRECE ALEGRÍA
AUN EN LOS TIEMPOS DIFÍCILES
Estoy rebosante de ánimo y de alegría a pesar de todas las
penalidades. 2 Corintios 7:4 (blph)
De buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades,
para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual,
por amor a Cristo me gozo […] en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias. 2 Corintios 12:9,10
Queridos hermanos, no se extrañen del fuego de la
prueba que están soportando, como si fuera algo insólito.
[…] Al contrario, alégrense de tener parte en los sufrimientos de Cristo, para que también sea inmensa su alegría
cuando se revele la gloria de Cristo. 1 Pedro 4:12,13 (nvi)
Mientras pasas por la prueba, recuerda victorias anteriores
y toma nota de las bendiciones de las que gozas, convencido de que vendrán otras mayores si permaneces fiel.
Ezra Taft Benson (1899–1994) ■
9
Amo
la vida
Evelyn Sichrovsky
Las paredes de mi dormitorio se tiñen de luz con el sol de
la mañana. Me froto los ojos, me
desperezo, bostezo y dejo vagar mis
pensamientos hacia el pasado. Con las
vueltas que ha dado mi vida he hecho
lo que a mi juicio es un descubrimiento, aunque seguramente muchos
otros seres humanos ya desvelaron
hace siglos ese secreto. He hallado lo
que hace feliz a una persona y cómo
puedo llegar yo misma a ser feliz.
1. Salmo 118:24
10
Durante años consideré que ser
feliz consistía primordialmente en
gozar de óptima salud y no sentir
dolor físico. Un ideal de difícil
acceso para mí que desde chica he
sufrido de asma y otros trastornos de
salud. Con el tiempo, sin embargo,
lo que me parecía que era el mayor
enemigo de mi felicidad ha llegado a
ser mi mejor maestro en ese sentido.
A los 16 años tuvieron que
hacerme una cirugía de urgencia
para extirparme un quiste gangrenoso, y pasé la Nochevieja en el
hospital. Cuando logré levantarme
de la silla de ruedas y dar los primeros pasos después de la operación,
casi no cabía en mí de contento. Esos
pasos lentos, tambaleantes, fueron
la mejor sorpresa de Año Nuevo
que podía haber pedido. De repente
caí en la cuenta de que la alegría se
puede gestar a partir de algo tan
prosaico como caminar.
Aunque parezca una bobada,
también me alegré de poder ir al
baño sola, sin asistencia. Luego de
la cirugía estuve varios días con un
catéter. Cuando me lo retiraron y
pude otra vez sentarme en el excusado, valoré enormemente algo a lo
que hasta entonces no había dado
mayor importancia.
Otra fuente de dicha es poder
respirar sin esfuerzo. El asma que
padezco siempre me ha llevado a
reconocer que la respiración es un
preciado don; no obstante, una experiencia que viví hace unos años reforzó
esa noción. En un importante hospital
me practicaron una TC (tomografía)
abdominal. Durante el procedimiento
me inyectaron un agente de contraste.
En aquel tiempo lo ignorábamos, pero
la sustancia empleada puede ser muy
peligrosa para quienes padecen de
asma. Al entrar en el torrente sanguíneo, el líquido me produjo un dolor
atroz, y sentí una inmensa presión en
los pulmones. Minutos después sufrí
un choque tóxico, producto de una
aguda reacción alérgica. Me llevaron
de prisa a la sala de emergencias,
donde las enfermeras me aplicaron
antídotos y me conectaron a un
respirador. Al cabo de dos intensas
horas quedé por fin fuera de peligro.
Nunca olvidaré lo que sentí cuando
regresé a casa. Me paré junto a la
ventana a mirar los tonos rosados del
atardecer, respiré profundamente y me
dije: «Puedo respirar otra vez sin dolor.
¡Estoy aquí, estoy viva!» El recuerdo
indeleble de aquel día ha llegado a ser
un punto de referencia en mi vida.
Cada vez que estoy desanimada o
fatigada, evoco aquellos momentos
y revivo la dicha de comprender lo
mucho que Dios me ha bendecido.
Esa dura prueba también me llenó
de gratitud por mi vista. En lo más
violento de la reacción alérgica se
me hinchó tanto la cara que apenas
si podía abrir los ojos. Me moría de
ganas de mirar a mi padre, que estaba
a un lado de la cama y me tenía
tomada una mano; sin embargo,
por las rendijitas que dejaban mis
párpados entreabiertos difícilmente
lograba distinguir su silueta. Cuando
pude abrir nuevamente los ojos, me
quedé observando con asombro y
emoción todo lo que me rodeaba.
Poder caminar, ir al baño, respirar,
ver… es cierto que mis motivos
para estar alegre han cambiado
radicalmente. Cada vez son más las
cosas que me hacen feliz, cosas que
antes ni me imaginaba, pues estoy
aprendiendo que mi felicidad poco
tiene que ver con las circunstancias
y mucho con la perspectiva con que
las vea. Mi vida está salpicada de
emocionantes pruebas y dichas, todas
ellas igualmente dignas de celebrar.
Vuelvo a abrir los ojos y me
incorporo en la cama. Un rayo de sol
penetra por la ventana y baña los pies
de mi cama. Muevo mis deditos bajo
su brillo dorado y sonrío. Comienza
un nuevo día: me gozaré y me
alegraré en él1.
Evely n Sichrovsk y vive con su
fa milia en Taiwán y estudia
lengua inglesa. A demás
participa como voluntar ia en
labor es misioner as. ■
A MO L A V I DA
Evelyn Sichrovsky
Amo la vida…
su permanente variación,
su misterio, sus altibajos,
que me llevan a la oración.
Amo la vida…
sus espinas, sus arcoíris,
el sol que transforma en diamantes
las lágrimas de mis crisis.
Amo la vida…
las aves, sus trinos contentos,
las flores, los goces sencillos
que a mí me llenan de aliento.
Amo la vida…
las cumbres, los vientos hostiles,
la dura cuesta iluminada
por una Luz que no se extingue.
Amo la vida…
los tramos de desierto ardiente,
los largos días de silencio
que nos hacen más valientes.
Amo la vida…
alba, ocaso, flujo y reflujo,
todo ello hermoso porque Dios
nos ama y dice: «Yo te ayudo». ■
11
Me hace
ilusión que
llegue EL LUNES
Ingibjörg Torfadóttir
Una columna publicada
recientemente en un periódico
presentaba las respuestas proporcionadas por islandeses exitosos a una
misma lista de preguntas. Me llamó
la atención una de las respuestas
a la pregunta «¿Tiene usted algún
consejo general que dar a los lectores?» Decía: «El domingo piense con
ilusión en la semana de trabajo».
«Del dicho al hecho hay mucho
trecho», pensé.
Mi trabajo como jefa de enfermeras de un geriátrico es bastante
estresante. Aunque hacemos turnos,
normalmente mi semana laboral
empieza el lunes por la mañana, y
con frecuencia el domingo por la
noche ya ando un poco malhumorada pensando en la semana que me
espera, en lo poco que logré el fin
de semana o en mi falta de sueño. A
veces hasta empiezo a exasperarme el
domingo por la mañana.
Cuando me pongo así, trato
de adoptar una actitud positiva y
agradecerle a Dios las bendiciones
12
que me ha concedido, aunque en
muchos casos eso me lleva a pedirle
que se encargue de tal o cual cosa.
Así que termina siendo un rato de
oración, lo que no me viene mal;
pero en realidad no contribuye
mucho a mejorar mi humor de cara a
la semana laboral.
Un domingo decidí hacer caso de
ese consejo y me puse a repetirme
mentalmente, a veces hasta en voz
alta: «No veo la hora de empezar a
trabajar».
Empecé a visualizar a las personas
con las que trabajo y me di cuenta de
lo mucho que ansiaba verlas. Luego
pensé en un paciente que siempre se
alegra de verme. Todos los lunes me
saluda con una cálida sonrisa y me
dice algo alentador como:
—¡Qué gusto volver a verte! Te
echamos de menos el fin de semana.
Tomé conciencia de que eso yo no
lo cambiaría por nada.
El ejercicio me ayudó a ver la
situación desde una perspectiva más
optimista y darme cuenta de todo lo
bueno que ha sucedido desde que
tomé el puesto. Siempre supe que la
enfermería era mi vocación. Aquello
me recordó cuánto cariño le tengo a
mi trabajo.
Comencé a hacer lo mismo
cuando voy al trabajo. Así salgo
sonriente y animada del ascensor
cuando llego al cuarto piso, donde
está mi departamento, mi querido
departamento, y pienso: «¡Cómo lo
eché de menos el fin de semana!»
Ahora me parece que los
fines de semana son demasiado
largos. Donde debo estar es en mi
departamento.
Ingibjörg Tor fadóttir
está afiliada a La Fa milia
Inter nacional. Vive en
R eikiavik (Islandia). ■
¿Qué beneficios te reportan en el
trabajo la oración y la gratitud?
Cuéntanoslo. Escríbenos a
activated@activated.org.
TERAPIA DE
GRATITUD
Anne Spring
Aquel invierno había sido
excepcionalmente largo en los
Balcanes. ¡Qué ganas teníamos de
que llegara la primavera! Por fin las
flores engalanaron el paisaje, los
árboles echaron brotes y se cubrieron
de vida, y los pajarillos entonaron
alabanzas porque una vez más el
invierno había terminado.
Creo que todos deseamos que
llegue esa época del año en que la
creación de Dios se puede disfrutar
en todo su esplendor. Todos menos
los desafortunados que son muy
propensos a la fiebre del heno. Para
ellos, la primavera es una estación
temida. La preocupación y la ansiedad opacan las alegres expectativas.
El polen —una de las maravillas
del ingenio divino y transmisor
de vida— se convierte en su peor
enemigo. Las largas caminatas por el
1. V. 2 Pedro 1:4
bosque, los recorridos en bicicleta,
los paseos por las praderas y hasta
los ramos de flores en casa quedan
totalmente descartados.
Hacía muchos años que yo sufría
esas alergias. En primavera empezaba a estornudar, los ojos se me
llenaban de una película amarilla
que me nublaba la vista, y siempre
me goteaba la nariz. Cuando mis
hijos me traían flores silvestres, sonreía conteniendo la respiración y se
las entregaba enseguida a mi esposo
para que las tirara discretamente.
Esa primavera, sin embargo, decidí
combatir mi alergia con… terapia de
gratitud.
Cada vez que empezaba a
estornudar irrefrenablemente o los
ojos se me llenaban de lágrimas,
concentraba mis pensamientos en
algo bueno que pudiera agradecerle a
Dios. Un día Él me dijo que me iba
a curar. A partir de ese momento, le
di gracias por esa promesa cada vez
que aparecían los primeros síntomas
de alergia. Y así, sin más ni más, me
curé. Todas mis alergias desaparecieron. Desde entonces, la primavera
me resulta de lo más grata. Ahora
disfruto de largos paseos en bicicleta
con mi esposo, pedaleando por los
campos. Hasta puedo oler las flores.
He participado de la naturaleza
divina1, lo que también me ha dado
acceso a Su poder sanador. Encima,
he adquirido el hábito de la gratitud.
A n ne Spr ing es codir ector a
de Hea ling Hea rts Ba lk a ns
(http://hea linghea rtsbalk a ns.org/), orga nización que
desde 1995 tr a baja en zonas
de la ex Yugoslav i a. H ace
poco se publicó su pr imer
libro, Unplugged from the
Nor m, que se puede a dquir ir
en A m azon. ■
13
EL
JUEGO
DE LAS
SONRISAS
Anna Theresa Koltes
Cuando éramos niñas,
mi hermana y yo teníamos un
pasatiempo: el juego de las sonrisas.
Cuando andábamos fuera ocupándonos de los encargos de mamá, ya
en el supermercado, ya esperando
en un semáforo, entablábamos una
pequeña competencia para ver quién
era capaz de detectar más sonrisas
entre los transeúntes.
Observábamos a los apresurados
empresarios que hablaban por su
celular, a los motoristas que hacían
sonar sus bocinas, a los mendigos
que tendían un sombrero ajado
para pedir limosna, a los padres
que procuraban seguir el paso a sus
hijos llenos de energías, a los jóvenes
sumidos en su cibermundo… Era
una mezcla de rostros preocupados,
lejanos, enfurruñados o inexpresivos.
Nosotras íbamos sumando las
sonrisas, que por cierto eran bien
pocas: las de una pareja de jóvenes
enamorados, la de una abuelita que
1. V. Jeremías 29:11
14
se reía de las piruetas de su nieto, la
de un vendedor que abordaba a un
nuevo cliente.
Pasaron los años. El juego de
las sonrisas quedó en el baúl de
los recuerdos. De jovencita, yo no
me distinguía mucho de aquellos
rostros tensos de la calle, perdida en
mi música y en mi rabia contra el
mundo en general.
Cuando tenía 15 años, fuimos en
familia de vacaciones a un balneario,
y un amigo de mis padres nos invitó
a cenar a su restaurante. Era un
lugar precioso a la sombra de unas
palmeras, donde corría una suave
brisa y se divisaba una puesta de
sol de tonos pastel. El caballero era
alegre y hospitalario y se desvivió
por que estuviéramos cómodos y a
gusto. Al cabo de unos momentos
de conversación me miró con cierta
preocupación y me preguntó:
—¿Por qué no sonríes? ¿Estás
triste?
Me pilló desprevenida. Yo le
aseguré que me sentía muy bien, pero
no era la primera vez que alguien me
preguntaba eso. Me sacó de mi ensimismamiento y me hizo recapacitar.
Yo pensaba que era la única que
veía los nubarrones que se cernían
sobre mí. Estaba equivocada. Es
más, nuestros nubarrones personales
están en el mismo cielo que a todos
nos cubre, y las calles que unos y
otros recorremos se entrecruzan.
Hasta el día de hoy todavía tengo
que corregir mi expresión de cuando
en cuando. Al fin y al cabo, Dios nos
dotó de sentidos para que disfrutáramos de la vida, nos obsequió la
naturaleza para que la admiráramos
y nos ha prometido un porvenir
lleno de esperanza1.
Seamos felices, pues. Irradiemos
alegría.
A lo mejor te está observando
alguien que juega al juego de las
sonrisas.
A nna Ther esa Koltes es
escr itor a independiente y
trota mundos. ■
VIVE EL
PRESENTE
MOMENTOS DE SOSIEGO
Abi May
Pedro se quedó boquiabierto. En compañía de Santiago
y Juan había seguido a Jesús monte
arriba. De golpe a Jesús «le brilló la
cara como el sol, y Su ropa se volvió
tan blanca como la luz». El espectáculo se tornó aún más prodigioso:
Moisés y Elías —muertos desde
hacía varios siglos— se aparecieron y
se pusieron a hablar con Jesús1.
No era de sorprenderse que Pedro
estuviera atónito. Sin embargo,
enseguida recobró el habla. Pedro, el
locuaz y a veces impulsivo seguidor
de Jesús, el que había tenido el valor
de caminar sobre el agua cumpliendo
la orden del Maestro2, era un hombre
decidido y dinámico. Su reacción
ante el extraordinario suceso que se
desarrollaba delante de él fue quizá
característica. En lugar de contentarse
con escuchar silenciosamente la
conversación o reflexionar sobre su
1. Basado en Mateo 17:1–8
2. V. Mateo 14:27–29
3. Mateo 17:4 (ntv)
significado, la interrumpió con una
atrevida propuesta.
«Señor, ¡es maravilloso que
estemos aquí! Si deseas, haré tres
enramadas como recordatorios: una
para Ti, una para Moisés y la otra
para Elías»3.
Podría parecer una magnífica
idea para dejar constancia de tan
importante acontecimiento. Sin
embargo, su interrupción condujo al
abrupto fin de la conversación. Dios
habló desde una nube; los discípulos
quedaron petrificados y cayeron de
bruces. Cuando abrieron los ojos,
Moisés y Elías habían desaparecido.
Todos en algún momento infravaloramos el presente hasta que ya es
tarde y ya ha pasado. Una mariposa
de vivos colores se posa sobre una piedra del jardín; vamos rápidamente en
busca de una cámara, pero al volver
ya se ha ido. Caminamos lentamente
para admirar la arquitectura de una
ciudad que visitamos y, sin embargo,
no manifestamos el menor interés
en la historia de nuestro propio
vecindario. Contamos los días que
faltan para irnos de vacaciones
al campo y no nos fijamos en los
árboles y canteros de flores de la
plaza de nuestro barrio. Hallaríamos
mayor satisfacción y nos sentiríamos
más realizados si en lugar de vivir
con los ojos puestos en el futuro nos
concentráramos en el presente.
Abi May es escritor a y
docente. Vive en el R eino
Unido. ■
El presente se puede aprovechar o
desperdiciar, pero nunca volver a
vivir. Canónigo Wynne (c. 1850)
Los momentos de oro del torrente
de la vida pasan raudos a nuestro
lado, y no vemos más que arena. Los
ángeles vienen a visitarnos, y solo
los reconocemos cuando ya han
desaparecido.
George Eliot (1819–1880)
15
De Jesús, con cariño
HOY VA A SER
UN BUEN DÍA Todos los días hay cantidad de cosas por las que puedes alabarme. Algunas
son evidentes, otras no tanto; algunas son espectaculares, otras se disfrazan de
sucesos intrascendentes o hasta de problemas. No obstante, debes recibir todo
lo que acontezca con alabanza y acción de gracias. Recuerda las palabras del
apóstol Pablo: «Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios»1.
Da gracias por cada situación, pues Yo puedo hacer que todo redunde en
bien2. Aun cuando las perspectivas sean funestas, puedes agradecerme que Yo
controle la situación. Además, como Yo te amo y velo por ti, puedes tener la
certeza de que todo lo que te ocurra se ajustará a Mis designios.
Cuanto más reconozcas Mi intervención en todo lo que sucede y me lo
agradezcas, más entusiasmo, alegría y pasión tendrás por la vida. Se hará
patente en tu trabajo y en tu modo de relacionarte con los demás y de
reaccionar ante diversas circunstancias y acontecimientos. Se verá reflejado en
tu actitud, en tus decisiones y en tus acciones. Serás una persona más positiva,
proactiva y productiva. Serás más feliz y así harás más felices a los demás.
1. 1 Tesalonicenses 5:18
2. V. Romanos 8:28
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